Una misión para buscar extraterrestres en la estrella más cercana a la Tierra
Avanza el proyecto para enviar una sonda espacial a Próxima Centauri y su planeta
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por Emilio Silvera ~ Clasificado en a otros mundos ~ Comments (0)
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El pasado agosto, el Observatorio Austral Europeo (ESO) descubrió el planeta habitable más cercano a nuestro Sistema Solar. Está a apenas 4,25 años luz de nosotros, orbitando entorno a Próxima centauri, una estrella enana que no es visible a simple vista desde la Tierra, pero que también es la más cercana a nuestro Sistema Solar. Las primeras mediciones de su empuje gravitatorio mostraron que se trata de un planeta con una masa similar a la Tierra y que orbita en una zona potencialmente habitable. El hallazgo supone un salto de gigante, pues, hasta ahora, el planeta más parecido a la Tierra era Kepler-452b, a 1.400 años luz. La pregunta que muchos astrónomos e ingenieros se hacen ahora es si se puede llegar hasta allí y estudiar si hay vida e incluso una civilización inteligente.
Próxima Centauri y su planeta
Pete Worden, director del centro Ames de la NASA hasta 2015, cree que sí, y ya está trabajando en la primera misión espacial hacia el planeta Próxima b. Según sus planes, la primera nave que consiga alcanzar ese mundo será un chip de tamaño de una uña, lo suficiente para poder tomar mediciones del entorno de la estrella y su planeta y enviarlas de vuelta a la Tierra.
El problema es que ni siquiera nuestro astro más cercano está al alcance de la tecnología actual.“Para alcanzar Próxima b con un cohete convencional haría falta tanto combustible como masa tiene nuestra galaxia”, ha explicado esta semana Worden durante una ponencia en el Congreso Internacional de Astronáutica, que se ha celebrado en Guadalajara, México. Su alternativa es montar el chip en una vela espacial cuadrada de unos dos metros de lado. El combustible sería luz proyectada desde la Tierra desde un campo base repleto de fuentes de luz láser. Esta es la base del proyecto Breakthrough Starshot, dirigido por Worden y financiado por el multimillonario Yuri Milner, de cuyo bolsillo ya salen los premios científicos mejor dotados económicamente del mundo.
En el resplandor de Alfa Centauri, la estrella más brillante del conjunto vecino. Image Créditos & Copyrihht: Marco Lorenzi
“La luz deslumbrante de Alpha Centauri, una de las estrellas más brillantes en el cielo nocturno del planeta Tierra, inunda el lado izquierdo de este paisaje celeste del sur. A tan solo 4,3 años luz de distancia,Alfa Centauri es en realidad un sistema de dos estrellas de un tamaño similar al Sol trabadas en una órbita mutua. Mucho más pequeña y fría, hay una tercera componente, Próxima Centauri, que queda fuera de este campo de visión. Además, esta escena de telescopio revela varios habitantes del poblado plano galáctico de la Vía Láctea, habitualmente pasados por alto, que hay más allá del brillo de Alpha Centauri, como la nebulosa planetaria catalogada como Hen 2-111 que está a unos 7.800 años luz de distancia.
La cubierta gaseosa de una estrella moribunda, el núcleo más brillante de la nebulosa y el halo más débil de gas ionizado rojizo, a la derecha del centro de la imagen, cubren una región que tiene un diámetro de más de veinte años luz. Más a la derecha hay dos notables cúmulos abiertos de estrellas: el compacto Pismo 19, también a unos 8.000 años luz de distancia, la luz del cual se enrojece debido al polvo intermedio, y el más cercano NGC 5617 .
Apenas visible bajo la luz de Alpha Centauri, por encima y a la derecha del núcleo de la estrella más cercana del sistema, se ve la tenue luz de un remanente de supernova en forma de concha.”
No será nada fácil llegar a otros sistemas planetarios y visitar los mundos allí presente
“Para alcanzar Próxima b con un cohete convencional haría falta tanto combustible como masa tiene nuestra galaxia. Además, con las velocidades que podemos alcanzar de 56/60.000 km/h… ¡Tardaríamos 30.000 años en llegar y, aunque se llegara que es dudoso… ¿No habrían mutado las generaciones nacidas en el Espacio?
Existen cientos de miles de lugares a los que podríamos viajar pero,,, ?Cómo hacerlo?
Para Worden la nueva gran pregunta no es si estamos solos en el universo, sino si podemos ir allí donde hay vida inteligente. El proyecto que dirige está dotado con 100 millones de dólares y ya ha puesto a funcionar a un comité de 30 expertos que están estudiando cómo desarrollar las tres tecnologías necesarias para construir el Starship, la primera nave interestelar.
“Estamos en la misma situación en la que se encontraban los científicos de ondas gravitacionales hace 30 o 40 años en cuanto a la tecnología necesaria”, explica Worden.
Su equipo sabrá en unos cinco años si se pueden desarrollar los nuevos materiales necesarios para la vela, la red de emisores láser y el chip. Dentro de 15 años podría estar listo el primer prototipo, que costaría entre 500 y 1.000 millones de dólares, la inmensa mayoría proporcionados por el propio Milner (que es físico teórico), según explicó Worden a Materia después de su charla.
El coste final de la misión, que se realizaría dentro de unos 30 años, sería de unos 10.000 millones de euros.
Fuera del texto del trabajo, como aclaración realista, tenemos que decir que dicha misión resulta totalmente descabellada, no podemos ni ir a Marte y lo que queremos hacer a Próxima Centauri, seguramenbte por crear titulares que llamen la atención y conseguir subvenciones,.
“Este año, como en ningún otro, la idea de que los seres humanos no estamos solos en el universo ha cobrado cada vez más fuerza. Al descubrimiento del planeta Próxima B, con unas condiciones muy parecidas a las que tiene el planeta Tierra, se le suma un nuevo descubrimiento: chorros de vapor de agua saliendo de la superficie helada de Europa, la luna de Júpiter. Este descubrimiento, que fue presentado el día de hoy por la NASA en Washington, sugeriría que este satélite, de un tamaño similar al de la Luna, es uno de los principales candidatos dentro del Sistema Solar que podría albergar vida.”
Vela solar para viajar a Próxima Centauri
“Esta nave debe viajar a 100 kilómetros por segundo, 10 veces más rápido que cualquiera de las actuales”, detalla el astrónomo. Una vez desarrollado “habría que iniciar un proyecto de colaboración con gobiernos” para desarrollar cientos de estas naves. “La idea es tener una nave nodriza orbitando la Tierra que enviase cientos de estas velas”, comenta Worden. El coste final de la misión, que se realizaría dentro de unos 30 años, sería de unos 10.000 millones de euros, un coste “equivalente”, dice, al acelerador de partículas LHC o el otro gran megaproyecto espacial presentado esta semana en Guadalajara para llevar a los 100 primeros colonos a Marte en 2024. “Elon Musk quiere construir un cohete del tamaño de un edificio para llegar a Marte y nosotros hacer el primer viaje interestelar a bordo de un chip”, bromea Worden.
Radiotescopios enfocado a las estrellas con el fin de la búsqueda de inteligencia extraterrestre.
La fundación en la que se engloba el proyecto también tiene un potente programa de búsqueda de vida extraterrestre, o SETI, impulsado económicamente por Milner después de que los Gobiernos de EE UU y otros países redujeran drásticamente sus esfuerzos en este campo. Con la potencia de observación actual que tiene el proyecto, ha explicado Worden, se puede hacer en un día lo que antes llevaba todo un año en cuanto a búsqueda de señales de radio que puedan indicar la existencia de vida inteligente en otros planetas. “El objetivo de este año será estudiar Próxima b al detalle en busca de alguna señal filtrada”, ha dicho Worden. Pero la hora de la verdad llegará en la próxima década, cuando comience a funcionar la nueva generación de los telescopios más grandes del mundo. El proyecto ya está negociando con los responsables del E-ELT europeo, o el mayor radiotelescopio del mundo, recién terminado en China, para que cedan parte de su tiempo a SETI y especialmente al entorno de Próxima Centauri y su planeta.
“Conseguir alcanzar otra estrella supone un enorme reto tecnológico pero esta es la única forma de hacerlo”, opina Bernard Foing, astrofísico de la ESA, sobre el proyecto apadrinado por Milner, Stephen Hawking y Mark Zuckerberg, entre otros. Aún existe una enorme incertidumbre sobre nuestro vecino planetario más cercano fuera del Sistema Solar. “Por ejemplo se ha detectado una radiación de rayos x y ultravioletas unas mil veces mayor que en la Tierra, lo que supondría un enorme obstáculo para la existencia de vida a no ser que haya una atmósfera”, explica.
La radiación ultravioleta es la mayor componente de la radiación solar y, si no hay una atmósfera….
Otra gran pregunta es si Próxima b está anclado a su estrella, como la Luna a la Tierra, con una cara expuesta y la otra oculta. “Esto supone un nuevo obstáculo, la diferencia de temperaturas sería enorme, por ejemplo unos 220 grados en una cara y 170 bajo cero en la otra, aunque, si hubiera una atmósfera lo suficientemente gruesa, podría permitir que hubiese vida”, concluye. Averiguar si existe ese envoltorio de gases protector sí está al alcance de la tecnología actual, opina Foing, gracias a telescopios de ESO como el VLT.
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CIENCIA-ABC
Fotograma del vídeo «Los lugares favoritos de Stephen Hawking» – Curiosity Stream
El Universo es tan increíblemente grande que cuesta trabajo pensar que en él no haya un enorme número de planetas habitados. Sin embargo, y a pesar de nuestros esfuerzos, no hemos conseguido encontrar hasta ahora ninguna forma de vida fuera de la Tierra. ¿Dónde está, entonces, todo el mundo?
La idea no es nueva, y constituye el núcleo central de la conocida paradoja de Fermi, que se refiere a la desconcertante anomalía científica de que a pesar de que existen cientos de miles de millones de estrellas solo en nuestra galaxia, la Vía Láctea, y muchísimas más en los billones de galaxias que forman el Universo, nunca hemos encontrado señal alguna de otras civilizaciones inteligentes.
Las soluciones a este «misterio», algunas de ellas realmente pintorescas, son un reflejo de la preocupación que este tema suscita entre los científicos, que desde hace varias generaciones intentan hallar una explicación lógica para tanto silencio. Entre ellas, que los supuestos alienígenas podrían estar hibernando, o que alguna fuerza misteriosa está impidiendo que las civilizaciones prosperen… o, sencillamente, que están ahí pero no quieren saber nada de nosotros.
Ahora, el físico teórico Alexander Berezin, de la Universidad Nacional de Tecnología Electrónica de Rusia (MIET), ha propuesto su propia explicación para nuestra aparente soledad en el Universo. Una idea ciertamente terrible que, basándose en la paradoja de Fermi, él mismo ha bautizado como «el primero en entrar, el último en salir».
En un artículo recién publicado en arXiv.org, Berezin afirma que la citada paradoja tiene «una solución trivial que no requiere de suposiciones controvertidas», aunque puede resultar «difícil de aceptar, ya que predice para nuestra propia civilización un futuro que es incluso peor que la extinción».
Tal y como lo ve Berezin, la mayoría de las soluciones de la paradoja de Fermi propuestas hasta ahora definen la posible vida extraterrestre de una forma demasiado limitada. «La naturaleza específica de las civilizaciones que surgen en las estrellas -afirma- no debería de importarnos».
De hecho, «podría tratarse de organismos biológicos como nosotros, o de Inteligencias Artificiales que se rebelaron contra sus creadores, o incluso de mentes a escala planetaria, como las que describió Stanislaw Lem en Solaris». El hecho es que, por ahora, no hemos sido capaces de detectar en el cosmos ninguna de esas cosas.
Para Berezin, el único parámetro que realmente debería preocuparnos es el umbral físico en que nosotros podríamos observar su existencia. «La única variable que podemos medir objetivamente -escribe el científico- es la probabilidad de que la vida pueda ser detectable desde el espacio exterior dentro de una cierta distancia de la Tierra». Berezin se refiere a esa probabilidad como «Parámetro A».
De este modo, si una civilización alienígena no logra llegar de alguna forma al Parámetro A, ya sea desarrollando naves interestelares, transmitiendo mensajes espaciales o por cualquier otro medio, nunca podremos verla, aunque exista.
Pero la solución «Primero en entrar, último en salir» de Berezin propone un escenario mucho más sombrío. «Qué pasaría -se pregunta el físico en su artículo- si resultara que la primera forma de vida que alcance la capacidad de viaje interestelar se dedicara, necesariamente, a erradicar a toda su competencia para alimentar su propia expansión?».
Para Berezin, esto no significa necesariamente que una civilización altamente desarrollada se dedique a borrar conscientemente otras formas de vida, sino que podría ser que ni siquiera se den cuenta de ello, «del mismo modo que un equipo de construcción destruye un hormiguero para construir un edificio».
¿Significa esto que nosotros somos las «hormigas» y la razón por la que no hemos encontrado extraterrestres es, sencillamente, porque nuestra civilización no ha sido involuntariamente destruida por alguna forma de vida inimaginablemente superior?
No. La respuesta, para Berezin es que probablemente nosotros no seamos las hormigas, sino los futuros destructores de todos esos mundos que llevamos tanto tiempo buscando. «Asumiendo que esta hipótesis es correcta -escribe Berezin- ¿qué significado tiene para nuestro futuro? La única respuesta posible es invocar el principio antrópico. Seremos los primeros en llegar a la etapa interestelar, y muy probablemente seremos los últimos en irnos».
El autor insiste en que nuestro triste papel de «destructores de mundos» no debe por fuerza ser intencionado, sino que podría funcionar de forma involuntaria, como un sistema sin restricciones y que escapa de cualquier intento individual de controlarlo.
Berezin ofrece varios ejemplos para ilustrar esta clase de sistemas. Uno es la economía de libre mercado y otro, incluso más cruel, sería una Inteligencia Artificial (IA) que no tuviera restricción alguna a la hora de seguir creciendo.
«Una IA descontrolada -afirma Berezin en su artículo- podría, en potencia, poblar todo nuestro supercúmulo galáctico con copias de sí misma, convirtiendo cada sistema solar en una supercomputadora, y no serviría de nada preguntarle por qué está haciendo eso. Lo único importante es que puede».
Se trata, sin duda de una perspectiva bastante aterradora: básicamente, nosotros podríamos ser los ganadores de una carrera mortal en la que ni siquiera sabíamos que estábamos compitiendo.
El propio Berezin asegura que espera que su idea no resulte ser cierta, y que la realidad sea, como opinan otros científicos, mucho más benévola. De otro modo, nunca podríamos entrar en contacto con nadie, porque iriamos destruyendo todas las civilizaciones menos avanzadas que se fueran cruzando en nuestro camino…
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La ilustración muestra el aspecto de este nuevo planeta extrasolar – NASA/Ames/JPL-Caltech
Reportaje de ABC-Ciencia
Stephen Kane, astrofísico de la Universidad Estatal de San Francisco y uno de los más conocidos “cazadores” de planetas extrasolares, acaba de dar un paso decisivo en la búsqueda de vida fuera de la Tierra. Así, y en lugar de seguir buscando más mundos potencialmente habitables, Kane ha decidido dedicarse a localizar “zonas habitables” en la superficie de los planetas que ya conocemos. Entendiendo por zonas habitables aquellas en las que el agua podría existir en estado líquido. El estudio se publicará en el próximo número de Astrophysical Journal.
Para empezar, Kane y su equipo han examinado a fondo las posibles zonas habitables de Wolf 1061, un sistema planetario que se encuentra sólo a 14 años luz de distancia, uno de los más próximos a la Tierra. “Este sistema, afirma Kane- es importante porque está tan cerca que nos brinda la oportunidad de llevar a cabo otro tipo de estudios y seguimientos para comprobar si, efectivamente, alberga vida”.
Por supuesto, no es solo su proximidad a la Tierra lo que hace tan atractivo a Wolf 1061. De hecho, uno de sus tres planetas conocidos, un mundo rocoso llamado Wolf 1061c, se encuentra dentro de la “zona de habitabilidad” de su estrella, es decir, a la distancia exacta de ella para que las temperaturas permitan la existencia de agua en estado líquido sobre la superficie.
Kane y su equipo contaron con la ayuda de expertos de la Universidad Estatal de Tennessee y de Ginebra para estudiar a fondo el planeta y hacerse una idea más clara de si realmente la vida podría existir allí.
Hace algún tiempo que se ha descubierto que el lejano planeta Kepler-62f, a 1.200 años luz de la Tierra, podría contener océanos de agua y ser habitable. Es uno de los muchos planetas encontrados con esta misma posibilidad. La Tierra no tiene la exclusiva de la Vida… ¡Pronto lo veremos!
Cuando los científicos tratan de localizar mundos capaces de sustentar vida, lo que buscan es, básicamente, planetas que tengan propiedades similares a las de la Tierra. Es decir, que sean rocosos y que se encuentren en la “zona habitable” de sus estrellas, ni demasiado lejos ni demasiado cerca de ellas, ya que en el primer caso el agua se congelaría, como sucedió en Marte, y en el segundo se evaporaría, como le ocurrió a Venus.
Puesto que Wolf 1061c se encuentra cerca del borde interior de la zona habitable (es decir, la más cercana a la estrella) Kane teme que su atmósfera se parezca más a la de Venus de lo que sería deseable. Pero los investigadores también se fijaron en que, a diferencia de la Tierra, que experimenta cambios climáticos (colo las edades de hielo) debido a las lentas variaciones en su órbita alrededor del Sol, la órbita de Wolf 1061c cambia a un ritmo mucho más rápido, lo que podría significar que su clima podría ser bastante caótico. “Podría ser -afirma Kane- que la frecuencia de congelación del planeta, o su calentamiento, se produjeran de forma rápida y brusca“.
Hallazgos que conducen a la gran pregunta: ¿Es posible la vida en Wolf 1061c?. Para Kane, existe la posibilidad de que las cortas escalas de tiempo entre los cambios orbitales sean suficientes para enfriar de forma efectiva el planeta, lo cual conlleva también una posibilidad de vida. Sin embargo, el investigador también afirma que para estar completamente seguros habrá que llevar a cabo nuevas investigaciones.
Durante los próximos años, la nueva generación de telescopios (como el James Webb, sucesor del Hubble), será capaz de detectar directamente los componentes atmosféricos de muchos exoplanetas, entre ellos la de Wolf 1061c. Y eso nos mostrará lo que realmente está sucediendo en sus superficies.
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En el espacio exterior, el cosmos, lo que conocemos por universo, las distancias son tan enormes que se tienen que medir con unidades espaciales como el año luz (distancia que recorre la luz en un año a razón de 299.792.458 metros por segundo). Otra unidad ya mayor es el pársec (pc), unidad básica de distancia estelar correspondiente a una paralaje trigonométrica de un segundo de arco (1”). En otras palabras, es la distancia a la que una Unidad Astronómica (UA = 150.000.000 Km) subtiende un ángulo de un segundo de arco. Un pársec es igual a 3’2616 años luz, o 206.265 Unidades Astronómicas, o 30’857×1012 Km. Para las distancias a escalas galácticas o intergalácticas se emplea una unidad de medida superior al pársec, el kilopársec (Kpc) y el megapársec (Mpc).
Para tener una idea aproximada de estas distancias, pongamos el ejemplo de nuestra galaxia hermana, Andrómeda, situada (según el cuadro anterior a 725 kilopársec de nosotros) en el Grupo local a 2’3 millones de años luz de la Vía Láctea.
¿Nos mareamos un poco?
1 segundo luz | 299.792’458 Km |
1 minuto luz | 18.000.000 Km |
1 hora luz | 1.080.000.000 Km |
1 día luz. | 25.920.000.000 Km |
1 año luz | 9.460.800.000.000 Km |
2’3 millones de años luz | 21.759.840.000.000.000.000 Km |
¡Una barbaridad! Ahí radica el problema de viajar a otros mundos lejanos. Ninguna nave podrá alcanzar nunca esa velocidad, ya que, según nos ha demostrado la Relatividad Especial, cuando se va tan rápido ocurren fenómenos que darían al traste con la aventura y, los viajeros, no podrían soportar tales cambios. Así que, el único camino viable para ir a otros mundos, a otras estrellas, está en encontrar la manera de “burlar” la velocidad de la luz. ¿Hiperespacio? ¿Agujeros de Gusano?
La galaxia Andrómeda, la hermana mayor de la Vía Láctea, situada a 2,3 años-luz de nosotros, viaja en nuestra dirección a una buena velocidad. Sin embargo, se calcula que nos no llegará hasta nosotros hasta dentro de unos pocos miles de millones de años, casí cuando el Sol esté agotando su combustible nuclear de fusión para convertirse en una Nebulosa planetaria con una enana blanca en su centro.
Imaginamos lo que podría ser en el futuro
Ahí tenemos la imposibilidad física de viajar a otros mundos, y no digamos a otras galaxias. Las velocidades que pueden alcanzar en la actualidad nuestros ingenios espaciales no llegan ni a 50.000 Km/h. ¿Cuánto tardarían en recorrer los 21.759.840.000.000.000.000 Km que nos separa de Andrómeda?
Incluso el desplazarnos hasta la estrella más cercana, Alfa Centauri, resulta una tarea impensable si tenemos en cuenta que la distancia que nos separa es de 4’3 años luz, y un año luz = 9.460.800.000.000 Km. Así que, para llegar a la “cercana” Alfa Centauri tendríamos que multiplicar por 4 esa inmensa distancia. ¿Cuándo llegaríamos allí? ¿Los viajeros que partieron de la Tierra y muchas generaciones siguientes (si todo transcurre con normalidad) serían los que arribarían al destino. Sin embargo, dudo que, cuando llegaran, no hubieran padecido mutaciones por tan larga estancia en el Espacio.
Muchos son los que han querido imaginar como viajar más rápido que la Luz… ¡Sin superar su velocidad! Todos sabemos, como nos enseñó la Relatividad Especial de Einstein que, la luz, nos marca el límite de la velocidad que se puede alcanzar en el Espacio. Nada podrá nunca viajar más rápido que la luz en el vacío, es decir, más ráipdo que 299.792.458 metros cada segundo. Y, se idean otras formas para poder burlar ese límite y llegar antes que la luz a un determinado lugar. Hasta que no se busque la manera de esquivar la barrera de la velocidad de la luz, los viajes a otros mundos están algo complicados para nosotros.
La única ventaja a nuestro favor: ¡EL TIEMPO! Tenemos mucho, mucho tiempo por delante para conseguir descifrar los secretos del hiperespacio que nos mostrará otros caminos para desplazarnos por las estrella que, en definitiva, será el destino de la humanidad.
En el recuadro el Sol y la estrella gigante roja que será en el futuro
Nuestro Sol, antes de que pasen 4.000 millones de años, comenzará una transición de fase que, de estrella en la secuencia principal de HP, pasará a su fase terminal convirtiéndose en una Gigante roja que, eyectará sus capas exteriores al espacio interestelar formando una Nebulosa planetaria y, la estrella, exenta de la energía de fusión, quedará a merced de la fuerza de Gravedad que la comprimirá hasta límites de una densidad que sólo podrá ser frenada por la degeneración de los electrones. En ese punto, volverá el equilibrio entre dos fuerzas y el proceso se parará dejando una enana blanca con un radio parecido al de la Tierra y una densidad de 109 Kg m3.
Cuando la escena de arriba sea una realidad para Andrómeda y la Vía Láctea… ¿Dónde nos meteremos si aún seguimos por aquí? Aunque no es probable que para entonces estemos en la Tierra, ya que, dentro de 1.000 millones de años, el proceso de conversión en gigante roja comenzará y las temperaturas subirán hasta los 100 ºC
Antes de que todo eso llegue, tenemos que tener en cuenta que habrá que salvar otro gran escollo que se nos viene encima (nunca mejor dicho), ya que, la Galaxia Andrómeda viene hacia La Vía Láctea a razón de 1.000.000 de Km/h y, aproximadamente en unos 3.000 millones de años la tendremos, irremediablemente, colisionando con nuestra Galaxia, con lo cual, las fuerzas de marea que esas enormes masas puden producir, son de impensable magnitud y, el desenlace tardará varios millones de años en finalizar hasta que de las dos grandes Galaxias del Grupo Local, sólo quede una enorme galaxia elíptica y, en el proceso, habrán nacido un sin fin de nuevas estrellas, otras habrán sido despladas de su regiones y lanzadas a distancias enormes, algunas habrán podido colisionar y, en definitiva, lo que allí pueda ocurrir en el futuro lejano, es de incalculable trascendencia para la Humanidad (si aún sigue aquí para ese tiempo).
Sí, existen muchos lugares a los que, cuando llegue el momento podremos viajar. Sin embargo, necesitamos muchos más conocimientos de los que actualmente tenemos para poder realizar esos viajes “imposibles” en las actuales circunstancias. Estamos comenzando, ahora, a poder realizar los primeros intentos de salir al Espacio, y, para cuando realmente podamos efectuar viajes espaciales, habrán pasado muchos, muchos, muchísimos años. No quiero mencionar, lo que podríamos tardar en dominar viajes hiperespaciales a velocidades superlumínicas. Claro que, la imaginación humana es… ¡”infinita”!
Otros mundos que tendremos que ocupar y pasarán años antes de que estén adaptados a lo que nuestra especie necesita, ya que, lo encontraremos salvajes y en ellos habrá que hacer reformas increíbles para hacerlos alojamientos habitables.
Si esto es así (que lo es), tenemos una buena excusa para pensar en posibles modos de escapar hacia otros mundos lejanos en los que poder asentar a la Humanidad lejos de esos acontecimientos de magnitud (para nosotros) infinita y contra los que nada podremos hacer, excepto, si podemos y buscamos el medio… huir a otros lugares más seguros.
Si, las distancias que nos separan de esos otros mundos parece una barrera difícil de franquear, y, sin embargo, tengo una gran esperanza puesta en que, la Humanidad, la inteligencia de los seres que la compone, y, sobre todo su imaginación, con el tiempo por delante tendrá la oportunidad de buscar esas difíciles soluciones que posibiliten nuestro traslado a las estrellas lejanas.
Para lograr eso, con nuestras limitaciones actuales, no tenemos más remedio que valernos de sondas robotizadas y, en el futuro, serán perfectos robots humanoides que, no tendrán ninguna de nuestras barreras para deambular por el cielo y visitar esas regiones lejanas en las que, posiblemente, se encuentren los planetas idóneos para ser habitados de seres como nosotros.
Esas son, en realidad, las miras que están puestas en todas esas misiones enviadas a las lunas y planetas cercanos para estudiar su entorno, la atmósfera, la superficie y las radiaciones. Se trata de ir conociendo el entorno y, con los adelantos tecnológicos que ahora mismo tenemos, se hace lo que se va pudiendo y, cada día, se avanza un paso más a la búsqueda de esas soluciones que, ese día muy lejano aún, llegará la debacle a la Tierra y, para entonces, no podremos continuar aquí. La única solución: Escapar a otros mundos.
emilio silvera
por Emilio Silvera ~ Clasificado en a otros mundos ~ Comments (0)
Con casi 4.000 mundos descubiertos fuera del Sistema Solar -3.944 exactamente, según la NASA– los astrofísicos se centran ahora en determinar cuáles son más interesantes para estudiar sus características en general y, en particular, determinar cuáles podrían albergar algún tipo de vida o llegar a tenerla.
El foco está puesto especialmente en los exoplanetas más próximos a la Tierra. El hallazgo en 2016 de un mundo (llamado Proxima-b) en la estrella más cercana, Próxima Centauri, fue recibido con entusiasmo por la comunidad científica pues se encuentra a sólo 4,2 años luz de nosotros y la distancia que le separa de su astro (lo que llaman la zona habitable) le permitiría, teóricamente, albergar agua líquida.
Un entusiasmo que se enfrió cuando se comprobó que era bombardeado por dosis muy altas de radiación: Próxima-b recibe 250 veces más radiación X de Próxima Centauri que la Tierra del Sol , y a su superficie llegan dosis de radiación ultravioleta que serían mortales actualmente en la Tierra. ¿Qué tipo de organismos podrían sobrevivir en un ambiente tan hostil?
Una nueva investigación defiende, sin embargo, que el hecho de que un planeta esté sometido a muy altos niveles de radiación procedentes de su astro no es un obstáculo para que la vida llegue a desarrollarse.
El estudio, publicado en la revista Monthly Notices of the Royal Astronomical Society, se ha centrado en analizar las condiciones ambientales que se cree que hay en los cuatro planetas rocosos más cercanos a la Tierra: el mencionado Próxima-b, Trappist-1e, Ross-128b y LHS-1140b.
«Estos cuatro son los planetas más cercanos que podrían albergar vida fuera de nuestro sistema solar. No sabemos si la hay, pero nuestros modelos muestran que la radiación ultravioleta en su superficie por la que muchos estudios científicos han mostrado preocupación no es un factor que limite su existencia», explica a este diario Lisa Kaltenegger, autora del estudio junto a Jack O’Malley-James, ambos de la Universidad de Cornell (EEUU).
Esos cuatro mundos orbitan un tipo de estrella denominada enana roja que, a diferencia de nuestro sol, emite frecuentemente llamaradas de radiación que bañan a sus planetas con radiación ultravioleta. Estas pequeñas estrellas -llamadas también de tipo M- son las más abundantes en nuestra galaxia, pues se cree que representan el 75% de todos los astros.
Aunque se desconoce cómo esta radiación impacta en la superficie de estos planetas en concreto, se sabe que esos niveles pueden hacer que moléculas biológicas como los ácidos nucleicos muten o se apaguen.
Según argumentan Lisa Kaltenegger y JackO’Malley-James, toda la vida que existe actualmente en la Tierra evolucionó a partir de criaturas que tuvieron que hacer frente a niveles de radiación ultravioleta mayores que los que hay ahora en Próxima-b y en otros exoplanetas cercanos. Hace 4.000 millones de años, nuestro planeta era un mundo caótico y bañado por la radiación y pese a ello, la vida emergió. Lo mismo podría estar ocurriendo ahora en esos planetas vecinos, donde según los resultados de sus modelos, el nivel actual de radiación es inferior al que había en la Tierra hace 3.900 millones de años.
Para llegar a esa conclusión, hicieron modelos con distintas composiciones de la atmósfera, algunas similares a las de la Tierra actual y otras con atmósferas muy delgadas que no filtran bien la radiación ultravioleta o que no protegen frente al ozono.
La también directora del Instituto Carl Sagan de Cornell asegura que hasta ahora, sus colegas «se han mostrado emocionados con estos resultados porque a todos nos encantaría que los planetas más cercanos fueran habitables».
Kaltenegger es también coautora de la lista en la que se han identificado las 1.822 estrellas más interesantes para que sean escrutadas por el satélite de la NASA Tess -lanzado hace un año- en busca de planetas con tamaños parecidos al nuestro. De esos 1.822 astros, asegura que tiene 408 favoritas.
«Todos estos modelos, incluidos otros que predicen que no puede haber vida, contienen muchas hipótesis. Éstas son necesarias porque sabemos muy poco de los exoplanetas, aparte de que están ahí», admite Guillem Anglada-Escudé, astrofísico de la Queen Mary University, en Londres y descubridor de Proxima-b».
Según explica este especialista en mundos fuera del Sistema Solar, en la actualidad los astrónomos están inmersos «en una fase de exploración teórica para poder formular predicciones observacionales y valorar qué experimentos van a ser realmente útiles para distinguir escenarios (planetas con oxígeno pero sin vida; planetas con atmósferas de CO2 como la Tierra en sus primeras etapas, mundos acuáticos, etc.).
Sobre la investigación liderada por Kaltenegger, con la que no tiene vinculación, considera muy interesante la conclusión de «que pese a que la Tierra tuvo un entorno tan intenso en rayos ultravioleta, aquí estamos».
«Si hiciéramos modelos parecidos sobre habitabilidad de la Tierra, más de un teórico nos habría extinguido a todos una docena de veces empezando por los UV, pasando por el impacto gigante para la formación de la Luna, o el hecho de que la cantidad de agua en nuestro planeta es en realidad muy pequeña comparada con la masa total», apunta el investigador. «Dentro de pocos años vamos a empezar a tener medidas sobre los objetos y ahí empezará la diversión».
El anuncio se hizo con gran cautela durante el encuentro organizado la pasada semana por Breakthrough, la iniciativa para buscar vida fuera de la Tierra financiada por el multimillonario Yuri Milner: los científicos creen haber localizado un segundo planeta planeta en Proxima Centauri, la estrella más cercana a nosotros. «Es sólo un candidato, es importante subrayarlo», recalcaron los astrónomos Mario Damasso, del Observatorio de Astrofísica de Turín, y Fabio Del Sordo, de la Universidad de Creta, durante la presentación. Creen que Proxima c, como lo han bautizado provisionalmente hasta que confirmen que es un planeta, es una ‘supertierra’, con una masa seis veces mayor que la de la Tierra.
Los primeros cálculos realizados han revelado también que está lejos de su estrella, pues tardaría 1.900 días en orbitarla, por lo que creen que sería un mundo inhóspito. Este objeto fue detectado en primer lugar con el instrumento HARPS del Observatorio Europeo Austral (ESO), una herramienta que será utilizada también para confirmar su naturaleza planetaria, junto a otras naves espaciales como Gaia, de la Agencia Espacial Europea (ESA).
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