Ago
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Queremos saber quiénes somos
por Emilio Silvera ~ Clasificado en Humanidad ~ Comments (0)
Para saber adónde vamos,
Tenemos que saber donde estamos;
Y para saber esto, hay que saber de donde venimos.
Arriba podemos contemplar a doce niños que, cada uno de ellos pertenece a una región distinta de la Tierra y, habiendo sido escogidos al azar en cada país, ellos no creen tener relación alguna los unos con los otros. Sin embargo, podría demostrarse que las doce personas ahí presentes están relacionadas y que en última instancia todas tienen dos antepasados africanos comunes, uno masculino y otro femenino.
En todas nuestras células hay genes. Los genes están hechos de ADN, el código vital en forma de cadena que determina lo que somos, desde las uñas hasta el potencial innatato para tocar el piano. Si analizamos los genes de cualquiera de estas doce personas, podríamos reconstruir la ruta geográfica seguida por sus antepasados hasta llegar a su primitiva cuna africana, en el alba de la especie.
Por otra parte, si distribuyéramos a estas personas de dos en dos y comparásemos sus genes, descubriríamos que tienen en común un antepasado más reciente que vivió con toda seguridad fuera de África. Más aún, actualmente podemos comprobar dónde vivieron estos antepasados y cuando abandonaron su respectiva patria. La posibilidad de esta comnprobación ha cristalizado durante la última década, gracias a la labor innovadora de una serie de investigadores.
No pocos de nosotros, dejando volar la imaginación, nos hemos preguntado alguna vez qué encontraríamos si pudiéramos subir a una máquina del tiempo y remontar nuestro árbol genealógico. ¿Hasta dónde llegaríamos? ¿Descubriríamos que estamos vagamente emparentado con algún famoso o algún canalla célebre? ¿Cuántas generaciones tendríamos que recorrer hasta llegar ahasta los primeros humanos? ¿Se remonta nuestra línea hasta aquel momento en que nuestra especie se separó, definitivamente de la de los simios, y después hasta la de los gusanos, y después hasta los seres unicelulares, como sostenía Darwin? Por esos espesos tomos de biología leídos para saciar mi curiosidad, verdaderamente creo que debe ser así. Claro que cuando afrontamos la incertidumbre de la muerte, cuesta hacerase una idea de conjunto, ya que al ser conscientes de que más allá de ella, para nosotros no hay nada y, lo que fuímos ha quedado en los genes de una descendencia que ya, verá las cosas de otra manera más en consonancia con nuestro futuro que es, para ellos el presente.
Dicen que este milenario árbol proviene del Asia Central. Hoy está presente en toda la cuenca mediterránea y en la simbología y folclore de distintas culturas y religiones que florecieron en sus orillas, entre ellas, como no, Andalucía, tierra de olivos donde las haya. De la misma manera que este viejo árbol, nosotros también hemos hecho un largo recorrido y, desde un lugar, nos trasladamos a otros para buecar la seguridad de nuestra supervivencia.
La teoría africanista dice que todos los humanos modernos que viven fuera de África descienden de una oleada migratoria que salió de este continente hace menos de 100.000 años. Este éxodo acabó con todos los humanos anteriores en toda la superficie terrestre. En cambio, los multiregionalistas aducen que las poblaciones humanas primitivas, el Homo Neanderthalensis (los neandertales) de Europa u el Homo eructus del lejano Oriente, evolucionaron y formaron las razas locales que vemos actualmente en el mundo.
La teoría africanista ha ganado la partida porque los nuevos árboles genéticos nos conducen directamente a África en los últimos 100.000 años. En nuestro árbol genético no hay rastro de especies humanas anteriores, exceptuando, evidentemente las raíces, donde podemos medir la distancia genética que nos separa de los neandertales. Éstos se han clarificado ya genéticamente utilizando ADN mitocondrial antiguo y parece que son nuestros primos más que nuestros antepasados. Ellos y nosotros tenemos un antepasado común, el Homo Helmei.
Ha prevalecido la tesis que que fue sólo un éxodo de humanos africanos; en ambas lineas sexuales sólo hubo un antepoasado genético común que fue en un caso la madre y en el otro el padre de toda la humanidad no africana. Hay más prejuicios que se han venido abajo. Ciertos arqueólogos y antropólogos europeos sostienen desde hace mucho que los europeos fueron los primeros que aprendieron a pintar, a tallar, a tener una culñtura compleja e inclusom a hablar; casi como si los europeos presentaran representaran un importante progreso biológico.
La estructura del árbol genético corrige esta idea. Los aborígenes australianos están emparentados con los europeos y ambos grupos tienen un antepasado común, que aparece poco despues de la emigración africana hacia Yemen, que se produjo hace unos 70.000 años. Aquellos humanos se desplazaron lentamente por las costas del Océano Índico y al final fueron de Isla en Isla por Indonesia hasta llegar a Australia, donde, completamente aislados, produjeron sus complejas y singulares culturas artísticas.
El arte rupestre aborigen tuvo un gran desarrollo antes de la llegada de los europeos. Alguna de las pinturas que se han encontrado en Australia Meridional fueron realizadas hacia el 18.000 a.C. Se cree que las figuras, como las que se aprecian en la imagen, representaban a los espíritus de los artistas.
Otra antigua polémica arqueológica se refiere a la difusión de la cultura neolítica desde Turquía hacia Europa. Hace 8.000 mil años. ¿Eliminaron y sustituyeron los agricultores de Oriente Próximo a los cazadores europeos o las innovaciones se difundieron más pacíficamente reconviertiendo las comunidades paleolíticas de cazadores-recolectores? La respuesta genética es clara: el 80 por ciento de los europeos modernos descienden de los antiguos tipos genéticos de cazadores-recolectores y sólo el 20 por 100 procede de los agricultors de Oriente Próximo. Los viejos no eran tan frágiles.
Por último, y por desplazarnos a la otra punta del mundo, siempre ha habido especulaciones vistosas sobre los orígenes de los polinesios. Thor Heyerdahl no fue el promero (la verdad es que el Capitan Cook estuvo más cerca de acertar cuando adujo que había un vínculo polinesio con el archipiélago malayo). Los arqueólogos han alegado durante los últimos quince años que los polinesios procedían de Taiwan. El árbol genético los desmiente; los antepasados de los tripulantes de las grandes piraguas partieron de un punto más avanzado: Indonesia oriental.
De todas las maneras, retroceder en el tiempo para saber lo quen pasó con todos los humanos que deambularon por el mundo del uno al otro confín, no es fácil y, de la reconstrucción del “traje de la humanidad” nos quedan algunos flecos que recortar, algunos botones caídos que pegar e incluso, algunas rasgaduras hechas por el paso del tiempo que tendríamos que tratar de unir para que, de esa manera, tengamos una visión más completa y exacta de lo que fuímos.
Pero por volver al principio del trabajo, deberéamos recordar asím mismo que todos somos personajes de esta historia genética, dado que el 99 por 100 de la reconstrucción de nuestros antiguos árboles genéticos se llevó a cabo con ADN moderno, donado voluntariamente por personas de distintas regiones del mundo. Es una historia que afecta a todos y cada uno de nosotros, ya que, de manera inevitable, formamos parte de ella.
emilio silvera