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En permanente peligro

Autor por Emilio Silvera    ~    Archivo Clasificado en Catástrofes Naturales    ~    Comentarios Comments (1)

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Las tormentas solares

 

 

Una impresionante tormenta solar
Una impresionante tormenta solar- NASA
ABC.es Madrid

La ciencia ficción se ha encargado de mostrar las múltiples formas del apocalipsis en la Tierra, que, debido al particular carácter de la especie humana, no sería de extrañar llegara de nuestra propia mano en forma de guerra nuclear, desastre medioambiental o pandemia global. Sin embargo, existen otros peligros naturales extremos que también podrían acabar con la vida tal y como la conocemos, incluida la existencia de la frágil humanidad. La web de la revista Science hace una recopilación de estos grandes riesgos en un interesante reportaje de lectura más que recomendable (en inglés). Aquí resumimos algunas de las ideas principales.

https://loquepodemoshacer.files.wordpress.com/2010/10/tormenta-solar.jpg

Una gran amenaza para la civilización podría provenir del mismo Sol. El 23 de julio de 2012, el Sol lanzó una nube de plasma magnetizado hacia el espacio que atravesó la órbita terrestre. La Tierra consiguió esquivarlo, pero si la erupción se hubiera producido poco más de una semana antes, nos habría golpeado de lleno. En ese caso, el impacto solar podría haber causado estragos en la red eléctrica, los satélites y GPS, perturbando ampliamente nuestras vidas. Los efectos habrían sido catastróficos y el mundo habría necesitado de cuatro a diez años para recuperarse. Estuvimos en el filo.

El peor caso de eyección de masa coronal en la historia reciente ocurrió en 1989, cuando un transformador en Nueva Jersey quedó «frito», literalmente, dejando a 6 millones de personas en la provincia de Quebec en Canadá sin energía eléctrica. Y famoso es el evento Carrington de 1859, aún más poderoso, que dejó fuera de servicio el telégrafo de la época mientras en el cielo se veían auroras hasta el sur de Cuba. Si ocurriera hoy en día, de decenas a cientos de transformadores quedarían destruidos, hundiendo vastas porciones de continentes enteros en la oscuridad durante semanas, meses o tal vez años. En una sociedad como la nuestra altamente dependiente de la tecnología, no es difícil imaginar el caos.

Un evento como el Carrington podría ocurrir una vez cada varios siglos. Un estudio reciente encontró un 12% de probabilidades de que una tormenta así se produzca en la próxima década.

 

En permanente peligro

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Una colisión cósmica

 

 

Recreación del impacto de un asteroide contra la Tierra
Recreación del impacto de un asteroide contra la Tierra- Archivo
ABC.es Madrid

Un asteroide de 10 kilómetros de ancho fue el culpable de que los dinosaurios desaparecieran de la faz de la Tierra, pero no hace falta una roca espacial de ese tamaño para hacernos daño. Dependiendo de la velocidad y el ángulo de enfoque, un objeto tan pequeño como de 1 kilómetro de ancho podría expulsar suficiente roca pulverizada para bloquear el Sol durante meses. En conjunto, el humo de los incendios y el polvo podrían convertir el planeta en un lugar inhóspito, causando pérdidas de cosechas y hambruna masiva.

Afortunadamente, asteroides de este tamaño chocan contra la Tierra alrededor de una vez cada pocos millones de años, y una roca como la que acabó con los dinosaurios sólo una vez cada 100 millones de años. La NASA rastrea el cielo en busca de objetos cercanos a la Tierra (NEOs, por sus siglas en inglés) que puedan ser peligrosos. De los casi 15.000 descubiertos hasta ahora, ninguno está actualmente en curso de colisión contra nosotros. Sin embargo, algún día podría ocurrir. Los investigadores ya estudian cómo evitarlo si la advertencia se conoce a tiempo, con soluciones propuestas como embestir la roca con una nave espacial o alterar su órbita con la fuerza gravitacional sostenida de una nave, o provocar una explosión nuclear.

 

 

En permanente peligro

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Supervolcanes

 

 

El volcán bajo el suelo de Yellowstone
El volcán bajo el suelo de Yellowstone- Archivo
ABC.es Madrid

Cada 100.000 años, en algún lugar de la Tierra, una caldera de hasta 50 kilómetros de diámetro entra en colapso y expulsa violentamente el magma acumulado. «El supervolcán resultante es imparable y tiene una ferocidad destructiva», dicen en Science.

Un supervolcán produce una erupción explosiva de más de 450 kilómetros cúbicos de magma, aproximadamente 50 veces más que la erupción del Monte Tambora de Indonesia en 1815, y 500 veces más que el Monte Pinatubo en Filipinas en 1991. Los lugares que permanecen activos en la actualidad incluyen el Monte Toba, en Indonesia; Yellowstone, en el noroeste de Estados Unidos; la Caldera de Long Valley, en California; la zona volcánica de Taupo, en Nueva Zelanda, y varios lugares en los Andes.

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Ninguna de estas zonas de peligro representa ahora una amenaza. Pero en el caso de una nueva erupción, todo a menos de cien kilómetros de distancia quedaría incinerado, y el polvo taparía los continentes, informa la web de Science. Solo unos pocos milímetros de cenizas pueden matar los cultivos; y un metro o más puede hacer inutilizable la tierra durante décadas. Los efectos sobre el clima mundial se asemejarían a los del impacto de un gran asteroide, bajando la temperatura hasta 10ºC durante una década y devastando la agricultura mundial.

 

Todos nos equivocamos alguna vez

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La NASA podría haberse equivocado al medir el tamaño de miles de peligrosos asteroides

Un magnate aficionado a los asterioides y los dinosaurios acusa a los científicos de haber cometido graves errores estadísticos. En 2013 obligó a la revista Nature a corregir dos estudios sobre paleontología

 

Recreación del impacto de un asteroide en la Tierra
Recreación del impacto de un asteroide en la Tierra – NASA

 

 

 

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Según la NASA, hasta el momento se han descubierto más de 140.000 asteroides en el Sistema Solar. Después de años de intensa vigilancia, se ha catalogado un total de 875 asteroides de más de un kilómetro de longitud, y ahora los focos se han puesto en aquellas rocas que miden 140 metros o más. Contando con todos ellos, preocupan especialmente los 1.698 asteroides que pueden impactar contra la Tierra en el futuro. Son los llamados PHAs, las siglas en inglés de los Asteroides Potencialmente Dañinos.

Aunque de momento no hay aforma alguna de defenderse del impacto de un asteroide, el tamaño y el albedo (el reflejo) de estos cuerpos son herramientas muy importantes para verlos venir. Sin embargo, el magnate tecnológico Nathan Myhrvold, ha presentado un estudio (aún no revisado) en la web de arXiv en el que pone en duda las estimaciones de la NASA para el tamaño de más de 157.000 asteroides.

«Ninguno de sus resultados puede ser replicado (es decir, que no se pueden obtener de nuevo y de forma independiente). He descubierto una irregularidad detrás de otra», ha dicho en Science Nathan Myhrvold, el que fuera director tecnológico de Microsoft.

Misión de la NASA descubre 72 objetos cercanos a la Tierra nunca antes vistos

En concreto carga contra los resultados de la misión NEOWISE, una iniciativa que ha descubierto más asteroides que cualquier otro observatorio, y que se ha basado en las mediciones hechas por el telescopio espacial WISE, lanzado en 2009. Estos datos fueron publicados en un artículo de 2011.

Tal como ha informado Science, Myhrvold ha acusado a los investigadores de ignorar el margen de error de ciertas mediciones y de ignorar una ley de radiación térmica. El resultado, según el billonario, es que las estimaciones de los diámetros basados en los datos de WISE tienen un error de del 30 al 300 por ciento.

El magnate ya reveló errores científicos

 

La respuesta de los investigadores acusados no se ha hecho esperar: «Si por cada error que encuentro en su artículo me dieran un premio, me haría rico», ha dicho en Science Ned Wright, director de la misión WISE e investigador en la Universidad de California. Además, ha añadido que los resultados de NEOWISE son compatibles con los de otros dos telescopios, IRAS y AKARI.

AKARI’s views of galaxy M81

 

 

IRAS 05437+2502: una enigmática nube estelar desde el Hubble

                         IRAS 05437+2502: una enigmática nube estelar desde el Hubble

Por su parte, Lindley Johnson, una responsable de la NASA en la investigación de asteroides, ha dicho en The New York Times que Myhrvold «es un hombre muy inteligente, pero eso no le hace experto en todo». Además, ha defendido que el magnate ha escrito un artículo simplista y que hace algunas asunciones no válidas.

El magnate ya ha revolucionado el panorama en otras ocasiones. En 2011 publicó un compendio culinario de 2.500 páginas. Y en 2013, sus críticas a dos artículos publicados en la prestigiosa revista Nature sobre las tasas de crecimiento de los dinosaurios llevaron a la revista a publicar unas correcciones al respecto. Por entonces, los paleontólogos acusados aseguraron que aquellos errores estadísticos detectados por el ojo de Myhrvold no alteraban a las conclusiones de su trabajo.

Aunque hoy en día es un empresario especializado en las patentes, Myhrvold ha confesado estar interesado en asteroides y en dinosaurios desde 1980, cuando estudiaba física en la Universidad de Princeton.

Cruce de acusaciones

 

 

Una imagen de la representación de los datos obtenidos por NEOWISE

 

 

¿Pasará lo mismo con la todopoderosa NASA? Los científicos de la misión NEOWISE, por su parte, han enviado correcciones a Myhrvold. «Le recomendamos que enviara su artículo a una revista revisada por pares. Pero en vez de eso, ha publicado su artículo sin esta revisión», se ha lamentado en Sicence Amy Mainzer, principal investigadora de NEOWISE.

Myhrvold ha dicho que está trabajando en los errores, y ha añadido que no alteran el fondo del asunto. También ha sugerido que el equipo de NEOWISE está a la defensiva porque está envuelto en una propuesta para desarrollar próximamente un telescopio caza-asteroides, el NEOCam. «Están asustados por el asunto de NEOCam. Temen que tenga mala pinta, y realmente la tiene».

 

 

La misión NEOWISE de la NASA encuentra 8 nuevos asteroides peligrosos para la Tierra.

 

Con cierta sorna, Ned Wright, de la misión WISE, ha reconocido que no entiende por qué el millonario está metiendo la pata, aunque ha recordado que una vez trabajó en Microsoft, así que en parte «es responsable de todo ese mal software».

Al margen de estas ácidas palabras, algunos investigadores han sido más conciliadores y han sugerido que Myhrvold puede estar ayudando a hacer pensar a los científicos, mientras que otros han propuesto esperar a la revisión del artículo de este investigador aficionado, que pretende publicar su impactante información en la revista «Icarus».

Nunca estaremos seguros

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Astronomía

 

Cráter hallado en el Ártico resultado del meteorito que extinguió a los dinosaurios

 

 

Para los asteroides, aún somos dinosaurios

 

¿Estamos preparados para el posible impacto devastador de un meteorito? Existe un interés creciente en la localización y la prevención de un evento que podría causar una extinción masiva, como ya ha pasado antes.

Recreación artística de la misión AIDA

 

 

 

Recreación artística de la misión AIDA NASA/ESA
Reportaje de Prensa: El Español

 

 

 

 

Hace unas semanas el astrónomo aficionado Gerrit Kernbauer se encontraba realizando una de sus habituales observaciones astronómicas desde el pintoresco pueblo austriaco de Mödling cuando detectó un repentino cambio en la superficie de Júpiter. El posible impacto fue observado de manera simultánea por otros astrónomos y estaciones repartidos por todo el mundo, aunque a día de hoy no está claro que dimensiones tenía aquel objeto o si se trataba de un cometa o de un asteroide.

Una vez más debemos agradecer al gigante gaseoso que recibiese el golpe, y es que esa especie de hermano mayor a la que llamamos Júpiter sigue siendo la mayor y más efectiva defensa con la que contamos frente a impactos indeseados. No obstante, y como todo hermano mayor, no siempre estará dispuesto a salvarnos y servirnos de sparring por lo que sería conveniente desarrollar nuestras propias soluciones a un problema que, no por improbable, debería dejar de ser importante.

 

Cada día recibimos el impacto de más de 100 toneladas de objetos procedentes del espacio. Por supuesto suelen ser pequeños objetos que no representan dificultades para nuestra atmósfera que los volatiliza durante su entrada. Aun así, este escudo natural para metralla de bajo calibre no resulta muy efectivo contra cuerpos de mayores dimensiones y es aquí donde comienzan las preguntas incómodas: ¿Qué probabilidad hay de que un asteroide de gran tamaño se acerque peligrosamente a la Tierra? ¿Qué ocurriría si nos enfrentásemos a uno de ellos? ¿Estamos preparados?

El doctor en Astrofísica Josep Trigo Rodriguez, uno de los expertos internacionales más reconocidos en el tema y que actualmente desarrolla sus investigaciones desde el Instituto de Ciencias del Espacio (IEEC-CSIC), trata de responder a estas cuestiones.

Poca gente puede mirar al cielo nocturno, señalar una zona concreta y afirmar con gesto picarón y cierto tono de orgullo: “Por ahí anda mi asteroide… el 8325 Trigo-Rodríguez”. “Y cuidado porque no es una piedrecita cualquiera, como venga para acá os vais a acordar de mí”, reconoce entre risas.

Captura del bólido de Chelyabinsk en 2013. EE

 

¿Qué necesitaríamos para defendernos de algo así? La respuesta es doble pero simple: Detectarlo a tiempo y contar con la tecnología adecuada para desviarlo. En la actualidad, la ciencia no cubre ninguno de esos dos requisitos: a efectos cósmicos somos auténticos dinosaurios.

Acerca de la detección, el investigador pone un ejemplo clarificador. A principios de septiembre de 2013, el astrónomo amateur Terry Lovejoy detectó por primera vez el cometa C/2013 R1 en noviembre de ese mismo año, apenas dos meses después ya era visible a simple vista. Y eso que los cometas son mucho más brillantes y fáciles de detectar que otros cuerpos: si nos enfrentásemos a un asteroide no tendríamos tiempo material para hacer nada.

La gran calabaza

 

 

Si se nos viene encima un pequeño mundo… ¿Cómo podremos evitarlo?

 

2015 TB145 es la denominación astronómica de uno de los mayores sustos que el planeta Tierra ha recibido en los últimos tiempos. Fue descubierto por el telescopio Pan-STARRS de Hawái unas pocas horas antes de la noche de Halloween por lo que se le apodó cariñosamente La gran calabaza. Se trataba de un asteroide de 400 metros de diámetro que terminó pasando a poco más de la distancia Tierra-Luna, solamente tres semanas después de avistarlo por primera vez.

El investigador del CSIC reflexiona: “Desde el momento en el que lo detectamos hasta que lo tuvimos encima pasaron solo veinte días. No nos hubiera dado tiempo a hacer nada”.

Los astrofísicos clasifican como “potencialmente peligroso” cualquier objeto mayor de 100 metros de diámetro que se aproxima a menos de 7.5 millones de kilómetros de la Tierra, pues bien… La Gran Calabaza tenía el tamaño de cuatro campos de fútbol y pasó a 480.000 kilómetros de nuestras cabezas.

Asteroide 2015 TB145.

Asteroide 2015 TB145. NASA

 

Otro ejemplo reciente es el gran bólido de Chelyabinsk. Se aproximó desde una geometría prácticamente solar, desde un ángulo de entrada con el que fue imposible detectarlo ya que en esas zonas es de día y, por tanto, desde tierra no se puede hacer este tipo de monitorización.

En el espacio no existiría ese problema y se podría ampliar el arco observacional. Sin embargo, y aunque existen más de 3.000 satélites y telescopios activos en estos momentos, apenas contamos con un par de instrumentos ópticos que puedan resultarnos de alguna utilidad.

Pocos ojos mirando

 

 

 

 

Cada año, unos 20 o 30 objetos de un diámetro aproximado de un metro bombardean nuestro planeta. No representan un problema grave para la atmósfera, que se encarga de ellos sin mayores dificultades. Objetos de 100 metros de ancho llegan cada 10.000 años, aproximadamente, y los asteroides de un kilómetro de diámetro suelen alcanzarnos cada millón de años. Los registros históricos y las estadísticas son tranquilizadores. Pero todo es relativo, no estamos ante un reloj exacto.

“No es preocupación sino precaución”, afirma Josep Trigo, que recuerda que, según los estudios más recientes, el bólido que estalló en Tunguska la mañana del 30 de junio de 1908 no medía más de 60 metros y asoló 2.200 kilómetros cuadrados de taiga y bosque en Siberia. Hoy en día, la globalización y la expansión de las zonas habitadas convertirían un impacto como el de Tunguska en un evento realmente devastador.

Ni siquiera estamos mirando debidamente. Actualmente no contamos con ningún telescopio específicamente diseñado para detectar estos objetos potencialmente peligrosos. Podemos aprovechar el telescopio solar SOHO para detectar cometas, pero sólo para determinadas zonas. Además, no sirve para la vigilancia de asteroides.

También se ha reutilizado el telescopio WISE para localizar cuerpos cercanos pero es insuficiente, sobre todo si tenemos en cuenta que muchos de estos objetos poseen albedos -brillo- inferiores al 15%, por lo que son extremadamente oscuros y difíciles de observar.

Fuente: Noticias de Prensa

Efectos del bólido de Tunguska en 1908

Efectos del bólido de Tunguska en 1908 DP

 

Desarrollar un telescopio específico en infrarrojo sería el primer escalón para completar esa tarea doble de defensa ante rocas cósmicas no deseadas. La segunda fase ya es algo más complicada, aunque hay que reconocer que empezamos a dar algunos pasos interesantes.

Cómo desviar un asteroide

 

 

Además de sus amplios conocimientos sobre asteroides, Josep Trigo lidera un equipo en el Instituto de Ciencias del Espacio (IEEC) preseleccionado por la NASA para formar parte del primer intento en el espacio de desviar realmente un asteroide.

La misión, que encabezan las agencias espaciales estadounidense y europea, se conoce como AIDA (Asteroid Impact and Deflection Assessment misión) y, si todo marcha como está previsto, se lanzará en 2020 y llegará a su destino en 2022.

El proyecto tiene un objetivo bastante simple: evaluar qué consecuencias tiene el impacto de una nave contra un asteroide. Para ello los ingenieros han desarrollado una misión doble con dos sondas: AIM (Asteroid Impact Monotoring) y DART (Double Asteroid Redirection Test).

El objetivo se llama Didymos y es un asteroide de unos 800 metros de diámetro que viaja acompañado de otro cuerpo rocoso, denominado “Didymoon” con unos 170 metros. La diana se situará en esta pequeña luna que será golpeada por la sonda DART, mientras que AIM monitoriza, graba y recoge todos los datos del impacto.

El proyecto de Josep Trigo se llama PALS y se está desarrollando en colaboración con la agencia espacial alemana DLR y una empresa sueca especializada en cubesats, o satélites de tamaño reducido. El plan consiste en desplegar dos pequeños satélites alrededor de Didymoon, observar el impacto de la misión DART contra el asteroide secundario, analizar el previsible cambio en la trayectoria y órbita de ambos cuerpos y, de paso, estudiar su composición.

Una arriesgada y compleja misión que representa el primer paso tecnológico para dejar de ser dinosaurios cósmicos..