“Un huracán de materia oscura se dirige al sistema solar”
La corriente S1 contiene un flujo de materia oscura que se mueve a gran velocidad y que podría ser detectada por los científicos – C. O’Hare; NASA/Jon Lomberg
Un «huracán» de materia oscura se dirige hacia la Tierra a toda velocidad
Puede ser la ocasión que estábamos esperando para cazar, por fin, a la materia oscura. Y es que un auténtico «huracán» de este esquivo tipo de materia, que hoy solo podemos detectar gracias a su gravedad, se está dirigiendo a toda velocidad hacia nosotros. El increíble hallazgo, llevado a cabo por Ciran O´Hare, de la Universidad de Zaragoza, se acaba de publicar en Physical Review D.
Según la investigación, todo nuestro Sistema Solar está a punto de «hundirse» en los restos de una antigua galaxia, devorada hace mucho por la Vía Láctea. Y sabemos que todas las galaxias están rodeadas de materia oscura. Por ejemplo, cuando el Sol y sus planetas se mueven alrededor de nuestra Vía Láctea, todo nuestro sistema viaja a través del halo de materia oscura a una velocidad de 230 km/s. La materia oscura, por lo tanto, nos aparece como un «viento» de alta velocidad.
Pero el año pasado, el satélite europeo Gaia midió los movimientos de una serie de estrellas cercanas, y al hacerlo detectó una «corriente» previamente desconocida, que recibió el nombre de S1. Los cálculos posteriores apuntaron a que se trataba de los restos de una pequeña galaxia enana, canibalizada por la Vía Láctea largo tiempo atrás.
10.000 millones de masas solares, rumbo al Sol
Y ahora, en el nuevo estudio, O´Hare se ha encontrado con que diez mil millones de masas solares de materia oscura se están moviendo a lo largo de S1 y, lo más importante, lo hacen directamente hacia nuestra posición.
Cuando toda esa materia oscura nos alcance, golpeará al Sol, y a cualquier detector de materia oscura de la Tierra, a velocidades superiores a los 500 kilómetros por segundo (km/s), el doble de rápido que el viento «estandar» de materia oscura de nuestra galaxia. O´Hare y sus colegas lo han denominado «huracán de materia oscura» y, en su opinión, supone una ocasión de oro ara detectarla que no podemos permitirnos el lujo de perder.
A partir de este punto, el estudio trata de predecir cómo este inesperado «vendaval oscuro» podría afectar a los diferentes experimentos de detección directa de materia oscura, que se centran en varios tipos de posibles partículas.
Una de las más candidatas más populares es una partícula masiva de interacción debil (WIMP) cuya masa oscilaría entre unas pocas y cientos de veces la masa del protón, y que al chocar con otros átomos produciría un retroceso nuclear visible en el detector. Varios de estos detectores, a base de xenón líquido y cristales de yoduro de sodio, esperan actualmente (hasta ahora en vano) poder detectar por primera vez una partícula de materia oscura.
Para realizar sus predicciones, O´Hare y sus colegas se centraron en uno de los experimentos más recientes, el LZ, ubicado en la Instalación de Investigación Subterránea de Sanford, en Dakota del Sur. Y hallaron que la «corriente» podría detectarse por encima del viento estandar si ésta constituyera el 10% de la materia oscura «local» y si las partículas que la forman tuvieran entre cinco y 25 veces la masa del protón.
De este modo, escriben los autores, a medida que la corriente S1 golpeara el Sistema Solar, su estructura contrarrotativa aumentaría dramáticamente la cantidad de materia oscura que parece provenir del cielo en forma de «viento estándar». De hecho, toda esa materia extra debería producir una estructura similar a un «anillo revelador» alrededor de ese viento, algo que los detectores direccionales de materia oscura podrían detectar muy fácilmente.
Por otra parte, si resultara que las partículas de materia oscura no fueran WIMPS, sino axiones, los signos del «huracán» serían aún más evidentes. Los axiones, que en los últimos años están ganando cada vez más partidarios entre la comunidad científica, serían partículas exóticas extremadamente ligeras, capaces de convertirse en fotones en presencia de campos magnéticos intensos.
En definitiva, y sea cual sea el tipo de partícula que resulte ser el componente fundamental de la materia oscura, la corriente S1 brinda una oportunidad sin precedentes para detectarla. O´Hare y sus colegas creen que el «huracán» que se acerca aumentará «sustancialmente» las perspectivas de detección de materia oscura. Si tiene razón, se podrá resolver uno de las misterios más difíciles y complejos del Universo.
Un estromatolito (montículo hecho por microbios) de 1.900 millones de años de edad en el norte de Minnesota (EE.UU.)- Eva Stüeken
Según un estudio publicado en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS), la Tierra pudo ser habitable de forma intermitente. Es decir, que las condiciones adecuadas para albergar organismos complejos pudieron haberse desarrollado en los océanos del joven planeta y luego desvanecerse más de mil millones de años antes de que la vida realmente se afianzara.
¿Quién sabe lo que habrá en esos mundos perdidos en la profundidad del Espacio?
La NASA cree que hallará vida extraterrestre en menos de diez años
“En nuestro horizonte vital, podemos muy bien finalmente responder si estamos solos en el Sistema Solar”
ha dicho la jefa científica de la agencia, Ellen Stofan
El interior de Encélado, según los hallazgos de ‘Cassini’. / NASA
A medida que las misiones de la NASA exploran el Sistema Solar y buscan nuevos mundos, la agencia espacial estadounidense se acerca a encontrar vida fuera de nuestro planeta. Y está segura de encontrarla antes de una década.
“Las actividades de la NASA han proporcionado una ola de descubrimientos asombrosos relacionados con el agua en los últimos años que nos inspiran a seguir investigando los orígenes y las fascinantes posibilidades de otros mundos, y la vida en el universo”, dijo ayer Ellen Stofan, jefa científica de la agencia. “En nuestro horizonte vital, podemos muy bien finalmente responder si estamos solos en el Sistema Solar y más allá”.
¿Qué habrá más allá del Sistema solar? Las sondas Pioneer fueron las primeras en intentar viajar más allá del Sistema Solar
“Creo que vamos a tener fuertes indicios de vida más allá de la Tierra dentro de una década, y creo que vamos a tener evidencias definitivas dentro de 20 o 30 años. Sabemos dónde buscar y sabemos cómo buscarlo”,
explicó Stofan, durante un encuentro informativo de la NASA.
Los elementos químicos en el agua, hidrógeno y oxígeno, son algunos de los elementos más abundantes en el universo. Hay varios mundos que se cree poseen agua líquida debajo de sus superficies, y muchos más los que tienen agua en forma de hielo o vapor. El agua se encuentra en los organismos primitivos como los cometas y los asteroides y planetas enanos como Ceres. Se cree que las atmósferas y los interiores de los cuatro planetas gigantes –Júpiter, Saturno, Urano y Neptuno– contienen enormes cantidades de esta sustancia, y sus lunas y anillos, hielo.
Sólo podemos especular con lo que nos podemos encontrar ahí fuera. Nuestra imaginación es grande, sin embargo, lo más probable es que, el asombro, será la primera reacción cuando descubramos vida fuera de la Tierra.
John Grunsfeld, uno de los jefes de la misión científica de la NASA, compartió ayer el optimismo de Stofan: “Creo que estamos solo a una generación [de encontrar vida], ya sea en una luna helada o en Marte”. “La Vía Láctea es un lugar empapado”, aseveró Paul Hertz, director de la división de astrofísica de la NASA.
Tal vez los mundos de agua más sorprendentes son las cinco lunas heladas de Júpiter y Saturno que muestran una fuerte evidencia de océanos bajo sus superficies: Ganímedes, Europa y Calisto en Júpiter, y Encélado y Titán en Saturno.
Fuente: Noticias NASA publicada por El Pais.
Exoplaneta orbitando la estrella Gliese 667 C que pertenece a un sistema triple. Crédito: ESO
Crédito: Roen Kelly, Astronomy.
No me cabe la menor duda de que, finalmente, encontraremos fomas de vida fuera de la Tierra. Si aún no la hemos encontrado es debido a que nuestra tecnología no lo ha permitido, y, también, a las grandes distancias que nos separan de los cuerpos celestes que, como la Tierra, tienen alguna posibilidad de dar cobijo a formas de vida.
No será nada fácil que encontremos formas de vida inteligentes que, evolucionadas, tengan una historia de Civilizaciones en su pasado como la nuestra. Sin embargo, el Universo es el mismo en todas partes, y, las leyes que lo rigen siempre repiten los mismos parámetros en la diversidad de mundos que, a miles de milloes se reparten por la infinidad de galaxias.
Los elementos que han permitido la diversidad de las formas de vida que conocemos, fueron creados en las estrellas, todos sabemos el “infinito” número de estrellas presentes en las galaxias, y, en todas ellas, la fusión nuclear primero, y las explosiones Supernovas más tarde, habrán posibilitado que planetas, parecidos a la Tierra y situados en la zona habitable de su estrella madre, crearan las condiciones necesarias para que, formas de vida bacteriana primero, y más evolucionada después, apareciera en la superficie y en los océanos de esos planetas que, en una rica diversidad, poblaran el inmenso Universo.
Una épica explosión cósmica de la que brotó oro: así es el hallazgo del año
La observación de la fusión de dos estrellas de neutrones ha sido declarado como el descubrimiento científico de 2017 según ‘Science’ y ‘Nature’.
Publicación de prensa en El Español
La primera observación de la fusión de dos estrellas de neutrones es el descubrimiento científico del año, según la revista americana Science, que ha elaborado un ranking con los mayores logros que la ciencia ha obtenido en 2017. Igualmente, la publicación británica Nature también ha destacado este hallazgo como uno de los eventos científicos más significativos del año en su balance anual.
El evento tuvo lugar el pasado 17 de agosto, cuando científicos de todo el mundo presenciaron algo nunca visto a 130 millones de años luz: dos estrellas de neutrones formando una espiral en una explosión espectacular que fue estudiada por observatorios de todos los rincones del planeta.
Detectores de rayos gamma (observatorio Fermi de la NASA e INTEGRAL de la ESA) y telescopios (el VLT, el NTT, el telescopio MPG/ESO de 2,2 metros, ALMA o el Telescopio Hubble de la NASA/ESA) llegaron a presenciar el evento. El evento también fue captado por los detectores de ondas gravitacionales LIGO, en Estados Unidos, y Virgo, en Italia.
El estallido confirmó varios modelos astrofísicos clave, reveló el lugar de nacimiento de muchos elementos pesados como el oro y probó la teoría general de la relatividad como nunca antes.
Además, generó ondas gravitacionales. Este hallazgo supuso la detección de la quinta onda gravitacional, la primera detección de onda gravitacional con un origen diferente al de la colisión de agujeros negros y, por primera vez, la localización y estudio de la primera contrapartida visible en ondas electromagnéticas de una fuente de onda gravitacional. Precisamente, el descubrimiento de las ondas gravitacionales constituyó para Science el hito científico de 2016 y ganó el Premio Nobel de Física 2017.
Desde Science subrayan que este fenómeno fue fácilmente el evento más estudiado en la historia de la astronomía: unos 3.674 investigadores de 953 instituciones colaboraron en un solo documento que resume la fusión y sus secuelas. El redactor jefe de Science, Jeremy Berg, destaca en un editorial que este hito “representa una nueva y emocionante fase de astronomía con tremendo potencial para el futuro”, suponiendo así “un gran ejemplo de ‘gran ciencia”, mientras que Naturedestaca que este evento “marcó el inicio de una nueva era en astronomía”.
Un nuevo orangután y los orígenes del hombre
Ambas publicaciones realizan anualmente un listado con lo más relevante del año en materia científica. Science incluye en su lista el descubrimiento de ‘Pongo tapanuliensis’, la tercera especie viva de orangután, que eleva a siete la lista de grandes simios: orangutanes de Sumatra y Borneo, gorilas, chimpancés y bonobos orientales y occidentales.
Igualmente, para Science 2017 ha sido “un año excepcional para la microscopía crioelectrónica(cryo-EM)”, técnica que permite a los científicos crear imágenes congeladas de moléculas complejas a medida que interactúan entre sí. Algunos de los pioneros de esta técnica recibieron este año el Premio Nobel de Química. También integra el ránking la recuperación del hielo más antiguo del planeta, que se congeló hace 2,7 millones de años, y el descubrimiento de los huesos fósiles más antiguos de Homo Sapiens, que datan de hace unos 300.000 años, y fueron hallados en Marruecos.
La lista de avances científicos de 2017 de Sciencetambién incluye hitos en el ámbito biomédico, como los últimos avances en la técnica de edición genética CRISPR y una nueva terapia génica cuya clave es un virus inofensivo llamado virus adenoasociado (AAV), que ha permitido salvar la vida de recién nacidos con enfermedades neuromusculares.
El fin de Cassini y el descubrimiento de Trappist
No obstante, Nature hace más hincapié en los hallazgos que han tenido lugar en el ámbito de la astronomía, la comunicación cuántica, la genética y la Inteligencia Artificial. Así, entre lo más destacado de 2017 por esta revista se encuentra el récord de distancia sobre la cual las partículas pueden permanecer unidas en un estado ‘enredado’, que lograron investigadores chinos; y dedica parte de su resumen a la “bonanza genética”, en la que habla sobre los últimos avances y aplicaciones del sistema de manipulación de genes CRISPR-Cas9.
Asimismo, hace referencia a los avances en el terreno de la Inteligencia Artificial, recordando el progreso del robot AlphaGo Zero de DeepMind, compañía propiedad de Google, que es capaz de aprender de sí misma. Las computadoras cuánticas también registraron progreso este año, según Nature, que resalta los casos de IBM y Google, que están trabajando en la construcción de una máquina lo suficientemente grande como para realizar cálculos que eluden las computadoras convencionales.
Así es cómo los científicos buscan vida extraterrestre
Los esfuerzos se centran en encontrar organismos parecidos a los de la Tierra, tanto dentro como fuera del Sistema Solar
Concepción artística del exoplaneta Kepler-452b, descubierto en 2015. Está situado en la zona habitable alrededor de una estrella muy parecida al Sol (NASA Ames/JPL-Caltech/T. Pyle)
Esta semana se ha extendido la noticia viral de que la NASA está a punto de descubrir vida extraterrestre. El origen fue un vídeo de un canal de YouTube vinculado al grupo de hackers Anonymous, que la agencia espacial norteamericana no tardó en desmentir. “Contrariamente a algunas informaciones, no hay ningún anuncio pendiente por parte de la NASA acerca de vida extraterrestre”, aclaró el lunes a través de su cuenta de Twitter Thomas Zurbuchen, administrador asociado de la NASA en cuyas declaraciones se basaba el vídeo.
El 26 de abril, Zurbuchen afirmó que “estamos en la antesala de uno de los descubrimientos más profundos de la historia” en un discurso sobre las misiones de astrobiología de la NASA ante la Cámara de los Representantes de los Estados Unidos. Pero ¿cómo de cerca está realmente la humanidad de encontrar vida fuera de la Tierra? ¿Dónde y cómo buscan los científicos?
¿Hay vida a nuestro alrededor?
Como toda exploración, la búsqueda de vida extraterrestre empezó en las inmediaciones. En nuestro Sistema Solar, los científicos han identificado varios puntos calientes donde se podría haber desarrollado vida tal y como la conocemos en la Tierra: una vida que necesite agua líquida, y que se base en moléculas orgánicas como el ADN o las proteínas.
Nuestro vecino Marte es uno de estos lugares. “Es el mundo más parecido a la Tierra en todo el Sistema Solar: está muy cerca de nosotros, la duración del día es casi igual, tiene estaciones, atmósfera, nubes, grandes masas de agua helada en los polos, montañas, cañones de ríos, valles…”, explica por correo electrónico a Big Vang Alberto G. Fairén, investigador del Centro de Astrobiología (CSIC-INTA) especialista en la exploración del planeta rojo.
En el pasado, la superficie marciana estaba bañada por océanos de agua líquida. “Esas condiciones ancestrales hicieron de Marte un lugar donde la vida pudo formarse. Y si Marte tuvo vida en el pasado, sus descendientes habrán podido encontrar estrategias para sobrevivir hasta el presente”.
El planeta rojo tuvo en el pasado una atmósfera que permitió la existencia de océanos de agua líquida (The Lunar and Planetary Institute NASA’s MAVEN mission)
“Una de las características definitorias de la vida es su tremenda resistencia”, remarca Fairén. Si realmente ha sobrevivido, el astrobiólogo piensa que estará escondida bajo tierra, “a salvo de las enormes fluctuaciones térmicas, de la aridez extrema y del baño de radiación ultravioleta que sufre la superficie”. Así pues, de existir vida en Marte, lo más probable es que se trate de microorganismos capaces de sobrevivir en condiciones extremas. No es una hipótesis descabellada, si se tiene cuenta que en nuestro propio planeta existen microbios que viven tranquilamente en las profundidades oceánicas o en entornos volcánicos.
También hay razones para pensar que una vida similar a la nuestra podría habitar algunas lunas de Júpiter y Saturno. Europa, Ganímedes y Calisto, entorno a Júpiter, y Encélado y Titán, entorno a Saturno, pueden esconder océanos de agua líquida bajo la superficie, según apunta Olga Prieto, investigadora del Centro de Astrobiología (CSIC-INTA) , cuya investigación se centra en estos satélites.
Encélado, la luna de Saturno (NASA/JPL-Caltech/Space Science Institute)
Los organismos que habitaran estas lunas vivirían lejos de la luz del Sol, en oscuros océanos ocultos bajo quilómetros de hielo. “Si el agua líquida está en contacto con una capa de roca y la luna tiene actividad geotérmica, las reacciones químicas que se dieran en la interacción de las dos capas podrían mantener el metabolismo de [ciertos] microorganismos […], como ocurre en algunos lugares del fondo oceánico de nuestro planeta”, explica Prieto.
Otro argumento que hace pensar a los expertos que podría existir vida como la terrestre en otros rincones del Sistema Solar es que el origen de todos los mundos es el mismo. Después de la formación del Sol, los meteoritos que giraban a su alrededor fueron colisionando y agregándose hasta formar los cuerpos que terminaron convirtiéndose en planetas. “Los meteoritos fueron el principio de todo”, ilustra Josep Maria Trigo, investigador del Institut de Ciències de l’Espai (IEEC-CSIC), en entrevista telefónica.
Imágenes del cometa 67P obtenidas por la misión Rosetta (Instituto Astrofísica de Andalucía)
Trigo, junto a otros investigadores, ha demostrado que cuando los minerales de los meteoritos entran en contacto con agua líquida y amidas —un tipo de molécula orgánica—, pueden catalizar la formación de los compuestos que forman las proteínas y el ADN de los seres vivos. “Por lo tanto, en cualquier lugar del Sistema Solar [con agua y amidas] sería factible tener los eslabones que forman los seres vivos”, razona el astrónomo.
La búsqueda en el vecindario
Aunque en teoría la vida podría tomar cualquier forma, los científicos se centran en buscar seres vivos con una química semejante a la nuestra. “Es lo que sería más fácil de reconocer”, explica Olga Prieto. Si fueran muy distintos, primero deberíamos aprender a identificarlos, algo nada sencillo, según Alberto G. Fairén.
Para saber si en un lugar hay vida como la terrestre, los científicos intentarán detectar biomarcadores: moléculas como el ADN, proteínas, lípidos y azúcares complejos. Intentarán, porque de momento es sólo un proyecto de futuro. “Desde que las misiones Viking hicieron una búsqueda activa de vida en Marte allá por los 70 […], nunca más hemos vuelto a buscar vida en Marte, ni en ningún otro sitio fuera de la Tierra”, señala Fairén. “A todos los vehículos de exploración se les pone en el parachoques la etiqueta de ‘vamos a buscar vida en Marte’, pero lo cierto es que no hemos hecho otra cosa que enviar robots geólogos, […] que carecen de cualquier capacidad de análisis biológico”, remacha.
El todoterreno Curiosity de la NASA, sobre la superficie de Marte (NASA)
Sí que hay planes, no obstante, para que los próximos todoterrenos con destino a Marte de la NASA y la Agencia Espacial Europea (ESA por sus siglas en inglés) busquen rastros de vida. Mars2020 de la NASA y ExoMars de la ESA pondrán rumbo hacia el planeta rojo en 2020, y entre su instrumental contarán con aparatos para detectar biomarcadores, explica Alberto G. Fairén.
Zona potencialmente habitable: prohibido buscar vida
Existen protocolos de protección planetaria que impiden a los robots acercarse a zonas de Marte donde las condiciones ambientales podrían ser compatibles con la vida. “Por lo tanto, nuestros instrumentos pueden buscar vida en cualquier lugar de Marte, excepto precisamente en los lugares donde pensamos que puede haber vida”, declara Fairén.
Por el momento tampoco se han buscado biomarcadores en las lunas de Júpiter y Saturno. Las misiones Voyager, Galileo (de la NASA) y Cassini-Huygens (de la NASA y la ESA) son las únicas que han explorado estos mundos, y las que han revelado la posible existencia de océanos en algunos de ellos. Ambas agencias espaciales planean enviar nuevas misiones a las lunas de Júpiter a partir de la próxima década. Luego, tardarán algo más de siete años en llegar a su destino. “Acceder a los océanos será difícil porque se deberían atravesar quilómetros de hielo”, reconoce Olga Prieto. En lugar de eso, las naves aprovecharán fracturas en las cortezas de hielo que expulsan material al exterior, como los géiseres de Encélado, para recoger muestras.
Fotografía de Júpiter tomada por la nave Voyager 1. Muestra también los satélites Ío (izquierda) y Europa (derecha) (Universal History Archive / Getty)
El resto de la galaxia
Desde que en 1995 se confirmó por primera vez la existencia de un exoplaneta, la humanidad dejó de ver el Sistema Solar como un rincón singular en la galaxia. Hoy hay ya más de 3.600 exoplanetas confirmados, recopilados por la Enciclopedia de Planetas Extrasolares del Observatorio de París. 13 de ellos podrían tener agua líquida en su superficie y por lo tanto son potencialmente habitables, según las estimaciones más conservadoras del Laboratorio de Habitablidad Planetaria de la Universidad de Puerto Rico en Arecibo. La búsqueda de vida más allá de nuestra estrella empieza a ser una realidad.
Pero ¿cómo detectar vida en un pequeño mundo a varios años luz de distancia? Aunque la tecnología aún no está disponible, el truco que utilizarán los astrónomos será fijarse en la atmósfera, según explica Ignasi Ribas, astrónomo especialista en exoplanetas del Institut de Ciències de l’Espai (IEEC-CSIC).
Cuando un exoplaneta pasa entre su estrella y la Tierra, produce un pequeño eclipse que pueden detectar los telescopios –así es como se han identificado muchos de ellos—. Si el planeta tiene atmósfera, ésta dejará pasar la luz, pero no toda. “La atmósfera puede ser más o menos translúcida según los compuestos que contenga”, aclara Ribas por teléfono. Cada sustancia deja una huella característica en el espectro de luz que llega a los telescopios.
El sistema Trappist-1 puede ser un buen candidato para ser observado por el Telescopio Espacial James Webb (JWST) (European Southern Observatory)
Para saber si un exoplaneta puede albergar vida, los científicos comprobarán si su atmósfera contiene una mezcla concreta de sustancias: vapor de agua, dióxido de carbono (CO2), oxígeno y metano. El vapor de agua puede ser signo de la presencia de agua líquida. El CO2, por otra parte, es un termostato del clima, capaz de mantener una temperatura constante en la que se puedan desarrollar ecosistemas. Y el oxígeno y el metano son gases que la vida terrestre genera como producto de su metabolismo. “El metano y el oxígeno no sobreviven mucho tiempo juntos porque reaccionan entre ellos. Si conviven, es que algo los está produciendo”, argumenta Ignasi Ribas.
Así pues, al igual que en el Sistema Solar, el objetivo de la astrobiología exoplanetaria son organismos basados en la misma química que nosotros. “Seguro que nuestra visión es mucho más estrecha de miras de lo que la naturaleza es capaz de crear”, opina Ribas. “Pero debemos ser pragmáticos y de momento buscar vida que seamos capaces de entender”.
El año que viene, la ESA y la NASA lanzarán un telescopio espacial, el James Webb (JWST), capaz de escrutar las atmósferas de exoplanetas terrestres, pero sólo si están muy cerca del Sistema Solar. “En los próximos años, y mediante otras misiones espaciales, entre ellas la misión PLATO de la ESA, conseguiremos un censo de los planetas parecidos a la Tierra que tal vez podamos estudiar en la década de 2030”, informa Ribas.
Los científicos escuchan las estrellas con radiotelescopios desde los años 60, a la espera de captar señales de otra civilización inteligente (José Francisco Salgado PhD / ESO/José Francisco Salgado (jos)
“Aun así, y con suerte, sólo podremos deducir si un planeta está habitado. De cómo son sus habitantes no tendremos ni idea”, apunta Ribas. Sólo sería posible saber algo más de ellos si existiera una civilización tecnológica, como la humana. “Por ejemplo, nosotros hemos contaminado nuestra atmósfera con moléculas complejas, procedentes de la actividad industrial, que tal vez podrían ser detectables remotamente”. Si además utilizaran ondas de radio para comunicarse entre ellos, tarde o temprano llegarían a nosotros. Desde los años 60, varios grupos de astrónomos escuchan a las estrellas con radiotelescopios, a la espera de captar algún mensaje enviado por seres inteligentes de otros sistemas.
Pero según Ignasi Ribas, si algún día llegamos a detectar vida fuera del Sistema Solar, lo más probable es que sean microorganismos. Y la única manera de identificarlos sería enviar una misión in situ, “algo que está muy lejos de nuestras proyecciones tecnológicas”. ¿Cómo de lejos? El exoplaneta más cercano a la Tierra es Proxima Centauri b. Si mandásemos una nave a la mayor velocidad que hemos logrado, la de la Voyager 1, tardaría 75.000 años en llegar, explica Ribas. “¿Cómo decirlo? Un viaje de 75.000 años… Es para prepararlo muy bien”, bromea el astrónomo.
Principales misiones de la NASA y la ESA que buscarán signos de vida extraterrestre en el Sistema Solar y en los exoplanetas (Elsa Velasco)