May
18
¡Otra vez los Dinosaurios!
por Emilio Silvera ~
Clasificado en Noticias ~
Comments (0)
Desde abril hasta junio, en el Golfo de México se está perforando un kilómetro y medio bajo el lecho marino para descubrir los secretos del meteorito que acabó con los dinosaurios. Uno de los jefes del proyecto es el geofísico Jaime Urrutia Fucugauchi, de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Ser uno de los mayores expertos en un acontecimiento prehistórico de este calibre y uno de los líderes de la exploración submarina en curso haría de cualquiera una figura especial. Pero la historia de este sabio mexicano de ojos rasgados no se queda ahí. Podríamos remontarnos ya a lo más antiguo de su linaje, el temible clan samurái de los Wakisaka, pero dejémoslo para después. Hablemos primero del fin de los dinosaurios.
Urrutia lleva tres décadas investigando el cráter Chicxulub, un boquete de 200 kilómetros de diámetro causado hace 66 millones de años por el impacto de un asteroide donde hoy está la mexicana Península de Yucatán. Con el tiempo el cráter quedó enterrado, una mitad bajo la superficie continental yucateca y la otra bajo el lecho del Golfo. Ahora un proyecto del Programa Internacional de Descubrimiento de los Océanos del que forma parte Urrutia está perforando por vez primera el suelo marino con técnicas petroleras para ahondar en los misterios de aquel cataclismo.
Un viernes de abril en la Ciudad de México el profesor se subió a las 6.45 de la mañana en un coche conducido por un chófer, que le corresponde como presidente de la Academia Mexicana de Ciencias. Se dirigía a Puebla a dar una conferencia sobre el pedrusco cósmico que acabó con todos los saurios. Abrió el WhatsApp para ver qué contaban sus colegas de equipo desde la plataforma de perforación, más de 30 kilómetros mar adentro. Sentado en el asiento trasero, absorto en imágenes de roca recién extraída y series gráficas de densidades, niveles de neutrones, rayos gamma, resistividades eléctricas o susceptibilidades magnéticas, Urrutia chateaba breves frases en inglés diciendo cosas como “Interesante muestra” o “Habrá que ver”.
Su objeto de estudio no puede ser más espectacular, ni el doctor más contenido. Urrutia pertenece a la estirpe del hombre de ciencia modesto, y a eso hay que sumarle que fue educado en una familia japonesa. Su madre, Margarita Fucugauchi, es la hija del matrimonio japonés formado por Yunichi y Asako Fucugauchi. Su abuelo Iunichi se fue de Japón en busca de fortuna y llegó a México a finales de la Revolución. Se estableció en una mina de plata de Chihuahua, donde montó una tienda de abastos, y unos años después llegó su mujer. Iunichi se salvó por los pelos de ser fusilado en una cacería sinófoba de las huestes de Pancho Villa, según comenta Urrutia, porque la gente de la mina alertó a los pistoleros de que no era chino sino japonés.

El profesor es una eminencia que cuenta anécdotas suculentas de su carrera como si fueran lo más corriente. “En 1993 me acuerdo de que ayudé a unos arqueólogos a encontrar una cabeza olmeca con técnicas de medición de campo magnético”. En la conferencia, exclusiva para científicos, lo escucharon con atención otras lumbreras como por ejemplo David Blake, el técnico de la NASA que teledirigió el envío del robot Curiosity a Marte.
Urrutia Fucugauchi (Chihuahua, 1952) creció en la mina, hijo de Margarita y del minero de remoto origen vasco Humberto Urrutia. En la mina aprendió a amar los minerales. Su padre le hacía juguetes con ellos. Los fundía para extraerles el plomo y hacía soldaditos. Si se le rompían, el niño los refundía para recomponerlos. Al entrar en la universidad empezó en ingeniería electrónica, pero al poco tiempo se cambió a los estudios de geofísica.
Los Fucugauchi sufrieron un golpe horroroso en 1945, la caída de la bomba atómica sobre su ciudad de origen, Hiroshima. El doctor no sabe cuántos familiares murieron. Dos tíos suyos se salvaron: una niña resguardada por un muro de casa que se le derrumbó encima y un adolescente que sobrevivió de milagro –el edificio donde trabajaba explotó, él cayó a un río, la corriente lo arrastró al mar y unos pescadores lo recogieron– pero después se quedó ciego por la radiación.
En su charla, Urrutia dio toda clase de detalles asombrosos del impacto de Chicxulub. La colisión levantó en minutos una montaña de material más alta que el Everest, que rápido se desplomó. Causó un terremoto de entre 13 y 15 grados en la escala Richter y tsunamis con olas de 150 metros. El meteorito, de más de 10 kilómetros de diámetro, se estrelló contra la Tierra a una velocidad de más de 20 kilómetros por segundo.
De vuelta a la Ciudad de México, el doctor comentó que en los noventa conoció a Steven Spielberg, que apareció por México al poco de triunfar con su película Jurassic Park con la intención de montar un parque temático sobre Chicxulub. Pero perdió el afán cuando su intermediario, Eugene Shoemaker, un científico que había logrado la primera observación del impacto de un cometa contra un planeta, Júpiter, se fue a Australia a buscar cráteres y murió en un accidente de coche; “en una carretera perdida”, detalla con misterio, “donde puedes pasar un día entero sin ver otro coche”.
Todo esto sonaría inverosímil si no fuera porque lo cuenta uno de los científicos más respetados de México, y porque lleva en su linaje la honorable sangre de los samuráis. La madre de su abuela Asako perteneció al clan de los Wakisaka, señores de Hiroshima, guerreros de espada victoriosa desde el siglo XVI, pero fue expulsada por su padre por enamorarse de un simple comerciante de arroz. Más de un siglo después, su bisnieto Jaime busca un secreto antediluviano en el fondo de la Tierra.
Abr
15
El Meteorito que acabó con los Dinosaurios
por Emilio Silvera ~
Clasificado en Noticias ~
Comments (1)
Arranca la búsqueda submarina de los secretos del impacto que aniquiló a los dinosaurios
Una expedición perfora en el Golfo de México para saber qué pasó tras el impacto de un asteroide
Con la proverbial mesura del científico, el geofísico mexicano Jaime Urrutia Fucugauchi se limita a decir que está “contento y con curiosidad por ver cómo marcha todo”. Pero el proyecto que coordina en México remite a uno de los acontecimientos más desmesurados de la Historia de la Tierra, de la Prehistoria del Hombre: la caída del asteroide que aniquiló a los dinosaurios. La violencia del impacto ha sido comparada con la de mil millones de bombas atómicas.
El viernes 8 de abril comenzó la perforación del lecho del Golfo de México en una plataforma similar a la de los ingenios petroleros instalada 30 kilómetros mar adentro. Es la primera vez que se investiga el área marina del cráter Chicxulub, el boquete de 180 kilómetros de diámetro provocado hace 66 millones de años por el impacto y que a lo largo de miles de años fue quedando sedimentado, más o menos una mitad bajo el agua y otra bajo la superficie continental.

El área terrestre ha sido analizada durante las últimas tres décadas. La submarina no, por el esfuerzo técnico y financiero que acarreaba. Ahora un proyecto del Consorcio Europeo para la Perforación Oceánica (ECORD en sus siglas en inglés) está franqueando esa barrera. Con 10 millones de dólares de presupuesto y un equipo interdisciplinar liderado por la Universidad de Austin (Texas), el Imperial College de Londres y la Universidad Nacional Autónoma de México, algunos de los secretos submarinos de Chicxulub podrán salir por fin a la luz.
Hasta este miércoles, en sólo cinco días de perforación, se habían taladrado 450 metros bajo la superficie marítima. “Va más rápido de lo esperado”, dice el profesor Urrutia. Antes de que acabe la semana se habrá superado el corte clave de los 500 metros. A partir de esa cota los científicos empezarán a extraer muestras de roca para analizar. En dos meses horadarán un kilómetro y medio, contando este primer medio kilómetro, y recabarán restos de minerales, trazas genéticas y microfósiles para tratar de esclarecer tres cuestiones fundamentales:
1. Cómo se forman los anillos de picos, estructura característica de los cráteres, después del impacto de un asteroide o de un cometa.
2. Qué clase de actividad hidrotérmica se generó en el cráter después del cataclismo y cuáles fueron las condiciones para el regreso de la vida microbiológica.
3. Cuánto tardó el océano en recuperar su estado normal.

El golpe del asteroide marcó el fin del periodo Cretácico. Las pesquisas deberían aportar nuevos elementos de comprensión sobre ese cierre geológico y sobre el paso del Paleoceno al Eoceno, ocurrido hace 55 millones de años y en el que hubo un calentamiento global de unos dos grados que tuvo que ver con la desaparición de las grandes aves (“como avestruces gigantes carnívoras”, ilustra Urrutia) y la llegada del tiempo de los mamíferos, que se extiende hasta hoy.
A bordo de la plataforma habrá distintas clases de técnicos (por ejemplo, perforadores) y media docena de científicos que contarán con laboratorios de geoquímica, de propiedades físicas y de microorganismos, entre otros. Pasados los dos meses de trabajo en el mar, se prevé que en septiembre se haga una primera reunión general de evaluación científica. De ahí irán saliendo los detalles; tal vez alguno imprevisto: “Llevamos 30 años analizando el cráter y siempre aparecen nuevas preguntas”, comenta el profesor Urrutia.
Mientras tanto otros pedruscos circulan por el Universo, pero la NASA y la Agencia Espacial Europea los vigilan. El organismo americano ha detectado unos 12.000 objetos amenazantes, 1.500 con teóricos riesgos potenciales, si bien en la práctica no se espera que ningún asteroide o meteorito nos borre de la faz de la Tierra.
Abr
4
Reportajes y noticias
por Emilio Silvera ~
Clasificado en Noticias ~
Comments (0)

El gen “vegetariano” que protege cerebro y corazón
Publicado por Pilar Quijada
El cerebro y el sistema nervioso tienen un alto contenido de dos ácidos grasos poliinsaturados de cadena larga: el ácido araquidónico (omega-6) y el ácido docosahexaenoico (omega-3, DHA). Los alimentos de origen animal, en especial los pescados azules, son la principal fuente de estos ácidos grasos tan importantes para el organismo en general y para el cerebro. Cuando el aporte es escaso, estos compuestos esenciales tienen que ser sintetizados metabólicamente a partir de precursores vegetales. Según un estudio de la Universidad de Cornell, la demanda fisiológica de ácido araquidónico, así como de omega-3 EPA y DHA, en países cuya dieta es fundamentalmente vegetariana es probable que haya favorecido una genética que ayuda a una síntesis mucho más eficiente de estos metabolitos clave.
La importancia de estos lípidos radica en su capacidad para aportar una fluidez óptima a las membranas celulares, presentando un efecto antagónico al colesterol, que las hace más rígidas. Además, son esenciales para la comunicación celular y la transducción de señales intracelulares, actuando a través de vías genómicas y no genómicas. A nivel no genómico participan como moduladores de la respuesta inflamatoria, inhibidores de la agregación plaquetaria y en la proliferación y diferenciación de algunos tipos celulares.
Mediante el uso de datos del Proyecto 1000 Genomas, el equipo de investigación ha demostrado que el mantenimiento de una dieta vegetariana, durante muchas generaciones a lo largo de la evolución, puede haber impulsado una mayor frecuencia de una mutación en la población india. La mutación consiste en una inserción o delección de una secuencia de ADN, capaz que regular la expresión de dos genes, FADS1 FADS2. Dos genes clave para hacer más eficiente la síntesis de los ácidos grados omega 3 y 6 a partir sus homólogos más cortos presentes en alimentos vegetales.
“Con poca comida animal en la dieta, los ácidos grasos poliinsaturados de cadena larga se deben fabricar metabólicamente a partir de precursores vegetales más cortos, denominados PUFA. En los veganos su aporte se basan casi exclusivamente en la síntesis endógena. La demanda fisiológica para el ácido araquidónico, así como ácidos grasos omega-3 EPA y DHA, en los vegetarianos es probable que esté favorecidos por la genética para lograr una síntesis más eficiente”, señalan los investigadores.
Publicado en Molecular Biology and Evolution, este es el primer trabajo de investigación evolutiva que traza una mayor frecuencia de una mutación concreta. La investigación muestra que en una población básicamente vegetariana como la de Pune, en India, la frecuencia de esa mutación es del 70%. Mientras que en personas con estilo de vida americano tradicional, principalmente de Kansas, que incluye carne en su alimentación, la mutación no llega al 20 por ciento.
Curiosamente, la supresión de esa misma secuencia podría haber sido también adaptativa en poblaciones que incluyen mucho pescado en su dieta, como los inuit de Groenlandia, y que obtienen de ella los ácidos grasos. Se trata de una nueva prueba de que “somos lo que comemos”.
Sin embargo, en las poblaciones con estas adaptaciones genéticas basadas en la alimentación, “una dieta desequilibrada en ácidos omega-6 y omega-3 pueden contribuir al aumento de las enfermedades crónicas.” Y es que, si el ácido araquidónico es esencial para el cerebro, algunos de sus metabolitos participan en la respuesta inflamatoria. De hecho, el ácido araquidónico es una diana clave en la industria farmacéutica, ya que es el principal culpable de ciertas enfermedades cardiacas, del cáncer de colon y de otras patologías relacionadas con la inflamación en grupos de alto riesgo.
En función del número de copias de esta mutación ahora descubierta (0, 1 o 2 copias de la inserción) y su influencia sobre los metabolitos de ácidos grasos, se puede hacer una medicina de precisión y la nutrición. Cambios en la dieta en poblaciones como la india, en la que la mayoría tiene esta mutación, o en zonas de África donde la alimentación es básicamente vegetariana, pueden contribuir al aumento de enfermedad crónica en algunos países en desarrollo.
Fuente: La prensa nacional
Mar
25
El futuro está con nosotros
por Emilio Silvera ~
Clasificado en Noticias ~
Comments (2)

Ray Kurzweil
Director de ingeniería de Google, experto en inteligencia artificial
“EN 20 AÑOS AMPLIAREMOS NUESTRA EXPECTATIVA DE VIDA INDEFINIDAMENTE”
Alcanzar el puesto de director de Ingeniería en Google, tener un puñado de importantes patentes tecnológicas registradas a tu nombre, ser doctor honoris causa por 15 universidades, o que Forbes te defina como “la máquina de pensar suprema”, debería ser suficiente para sentirse satisfecho. A no ser que se quiera más. Mucho más. Que el objetivo de tu vida sea alcanzar la inmortalidad. Literalmente, no en el plano metafórico. Y esa es precisamente la aspiración de Ray Kurzweil quien, a sus 67 años, continúa pleno de actividad y con la misma energía que cuando creo su primer programa de ordenador en 1963.
Escucharle afirmar con vehemencia que la suya es la última generación que deberá cuidarse a la vieja usanza porque en diez años seremos capaces de revertir los efectos de la edad y mantenernos jóvenes eternamente, resultaría poco menos que increíble si sus predicciones anteriores no le otorgaran, cuanto menos, el beneficio de la duda. Además de un ingeniero brillante, un extraordinario inventor (fue el creador del primer OCR, del primer escáner para ordenador y del primer sintetizador de texto a voz) y un músico pionero (su trabajo con Stevie Wonder se tradujo en un sintetizador capaz de reproducir los sonidos de cualquier instrumento de forma fidedigna), Kurzweil es un reconocido futurista. O, lo que es lo mismo, un teórico de los caminos que seguirá en los próximos años el ser humano en su relación con la tecnología. Sus ideas han sido plasmadas en tres libros La era de las máquinas inteligentes, La era de las máquinas espirituales y La singularidad está cerca, en los que aventura cómo será el desarrollo tecnológico en un futuro (incluso tan lejano como el 2099) y qué influencia tendrá en nuestras vidas. Alguna de las predicciones realizadas en su primera obra, publicada en 1990, como el crecimiento exponencial de Internet, resultaron ciertas, por lo que cuando Kurzweil habla lo mejor es escucharle atentamente.
No está lejos entonces el día en que seamos capaces de hacer una copia de seguridad de nuestro cerebro y subirla a la nube, o que podamos crear un avatar prácticamente idéntico de alguien ya fallecido. Así de radical es Kurzweil en sus ideas: no sólo quiere conseguir la inmortalidad, sino que se atreve a resucitar a los muertos.
Fuente: El País
Mar
22
¿Qué opinas de este reportaje?
por Emilio Silvera ~
Clasificado en Noticias ~
Comments (8)
Las personas religiosas son más felices, pero menos inteligentes
Estudios que analizan la diferencia entre creyentes y ateos
Era el mes de febrero de 2012, pleno siglo XXI, cuando uno de los ateos más célebres del planeta, el biólogo evolutivo y divulgador científico Richard Dawkins, se enzarzaba públicamente con Rowan Williams, arzobispo de Canterbury y líder de la Iglesia Anglicana, en una (amable) batalla dialéctica para departir sobre creacionismo y evolución. O lo que es lo mismo, sobre religión y ateísmo, ciencia y creencia. La sala de conciertos del teatro Sheldonian, en Oxford (Inglaterra), se llenó tanto que se tuvieron que habilitar dos estancias más para acoger a un público que no quería perderse el debate. Miles de personas siguieron en directo –también a través de Internet– un acontecimiento que despertó un auténtico fervor, dejando claro, entre otras cosas, que aún hoy, para muchas personas la fe sigue moviendo montañas, a sabiendas de que esa convicción que les sostiene no puede ser verificada científicamente. ¿O será, quizá, precisamente por eso?
Hasta mediados del siglo XIX, cuando el naturalista británico Charles Darwin publica El Origen de las especies y populariza su teoría de la evolución, la explicación más aceptada del porqué de la existencia humana había sido la gracia divina. “No puedo entender por qué (la gente religiosa) no puede ver la extraordinaria belleza de la idea de que la vida surgió de la nada. Es algo tan asombroso, elegante y maravilloso… ¿por qué querer saturarlo con algo tan complicado como un Dios?”, se pregunta Dawkins. Para el astrofísico y divulgador Carl Sagan, esta “enraizada necesidad de creer” se yuxtapone a otra profunda convicción humana: pensar y razonar, para ir siempre más allá de cualquier tipo de creencia.
La pregunta, entonces, para quienes siguen el camino que marca el método científico es: ¿Por qué millones de almas optan por una percepción de la realidad que no puede ser contrastada empíricamente? Y no son pocos los estudios científicos que se han hecho al respecto. ¿Quizás la religión hace más dichosos a los creyentes, mejores personas o más resilentes (capaces de sobreponerse a adversidades)? ¿Son distintas las personas creyentes de las que se manifiestan abiertamente ateas o, simplemente, no creyentes? Lo cierto es que hay argumentos para todos los gustos. En paralelo a las publicaciones que corroboran que el número de personas que se consideran no religiosas crece en todo el mundo, proliferan también las investigaciones científicas que ponen la lupa en lo que diferencia a las personas que profesan alguna fe de aquellas que no. Estas son algunas de sus conclusiones:
Los religiosos se sienten protegidos y confían en la existencia de Dios
1. La gente religiosa está más satisfecha con la vida. Eso afirma un estudio realizado por investigadores de las universidades estadounidenses de Wisconsin y Harvard, de acuerdo con las opiniones de 3.108 personas adultas acerca de sus creencias y relaciones sociales. En gran parte, afirman, es el aspecto social el que hace que una persona religiosa se sienta más dichosa. Cuando un creyente va a la Iglesia, construye vínculos con los demás miembros de la congregación que generan bienestar al individuo.
‘Ranking’ de religiosos versus ateos en el mundo
De este Señor ateo, se podría leer su escrito: ¿Por qué no soy cristiano?
Según una encuesta realizada en 2015 por WIN Gallup International sobre un total de 63.898 personas de 65 países distintos, cada vez hay más gente en el mundo que declara no profesar ningún tipo de religiosidad. ¿Los menos creyentes del mundo? En China (Hong Kong, concretamente), el 90% se declara ateo. Luego viene Suecia –con un porcentaje del 76%– y la República Checa (75%). En la Europa Occidental, el ranking de no creyentes está encabezado por Gran Bretaña, Países Bajos, Alemania, Suiza, España y Austria. Algún dato sorprendente: en Israel, el 65% de los encuestados afirmaron no creer en Dios, aunque en los territorios palestinos el 75% se muestra creyente. En general, y con la excepción de los Estados Unidos, los países más ricos tienden a ser menos religiosos. En lado opuesto, Tailandia es el país con más creyentes: el 94% practican el budismo. Le siguen Armenia (con un 97% de cristianos), Bangladesh (el 91% son musulmanes), Georgia (84% de ortodoxos) y Marruecos, con un 98% de musulmanes suníes.
Claro que, son niños menos generosos pero, en el seno familiar… ¡Más numerosos!
2. Los niños pertenecientes a familias religiosas son menos generosos. El profesor en psicología y psiquiatría Jean Decety, de la Universidad de Chicago, lideró en 2015 un sondeo realizado con 1.100 niños de entre 5 y 12 años de seis países de 4 continentes distintos, y comprobó que la tendencia a compartir (una forma de medir la generosidad y el altruismo) era significativamente mayor entre los criados en entornos no religiosos. Los creyentes se mostraron, además, más duros a la hora de castigar comportamientos considerados incorrectos. ¿Pasa lo mismo con los adultos? Depende de cómo se mire. Por un lado, según publicó la revista Crónica de la Filantropía, con sede en Washington (Estados Unidos), los estados con mayor población religiosa son los que más dinero dan a caridad, en especial a través de la Iglesia. Pero en cambio, un estudio de la también estadounidense Universidad de Berkeley afirma que los ateos y agnósticos son más compasivos con los desconocidos. Los no creyentes ayudan más a aquellos con los que conectan emocionalmente. Los religiosos lo hacen con los que comparten su doctrina e identidad y también para mejorar su reputación.
3. Las personas profundamente religiosas son menos tolerantes. Una investigación llevada a cabo por tres universidades de Estados Unidos – Duke University, Ausburg College y University of Southern California– evaluó la correlación entre religión y racismo desde 1964, cuando se promulgó la Ley de Derechos Civiles, hasta hoy, y concluyó que una fuerte identidad religiosa dentro de un grupo fomenta el etnocentrismo y, por ende, el racismo y la intolerancia hacia otras formas de ver la vida.
4. Creer en Dios reduce la ansiedad. Dos psicólogos del Laboratorio de Neurociencia de la Universidad Toronto Scarabough de Canadá han descubierto que las personas que profesan una profunda fe en Dios muestran una actividad menor en el área del cerebro denominada córtex del cíngulo anterior, responsable de las reacciones corporales de excitación asociadas al estrés. Parece que la fe divina provee a los que la sienten una serie de argumentos que disminuyen la incertidumbre ante los misterios de la vida.
5. Los ateos son, en general, más inteligentes. Es lo que se desprende de la revisión de más de 60 estudios científicos coordinada por la Universidad de Rochester al norte del estado de Nueva York. La conclusión es que las creencias irracionales, como las religiosas, atraen menos a la gente con mayor capacidad de razonar, de resolver problemas, de pensar de manera abstracta y aprender de la experiencia.
6. La fe religiosa ayuda a las personas con enfermedades crónicas. Según un estudio científico realizado en la Universidad de Missouri, en Columbia, Estados Unidos, la religión es beneficiosa para todas aquellas personas aquejadas de dolencias o incapacidades crónicas, como lesiones en la médula espinal, apoplejía o cáncer. Tener mayor esperanza y menos estrés son dos de los factores que determinan esta superior calidad de vida
Fuente: El País.
PD. Las imágenes, a excepci´çon de la primera, son cosa mía que, simplemente quería hacer algo más amena la lectua.