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La Mente: Ese misterio

Autor por Emilio Silvera    ~    Archivo Clasificado en La Mente - Filosofía    ~    Comentarios Comments (10)

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Una galaxia es simplemente una parte pequeña del universo, nuestro planeta es una mínima fracción infinitesimal de esa galaxia, y nosotros mismos podríamos ser comparados (en relación a la inmensidad del cosmos) con una colonia de bacterias pensantes e inteligentes. Sin embargo, todo forma parte de lo mismo, y aunque pueda dar la sensación engañosa de una cierta autonomía, en realidad todo está interconectado y el funcionamiento de una cosa incide directamente en las otras.

 

Los brazos espirales, que son una característica tan llamativa en galaxias como la nuestra, son visibles porque están bordeados por estrellas calientes de gran masa que relucen con mucho brillo. Esto significa que también son estrellas jóvenes, ya que no hay estrellas viejas que tengan gran cantidad de masa. Además, su bonito tono azulado las delata, las de más edad, son estrellas marrones oscuras que han agotado su combustible nuclear y han dejado de radiar en el ultravioleta intenso.

A estas alturas y dado el grado de evolución al que hemos podido llegar, podemos comprender que el surgir de la vida, de las mentes pensantes en nuestra Galaxia, es algo muy grande y, aunque no lo podamos comparar con otros casos similares acontecidos en otras galaxias de nuestro Universo, la lógica nos aconseja pensar que, en otros mundos como en el nuestro, ha podido surgir la vida y los pensamientos superiores que llevan a algunos seres a ser conscientes de su SER.

Después de millones y millones de años de evolución, se formaron las consciencias primarias que surgieron en los animales con ciertas estructuras cerebrales de alta complejidad, que podían ser capaces de construir una escena mental, pero con capacidad semántica o simbólica muy limitada y careciendo de un verdadero lenguaje.

La consciencia de orden superior (que floreció en los humanos y presupone la coexistencia de una conciencia primaria) viene acompañada de un sentido de la propia identidad y de la capacidad explícita de construir en los estados de vigilia escenas pasadas y futuras. Como mínimo, requiere una capacidad semántica y, en su forma más desarrollada, una capacidad lingüística.

Los procesos neuronales que subyacen en nuestro cerebro son en realidad desconocidos, y aunque son muchos los estudios y experimentos que se están realizando, su complejidad es tal que de momento los avances son muy limitados. Estamos tratando de conocer la máquina más compleja y perfecta que existe en el universo.

Haga clic para mostrar el resultado de "Cerebro" número 3

                                                               En pequeños receptáculos como el que arriba podemos ver, se encierra el saber del mundo.

El cerebro

Nunca en tan poco espacio se pudo guardar tanto contenido. De ahí surgen las ideas creadoras, ahí evoluciona la sabiduría, y, se percibe el mundo que nos rodea a través de los sentidos. Nuestras experiencias nos lleva a conformar el mundo que es nuestra realidad.

Si eso es así, resultará que después de todo no somos tan insignificantes como en un principio podría parecer, y sólo se trata de tiempo. En su momento y evolucionadas, nuestras mentes tendrán un nivel de conciencia que estará más allá de las percepciones físicas tan limitadas. Para entonces sí estaremos totalmente integrados y formando parte, como un todo, del universo que ahora presentimos.

No podemos saber hasta donde podremos llegar. Con unos elementos evolucionados en las estrellas a partir del simple Hidrógeno, surgió eso que llamamos vida y ahora, hemos llegado a saber que: Estamos compuestos de agua (hasta un 70 – 80 % del peso celular),  de bioelementos primarios, tales como C, O, N, H, P, y S, imprescindibles para formar los principales tipos de moléculas biológicas, y, bioelementos secundarios (todos los restantes); algunos imprescindibles como Ca, Na, Cl, K, Mg, Fe, etc., otros son fundamentales para especies determinadas.

 

Incluso la caída de una gota de agua, observada al microscopio electrónico, puede resultar una auténtica maravilla. Ahí, aunque parezca mentira, también está presente el magnetismo y, la figura que podeis contemplar llena deextraña belleza, es una de las tantas obras que na Naturaleza puede crear y que no siempre los humanos podemos comprender. ¿Será casualidad ese corazón que ha surgido como por arte de magia?

Gotas de agua impactando sobre un charco del elisir de la vida. Thales de Mileto, aquel sabio de Gracia, sabía de la importancia del agua para la vida. Él fue el primero que, dejó a un lado la Mitología para emplear la lógica en el conocimiento de la verdadera Naturaleza del Mundo. Sigamos con la Conciencia.

El carácter especial de la conciencia me hace adoptar una posición que me lleva a decidir que no es un objeto, sino un proceso, y que desde este punto de vista puede considerarse un ente digno del estudio científico perfectamente legítimo.

La conciencia plantea un problema especial que no se encuentra en otros dominios de la ciencia. En la física y en la química se suelen explicar unas entidades determinadas en función de otras entidades y leyes. Podemos describir el agua con el lenguaje ordinario, pero podemos igualmente describir el agua, al menos en principio, en términos de átomos y de leyes de la mecánica cuántica. Lo que hacemos es conectar dos niveles de descripción de la misma entidad externa (uno común y otro científico de extraordinario poder explicativo y predictivo, ambos niveles de descripción), el agua líquida, o una disposición particular de átomos que se comportan de acuerdo con las leyes de la mecánica cuántica (se refiere a una entidad que está fuera de nosotros y que supuestamente existe independientemente de la existencia de un observador consciente).

En el caso de la conciencia, sin embargo, nos encontramos con una simetría. Lo que intentamos no es simplemente comprender de qué manera se puede explicar las conductas o las operaciones cognitivas de otro ser humano en términos del funcionamiento de su cerebro, por difícil que esto parezca. No queremos simplemente conectar una descripción de algo externo a nosotros con una descripción científica más sofisticada. Lo que realmente queremos hacer es conectar una descripción de algo externo a nosotros (el cerebro), con algo de nuestro interior: una experiencia, nuestra propia experiencia individual, que nos acontece en tanto que observadores conscientes.  Intentamos meternos en el interior, o en la atinada ocurrencia del filósofo Tomas Negel, saber qué se siente al ser un murciélago. Ya sabemos qué se siente al ser nosotros mismos, qué significa ser nosotros mismos, pero queremos explicar por qué somos conscientes, saber qué es ese “algo” que nos hace ser como somos, explicar, en fin, cómo se generan las cualidades subjetivas experienciales. En suma, deseamos explicar ese “Pienso, luego existo” que Descartes postuló como evidencia primera e indiscutible sobre la cual edificar toda la filosofía.

Ninguna descripción, por prolija que sea, logrará nunca explicar claramente la experiencia subjetiva. Muchos filósofos han utilizado el ejemplo del color para explicar este punto. Ninguna explicación científica de los mecanismos neuronales de la discriminación del color, aunque sea enteramente satisfactoria, bastaría para comprender cómo se siente el proceso de percepción de un color. Ninguna descripción, ninguna teoría, científica o de otro tipo, bastará nunca para que una persona daltónica consiga experimentar un color.

En un experimento mental filosófico, Mary, una neurocientífica del futuro daltónica, lo sabe todo acerca del sistema visual y el cerebro, y en particular la fisiología de la discriminación del color. Sin embargo, cuando por fin logra recuperar la visión del color, todo aquel conocimiento se revela totalmente insuficiente comparado con la auténtica experiencia del color, comparado con la sensación de percibir el color. John Locke vio claramente este problema hace mucho tiempo.

Pensemos por un momento que tenemos un amigo ciego al que contamos lo que estamos viendo un día soleado del mes de abril: el cielo despejado, limpio y celeste, el Sol allí arriba esplendoroso y cegador que nos envía su luz y su calor, los árboles y los arbustos llenos de flores de mil colores que son asediados por las abejas, el aroma y el rumor del río, cuyas aguas cantarinas no cesan de correr transparentes, los pajarillos de distintos plumajes que lanzan alegres trinos en sus vuelos por el ramaje que se mece movido por una brisa suave, todo esto lo contamos a nuestro amigo ciego que, si de pronto pudiera ver, comprobaría que la experiencia directa de sus sentidos ante tales maravillas nada tiene que ver con la pobreza de aquello que le contamos, por muy hermosas palabras que para hacer la descripción empleáramos.

La mente humana es tan compleja que no todos ante la misma cosa vemos lo mismo. Nos enseñan figuras y dibujos y nos piden que digamos (sin pensarlo) la primera cosa que nos sugiere. De entre diez personas, sólo coinciden tres, los otros siete divergen en la apreciación de lo que el dibujo o la figura les sugiere.

Esto nos viene a demostrar la individualidad de pensamiento, el libre albedrío para decidir. Sin embargo, la misma prueba realizada en grupos de conocimientos científicos similares y específicos: físicos, matemáticos, químicos, etc, hace que el número de coincidencias sea más elevado; más personas ven la misma respuesta al problema planteado. Esto nos sugiere que la mente está en un estado virgen que cuenta con todos los elementos necesarios para dar respuestas pero que necesita experiencias y aprendizaje para desarrollarse.

¿Debemos concluir entonces que una explicación científica satisfactoria de la conciencia queda para siempre fuera de nuestro alcance?

¿O es de alguna manera posible, romper esa barrera, tanto teórica como experimental, para resolver las paradojas de la conciencia?

La respuesta a estas y otras preguntas, en mi opinión, radica en reconocer nuestras limitaciones actuales en este campo del conocimiento complejo de la mente, y como en la física cuántica, existe un principio de incertidumbre que, al menos de momento (y creo que en muchos cientos de años), nos impide saberlo todo sobre los mecanismos de la conciencia, y aunque podremos ir contestando a preguntas parciales, alcanzar la plenitud del conocimiento total de la mente no será nada sencillo, entre otras razones está el serio inconveniente que suponemos nosotros mismos, ya que con nuestro quehacer podemos, en cualquier momento, provocar la propia destrucción.

Una cosa sí ha quedado clara: ninguna explicación científica de la mente podrá nunca sustituir al fenómeno real de lo que la propia Mente pueda percibir. Hay cosas que son… ¡ insustituibles!

emilio silvera

 

  1. 1
    Juan Ruiz
    el 17 de abril del 2011 a las 23:09

    La mente es un problema -entre otras cosas- de complejidad. Desde un punto de vista reduccionista lo describimos, lo cortamos, lo clasificamos. Desde un punto de holista creamos un nuevo lenguaje y evocamos. Al igual que para entender un hormiguero no basta con describir y entender a la perfección las hormigas y sus relaciones, ya que es un fenómeno emergente que tiene nuevas propiedades, así entiendo yo la mente, como una emergencia de las neuronas (neuronas, pero no solo estas, tambien microglia, endotelio, todo ello con una estructura espacial muy, pero que muy especial) y sus relaciones.
    Poco a poco, combinando estos dos métodos o aproximaciones, nos acercaremos a la realidad mente.

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  2. 2
    emilio silvera
    el 18 de abril del 2011 a las 7:06

    Una realidad que, de momento, nos queda bastante lejos.
    Todos tenemos una idea (aproximada) de la complejidad del cerebro humano. Decimos con cierta frecuencia (con razón) que, se encuentra entre los objetos más complicados del Universo y es sin duda una de las estructuras más notables que la evolución haya podido producir. Es difícil entender, con plenitud, lo que la Mente es. En tanto que objeto y sistema, el cerebro humano podría ser considerado (con todo derecho) como algo especial: su conectividad, su dinámica, su forma de funcionamiento, su relación con el cuerpo y con el mundo, no se parece a nada que conozcamos, y, si nos asombramos, no pocas veces de objetos que están presentes en el Universo, si nos paramos a pensar, veremos que, con la complejidad de nuestro cerebro-mente, parece que pueden existir muy pocos.
    Independientemente de la maraña de células nerviosas, neuronas y otros componentes de nuestro cerebro que, en cantidad y calidad podría competir con cualquier otra cosa que podamos pensar, aparte de eso digo, nuestras mentes son, por derecho propio, una fuente de misterio: ¡La conciencia! ¿Qué es eso? ¿Cómo pudo llegar hasta nosotros?
    Es tanta su complejidad que, la Mente-Consciente, ha sido el principal tema de los filósofos que, han querido (a su manera) dibujar un retrato de lo que la conciencia es, y, en la mayoría de los casos, al no tener los conocimientos necesarios para realizar esa descripción, los filósofos se han metido en ese océano profundo al que llaman “metafísica”, algo intangible y construído de pensamientos que quieren rivalizar con la Naturaleza misma, ese lugar en el que están (aunque muchos no lo sepan), todas las respuestas.
    Sí, es verdad que poco a poco, vamos conquistando terreno en el saber de la Mente. Sin embargo, hasta que lleguemos a conocerla, mucho tiempo queda por delante.
    Miramos, en la oscura noche, lejos de las ciudades, hacia la cúpula del cielo. Nuestras mentes reciben el mensaje que la visión les envía: Muchos puntos brillantes que parecen hablarnos desde la inmensa lejanía y, de inmediato, sabemos que son estrellas que están fusionando hidrógeno en helio, carbono, oxígeno…Y, podemos imaginar que, alrededor de cada una de ellas, los mundos giran. ¿Cómo, desde aquí, a una inmensa distancia y sin que nunca hayamos podido visitar estrella alguna, podamos saber todo eso?
    La Mente, el bien más preciado que cada uno de nosotros tenemos, es capaz de conseguir cosas tan increíbles como esa, y, desde luego, a medida que la evolución siga su curso, se podrá conseguir mucho más, tanto que, incluso la imaginación que parece no tener barreras, está incapacitada para poder decirnos las cosas que en el futuro podrán alcanzar nuestras Mentes, y, eso es debido a que, nos falta información, necesitamos saber.
    Está claro que, la ensoñación imaginativa es una demostración fenomenológica de que el cerebro humano piuede generar, de manera espontánea conciencia y significado (tenemos conciencia de una cosa y seguidamente buscamos el significado). Una de la propiedades más valiosa de nuestra Mente, está en el hecho de que tiene un resorte que, cuando se encuentra ante algo que no conoce, lo primero que trata es de saber qué es aquello, por qué está allí, cómo llegó, de dónde salió…Desde niños, nos ha gustado preguntar sobre todo aquello que despierta nuestra curiosidad. ¡¿Por qué…?!
    Como cualquiera de este mundo, cuando hablo de la Mente…me pierdo. ¡Es tanta mi ignorancia!
    Pero eso sí, me gusta hablar de cosas que, aunque no entiendo bien, sí que me gustaría conocerlas, y, el misterio de lo desconocido, la promesa de desvelar toda la belleza que allí pueda haber encerrada, es una fuerza que, no pocas veces nos lleva a poder decubrir.
    Un saludo amigo.

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    • 2.1
      Fandila
      el 21 de septiembre del 2012 a las 16:08

      Me hizo gracia un chiste gráfico de una revista de humor:
      Están dos caballos echados sobre la hierba y uno comunica con el otro: “¿Oye, tu crees que los humanos tendrán alma?”

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  3. 3
    Guillermo Cano
    el 18 de abril del 2011 a las 14:53

    Hola amigos, por el tema que se trata acá, me parece pertinente dejarles este fragmento del libro “EL CEREBRO Y EL MITO DEL YO” del Doctor Rodolfo Llinás.
    “… Este sistema orgánico cerrado que llamamos cerebro tiene además la ventaja de no estar limitado por las propiedades de los sentidos. Consideremos que el estado de vigilia sea un estado de ensoñación (igual a como los sueños son estado análogos a la vigilia), guiado y conformado por los sentidos, al contrario de los sueños normales que presciden por completo de los sentidos. El cerebro utiliza los sentidos para apropiarse de la riqueza del mundo pero no se limita a ellos; es capaz de funcionar sin ningún tipo de entrada sensorial. La naturaleza y función del cerebro hacen del sistema nervioso una entidad muy diferente de las del resto del universo. Ya se dijo que, en realidad es un emulador. Si aceptamos que se trata de un sistema cerrado y único, ello implica que es una forma diferente de expresar “todo”. En otras palabras, la actividad cerebral es una metáfora para todo lo demás. Tranquilizante o no, el hecho es que somos básicamente máquinas de soñar que construyen modelos virtuales del mundo real. Probablemente es lo máximo que se logra con sólo un kilo y medio de masa y un “tenue” poder de consumo de 14 vatios.
    Lo más sorprendente, quizás, es que esta arquitectura funcional única y específica, este sistema celular cerrado, !se forma sin saber, a priori, lo que su función ha de ser! ¿Cómo es esto posible? Esta es una de las verdades profundas de la evolución, que el cerebro comparte con los demás órganos. Las estructuras complejas y únicas de todos ellos desarrollaron funciones específicas y poderosas sin un plan final a priori. “ Pero !un momento! ¿Qué hay de la genética y del plan de desarrollo preprogramado del DNA?”, cabe preguntarse. Es claro que la genética entra en juego aquí, pero sólo como el cúmulo de una gran epopeya por parte de cada generación, narración sin argumento y ciertamente sin final. Hay muchos personajes, un “bang” al comienzo, pero después solamente vienen giros y volteretas y un estado intermedio sin fin. Todo esto parece un tanto curioso.
    ¿Cómo comprender el proceso por el cual nos llegó el sistema nervioso, la mente, si su historia ancestral evolucionó sin brújula o mapas? En realidad, los demás órganos (y los animales en que habitan) también se desarrollaron por ensayo y error, en un proceso que no tiene fin….

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    • 3.1
      emilio silvera
      el 19 de abril del 2011 a las 6:45

      Pués, el Doctor Rodolfo Llinás, como otros muchos antes que él, se preocupó por esa maravilla que rige nuestros actos y, aunque no lo sepamos explicar, si que comprendemos que nos encontramos ante una de las creaciones más importantes de la Naturaleza. Bueno, al menos eso creo.

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  4. 4
    Fandila
    el 20 de septiembre del 2012 a las 12:54

    La vida es el único fenómeno que es capaz de “oponerse a los designios” del Universo. La vida va o puede ir a contracorriente.
    En ese sentido puede compararse a un universo dentro del Universo.
    No coincido del todo con lo que Gillermo Cano expone sobre el funcionamiento aislado del cerebro y nuestra mente.
    Sin estímulos exteriores la actividad cerebral acaba por empobrecerse, a excepción del sistema límbico ligado a nuestra biología. Sin señales externas le ocurre como a un aparato electrónico provisto de memoria que a falta de toda reposición termina por desmemoriarse si la energía electrica no mantiene le mantiene en actividad. Y eso suele ocurrir en un tiempo más breve de lo que imaginamos.
    Por otra parte nuestro cerebro se va activando desde que nacemos mediante las sensaciones externas y biológicas propias. Las segundas son las pioneras, las primeras son la base de la “programación” creciente y sucesiva.
    Cordiales saludos.

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  5. 5
    Gabriel
    el 6 de octubre del 2012 a las 22:49

    En mi opinión la mente no es el cerebro. Confío en que la ciencia poco a poco irá descubriendo más cosas… Digamos que de aquí al 2051 se sabrá algo más, como siempre…

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  6. 6
    Fandila
    el 7 de octubre del 2012 a las 0:33

    Es cierto lo que dices de que la mente no es cerebro como la vida de un organismo no son sus células. Pero en ambos casos constituyen su soporte material base. En analogía, vendrá a ser como el hardware y el software para el ordenador, salvando las distancias.

    Responder
    • 6.1
      emilio silvera
      el 7 de octubre del 2012 a las 7:10

      Sí, estimados amigos, cuando hablamos de la “Mente” nos estamos marchando de este mundo material para transmutarnos a ese otro en el que, lo inmaterial, la metafísica, es lo que prevalece y que, según parece, está un nivel más allá de lo que podemos ver y tocar. La Mente, es como si toda la esencia del SER estuviera allí concentrada y, su presencia etérea no sería posible sin esa otra parte que, mediante complejos mecanismos, la puede sostener y hace posible su existencia.
      Claro que, aunque todos hemos podido tener experiencias, o, intuiciones, de que la Mente es “algo más”, también somos conscientes de que nos resulta un enigmático misterio y, nosotros mismos, sus poseedores, no dejamos de asombrarnos y maravillarnos de lo que la Mente puede ser.
      Sabemos, algo nos dice que, la Mente es algo que llega más allá de lo que ahora podemos comprender, es como si de nuestro Yo sublime se tratara, es algo ¿poderoso? ¿inquietante? ¿superior? ¿maravilloso? que podría ser el último escalón de nuestro deambular por este universo inmenso que, no se ha limitado a fabricar estrellas y mundos, sino que, para nuestro propio asombro, ha creado Mentes pensantes que, tan complejas son que no hemos podido llegar a comprender…¡lo que la Mentes es…!
      ¡Quién pudiera saberlo!

      Responder
  7. 7
    Gabriel
    el 16 de octubre del 2012 a las 17:06

    Interesante su comentario, Emilio Silvera. Sí, estoy totalmente de acuerdo con usted que el mundo de la mente es algo mas allá de lo físico. En mi sentir puede existir una Mente Universal. Recalco que la ciencia está en constante avance. Al principio solo hay teorías, pero luego hechos. Confío en que la ciencia descubra más cosas sobre el cerebro y lo sutil, que es la mente. ¡Saludos!

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