viernes, 22 de noviembre del 2024 Fecha
Ir a la página principal Ir al blog

IMPRESIÓN NO PERMITIDA - TEXTO SUJETO A DERECHOS DE AUTOR




La Curiosidad y ese espíritu aventurero…

Autor por Emilio Silvera    ~    Archivo Clasificado en Hacia el futuro    ~    Comentarios Comments (0)

RSS de la entrada Comentarios Trackback Suscribirse por correo a los comentarios

“Lo que me preocupa no es simplemente comunicar al lector lo que tengo que decir, sino, por encima de todo, transmitirle las razones, subterfugios y afortunadas casualidades que me condujeron a mis descubrimientos. Cuando Cristóbal Colón, Magallanes y los portugueses relatan como se perdieron más de una vez en sus viajes, no sólo debemos perdonarles, sino agradecerles que nos hayan dejado su narración, porque sin ella nos hubiéramos perdido lo más fundamental e interesante. Así que espero que no me culpen si, movido por idéntica consideración hacia el lector, sigo el mismo método.”

Johannes Kepler

Así comienza el Capítulo XI del Libro Los Enigmas del Cosmos de Vicente Aupí, quien nos cuenta aquella vieja historia del planeta X que comienza de esta manera:

Varias décadas después del descubrimiento de Urano, obra de William Herschel en 1781, la Academia de Ciencias de Paris decidió revisar las posiciones exactas de los planetas. Alexis Bouvard, el científico encargado de hacer los cálculos, no tuvo problemas con Júpiter y Saturno, pero halló en Urano extrañas anomalías que daba a entender que el planeta no se movía en las posiciones que le correspondían de acuerdo con las leyes gravitatorias. Fue en ese momento, recien entrado el siglo XIX, cuando se forjaron los grandes enigmas que envuelven los confines del Sistema Solar cuya resolución sigue pendiente en la actualidad.

El hallazgo de Urano por parte de Herschel supuso la frontera cronológica que abrió una era científica de más de dos siglos en busca de los extraños y supuestos objetos que presumiblemente habitan las regiones remotas del dominio del Sol, cuya luz y calor no llegan hasta allí más que en una ínfima proporción.

  Las naves ‘Voyager’ surcan un océano magnético

‘Burbujas’ en los confines del Sistema Solar

Recreación artística de las 'burbujas' magnéticas (en rojo). | NASA.

Recreación artística de las ‘burbujas’ magnéticas (en rojo). | NASA.

  • Las sondas gemelas de la NASA ‘Voyager’ fueron lanzadas en 1977
  • Son las naves que más lejos han llegado en la exploración del Sistema Sol

El primer episodio del extraordinario abanico de exploraciones iniciadas desde entonces (a comienzos del siglo XIX) lo protagonizaron el francés Urbain Jean Joseph Le Verrier y el inglés John Couch Adams. Los dos calcularon con acierto, aunque de manera independiente, la posición de Neptuno, el octavo planeta en orden de distancia al Sol, que gracias a ambos fue localizado en 1846 desde el Observatorio de Berlín por Johann Galle. Las propias anomálias observadas en Urano propiciaron deducir cómo era el nuevo planeta y en qué parte del cielo debía ser buscado, por lo que Le Verrier y Adams sólo tuvieron que recurrir a su inteligencia para predecir la posición de Neptuno.

Todo aquello despertó el ánimo astronómico para la búsqueda de nuevos mundos. De la misma manera que Urano mostró anomalías en sus movimientos, pronto se comprobó que el problema también afectaba a Neptuno, de forma que se dio por hecho que tenía que haber algún planeta más allá de él que influía gravitatoriamente en su órbita. Y así comenzó, en la segunda mitad del siglo XIX, la búsqueda de un mundo transneptuniano que explicara las alteraciones sobre Urano y Neptuno, una búsqueda que se creyó terminada en 1930 con el descubrimiento de Plutón, pero que en realidad, no se ha terminado ni en la actualidad, puesto que Plutón sólo tiene un diámetro de 2300 km y, por tanto, su masa no es suficiente para causar las supuestas alteraciones gravitatorias sobre planetas que le superan en tamaño.

Pero otras muchas cosas extrañas están presentes en el abismno del Sistema Solar, en sus confines perduran misterios que no hemos sabido desvelar y, se sigue investigando para conocer nuestra propia casa, antes de que, un día lejano aún en el futuro, podamos sumergirnos en los abismos del Cosmos.

Han aparecido “Cordones” magnéticos que nos pueden llegar a afectar. Aunque los mapas del cordón (ver abajo) parecen mostrar un cuerpo luminoso, el cordón en sí no emite luz. En cambio, se hace notar a través de partículas llamadas “átomos neutrales energéticos” (energetic neutral atoms o ENAs, en idioma inglés), los cuales son en su mayoría átomos de hidrógeno comunes y corrientes. El cordón emite estas partículas, que son recogidas por la sonda IBEX en órbita alrededor de la Tierra.

ver imagen

Arriba: Comparación de las observaciones llevadas a cabo por la sonda IBEX (izquierda) con un modelo de reflexión que incluye un campo magnético tridimensional (derecha). Son hechos reales y no pensamientos salidos de una calenturienta imaginación. Nuestro Sistema Solar nos enconde cosas.

Buscando pistas sobre el tema, en www.paleoastronáutica.com La tercera Vía, encuentro algún dato (más o menos relacionado) que pongo a continuación:

En 1.976, el escritor e investigador Zecharia Sitchin proponía una hipótesis revolucionaria en su libro “El Duodécimo Planeta. En él exponía, como los sumerios, primera civilización conocida de la antigua Mesopotamia, hacían referencia a un gran planeta  conocido con el nombre de “Nibiru”  (planeta del cruce), bautizado posteriormente por los babilonios con el nombre de su principal deidad, Marduk.

En su obra, Sitchin argumenta el conocimiento de los antiguos pueblos de Mesopotamia de la existencia de doce planetas o cuerpos celestes principales, que conformaban también los doce dioses principales de sus panteones. A los nueve planetas comúnmente aceptados en la actualidad, Mercurio, Venus, La Tierra, Marte, Júpiter, Saturno, Urano, Neptuno y Plutón, añadían hasta formar el número de doce, al propio Sol, la Luna y el planeta principal de sus dioses “Nibiru – Marduk”.

Fue este último nuevo planeta, el que según siempre su cosmogonía, puso el orden existente actual en nuestro Sistema Solar. Con una gigantesca órbita elíptica en torno a el Sol, penetró en el Sistema Solar, creando grandes perturbaciones en los planetas, y tras una gran colisión, creó la Tierra al desgajar un antiguo planeta que orbitaba alrededor del Sol, cuyo nombre era Tiamat, en la actual posición del cinturón de asteroides  existente entre Marte y Júpiter, y que diferencia a los planetas interiores de los exteriores. Del mismo modo liberó a uno de sus satélites, “Kingu”, que tras la colisión quedó atrapado en la órbita del nuevo planeta creado, La Tierra, pasando a ser desplazados ambos a su posición actual, siendo “Kingu” desde entonces nuestra conocida Luna.

ASTEROIDES QUE SE ACERCAN A LA TIERRA
Los asteroides son cuerpos cósmicos rocosos o metálicos que tienen diámetros desde unos pocos metros hasta el mayor conocido con 1000 Kilómetros (Asteroide 1 Ceres). Giran alrededor del Sol como parte del Sistema Solar. Se conocen varios miles, la mayoría girando entre Marte y Júpiter en el llamado Cinturón Principal.
La imagen corresponde al asteroide tipo “S” Ida, y su pequeña luna Dáctil, observación realizada por la sonda Galileo.
[Cortesía JPL/NASA]

Es de destacar que dentro del cinturón de asteroides se encuentra el mayor de los asteroides conocidos del Sistema Solar, Ceres, con un diámetro de 930 kilómetros, su masa equivale a una cuarta parte del total de las decenas de miles de asteroides que conforman el cinturón, y donde los científicos apuntan la existencia de abundante agua, un 25% del total de la masa de Ceres, unos 200 millones de kilómetros cúbicos, frente a unos 1.400 millones de kilómetros cúbicos estimados para la Tierra. Del mismo modo, la mitología sumeria hablaba del desaparecido planeta Tiamat, como un planeta acuoso. ¿Es quizá Ceres una clara evidencia del choque planetario entre Nibiru y Tiamat y que terminó por configurar nuestro planeta Tierra?

Ésta hipótesis explica algunos de los misterios que la ciencia aún no ha terminado de aclarar, tales como las cavidades oceánicas sobre la Tierra, la devastación observada sobre la Luna, las órbitas invertidas de los cometas y el fenómeno enigmático de Plutón.  El nuevo orden creado por la irrupción del duodécimo planeta sería la causa de la enigmática excentricidad de Plutón, que tiene la órbita más extensa y elíptica de todos los planetas conocidos del Sistema Solar, por lo que también es el único planeta que atraviesa la órbita de otro planeta, Neptuno. Mientras el resto orbitan casi dentro del mismo plano, Plutón se encuentra desviado diecisiete grados. El tamaño de Plutón, que como decíamos anteriormente fue recientemente desposeído del “título de planeta”, sería una señal inequívoca que en su momento fue victima de las perturbaciones que le hicieron ser expulsado de la órbita de Saturno al paso de “Nibiru”, del que era un simple satélite mas,  hasta ocupar su posición actual.

La gran colisión con Tiamat, a la vez que aclara la existencia del cinturón de asteroides, aclararía también el fenómeno de los cometas, que no obedecen a ninguna de las reglas normales de desplazamiento del resto del cosmos. Mientras que como explicábamos antes, las órbitas de los planetas son casi circulares y discurren en el mismo plano, excepto Plutón, la de los cometas son alargadas y en muchos casos muy pronunciadas, con periodos que abarcan de los cientos a los miles de años. Además,  mientras la totalidad de los planetas orbitan en dirección contraria a las agujas del reloj, muchos de los cometas se mueven en dirección inversa.

Sitchin llega a la conclusión de que la órbita del planeta “X” o Nibiru alcanza los 3.600 años y que, millones de años después de los cataclismos que configuraron el actual Sistema Solar y que aportaron “la chispa de la vida” a nuestro planeta Tierra, continuó orbitando en torno al Sol, repitiendo una y otra vez en su paso más próximo a la Tierra, es decir, el antiguo emplazamiento del desaparecido Tiamat (actual cinturón de asteroides). Y fue precisamente desde Nibiru donde llegó a la Tierra una antigua civilización que la colonizó, mucho antes de que el hombre moderno apareciese, porque fueron ellos quienes a través de la modificación genética, quienes impulsaron evolutivamente a los antiguos homínidos pre-humanos. Ellos fueron los dioses de la antigüedad, quienes crearon al hombre “a su imagen y semejanza”.

Pero, ¿es posible que un planeta como Nibiru, tan lejano al Sol, pueda tan siquiera albergar un mínimo de vida?

Trayectorias de las sondas Voyager

Hace más de 33 años que iniciaron su aventura espacial. Tras su largo viaje, las naves gemelas ‘Voyager’ de la NASA están alcanzando los confines del Sistema Solar. Allí, acaban de descubrir un fenómeno que ha dejado boquiabiertos a los científicos y que acaba de ser publicado en la revista ‘Astrophysique’: una zona de turbulencias llena de ‘burbujas’ magnéticas.

‘Voyager 1’ es la nave que más lejos ha llegado, pues ha logrado situarse a unos 17.000 millones de kilómetros del Sol. Los vehículos, desarrollados en California, en el Laboratorio de Propulsión a Chorro de la NASA (JPL, por sus siglas en inglés), son las naves que más tiempo han permanecido en el espacio

A pesar de que cada vez disponemos de más información sobre el Sistema Solar, éste sigue sorprendiendo a los científicos. Prueba de ello es el último gran hallazgo de las naves gemelas. Los científicos encargados de la misión han revelado que las naves han enviado información de lo más sorprendente… y burbujeante.

Una sorpresa efervescente

Las naves han detectado la presencia de burbujas, confirmando que nuestro Sistema Solar está, nunca mejor dicho, en constante ebullición. Utilizando un nuevo modelo informático para analizar los datos transmitidos por las sondas los investigadores han calculado que el campo magnético solar mediría unos 160 millones de kilómetros de longitud. Algunas de las burbujas tienen una anchura similar a la distancia entre la Tierra y el Sol, por lo que harían falta semanas para atravesar una de ellas.

Archivo:Voyager.jpg

Voyager 1

‘Voyager 1’ penetró la ‘zona burbujeante’ en 2007 y ‘Voyager 2’ lo logró aproximadamente un año después. Al principio, los investigadores tuvieron dificultades para entender qué era lo que las naves mostraban. Ahora, creen haber resuelto parte de sus dudas.

Entendiendo la estructura del campo magnético solar, los astrónomos pretenden explicar cómo los rayos cósmicos galácticos penetran en nuestro Sistema Solar y cómo el Sol interactúa con el resto de nuestra galaxia, la Vía Láctea.

“El campo magnético del Sol se extiende a lo largo del Sistema Solar y se retuerce y contrae porque el sol gira”, explica Merav Opher, investigador de la Universidad George Mason. Opher hace una bonita metáfora, comparándolo con la falda de una bailarina. Concluye que “muy lejos del Sol, donde ahora están las naves ‘Voyager’, los pliegues de la falda se juntan”.

Como la falda de una bailarina

Cuando un campo magnético se dobla de tal manera, pueden suceder cosas muy interesantes, ya que las líneas de fuerza magnética se cruzan y vuelven a conectar. Los pliegues de la falda se reorganizan por sí mismos, a veces de forma explosiva y así nacen las burbujas magnéticas.

“Nunca pensamos que podríamos encontrar esta espuma en uno de los rincones más lejanos del Sistema Solar, pero ahí está!”, señaló entusiasmado el físico Jim Drake, colega de Opher, de la Universidad de Maryland.

El Sistema Solar sigue sorprendiéndonos, y los nuevos descubrimientos incluso ponen en entredicho una teoría de los años 50 que proponía un escenario muy distinto.

Inesperados intrusos

Los científicos aún deben evaluar las implicaciones de este nuevo hallazgo y desentrañar los misterios de esta zona del Sistema Solar. “Esto no es más que el principio, presiento que nos esperan más sorpresas”, concluye Opher.

Voyager 1 y Voyager 2 fueron lanzadas al espacio en 1977. Han sobrevolado Júpiter, Saturno, Urano y Neptuno. Los abundantes datos recopilados por los nueve instrumentos que llevan a bordo cada una de ellas han convertido su misión científica del Sistema Solar en la más exitosa de toda la historia espacial.

Recreación del área estudiada por las 'Voyager' antes y después del hallazgo. | NASA la nueva y la antigua visión | NASA

El Planeta X, Hercóbulus, El 12º Planeta, Nibiru, son diferentes nombres que existen desde antiguo para designar a un extraño y destructor cuerpo celeste, que forma parte del Sistema Solar vecino de Tylo, pero que sin embargo su órbita tan elíptica y tan larga le lleva a cruzarse con nuestro Sistema Solar cada 3660 años.

El paso del planeta X, cruzándose por dentro de nuestro Sistema Solar, crearía unos efectos devastadores en La Tierra, encendiendo volcanes, terremotos, tsunamis, lluvias de fuego, etc… pues tendría que acercarse a unos 14 millones de millas de La Tierra, que astronómicamente se puede considerar como una distancia peligrosamente próxima.

La órbita elíptica de Nibiru, un planeta rojizo, más grande que Júpiter, le lleva a atravesar nuestro sistema solar, causando desequilibrios apocalípticos en la Tierra.

Hercóbulus tiene un tamaño bastante grande, entre 2 y 5 veces mayor más que Júpiter, con lo que la fuerza de este planeta gigante altera electromagnéticamente y gravitacionalmente, a todos los niveles, a nuestro planeta; su polo norte ejerce una gran infuencia magnética al acercarse al polo norte de La Tierra, momento en el que ambos cuerpos se repelen magnéticamente y se produce una gran sacudida geo-magnética que cambia los polos en La Tierra.

Esto explicaría que la civilización humana transcurre y evoluciona en el tiempo mediante periodos cíclicos, de aproximadamente cada 4 milenios, siendo una de las visitas indeseables de Nibiru la causante de la desaparición del continente de la Atlántida.

Se calcula que el paso de Nibiru cerca de La Tierra, hacia el año 2012, podría ocasionar la muerte de 2/3 de la población mundial. (Ya tenemos aquí “hecha realidad” la predicción maya). ¡qué gente!

El Planeta X se acerca a La Tierra

El máximo secreto sobre el Planeta X, “Ajenjo”, ha sido ordenado en todos los gobiernos del mundo siguiendo las directrices del Vaticano. Dicen que “para no causar el pánico”.

Este asunto está clasificado en la comunidad de países occidentales de la Nato-Otan como “Cosmic Top Secret”, es decir, un secreto al más alto nivel. En el Vaticano, el caso “Hercobulus” está clasificado como “Secretum Omega” con nivel 1, que es el máximo nivel de secreto, es decir, igualmente el mayor nivel de encubrimiento hacia la población civil mundial.

De todos modos, muchos astrónomos conocen perfectamente acerca de la realidad del Planeta X, puesto que se deduce científicamente que las irregularidades orbitales de Urano, Neptuno y Plutón, solamente se explican satisfactoriamente mediante la órbita del 12º planeta, Nibiru.

Supuestamente, Observatorios de todo el mundo como el de Neuchatel en Francia ya han fotografiado y hacen seguimiento del planeta X, en aproximación a La Tierra. Pero como es habitual, una cortina de silencio gubernamental cae sobre las direcciones de los observatorios astronómicos.

El encubrimiento se articula mediante mentiras gigantescas como “El cambio climático”, que se dice que es causado por la contaminación industrial, cuando en realidad podría explicarlo la llegada de Hercóbulus. A medida que el Planeta X se acerque, los desequilibrios en la Tierra serían mayores.

Otra idea sospechosa, similar a la anterior, es la supuesta conversión de Júpiter en un Sol. Ahora les ha dado por decir que Júpiter se va a poner a arder como una tea, y que se convertirá en un segundo sol, cuyo proceso sería uno de los causantes de los desequilibrios geo-climáticos que están teniendo lugar en La Tierra. Un proceso que nunca podría ir tan rápido.

En fin amigos, que cualquier hallazgo nuevo desata la imaginación de muchos y surgen historias que, no pocas veces, aunque no estemos seguros de ello, tienen una semilla de realidad que, no sabemos ni podemos explicar como floreció pero, sin embargo, debemos estar ojo avisor…¡por si acaso!

emilio silvera

 


Deja un comentario



Comentario:

XHTML

Subscribe without commenting