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¿Donde estamos?
por Emilio Silvera ~ Clasificado en General ~ Comments (1)
Tratamos de escenificar la décima dimensión… ¡Con escaso acierto!
Estamos en un nivel de sabiduría aceptable pero insuficiente; es mucho el camino que nos queda por recorrer y, como dice Freund, la energía necesaria para explorar la décima dimensión es mil billones de veces mayor que la energía que puede producirse en nuestros mayores colisionadores de átomos. La empresa resulta difícil para seres que, como nosotros, apenas tenemos medios seguros para escapar del débil campo gravitatorio del planeta Tierra.
Energías de tal calibre, que sepamos sólo han estado disponibles en el instante de la creación del universo, en su nacimiento, en eso que llamamos Big Bang. Solamente allí estuvo presente la energía del hiperespacio de diez dimensiones, y por eso se suele decir que cuando llegue la teoría de cuerdas sabremos y podremos desvelar el secreto del origen del universo. A los físicos teóricos siempre les resultó provechoso introducir dimensiones más altas para fisgar libremente en secretos celosamente escondidos.
Según esa nueva teoría, antes del Big Bang nuestro cosmos era realmente un universo perfecto de diez dimensiones, deca-dimensional, un mundo en el que el viaje inter-dimensional era posible. Sin embargo, ese mundo deca-dimensional era inestable, y eventualmente se “rompió” en dos, dando lugar a dos universos separados: un universo de cuatro y otro universo de seis dimensiones.
El universo en el que vivimos nació de ese cataclismo cósmico. Nuestro universo tetradimensional se expandió de forma explosiva, mientras que nuestro universo gemelo hexa-dimensional se contrajo violentamente hasta que se redujo a un tamaño casi infinitesimal.
Eso podría explicar el origen del Big Bang y, si la teoría es correcta, demuestra que la rápida expansión del universo fue simple consecuencia de un cataclismo cósmico mucho mayor; la ruptura de los propios espacio y tiempo. La energía que impulsa la expansión observada del universo se halla entonces en el colapso del espacio y el tiempo de diez dimensiones. Según la teoría, las estrellas y las galaxias distantes están alejándose de nosotros a velocidades astronómicas debido al colapso original del espacio y el tiempo de diez dimensiones.
Esta teoría predice que nuestro universo sigue teniendo un gemelo enano, un universo compañero que se ha enrollado en un pequeña bola de seis dimensiones (en la escala de Planck) muy pequeña para ser observada. Ese universo hexa-dimensional, lejos de ser un apéndice inútil de nuestro mundo, podría ser en última instancia nuestra salvación.
Para el cosmólogo, la única certeza es que el universo morirá un día. Algunos creen que la muerte final del universo llegará en la forma del Big Crunch. La gravitación invertirá la expansión cósmica generada por el Big Bang y comprimirá las estrellas y las galaxias, de nuevo, en una masa primordial. A medida que las estrellas se contraen, las temperaturas aumentarán espectacularmente hasta que toda la materia y la energía del universo estén concentradas en una colosal bola de plasma ardiente que será el resultado final de la destrucción del universo tal y como lo conocemos.
La Gigante roja arrasará la Tierra y, la Vida, tal como la conocemos desaparecerá del mundo
Todas las formas de vida serán borradas de la faz de los mundos que las pudieran contener: evaporados por las enormes temperaturas o aplastados… no habrá escape.
Científicos y filósofos, como Charles Darwin y Bertrand Russell, han escrito lamentándose de la futilidad de nuestras míseras existencias, sabiendo que nuestra civilización morirá inexorablemente cuando llegue el fin de nuestro mundo. Las leyes de la física, aparentemente, llevan la garantía de una muerte final e irrevocable para todas las formas de vida, inteligente o no, del universo.
La tecnología para dentro de algunos miles de millones de años (si es que seguimos aquí), nos permitirá viajar a otros mundos de la Galaxia, y, si son similares a la Tierra… ¡Queda alguna esperanza!
Yo, como Gerald Feinberg, físico de la Universidad de Columbia (ya desaparecido), creo que sí puede haber, quizá sólo una, esperanza de evitar la calamidad final.
Él especuló que la vida inteligente, llegando a dominar los misterios del espacio de más dimensiones (para lo que contaban con un poderoso aliado, el tiempo de miles de millones de años), sabría utilizar las otras dimensiones para escapar de la catástrofe del Big Crunch. En los momentos finales del colapso de nuestro universo, el universo hermano se abriría de nuevo y el viaje inter-dimensional se haría posible mediante un túnel en el hiperespacio hay un universo alternativo, evitando así la pérdida irreparable de la inteligencia de la que somos portadores.
Si algo así es posible, entonces, desde su santuario en el espacio de más dimensiones, la Humanidad podría ser testigo de la muerte del universo que la vio nacer y florecer.
Aunque la teoría de campos demuestra que la energía necesaria para crear estas maravillosas distorsiones del espacio y del tiempo está mucho más allá de cualquier cosa que pueda imaginar la civilización moderna, esto nos plantea dos cuestiones importantes: ¿Cuánto tardaría nuestra civilización, que está creciendo exponencialmente en conocimiento y poder, en alcanzar el punto de dominar la teoría del hiperespacio?, y ¿qué sucede con otras formas de vida inteligentes en el universo que puedan haber alcanzado ya este punto?
Lo que hace interesante esta discusión es que científicos serios han tratado de cuantificar el progreso de la civilización en un futuro lejano, cuando los viajes por el espacio sean una rutina y los sistemas estelares o incluso las galaxias vecinas hayan sido colonizados. Aunque la escala de energía necesaria para manipular el hiperespacio es astronómicamente grande, estos científicos señalan que el crecimiento del conocimiento científico aumentará, sin ninguna duda, de forma exponencial durante los siglos y milenios próximos, superando las capacidades de las mentes humanas para captarlo (como ocurre ahora con la teoría M, parada en seco, esperando que alguien vea las matemáticas necesarias para continuar su desarrollo).
Cada 10 ó 15 años el conocimiento científico se doblará, crecerá el cien por ciento, así que el avance superará todas las previsiones. Tecnologías que hoy sólo son un sueño (la energía de fusión, o en robótica, los cerebros positrónicos), serán realidad en un tiempo muy corto en el futuro. Quizá entonces podamos discutir con cierto sentido la cuestión de si podremos o no ser señores del hiperespacio.
Viaje en el tiempo, universos paralelos, ventana dimensional… ¡sueños!
emilio silvera
el 25 de enero del 2009 a las 20:47
Hola amigo Emilio Silvera:
Siempre es un placer leer tus blogs. Pero a mí en éste me complace particularmente la teoría de un espacio de diez dimensiones previo al big-bang. Un espacio de diez dimensiones que se desestabilizó creando el big-bang y con ello el Universo.
Yo lo de dimensiones enrrolladas, simplemente, no lo entiendo, pero sí que entiendo que el principio del Universo tuvo que tener una base previa de sustentación, y aquí la base previa son las diez dimensiones.
Lo que creo que no puede ser es que el big-bang surgiera de un punto rodeado de un vacío que fuera la nada. Algo tan complejo como las partículas subatómicas y el complejo desarrollo posterior de las mismas indica la necesidad de unas bases y unas interconexiones que tuvieron que surgir de algún sitio. Por esto me complace la teoría de las diez dimensiones que se desestabilizaron para iniciar nuestro Universo.
De otra forma, si no admitimos una base conveniente al big-bang, estaríamos en la más materialista de las concepciones, la que permite que se ponga en los autobuses aquello de “Es probable que Dios no exista…”. Un Universo que se entienda lo suficiente complejo e interconectado no permite tales licencias de probabilidad.
Un fuerte abrazo. Ramon Marquès