May
16
La Inmensidad del Universo y, la “pequeñez” de los seres…
por Emilio Silvera ~ Clasificado en El Universo y la Vida ~ Comments (0)
En nuestro sistema solar la vida se desarrolló por primera vez sorprendentemente pronto tras la formación de un entorno terrestre hospitalario. Hay algo inusual en esto. Según todos los datos que tenemos la edad de la Tierra data de hace unos 4.500 millones de años, y, los primeros signos de vida que han podido ser localizados fosilizados en rocas antiguas, tienen unos 3.800 millones de años, es decir, cuando la Tierra era muy joven ya apareció en ella la vida.
El secreto reside en el tiempo biológico necesario para desarrollar la vida y el tiempo necesario para desarrollar estrellas de segunda generación y siguientes que en novas y supernovas cristalicen los materiales complejos necesarios para la vida, tales como el Hidrógeno, Nitrógeno, Oxígeno, CARBONO, etc.
Parece que la similitud en los “tiempos” no es una simple coincidencia. El argumento, en su forma más simple, lo introdujo Brandon Carter y lo desarrolló John D. Barrow por un lado y por Frank Tipler por otro. Al menos, en el primer sistema Solar habitado observado ¡el nuestro!, parece que sí hay alguna relación entre t(bio) y t(estrella) que son aproximadamente iguales el t(bio) –tiempo biológico para la aparición de la vida- algo más extenso.
El vapor de agua presente en la atmósfera primitiva fue condensándose, cayendo a la superficie en forma de lluvia. El agua líquida que precipitaba se evaporaba ni bien tocaba la superficie debido a la alta temperatura de la roca, es decir que el agua volvía a la atmósfera en forma de vapor.
La evolución de una atmósfera planetaria que sustente la vida requiere una fase inicial durante la cual el oxígeno es liberado por la foto-disociación de vapor de agua. En la Tierra esto necesitó 2.400 millones de años y llevó el oxígeno atmosférico a aproximadamente una milésima de su valor actual. Cabría esperar que la longitud de esta fase fuera inversamente proporcional a la intensidad de la radiación en el intervalo de longitudes de onda del orden de 1000-2000 ángstroms, donde están los niveles moleculares clave para la absorción de agua.
La imagen del cielo de Canarias nos puede servir para mostrar una atmósfera acogedora para la vida
Este simple modelo indica la ruta que vincula las escalas del tiempo bioquímico de evolución de la vida y la del tiempo astrofísico que determina el tiempo requerido para crear un ambiente sustentado por una estrella estable que consume hidrógeno en la secuencia principal y envía luz y calor a los planetas del Sistema Solar que ella misma forma como objeto principal.
A muchos les cuesta trabajo admitir la presencia de vida en el Universo como algo natural y corriente, ellos abogan por la inevitabilidad de un Universo grande y frío en el que, es difícil la aparición de la vida, y, en el supuesto de que ésta aparezca, será muy parecida a la nuestra.
Es cierto que la realidad puede ser mucho más imaginativa de lo que nosotros podamos imaginar. ¿Habrá mundos con formas de vida basadas en el Silicio? Aunque me cuesta creerlo, también me cuesta negarlo toda vez que, la Naturaleza nos ha demostrado, muchas veces ya, que puede realizar cosas que a nosotros, nos parecen imposibles y, sin embargo, ahí está el salto cuántico… Por ejemplo.
Los biólogos, por ejemplo, parecen admitir sin problemas la posibilidad de otras formas de vida, pero no están tan seguros de que sea probable que se desarrollen espontáneamente, sin un empujón de formas de vida basadas en el carbono. La mayoría de los estimaciones de la probabilidad de que haya inteligencias extraterrestres en el Universo se centran en formas de vida similares a nosotras que habiten en planetas parecidos a la Tierra y necesiten agua y oxígeno o similar con una atmósfera gaseosa y las demás condiciones de la distancia entre el planeta y su estrella, la radiación recibida, etc. En este punto, parece lógico recordar que antes de 1.957 se descubrió la coincidencia entre los valores de las constantes de la Naturaleza que tienen importantes consecuencias para la posible existencia de carbono y oxígeno, y con ello para la vida en el Universo.
Hay una coincidencia o curiosidad adicional que existe entre el tiempo de evolución biológico y la astronomía. Puesto que no es sorprendente que las edades de las estrellas típicas sean similares a la edad actual del Universo, hay también una aparente coincidencia entre la edad del Universo y el tiempo que ha necesitado para desarrollar formas de vida como nosotros.
Para nosotros ha pasado mucho tiempo, y, sin embargo, para el Universo ha sido solo un instante
Si miramos retrospectivamente cuánto tiempo han estado en escena nuestros ancestros inteligentes (Homo sapiens) vemos que han sido sólo unos doscientos mil años, mucho menos que la edad del Universo, trece mil millones de años, o sea, menos de dos centésimos de la Historia del Universo. Pero si nuestros descendientes se prolongan en el futuro indefinidamente, la situación dará la vuelta y cuando se precise el tiempo que llevamos en el Universo, se hablará de miles de millones de años.
Brandon Carter y Richard Gott han argumentado que esto parece hacernos bastante especiales comparados con observadores en el futuro muy lejano.
Podríamos imaginar fácilmente números diferentes para las constantes de la Naturaleza de forma tal que los mundos también serían distintos al planeta Tierra y, la vida no sería posible en ellos. Aumentemos la constante de estructura fina más grande y no podrá haber átomos, hagamos la intensidad de la gravedad mayor y las estrellas agotarán su combustible muy rápidamente, reduzcamos la intensidad de las fuerzas nucleares y no podrá haber bioquímica, y así sucesivamente.
Hay cambios infinitesimales que seguramente podrían ser soportados sin notar cambios perceptibles, como por ejemplo en la vigésima cifra decimal de la constante de estructura fina. Si el cambio se produjera en la segunda cifra decimal, los cambios serían muy importantes. Las propiedades de los átomos se alteran y procesos complicados como el plegamiento de las proteínas o la replicación del ADN PUEDEN VERSE AFECTADOS DE MANERA ADVERSA. Sin embargo, para la complejidad química pueden abrirse nuevas posibilidades. Es difícil evaluar las consecuencias de estos cambios, pero está claro que, si los cambios consiguen cierta importancia, los núcleos dejarían de existir, n se formarían células y la vida se ausentaría del planeta, siendo imposible alguna forma de vida.
Las constantes de la naturaleza ¡son intocables!
Ahora sabemos que el Universo tiene que tener miles de millones de años para que haya transcurrido el tiempo necesario par que los ladrillos de la vida sean fabricados en las estrellas y, la gravitación nos dice que la edad del Universo esta directamente ligada con otros propiedades como la densidad, temperatura, y el brillo del cielo.
Puesto que el Universo debe expandirse durante miles de millones de años, debe llegar a tener una extensión visible de miles de millones de años luz. Puesto que su temperatura y densidad disminuyen a medida que se expande, necesariamente se hace frío y disperso. Como hemos visto, la densidad del Universo es hoy de poco más que 1 átomo por M3 de espacio. Traducida en una medida de las distancias medias entre estrellas o galaxias, esta densidad tan baja muestra por qué no es sorprendente que otros sistemas estelares estén tan alejados y sea difícil el contacto con extraterrestres. Si existe en el Universo otras formas de vía avanzada, entonces, como nosotros, habrán evolucionado sin ser perturbadas por otros seres de otros mundos hasta alcanzar una fase tecnológica avanzada, entonces, como nosotros, habrán evolucionado sin ser perturbadas por otros seres de otros mundos hasta alcanzar una fase tecnológica avanzada.
La expansión del Universo es precisamente la que ha hecho posible que el alejamiento entre estrellas con sus enormes fuentes de radiación, no incidieran en las células orgánicas que más tarde evolucionarían hasta llegar a nosotras, diez mil millones de años de alejamiento continuado y el enfriamiento que acompaña a dicha expansión, permitieron que, con la temperatura ideal y una radiación baja los seres vivos continuaran su andadura en este planeta minúsculo, situado en la periferia de la galaxia que comparado al conjunto de esta, es solo una cuota de polvo donde unos insignificantes seres laboriosos, curiosos y osados, son conscientes de estar allí y están pretendiendo determinar las leyes, no ya de su mundo o de su galaxia, sino que su osadía ilimitada les lleva a pretender conocer el destino de todo el Universo.
Cuando a solas pienso en todo esto, la verdad es que no me siento nada insignificante y nada humilde ante la inmensidad de los cielos. Las estrellas pueden ser enormes y juntas, formar inmensas galaxias… pero no pueden pensar ni amar; no tienen curiosidad ni en ellas está el poder de ahondar en el porqué de las cosas, nosotros si podemos hacer todo eso y más. De todas las maneras, nsotros somos una parte esencial del universo: La que siente y observa, la que genera ideas y llega a ser consciente de que es, ¡la parte del universo que trata de comprender!
Emilio Silvera V.
May
14
La fortaleza de la vida
por Emilio Silvera ~ Clasificado en El Universo y la Vida ~ Comments (1)
Que no está muerto lo que duerme plácidamente
Este trabajo está hermanado con otro, llamado (a la inversa de éste) La fragilidad de la vida. La verdad es que debían aparecer más juntos en el tiempo, consecutivos, pero no pudo ser. El volumen de información del tema que trato aquí resultó terriblemente grande y me llevó mucho tiempo dar por completo el trabajo. Y aún me quedo con la sensación de que alguna información interesante se queda afuera.
La exploración que están realizando en Marte los dos robots de la NASA ha causado que los medios periodísticos se saquen de la manga el tema de los microbios capaces de sobrevivir en hábitats extremos, porque éstos son los que se podrían hallar en las condiciones que presenta Marte hoy en día. Y también en otros planetas y lunas de nuestro Sistema Solar.
El meteorito más famoso de Marte en el que creyeron encontrar vida
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El ciudadano común está impresionado, pero aclaremos no es un tema nuevo: la exobiología lo viene discutiendo y tratando extensamente desde hace años. En Internet hay sitios enteros dedicados a este tipo de información. Sin embargo, la sensación existe: la gente está sorprendida, los propios científicos están sorprendidos. Después de convivir durante al menos dos o tres siglos con la creencia de que la vida está conectada directamente con el Sol el agua y las temperaturas moderadas (proveniente del conocimiento científico, no de mistificaciones), en un par de décadas, y más que nada en los últimos años, nos hemos topado con el descubrimiento de que la vida medra en ambientes inimaginables de la Tierra, una vida adaptada —muy bien adaptada y a gusto— a condiciones muy fuera de la línea de lo que considerábamos posible.
en estos lugares, aunque nos parezca mentira, la vida está presente
Especulábamos, con cierta tristeza, sobre las arideces, sequedades, temperaturas y condiciones químicas imposibles de los planetas y lunas de nuestro sistema. Muchos de nosotros hemos escuchado más de una vez que nuestro planeta es el único favorable para la vida: un planeta de agua, con una luna única, una rotación estable que otros no tienen, con un movimiento de placas y una vida a nivel geofísico (interna) que no se observa en otros lugares. Y esto es bastante cierto, claro.
Nuestro planeta tiene en sus océanos el ambiente más enorme que se pueda imaginar como caldero para experimentar con la vida. A los científicos les parecía —y hasta lo juraban— que sólo aquí podía haberse desarrollado la vida que conocemos.
(AZprensa) No hace falta irse muy lejos para comprobar si puede haber vida en otros planetas. Hasta ahora se ha comprobado que existe vida en ambientes extremos y que existen microorganismos capaces de soportar calor, radiación, presión o acidez desorbitados. Sin embargo nunca se había explorado un ambiente “poliextremo” y eso es lo que está haciendo el denominado proyecto Prometheus, un equipo de seis investigadores financiados por el Consejo Europeo de Investigación (ERC).
Alguien puede agregar que nuestro planeta de por sí es, además, un lugar templado. Y es cierto, pero no por eso deja de tener sitios que creemos que son, por definición, por lo que sabemos de las células, los organismos y su funcionamiento, definitivamente “inhabitables”.
También hemos escuchado interminablemente sobre la capacidad única del extremo inferior de la cadena de producción alimenticia, las plantas, que son las únicas capaces de generar las células de sus cuerpos a partir de lo básico: el agua, los minerales y la luz del sol. Sin ellas, sin la fotosíntesis —nos decían en una de las primeras clases de biología—, la vida no es posible.
Ahora los científicos se han encontrado con seres que, con extrañas soluciones de adquisición de alimento y equilibrio de energía y una bizarra relación con el medio ambiente, viven en sitios absolutamente crueles e inesperados. De pronto parece que casi cualquier lugar de nuestro mundo tiene organismos que viven ahí.
Las arqueas pueden habitar este tipo de ambientes extremos, donde otras formas de vida no son concebibles.
Aclaremos que no es que estos organismos apenas sobreviven en estas condiciones, sino que estos ambientes extremos son su hábitat natural. Viven felices ahí. Los ambientes extremos son sus hogares. Más de uno de esos seres muere si se lo extrae de su ambiente y se lo coloca en condiciones que para nosotros —y para la vida en general que conocíamos hasta ahora— serían paradisíacas.
Viven en lugares imposibles. Chorros de ácido submarino, vapores de azufre, radiación y espacios sin oxígeno. Estos son algunos de los espacios predilectos de los organismos extremófilos, que se reproducen y viven en condiciones que para cualquier otro ser en la Tierra serían inhóspitas. Microscópicos y resistentes, desafían los parámetros conocidos de la vida en nuestro planeta.
Paisaje de las aguas termales de Grand Prismatic Spring a través de un bosque de pinos y lejanas siluetas de turistas caminando por la pasarela elevada, Wyoming, Estados Unidos.
Aquí viven organismos son antiguos y muy diversos. Han poblado la Tierra desde hace miles de millones de años, y todavía hoy, algunos de ellos disfrutan de ambientes en los que las temperaturas medias son de -200ºC. Un ejemplo son las células procariotas, amantes de la presión al fondo de la Fosa de las Marianas, o mlos tardígrados (también conocidos como osos de agua),
Es por ello que se les ha denominado extremófilos. ¿Es posible la vida cerca de una región tan aparentemente hostil como puede ser un volcán? Con esta cuestión se inicia este hilo, dedicado a esos organismos capaces de crecer en y/o tolerar condiciones que, para el resto, son imposibles: los extremófilos y los extremo-tolerantes.
Es obvio que descubrir vida que prolifera feliz en estos ambientes extremos ha llevado a una explosión de la imaginación de los que buscan vida fuera del planeta. Ahora es mucho más plausible pensar que ahí fuera puede haber algo vivo. Sí, nuestros océanos pueden haber sido la sopa primordial de la vida, pero los componentes podrían haber llegado desde el espacio —porque se los detecta en las nubes interestelares y en los meteoritos que caen aquí— y también podría ser que desde aquí hayan saltado de regreso al espacio… No es un afiebrado divague mío, es lo que se especula hoy en algunas corrientes científicas.
No es que la vida terrestre haya necesitado cohetes y cápsulas espaciales para salir del planeta (¿las suelas sucias de los astronautas?), sino que se habría desparramado debido a desprendimientos producidos por los impactos de los asteroides y cometas que han golpeado periódicamente nuestro mundo. Una retro-panspermia, lo inverso de lo que se ha especulado siempre.
Que los nombremos bajo un único denominador puede hacer parecer que todos ellos son una misma cosa, una misma clase de organismo, incluidos dentro de un tipo, clase o philum. Pero hay una buena variedad de formas.
También es importante definir qué es un ambiente extremo —para la vida, claro— y qué no lo es. Antes de toda esta seguidilla de impresionantes hallazgos, un “ambiente extremo” era aquel en el que la vida no podía existir.
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Es obvio que cada vez que se encuentra en esos lugares algo que se retuerce, reproduce, alimenta y crece, las fronteras cambian.
¿Cuál sería una definición básica para determinar hasta dónde pueden colonizar ambientes los seres vivos?
En general todo organismo tiene funciones que debe mantener para poder sobrevivir, y la mayoría de ellas están basadas en el intercambio de materia y energía con el medio. Es decir, que el medio debe permitirle realizar estas funciones.
A medida que descubrimos lo que la propia vida —sólo adaptándose— ha logrado hacer desde hace millones de años, las nuevas maneras que han surgido de adquirir energía y alimentos, descubrimos que no hay definiciones que valgan.
He visto que se habla de organismos medrando bajo stress. Esto significa, para mí, que un individuo de una de estas especies extremófilas se encuentra en situación incómoda en ese ambiente extremo, sufriendo. Esto sería correcto decirlo si queremos pensar que todos los organismos están adaptados, en realidad, a las condiciones físicas y químicas estándar —medias— de la superficie de la Tierra, y que a veces la naturaleza los obliga a estar en otros sitios menos bondadosos, donde deben esforzarse por sobrevivir. Y que las condiciones que generan stress son las situaciones en las que se somete a un organismo a variaciones, hacia cualquier extremo, de las condiciones estándar.
Bien podría ser al revés. Ya veremos que las condiciones en las que apareció la vida podrían ser las llamadas “extremas”, no las moderadas.
En la actualidad en el árbol de la vida se describen 3 ramas fundamentales, llamadas “dominios“. El dominio de los eucariontes es donde nos encontramos nosotros: los protozoos, hongos, algas, plantas y animales; todos seres formados por celulas eucariotas que tienen un núcleo bien diferenciado y otras estructuras internas. Los otros dos dominios, las bacterias y las arquea, son seres formados por células procarióticas que son mucho más simples.
De ellas, las arquea son un dominio fascinante que se describió a fines del siglo XX. Las arquea incluyen a los seres que viven en las condiciones más extremas de la tierra: cerca de volcanes submarinos o en fuentes termales, o aguas muy ácidas o muy alcalinas. Es decir, hay arquea que son capaces de vivir donde otras formas de vida no tendrían ninguna oportunidad de sobrevivir.
La Halobacterium NRC-1 es el organismo conocido más resistente a la radiación, capaz de soportar unos 18.000 dosis de radiación -bastan 10 para matar a una persona. Esto duplica la marca establecida por la D. radiodurans, descubierta en los años 50 del pasado siglo como única superviviente de una comida irradiada. Este tipo de bacterias son especialmente buenas reparando su propio ADN.
Ocurre que así como durante mucho tiempo nuestra cultura se dejó llevar por el antropocentrismo —y también por un rancio centrismo cultural, como cuando Europa se encontró con América—, si pensamos de este modo nos estamos dejando arrastrar por otro desplazamiento del punto de vista: los organismos que viven en esas condiciones no pueden estar sufriendo, porque están absolutamente adaptados. Allí viven felices y en las condiciones que necesitan. Si se los quita de ahí y se los pone en el mejor de los paraísos campestres de nuestro mundo conocido, en el más fértil, templado y rico que queramos, ellos mueren.
Un nuevo estudio afirma que es imposible que seres biológicos prosperen en este sistema poli-extremo que combina altas temperaturas, hiper-salinidad e hiper-acidez, con altas concentraciones de hierro y carencia de oxígeno
Sería demasiado ególatra creer que nosotros, los humanos, junto a las otras especies que existen en nuestro planeta, somos los únicos seres vivos en todo el infinito espacio exterior, sin embargo, aunque los científicos han descubierto un sinfín de mundos con características muy similares a las de la Tierra, y a todos esos monolitos de metal misteriosos que muchos achacan a los extraterrestres, tal parece que no estamos muy cerca de hallar vida allá afuera.
https://www.milenio.com/ciencia-y-salud/temperatura-espacio-impedir-hallar-vida-planetas
Temperatura del espacio podría hacer imposible hallar vida en planetas “habitables”
Analicemos ahora los extremos de los que hablamos. Son de dos clases. Físicos: temperatura, radiación, presión. Y geoquímicos: desecación, salinidad, concentración de oxígeno, acidez, potencial de oxidación.
Para manejarse con estos extremos, los organismos han generado distintas estrategias, dependiendo de cada caso. Evolucionando, han desarrollado respuestas que llevaron a fisiologías distintas o una capacidad de reparación del daño que les produce el medio. Como nosotros, por ejemplo, que transpiramos para regular nuestra temperatura y regeneramos la piel constantemente.
La armadura del escarabajo le permite resistir el picoteo de las aves, las pisadas de animales e incluso el peso de un Toyota Camry que le pasa por encima. Ahora los científicos están estudiando esa armadura en la esperanza de que ofrezca ideas para diseñar edificios y aviones más resistentes.
Aislarse del medio es una solución. Nosotros lo hemos hecho con nuestra piel, y no hablemos de —para ir a extremos— los escarabajos, con sus durísimas armaduras.
Cyanidium caldarium (famosa y enigmática alga roja, eucariota y también termófila) y Dunaliella acidophila (microalga, eucariota) viven en un pH de 5 (ácido) y pueden resistir aún peores (hasta pH 0, que es un valor terrible: es la acidez de una disolución de ácido clorhídrico). Estas células tienen un citoplasma neutro, mientras que sus proteínas externas son tolerantes del ácido.
Dije antes que un organismo que vive en un ambiente extremo no debería ser considerado como uno de nosotros que se ha modificado a causa de las agresiones. Bien puede ser al revés: quién dice que estos organismos no son mucho más viejos que nosotros y que nuestros ancestros son los que cambiaron en respuesta a condiciones más suaves.
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Si un extremófilo vive en un ambiente con más de una característica extrema, entonces es un poliextremófilo, como ejemplo Sulfolobus acidocalcarius, una archea que vive en un medio de 80° C y, como si eso fuera poco, con un pH de 3.
Ya dije que se han encontrado extremófilos que pertenecen a muchas divisiones de los seres vivos. Hasta hace poco más de un siglo se pensaba que era imposible encontrar organismos que vivieran en ambientes donde predominan condiciones extremas, entendiéndose por tales aquellas que son muy diferentes a las que permiten el desarrollo de la mayoría de las formas de vida en el planeta Tierra. Algunos ejemplos de estas condiciones son temperaturas superiores a 80°C o menores a -12°C, presiones aplastantes, oscuridad total, ambientes muy ácidos o alcalinos y concentraciones saturantes de sales. Sin embargo, los avances de las técnicas de exploración en estos nichos tan extremos permitieron encontrar una diversidad de organismos que viven en ellos. Los extremófilos (amantes de condiciones extremas) pueden ser microorganismos, plantas o animales, aunque la mayoría son organismos procariotas unicelulares (arqueas y bacterias). Su pequeño tamaño y su metabolismo variado y adaptable les ha permitido colonizar ambientes que resultarían letales para organismos más complejos.
Entre ellos hay eucariotas, que son aquellos cuyas células tienen la información genética envuelta dentro de una membrana que envuelve lo que llamamos núcleo. Las células de las plantas y de los animales pluricelulares casi siempre son eucariotas.
También hay procariotas —bacterias y archeas—, organismos ancestrales desde el punto de vista filogenético. Son seres unicelulares que tienen la información genética dispersa por su citoplasma: no tienen núcleo.
Y entre los extremófilos no faltan los pluricelulares, y hasta hay vertebrados, aunque parezca increíble.
Con respecto a algo que dije antes, sepamos que entre los termófilos (seres que viven en temperaturas extremas) aparecen más que nada procariotas (ancestrales, como dijimos), de modo que, basándonos en el punto de vista evolutivo, se deduce que los primeros ambientes de la vida —lo “normal” en los ecosistemas antiguos— tenían estas condiciones extremas.
Unos microbios muy primitivos hallados por científicos chinos en rocas cubiertas por el mar hace 1.400 millones de años parecen dar apoyo a la teoría sobre el origen de la vida a partir de “chimeneas subterráneas”.
Las evidencias geológicas encontradas en rocas cerca de la Gran Muralla, en el noreste de China, desafían la actual teoría que dice que la evolución depende exclusivamente de la luz del sol.
Los estudios parecen apuntar a que varios microbios fosilizados, del tamaño de un micrón y forma de bulbo o de hilo, fueron capaces de sobrevivir en condiciones extremas, sin luz ni oxígeno, a temperaturas y niveles de presión extremos.
Los microbios obtenían energía y nutrientes mediante la transformación de sulfuro de hidrógeno, un gas tóxico para el ser humano y muchos de los animales actuales, y que era emitido en forma de humo oscuro por chimeneas naturales.
Los expertos consideran que el descubrimiento (logrado por Li Jianghai, profesor del Instituto de la Tierra y el Espacio de la Universidad de Beijing) es importante para acercarse a la comprensión del origen de la vida y evaluar la posibilidad de que también se haya iniciado la vida en otros planetas.
Al extremo de mucho, mucho calor
Los microorganismos fueron los primeros habitantes de la Tierra, y a día de hoy siguen siendo las formas de vida más abundantes y diversas. Llevan poblando la Tierra desde hace más de 3.000 millones de años, mucho más de lo que llevan las plantas terrestres (530 millones de años) o los mamíferos (220 millones de años), por no hablar de los humanos (250.000 años).
Por lo tanto, las bacterias han tenido mucho más tiempo que los otros seres vivos para evolucionar y adaptarse a cualquier ambiente de la Tierra. Y cuando decimos cualquiera, es cualquiera. Los microorganismos son capaces de colonizar todos los ambientes del mundo. No importa lo extremo que sea. Siempre encontraremos alguna forma de vida.
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La temperatura afecta a los tres tipos fundamentales de moléculas biológicas —lípidos, proteínas y ácidos nucleicos— produciendo cambios en su estructura que desembocan, entre otras cosas, en la desnaturalización (degradación) de estas moléculas.
También hay una correlación inversa entre la solubilidad de los gases en el agua y la temperatura, de manera que a altas temperaturas se puede producir falta de oxígeno y/o de CO2 (anhidrido carbónico o dióxido de carbono) en el agua.
aprovecha sus Beneficios
Cuando se llega cerca de los 100° C, la fluidificación de la membrana celular puede ser letal. Por otra parte, no menos importante, la clorofila se degrada a los 75°, perdiéndose la capacidad fotosintética.
A pesar de todo esto existen los hiper-termófilos, que viven con toda naturalidad por encima de los 80° C.
bacteria, procariota, archea
El hipertermófilo de alta temperatura más extremo es la Pyrolobus fumarii (bacteria, procariota, archea), que vive en las paredes de las fumarolas hidrotermales submarinas. Es un quimiolitótrofo nitratorreductor (ataca las piedras y aprovecha los nitratos) y, por lo que se ha podido medir hasta ahora, es capaz de medrar a hasta 114° C, bien por arriba de la temperatura de vaporización del agua. Incluso, a temperaturas menores de 90° C deja de desarrollarse. Es un ambiente demasiado frío para ella.
Otro hipertermófilo que vive en chimeneas del fondo del mar, la archaea productora de metano Methanopyrus spp, está atrayendo ahora mucha atención porque su filogenética está muy cercana a la raíz del árbol de la vida. Se espera que el análisis de sus genes y su actividad ayuden a clarificar cómo sobrevivían las primeras células del mundo.
Hay termófilos entre las bacterias fototróficas (cianobacterias, bacterias púrpuras y verdes), eubacterias (Bacillus, Clostridium, Thiobacillus, bacteria ácido-láctica, Desulfotomaculum, actinomicetos, espiroquetas, Thermus y muchos otros géneros), así como en las archeas (Pyrococcus, Thermococcus, Thermoplasma, Sulfolobus y las metanógenas).
En contraste, los eucariotas soportan un límite superior de temperatura menos alto, de 60° C para algunos protozoos, algas y hongos, en torno a los 48° C para las plantas vasculares, y de 40° C para los peces, posiblemente porque la solubilidad del oxígeno disminuye a mayor temperatura.
Y mucho frío también
. Parece una especie propia de otro mundo
Científicos rusos encuentran NUEVA forma de vida en la Antártida, sólo 86% son genéticamente similares a todos los organismos vivos conocidos
A muy bajas temperaturas también medra la vida. Se han encontrado microorganismos con actividad biológica bien debajo del punto de congelación, en un ambiente a -18° C (un freezer de heladera está entre -10 y -18° C).
Hace un par de años, científicos de la National Science Foundation (NSF) de los Estados Unidos hallaron en el polo sur microbios que resisten el frío y las intensas radiaciones ultravioletas del sitio, y que son capaces de vivir en la oscuridad y con escasez de agua líquida. Estas bacterias mostraban un metabolismo activo y con síntesis de ADN a temperaturas ambientes de -12 a -17° C. Se supone que poseen enzimas y membranas que les permiten medrar en esos terribles entornos, muy similares a los de Marte.
Este valor de -18 grados numéricamente no parece mucho. La principal razón por la que la diferencia en grados no es tan amplia en el extremo frío —en comparación con los límites que se alcanzan hacia arriba— es que debajo de los 0° C, como todos sabemos, el agua se congela. Congelada deja de ser el medio para reacciones metabólicas, pero además, dado que el agua se expande al hacerse hielo, los cristales rompen la membrana celular.
Por esta razón la mayoría de los organismos —aún más los unicelulares— sufren daños que los llevan a la muerte. La excepción es un nematodo llamado Panagrolaimus davidi, que puede resistir vivo con la totalidad del agua de su cuerpo congelada.
Los científicos vienen estudiando los microbios que toleran las más gélidas temperaturas de la Tierra en los helados mares y lagos árticos y en los secos valles antárticos. Se procura aprender, así, dónde buscar la vida en otros mundos. Se cree que existen posibilidades de encontrar algún tipo de vida en los lechos de Marte (que ahora se sabe fueron mares salados) y bacterias envueltas en fluidos y hielo en la luna de Júpiter llamada Europa.
Los científicos neocelandeses que investigan en la Antártida opinan que el hallazgo de microorganismos cuya existencia transcurre bajo las gélidas superficies de ese continente ha fortalecido la posibilidad de encontrar organismos vivos en Marte. También para ellos, los organismos vivos de la Antártida viven en condiciones geológicas similares a las del planeta roJo-
Encuentran formas de vida desconocidas bajo 1 Km de hielo en la Antártida
El clima de la Antártida se caracteriza por frías temperaturas, que pueden bajar de los treinta grados centígrados bajo cero, y por la sequedad extrema del medio ambiente, que en la Antártida recibe unos 10 milímetros de lluvias anuales. Muchos lugares de Marte se aproximan mucho a eso.
Los científicos dicen que no se debe perder la posibilidad de estudiar los microorganismos en la Antártida, para así estar preparados respecto a lo que se puede encontrar en los mundos gélidos, en vez de tener que esperar a que se pueda viajar al planeta rojo.
Los microorganismos hallados en la Antártida, localizados en un área conocida como Valles Secos, fueron identificados como Beauverias bassianas, unos hongos que pertenecen a una especie emparentada con los de la penicilina. Estos hongos viven enterrados bajo la superficie de la tierra, a una profundidad de entre tres y ocho centímetros.
Los científicos notaron además que el hábitat de la colonia de microbios tiene un alto grado de salinidad, de unas siete veces, al menos, el grado de salinidad de los océanos.
Y otros soportan radiaciones
La radiación es energía en movimiento, bien en forma de haces de partículas —protones, neutrones— o como ondas electromagnéticas —rayos gamma, rayos-X, utravioletas, de luz.
No es habitual que en la superficie de la Tierra haya niveles extremos de radiación, pero igualmente se han estudiado los efectos de una radiación intensa, tanto de ultravioleta como de radiación ionizante, por su importancia en medicina, producción de energía o en los viajes espaciales.
Los daños que puede producir el exceso de radiación van desde la disminución de la movilidad o inhibir la fotosíntesis, hasta algo mucho más importante: daño a los ácidos nucleicos. Cuando una criatura se ve expuesta a una dosis alta de radiación, esta energía intensa causa la descomposición de la molécula de ADN —la colección de todos los genes en un ser vivo que constituyen su esencia—, y ninguna criatura puede sobrevivir si sus genes no funcionan bien.
En este caso el daño es directo, pero también puede ser indirecto, a través de la formación de contenidos de oxígeno reactivo, que reaccionan tanto con las bases como con los dobles y triples enlaces.
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A pesar de todo esto, tenemos extremófilos resistentes a la radiación. La bacteria Deinococcus radiodurans es famosa por su capacidad de resistir la radiación ionizante. Una dosis de 500 a 1000 rads es suficiente para matar a una persona. La D. radiodurans perdura aún después de haber sido sometida a 1.500.000 rads, ¡tres mil veces más!
La mayoría de los microbios tienen herramientas para reparar —ocasionalmente— los daños en su ADN. Por ejemplo, cuando se avería una parte del ADN de Escherichia coli, una bacteria muy común que vive en nuestros intestinos, usualmente puede repararlo y seguir viviendo. Sin embargo, no puede sobrevivir a dos o tres daños grandes en su ADN. D. radiodurans, por su parte, puede recomponer en unas pocas horas el ADN fragmentado a causa de la radiación.
Una de las razones es que tiene una gran cantidad de copias de sus genes. Las células de D. radioduransposeen de cuatro a diez copias de su molécula de ADN, mientras que la mayoría de las bacterias poseen sólo una copia. Estas copias sirven como reserva, son como los resguardos de seguridad que uno guarda de los archivos de una computadora.
De esta manera, cuando la radiación daña el ADN de D. radiodurans, el microbio tiene muchas oportunidades de encontrar una copia intacta de cada gen para usarla y recomponer su ADN. Una proteína especial llamada RecA es la que une los fragmentos. Y parece que D. radiodurans tendría más herramientas de reparación.
Estos procesos aún se están estudiando. Los científicos no tienen completamente claro cómo y por qué D. radiodurans es mucho más resistente a la radiación que otros microbios que tienen las mismas herramientas. Otras bacterias tienen más de una copia de sus genes, aunque no tantas como D. radiodurans.
Los científicos están examinando los genes de D. radiodurans, tratando de entender qué otras herramientas puede tener la bacteria que le confieren una protección extra contra la radiación.
Lo más importante que intentan saber es por qué D. radiodurans desarrolló esta superresistencia a la radiación, ya que el microbio no podría estar expuesto a tan increíbles niveles de radiación en ningún lugar de la naturaleza de la Tierra.
También es increíble que D. radiodurans sea capaz de sobrevivir largos periodos sin una sola gota de agua. Algunos investigadores piensan que la resistencia a la radiación de la bacteria es un efecto colateral de su habilidad para soportar largos períodos sin agua, algo que sí ocurre en muchos lugares. La deshidratación causa los mismos daños en el ADN que la radiación, de modo que requiere el mismo proceso de reparación.
Otros organismos que pueden soportar altos niveles de radiación son dos especies de bacterias del género Rubrobacter y el alga verde Dunaliella bardawil.
Un lago que se formó en el cráter del volcán Licancábur, ubicado a unos 6.100 m de altitud en el Altiplano andino y en la frontera entre Bolivia y Chile, es el lugar ideal para saber cómo se han adaptado los organismos que viven en lagos como ése a la atmósfera enrarecida y al dañino ambiente con alta radiación UV (ultravioleta). Allí se llevan a cabo experimentos sobre estos organismos.
Altas presiones también
La presión varía con la altitud. En la atmósfera, por ejemplo, a 10 km de altitud la presión es casi un cuarto de la que existe a nivel del mar. Nosotros hemos evolucionado en una presión de una atmósfera, que es igual a 101,3 kilopascales (el pascal es la unidad que se utiliza para medir la presión por metro cuadrado) y también a los famosos 760 mm de mercurio de los barómetros tradicionales.
Nuestros ancestros acuáticos, sin embargo, estaban sometidos a una mayor presión, pero hidrostática (en el agua). La presión hidrostática crece en 10,5 kilopascales por cada metro de profundidad. A cinco metros de profundidad, ya tenemos un 50% más de presión que en la superficie.
En la litósfera (dentro de la estructura rocosa del planeta) la presión litosférica crece 22,6 kilopascales por cada metro hacia abajo. A cinco metros debajo del suelo, la presión es un 110% superior a la del aire en la superficie del planeta.
El océano presenta profundidades extremas, en las que la presión es enorme. El punto de ebullición del agua crece con la presión, así que en el fondo oceánico, donde hay fumarolas volcánicas con temperaturas que deberían vaporizarla, el agua del mar se mantiene líquida a 400° C. Este fenómeno incrementa la temperatura a la que es posible el crecimiento microbiano.
Ya hablamos antes de los efectos de la temperatura, pero ¿qué le hace la presión a los seres vivos? Entre otras acciones, la presión produce un cambio de volumen del organismo (lo reduce); además, comprime el empaquetamiento de los lípidos de manera que hace menos fluidas sus membranas. El aumento de la presión puede también inhibir reacciones químicas.
Aunque muchos seres pueden adaptarse a una presión muy alta, lo que no soporta casi ninguno son los cambios repentinos, que pueden ser letales.
La fosa de las Marianas es la mayor depresión marina del mundo, con 11.000-11.200 m de profundidad. Allí, además de Piccard con el batiscafo,
Se llaman estándar a otros, llamados piezófilos, que están totalmente adaptados a presiones de 70-80 megapascales (casi mil veces la presión que soportamos nosotros en la superficie). Estas especies no sobreviven a presiones menores a los 50 megapascales.
El submarino científico japonés Kaiko, por ejemplo, alcanzó las máximas profundidades oceánicas del mundo, realizando más de 250 exploraciones que permitieron descubrir 180 bacterias y 350 nuevas especies, útiles para aplicaciones médicas e industriales.
Este vehículo no tripulado, operado en forma remota, tenía apenas tres metros de largo y pesaba 10,6 toneladas. Fue perdido en medio de un tifón y ahora procuran reemplazarlo.
En el lecho de la depresión Challenger, la más profunda del mundo, en la fosa Maruyama, situada cerca de Guam (Islas Marianas) en el océano Pácifico occidental, los brazos robóticos de Kaiko llevaron a cabo una búsqueda de microbios, con ricos resultados.
El científico Yuichi Nogi descubrió, en la fosa de las Marianas, la bacteria Moritella yayanosii, que contiene proteínas como la DHA y la EPA, ampliamente utilizadas en la medicina. Los investigadores intentan desarrollar a partir de ella nuevos y más potentes medicamentos contra la hipertensión y el cáncer, así como un agente purificador de la sangre.
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Otro hallazgo fue la bacteria Shewanella violacea, en una exploración a 6.500 metros en la Fosa de Tyukyu, cerca de la meridional isla japonesa de Okinawa. Esta bacteria tiene mecanismos particulares de regulación de la presión.
La Shewanella violacea se está probando en la industria de los semiconductores. Los científicos creen que algunas estructuras cristalinas de la bacteria podrían aplicarse a la creación de compuestos químicos útiles para el desarrollo de materiales semiconductores.
El biólogo marino Shinji Tsuchida participó en varias exploraciones en la fosa de las Marianas. En el océano Indico, gracias al submarino robot halló vida en torno a las “fumarolas negras” (del inglés black smokers), una suerte de géiseres submarinos que arrojan agua muy caliente rica en minerales desde el fondo del océano.
Las especies halladas en ese lugar proliferan en un ambiente con gran concentración de sulfuro de hidrógeno (altamente venenoso para los animales) y metano, y una presión mil veces superior a la de la superficie marina. La teoría común señalaba que nada podría sobrevivir en semejantes ambientes extremos, a los que la luz del sol jamás llega.
Allí, en aguas cercanas a Okinawa, donde a profundidades de más de 2.500 metros la temperatura del agua llega a 360° C, se encontraron, por ejemplo, el extraño gusano tubícola Riftia pachyptila, el pequeño cangrejo blanco Austinograea rodriguezensis, y varias especies de camarones y mejillones.
El gusano tubícola parece realmente extraterrestre: no tiene boca ni tracto digestivo y se alimenta del sulfuro de hidrógeno (que es considerado un veneno de amplio espectro), pero no directamente. Contiene una bacteria que vive en simbiosis con él. La bacteria posee una enzima en su organismo que disuelve el sulfuro de hidrógeno y lo convierte en materia orgánica que alimenta al gusano.
Alrededor de estos gusanos se ha creado todo una comunidad de seres vivos de diferentes tipos, que dependen de éstos.
Si todo está muy seco…
El agua posee muchas propiedades que la convierten en el solvente esencial de la vida. Los seres vivos son en gran parte de agua. Así que si falta el agua, la vida no es posible… ¿o sí?
Por lo que se sabe hasta ahora, la falta de agua en un ambiente sí parece ser determinante. El año pasado, en la parte más seca del desierto de Atacama (Chile), un equipo de investigación llevó a cabo experimentos similares a los realizados por las sondas Viking en Marte para encontrar microbios. No hallaron ninguna evidencia de vida. Los científicos calificaron de “altamente inusual” este descubrimiento, por ser un ambiente expuesto a la atmósfera terrestre. Pero Atacama es la región más seca del mundo.
Ubicado a 1.000 metros de altitud, el desierto de Atacama tiene una antigüedad de 15 millones de años y es 50 veces más árido que el Valle de la Muerte californiano. Dicen los investigadores que la razón de que sea tan seco y virtualmente estéril es porque la humedad está bloqueada a ambos lados, por los Andes al este y por montañas costeras al oeste.
Los científicos estudiaron la parte más seca de Atacama, un área llamada “de doble sombra de lluvia”. Durante los últimos cuatro años, la estación meteorológica del equipo registró una única precipitación de tan sólo unos míseros 0,25 mm de humedad. La hipótesis del equipo es que en el corazón del desierto de Atacama llueve, en promedio, una vez cada diez años.
Fred A. Rainey, profesor asociado de ciencias biológicas en la Universidad Estatal de Louisiana y experto en microorganismos de ambientes extremos, dijo que Atacama fue el único lugar de la Tierra en el que tomó muestras de suelo para cultivar microorganismos en el laboratorio de las que no creció nada. Dijo que, normalmente, cuando se toma una muestra de suelo de cualquier ambiente y se lo pone en un medio de cultivo, se pueden ver diferentes colonias bacterianas creciendo allí después de unos pocos días. Pero, en el caso de suelos recogidos en algunas áreas de la región central del desierto de Atacama, no aparece ninguna o muy pocas colonias bacterianas, aún después de veinte días de incubación.
Pero luego de esta investigación con resultados negativos, científicos del Instituto del Desierto de Chile detectaron la presencia de vida microscópica en los cerros que rodean la ciudad de Antofagasta (ubicada al borde del desierto de Atacama). Se trata de bacterias fotosintéticas denominadas cianobacterias, primeras habitantes del planeta.
Desde hace cuatro años, científicos del Instituto del Desierto de la Universidad de Antofagasta (INDES), encabezados por el académico Dr. Benito Gómez Silva, realizan un estudio de los organismos fotosintéticos del desierto de Atacama. Aunque el lugar posee bajísimos índices de humedad, ahí se encuentran organismos hipolíticos, es decir, que viven en las piedras, enterrados bajo la superficie, especialmente en aquellas rocas translúcidas como el cuarzo o el granito, mineral que abunda en esa zona.
Los microrganismos hallados son fotosintéticos y corresponden a una cianobacteria, primeros entes que evolucionaron en la Tierra, siendo responsables de la producción de oxígeno en la atmósfera hace millones de años. Estos microorganismos, dicen los científicos chilenos, podrían ser útiles en biotecnología, pues resisten las condiciones extremas del desierto de Atacama.
En otros ambientes menos extremos pero también muy secos, sin embargo, se encuentran organismos con adaptaciones que les permiten sobrevivir a la falta de agua. Hay organismos que pueden tolerar la desecación extrema porque son capaces de entrar en un estado llamado anhidrobiosis, que se caracteriza porque el organismo tiene una cantidad de agua intracelular pequeña y porque no posee actividad metabólica.
Este estado puede ser alcanzado por una gran variedad de organismos, incluyendo bacterias, levaduras, hongos, plantas, insectos, tardígrados (invertebrados muy pequeños, con el aspecto de los ácaros, a los que se les llama “ositos de agua”), nematodos micófagos, y el crustáceo Artemia salina (que es el que se vende a los niños como un polvillo mágico que se echa en el agua y del que nacen, “milagrosamente”, los “hombrecitos de mar” o “monitos de mar”).
De todos modos, los cambios irreversibles, como la desnaturalización y ruptura de las estructuras de lípidos, proteínas y ácidos nucleicos, así como la acumulación de especies oxigenadas reactivas durante la deshidratación, especialmente bajo la radiación solar, son mecanismos de desecación que producen la muerte.
Salado, salado
Puede observarse el color rojizo que los microbios halófilos producen en el agua. En el centro de la espiral la imagen de
Se sabe ahora que los organismos vivos pueden vivir en un rango de salinidad que va desde el del agua destilada (o sea ninguno) hasta el de las soluciones saturadas de sal.
Hay una forma de arqueobacterias que está adaptada a la vida en ambientes altamente salinos. Estos organismos, conocidos con el nombre de halófilos (amantes de la sal), viven en ambientes salinos y húmedos como el Mar Muerto (Jordania e Israel) y el Great Salt Lake (Gran Lago Salado) de Utah, Estados Unidos.
La antigüedad específica de los halófilos aún no se conoce, pero debido a que respiran oxígeno se cree que no son una de las primeras formas de arqueobacterias. El oxígeno no era uno de los componentes principales de la atmósfera terrestre hasta que los organismos anaeróbicos, como las cianobacterias, comenzaron a producirlo. Sin embargo, existe evidencia que indicaría que los halófilos estarían muy cerca de las raíces del árbol de la vida. Si los estudios indicaran que los halófilos son las arqueobacterias más antiguas, esto apuntaría a que el origen de la vida fue en agua muy salada.
La salinidad, como la temperatura, tiene efecto en las propiedades del agua. Un aumento de la salinidad aumenta la presión osmótica (importante para los organismos), además de bajar la temperatura de congelación (normalmente de 0° C).
Debido a la diferente presión osmótica, la vida en altas concentraciones de sal debe ser capaz de solucionar cuestiones relativas a la presión de la tensión hídrica, la deshidratación celular y la desecación.
Entre los halófilos se encuentra una variedad de microbios. Muchos son archeas y cianobacterias, además del alga verde Dunaliella salina, que puede sobrevivir en soluciones saturadas de cloruro de sodio.
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El lago Mono, en California, Estados Unidos, es un cuerpo de agua extremadamente salado y además alcalino. Es casi tres veces más salado que el agua de mar y tiene un pH de 10. Sin embargo, el lago Mono sostiene una gran variedad de vida; desde microbios, pasando por plankton y llegando a pequeños camarones.
El Tindallia californiensis se encuentra aquí como en su hogar.
Prospera en condiciones altamente alcalinas (pH de 8 a 10,5) y con concentraciones salinas cercanas al 20%.
Hay allí otro raro microbio: Spirochaeta americana. Lo encontraron viviendo junto al T. californiensis y a una cantidad de especies microbianas —que se supone llegan a varios centenares— en las muestras de lodo del lago Mono. Encontrar nuevas especies en esta abundante colección de vida microbiana es un trabajo de detectives.
“La recolección de muestras en el fondo fangoso de este lago, y el mantenerlas vivas, puede ser un asunto complicado,” dice el investigador que trabaja en este lago. “Estas especies mueren ante la presencia de oxígeno, así que hay que tener mucho cuidado para protegerlas”.
Acidez extrema o alcalinidad extrema y temperaturas no aptas para la vida
Ahí la vida está presente
El pH fue definido en 1909 por el químico danés Sorensen como el potencial hidrógeno (pH), o logaritmo negativo de la concentración molar (más exactamente de la actividad molar) de los iones hidrógeno.
Esto es: pH = -log [H+]. Desde entonces, se utiliza universalmente el término pH.
Como esto debe haber sonado para muchos muy técnico y seguramente poco explicativo, para darnos una idea veamos una pequeña tabla de los pH de diversas sustancias:
Disolución de HCl 1 M (ácido clorhídrico) | 0 | |
Jugo gástrico | 1,5 | |
Zumo de limón | 2,5 | |
Zumo de naranja | 2,8 | |
Vinagre | 3 | |
Vino | 3,5 | |
Zumo de tomate | 4 | |
Cerveza | 4,5 | |
Café | 5 | |
Agua de lluvia | 5,6 | |
Agua corriente | 6 | |
Leche | 6,9 | |
Agua pura | 7 | |
Sangre | 7,4 | |
Bicarbonato | 8,2 | |
Agua de mar | 8,5 | |
Leche de magnesia | 10,5 | |
Lejía (hipoclorito sódico) | 12 | |
Disolución de NaOH 1 M (hidróxido de sodio) | 14 |
Los procesos biológicos normales tienden a ocurrir en un rango medio del espectro de pH. El pH tanto intracelular como ambiental suele encontrarse en este valor, de alrededor de 6 a 7.
Sin embargo en algunos sitios de la naturaleza el pH puede ser muy alto, como sucede en los lagos salinos o zonas de desecación, o muy bajo, llegando hasta 0 (extremadamente ácido, como el ácido clorhídrico).
A este pH excepcionalmente bajo las proteínas se desnaturalizan.
Sin embargo, existen organismos que viven con estos niveles de acidez. Son llamados acidófilos.
No se hallan peces y cianobacterias en un pH más bajo de 4, las plantas e insectos viven en sitios que tienen entre 2-3, pero los eucariotas unicelulares pueden vivir por debajo de 1.
El acidófilo más conocido es el alga roja Cyanidium caldarium, que ha sido hallada en la naturaleza a un pH de 0,5, aunque su óptimo en el crecimiento en cultivo es de 2-3. El alga verde Dunaliella acidophilapuede también sobrevivir a 0 de pH, con un máximo de 1. Tres hongos, Acontium cylatium, Cephalosporium sp y Trichosporon cerebriae crecen a pH 0.
En estos ambientes de extrema acidez también se han encontrado archeas.
Los heterótrofos aeróbeos Picrophilus oshimae y Picrophilus torridus tienen un crecimiento óptimo a pH 0,7 y 60° C
En una mina de hierro y en una mezcla de ácido sulfúrico y altos niveles de cobre, arsénico, cadmio y zinc, apareció una rareza: Ferroplasma acidarmanus, con membrana únicamente, sin pared celular.
Existe el otro extremo, el de los alcalófilos, que prefieren pH altos, con una diferencia de dos o más unidades de pH entre el medio interno y externo de la célula. Hay representantes de todos los dominios y del reino de los eucariotas capaces de tolerar pH altos (elevada alcalinidad), de hasta 11.
¡En agua sulfurosa!
Las aguas del río Tinto, en la provincia de Huelva, España, fueran consideradas muertas durante años a causa de la actividad minera de la faja pirítica —que se realizó durante mucho tiempo— y otros motivos, relacionados con actividad industrial más reciente.
Un grupo de investigadores y estudiantes de la Universidad Autónoma de Madrid, que iniciaron a finales de los ochenta el estudio de los posibles microorganismos del Río Tinto, descubrieron con sorpresa que el área fuente de este río de España albergaba una comunidad de microbios muy diversa, resultado inconsistente con un ambiente supuestamente degradado.
Estudios posteriores de la microbiología y química del agua en los noventa empezaron a evidenciar que gran parte de las condiciones de extrema acidez alcanzadas en el río eran originadas por la actividad de ciertos microorganismos, que son capaces de sobrevivir oxidando los sulfuros metálicos, como la pirita, que conforman parte del basamento de la cuenca minera y que han sido fuente de su riqueza.
En efecto, la oxidación de la pirita por microbios quimiolitótrofos (así se definen), produce la generación de una solución ácida con alta concentración en hierro oxidado, que es la sustancia que da el color característico al río Tinto.
La quimiolitotrofía es el proceso metabólico que usan algunos microorganismos para procurarse energía a partir de moléculas inorgánicas. En el caso del río Tinto, bacterias “comedoras de rocas” como Leptospirillum ferrooxidans y Acidithiobacillus ferrooxidans consiguen su energía oxidando los iones de hierro ferroso (Fe2+) de la pirita, convirtiéndolos en iones férricos (Fe3+). El Acidithiobacillustambién es capaz de conseguir energía oxidando el azufre.
A causa de la pequeña cantidad de energía que se genera en la oxidación de ion ferroso a férrico, estas poblaciones de bacterias deben oxidar una gran cantidad de hierro para crecer. Como resultado, relativamente pequeños crecimientos en la población bacteriana producen la precipitación de masivas cantidades de material férrico.
El equipo de investigación ha recogido en ese río unos 1.300 organismos diferentes, incluyendo arqueobacterias, levaduras, hongos y protistas. La biomasa más abundante en el río parecen ser algas. Masas de algas cubren a menudo la superficie del agua, tiñendo las rojas aguas de verde y produciendo burbujas de oxígeno.
Uno de los científicos del equipo piensa que es inexplicable que unos organismos eucariotas como las algas sean capaces de prosperar en estas duras condiciones de acidez y concentraciones metálicas tan elevadas.
¿Y el aire qué?
Hay que hacer referencia a un aspecto que no debemos olvidar: aunque hoy en día el ambiente terrestre es mayoritariamente aeróbeo, es decir con oxígeno (tanto en el aire como en el agua), este elemento es, en realidad, una sustancia activa y tóxica a la que nos hemos adaptado.
El aumento del oxígeno como gas atmosférico modificó los rasgos de la vida en la Tierra. Muchas formas de vida murieron, mientras que otras se adaptaron a la nueva concentración de este gas.
En ese sentido, todos los organismos aeróbeos deberíamos ser considerados extremófilos.
Dentro de las piedras
El 80 por ciento de la flora antártica no es muy diferente de la de otras zonas del planeta. Sin embargo, en el 20 por ciento restante aparecen formas de vida únicas, tan curiosas como la de la imagen de arriba (franja oscura).
Se trata de las comunidades o líquenes endolíticos, “una asociación de hongo y alga que vive dentro de las piedras en una zona de la Antártida conocida como ‘valles secos’, donde se pensaba que no existían formas de vida pluricelular”, relata el profesor de la Universidad Complutense Leopoldo García Sancho.
Este tipo de liquen se ha hecho muy famoso porque “ha servido para diseñar teóricamente lo que puede ser la vida en Marte o los últimos tipos de vida que hayan existido en dicho planeta, y en ellos se basa el proyecto de Vida en Marte de la NASA”.
Las peculiaridades de los líquenes antárticos son en su mayoría morfológicas. “Se ha llegado a hablar incluso de ‘gigantismo’. Algunos ejemplares pueden llegar a alcanzar tamaños descomunales con respecto a otros de su misma especie en distintas zonas”.
En cuanto a su crecimiento, es completamente distinto en las dos zonas del continente: “En la parte continental, la tasa de crecimiento es bajísima, muchos de los líquenes tienen más de 1.000 años”.
En prácticamente todos los desiertos del mundo, en las rocas de cuarzo, que son translúcidas, habitan organismos endolíticos. En el desierto de Mojave, en las zonas más áridas, casi todas las rocas que se encontraron estaban colonizadas por estos organismos.
Un equipo de científicos de la Universidad del Estado de Oregon descubrió bacterias dentro de una perforación de 1.350 metros de profundidad horadada en la roca volcánica cerca de Hilo, Hawai. El agujero comienza en la roca ígnea del volcán Mauna Loa y pasa a través de lava del volcán Mauna Kea. A 1.000 metros encontraron cristales de basalto fracturados que se formaron cuando la lava fluyó al océano.
Luego de un minucioso examen, encontraron que esta lava había sido cambiada por microorganismos. Usando microscopio electrónico, hallaron allí unos diminutos microbios esféricos y fueron capaces de extraerles el ADN, que ahora están estudiando.
El aguante sin luz
eSTOS SERES LLEVAN 50 MILLONES DE AÑOS VIVIENDO A OSCURAS
Aún se discute si el asteroide que dejó su marca en Yucatán fue el que eliminó a los dinosaurios. Sea o no el caso, su efecto fue mundial. El registro fósil muestra que al final del Cretácico, la vegetación de Nueva Zelanda estaba dominada por coníferas y plantas con flores. El registro muestra también que muchas de estas especies desaparecieron súbitamente al final de ese período y fueron reemplazadas por esporas y filamentos de hongos preservados por una capa de carbón de cuatro milímetros de espesor. Esta capa coincide con la deposición de iridio, un elemento raro en la corteza de la Tierra pero abundante en los asteroides.
Es decir, sí hubo una catástrofe mundial. Los científicos pudieron reconstruir el evento mes a mes, con una gran resolución temporal. Durante un período muy corto (entre unos pocos meses a un par de años) los hongos y otras saprofitas que vivían de organismos muertos fueron la forma dominante de vida sobre la Tierra. El polvo atmosférico bloqueó la luz solar y provocó la muerte de las plantas que dependían de la fotosíntesis.
La capa de hongos fósiles es seguida por un intervalo de sesenta centímetros de espesor que contiene trazas de la flora que se iba recuperando, la cual se restableció relativamente rápido: los helechos terrestres primero, seguidos luego de décadas o siglos por una vegetación más diversa, tipo bosque.
Se conoce una capa similar de hongos y algas de una catástrofe previa que ocurrió hace 251 millones de años en la frontera Pérmico-Triásico. Ésta fue una extinción en masa aún mayor: desapareció aproximadamente el 90% de las especies que existían hasta ese momento.
Microbios atómicos y eléctricos
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Geobacter sulfurreducens es un microbio capaz de alimentarse de uranio radioactivo, que es soluble en el agua —lo que lo hace peligroso porque es disuelto y arrastrado por ella—, y convertirlo en una forma que se precipita, de modo que es más fácil separarlo. Estos microbios viven en la tierra común y pueden ser estimulados a crecer naturalmente agregando vinagre al suelo.
Investigadores financiados por el Departamento de Energía de los Estados Unidos usaron este microbio para reducir en un 70 por ciento el uranio disuelto en el agua de una mina llamada Rifle Mill, en Western Colorado, donde se extraía este mineral para las armas nucleares. El uranio disuelto en ese lugar contaminaba el agua subterránea, que luego fluía hacia el río Colorado.
A fines del año pasado, los científicos secuenciaron el genoma de G. sulfurreducens, identificando los genes que le dan al microbio esa capacidad. Encontraron los genes que le permiten nadar y “oler” los metales. Más de cien genes ayudan al microbio a producir energía transportando electrones en metales como el uranio. Descubrieron que es probable que este microbio se adapte y sea capaz de competir en entornos subterráneos, incluyendo suelos pobres en oxígeno, pero también en aquellos en los que este elemento existe en cantidad. Los descubrimientos fueron publicados en la revista Science.
El proceso que usa el microbio para obtener su energía de los metales se puede utilizar para fabricar baterías. Los científicos produjeron electricidad fijando celdas con microbios G. sulfurreducens a electrodos y capturando la corriente que se generó.
Hay otro microbio, el Geobacter metallireducens, que es capaz de descomponer el uranio y también el plutonio, un metal muy radioactivo.
En las profundidades del planeta
Un nematoda (Poikilolaimus sp.), que vive a 1,4 kilómetros de profundidad en el suelo.
La perforación más profunda del mundo es el pozo SG-3, de 12.262 metros, en el área de Pechenga-Zapolyarny, península de Kola, Rusia. Estos pozos son experimentales. Además del aporte en conocimentos a la geofísica, se prueba en ellos hasta dónde es posible penetrar en la corteza de nuestro mundo.
Alcanzar grandes profundidades no es nada fácil de lograr. A medida que se avanza, el trabajo se hace cada vez más dificultoso, y el éxito final depende de la calidad técnica del equipo que se utiliza —que en los casos extremos, como el pozo SG3, requiere tecnología ultravanzada, comparable a la espacial—, pero también de la formación geológica en la que se perfora.
El programa alemán de perforación continental profunda (KTB) realizó varias perforaciones de la frontera Cretáceo-Terciaria en la roca cristalina de la cuenca del Bosque Negro Bávaro (Bavarian Black Forest, en Schwartzwald) en Europa central. De los seis pozos perforados, el más profundo tiene 9.100 m, y a esa profundidad la temperatura alcanzó los 265° C. En uno de estos pozos de KTB se hallaron hipertermófilos a una profundidad de 4.100 m, aunque no se pudieron lograr muestras cultivables de estos microorganismos. La temperatura de los líquidos era de 118° C (hasta ahora, la temperatura a la que se han podido cultivar hipertermófilos no ha excedido los 113° C).
En Gravenberg, Suecia, se hizo otra perforación muy profunda para estudiar los gases de las profundidades. Alcanzó los 6.800 m y ahí sí se pudieron aislar las bacterias termofílicas, a una profundidad de 5.278 m, donde había una temperatura de entre 65 y 75° C.
Estos hallazgos son más o menos fortuitos, porque estas perforaciones profundas siguen siendo muy pocas y no se ha encarado ninguna que esté específicamente orientada a la investigación microbiológica. Las que se realizan con el propósito de explorar la vida microbiana raramente alcanzan los 1.000 m. La exploración de la biosfera intra-terrestre profunda recién ha comenzado y es difícil predecir qué sorpresas nos pueden esperar allí.
Bajo el suelo del mar, comiendo vidrio
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En un pozo realizado bajo el océano Pacífico se encontraron rastros de microbios que viven como topos, comiendo y avanzando por la roca, a 375 metros debajo de la corteza del fondo oceánico y a 4.000 metros por debajo del nivel del mar. Se trata de roca formada por lava submarina vitrificada, similar a la que se usaba en la edad de piedra para hacer puntas de flechas, en la que se hallaron las galerías (como de gusano) excavadas por los microbios.
Se podría dudar del origen de estas perforaciones, atribuyéndolos a fenómenos químicos que no involucren seres vivos, pero se halló material biológico adherido a las paredes internas de los túneles.
Hubert Staudigel, de la Institución Scripps de Oceanografía de la Universidad de California, en San Diego, Estados Unidos, descubridor de estos organismos, dijo que los microbios pueden hacerse camino excavando túneles al mismo tiempo que comen, ya que derivan energía química del vidrio y así encuentran protección de “organismos mayores”. Dice que estos microbios come-vidrio son los extremos inferiores de la cadena alimenticia de la ecología de este mundo en las rocas. Su estudio fue publicado en la revista Science en el año 2001.
Resistiendo el espacio exterior
En base a los experimentos realizados por los rusos y la NASA, se sabe que las formas sencillas de vida podrían sobrevivir los viajes interplanetarios o interestelares. Los científicos creen que lo harían en un estado muy poco vital, congelados y deshidratados, dentro de los asteroides rocosos más grandes, protegidas de los rayos cósmicos.
Al caer en planetas con las condiciones necesarias, podrían revivir y medrar allí, adaptándose a sus condiciones.
En un experimento de la NASA, la bacteria Bacillus subtilis sobrevivió casi seis años abiertamente expuesta al espacio. La bacteria Deinococcus radiodurans ha soportado tranquilamente pruebas de exposición a rayos gama equivalentes a haber estado millones de años en el espacio, además de aceleraciones equivalente a 33.000 veces la gravedad terrestre.
Además, se han podido volver a la vida bacterias halladas insertas dentro de fósiles terrestres después de haber estado latentes durante 25 a 40 millones de años. Es obvio que algunos de estos microbios serían capaces de sobrevivir los viajes interestelares y llegar vivos a otros planetas, a pesar de la alta energía de los impactos de los cometas y asteroides.
Flotando en altitudes extremas
Científicos del departamento de Astrobiología de la Universidad de Cardiff (Reino Unido) y de Hyderabad (India) han tomado muestras de aire con contenido biológico en las capas estratosféricas superiores. En enero de 2001 lanzaron varios globos sonda desde Hyderabad, que tomaron muestras a altitudes de hasta 41 km, congelándolas in situ.
Los resultados de estos experimentos se publicaron en FEMS Letters, una publicación de la Federación de Sociedades Microbiológicas Europeas.
Cuando estas muestras fueron descongeladas y cultivadas, se hallaron dos tipos de bacteria similares a las Bacillus simplex y Staphylococcus pasteuri, comunes en los suelos. También había un tipo de hongo que parece ser Engyodontium album. La densidad de estos microorganismos era reducida, pero real. Aunque no se pueda descartar del todo una mínima posibilidad de contaminación antes o después del vuelo de los globos sonda, tampoco existe prueba alguna para dudar de la correcta realización del experimento.
Estos resultados han producido una fuerte disputa en la comunidad exobiológica y microbiológica por dos motivos. El primero es la dificultad de comprender cómo han logrado llegar esos microorganismos a semejantes altitudes. El segundo, más serio todavía, es la posibilidad de que estos seres no vengan desde abajo, sino desde arriba, transportados por objetos no terrestres como los cometas. Esto sería una vindicación directa de la polémica teoría de la panspermia, según la cual la vida en la Tierra —y en otros planetas— bien podría haber sido sembrada desde el espacio.
La panspermia no es una teoría generalmente bien aceptada por la comunidad científica en estos momentos y cualquier posible vindicación de la misma es escrutada con cien ojos.
Sea como fuere, es evidente que la vida es un fenómeno persistente que se manifiesta en ambientes extremos de todo tipo, desde géiseres hirvientes hasta inhóspitos desiertos y ríos ácidos. Lo extraño de estos microorganismos presuntamente capturados a 41 km de altitud no es su existencia, sino de qué manera han acabado allí… y se mantienen allí (si es que no están permanentemente lloviendo desde el espacio, como podría afirmar la panspermia).
El astrofísico Jayant Naralikar —que ha colaborado en los experimentos descritos— sugirió a la prensa que el virus del SARS podría tratarse de uno de estos organismos extraterrestres, o al menos de alta atmósfera.
Esto es como mínimo aventurado y sólo podría considerarse después de descartar otras causas mucho más comunes, como, por ejemplo, la situación higiénico-sanitaria en los focos de la infección y la formación convencional de nuevas cepas víricas, bien documentadas en el caso de enfermedades como el SIDA y determinadas fiebres hemorrágicas, como el Ébola.
También hay que considerar que se acepta comúnmente que, por razones evolutivas, los organismos de orígenes muy distintos interactúan mal. Los proponentes de esta hipótesis “altoatmosférica” para el origen del SARS deberían explicar cómo es posible que estos microorganismos sean capaces de interactuar con seres que han seguido caminos evolutivos muy distintos, como los humanos.
Muy, muy antiguos
Un investigador ha encontrado algo que a su parecer son fósiles de como mínimo 3.200 millones de años de antigüedad (y hasta podrían tener 3.500 millones o más aún), lo que sugiere que la vida en la Tierra se habría originado en el fondo del océano, en lugares donde la luz del sol jamás ha llegado, en sitios profundos calentados por efecto de los volcanes.
“La cuna de la vida puede haber sido un terrible lugar, subterráneo y sulfuroso, nada diferente de la visión medioeval del Infierno”, dice Birger Rasmussen, paleobiólogo de la Universidad de Western Australia, quien reportó el hallazgo del fósil en la revista Nature.
Las formaciones halladas, que a entender de los científicos son organismos unicelulares, aparecieron en rocas australianas 600 millones de años más antiguas que la evidencia más primitiva de vida química que se haya encontrado en la Tierra. Además, este descubrimiento hace retroceder en alrededor de 2.700 millones de años la evidencia fósil de microbios que hayan vivido alrededor de fuentes calientes del fondo del océano.
Las formaciones parecen organismos filamentosos que miden una milésima de milímetro de diámetro y un décimo de milímetro de longitud. Estos seres pueden haber obtenido su energía de productos químicos relacionados con el azufre en lugar de la luz del sol, dijo Rasmussen, su descubridor.
“En las profundidades del océano, los manantiales calientes pueden haber sido hábitats atractivos para los primitivos microbios, ya que allí estaban protegidos de los efectos del bombardeo planetario y sumergidos en una rica sopa de metales y nutrientes”, explicó Rasmussen. “Semejante entorno puede haber ofrecido durante centenares de millones de años un lugar seguro para el desarrollo de la vida, antes de que la superficie de la Tierra se hiciese habitable.”
Estos hallazgos no terminan con el debate sobre cuál puede haber sido el lugar de origen de la vida en la Tierra, ya que esos microbios pueden haber migrado desde otro lugar.
Pero según piensa Andrew Knoll, profesor de paleobiología de la Universidad de Harvard, Rasmussen ha traído a la palestra el hecho de que las rocas volcánicas ubicadas en lugares fuera del alcance de la luz del sol, bañadas de agua hirviente, podrían ser el lugar donde se inició todo.
“La teoría actual de la biología es muy parecida a la visión medioeval del Infierno”, dice Knoll.
Charles Darwin teorizó que la vida podría haber comenzado en una pequeña charca calentada por el sol. En los años 50 los científicos demostraron que un rayo eléctrico caído en una mezcla de gases que simulaba la composición de la atmósfera de la primitiva Tierra produce aminoácidos, uno de los ladrillos de la vida.
Luego, sin embargo, los biólogos que buscan el origen de la vida concentraron su búsqueda en lugares en los que brota agua caliente a través de la corteza de la Tierra.
Rasmussen dice que se tropezó con los fósiles mientras examinaba el interior de unas rocas compuestas principalmente de cuarzo y pirita que se habían extraído de muchos metros debajo de la superficie. Su estudio trataba de determinar cuánto oxígeno había en la atmósfera primitiva.
El lugar del hallazgo es conocido como depósito del “Manantial de Azufre”, ubicado en la región de Pilbara, en el oeste de Australia. Esta región fue un antiguo lecho marino y ahora es accidentada, rocosa y caliente, con muy pocas lluvias.
“Luego de investigar centenares de sitios, encontré unas estructuras inusuales que contenían densos conjuntos de filamentos entrelazados”, explicó. “Tras un examen cuidadoso, llegué a la conclusión de que los filamentos tienen que ser biológicos.”
Knoll está de acuerdo, ya que los filamentos tienen tamaños y alineamientos regulares.
Rasmussen y Knoll creen que estos fósiles, además de sumarse al panorama de la primitiva vida sobre la Tierra, marcan un camino para los científicos que buscan vida en otros lugares del Sistema Solar.
Un asunto alucinante
Después de todo lo visto anteriormente… ¿Quién puede negar la presencia de vida en otros mundos?
Comencé esta recopilación impactado por un artículo que encontré en Internet hace bastante tiempo. Lamentablemente, mientras lo estaba traduciendo, el artículo desapareció de la red.
No sé qué credibilidad se le puede dar, pero de todos modos aquí lo pongo, porque sin duda es alucinante.
Nota: Por si alguien piensa que esto puede ser algo inventado por mí, lo refiero a un link que apunta aún a ese artículo desaparecido, ubicado en Astrobiology.com – observen allí el artículo “Scientists Claim to Revive Alien Bacteria, Discovery.com”, del día 10 may 2001.
Microbios en rocas y meteoritos: una nueva forma de vida no afectada por el tiempo, la temperatura y la presión
Giuseppe Geraci (*), Rosanna del Gaudio (*) and Bruno D’Argenio (**) (*) Dipartimento di Genetica, Biologia Generale e Molecolare, Università di Napoli “Federico II”, Naples, Italy (**) Dipartimento di Scienze della Terra, Università di Napoli “Federico II”, Naples, Italy and Istituto di Ricerca Geomare Sud, Consiglio Nazionale delle Ricerche, Naples, Italy
RESUMEN – Los cristales, rocas y vetas minerales de diferentes orígenes parecen contener vida microscópica viable que aparece nadando bajo el microscopio cuando la muestra es fragmentada apropiadamente y se la suspende en un medio nutriente. Esta forma de vida de las rocas parece no ser afectada por el tiempo, ya que se han encontrado microbios en muestras de eras geológicas diferentes, desde 2.800 millones de años de antigüedad a otras recientes, ni tampoco por la presión y la temperatura, ya que están presentes en rocas metamórficas e ígneas. Una búsqueda similar en meteoritos muestra que en esos materiales también hay microorganismos. Se han cultivado y clonado algunas especies microbianas derivadas de muestras de rocas y meteoritos. Se las ha clasificado por tipificación de 16S rDNA, encontrando que no son esencialmente diferentes de los organismos de hoy; además, resultan sensibles a la inhibición de crecimiento a causa de antibióticos específicos. Si las formas bacterianas encontradas en meteoritos realmente son de origen extraterrestre, su presencia apoyaría la hipótesis de que la vida llegó de fuera de la Tierra, con la indicación adicional de que podrían haber estado presentes en los materiales que formaron el Sistema Solar.
PALABRAS CLAVE: Bioastronomía, Microbios, Vida en las rocas, Vida en meteoritos, Origen de la vida.
INTRODUCCIÓN
Es de conocimiento común que existen fósiles bien reconocibles de formas de vida microbiana en antiguas rocas sedimentarias, tales como los estromatolitos arcaicos. Algunos microfósiles están tan bien preservados que ha sido posible su identificación y caracterización en términos de estructura y composición, permitiendo determinar qué tipos de microorganismos poblaban la Tierra en sus tiempos geológicos iniciales (Golubic y Seong-Joo, 1999; Nisbet, 2000; Rosing, 1999). Estos estudios son relevantes para comprender mejor el origen y evolución de la vida en la Tierra. Con ese propósito se formularon diferentes teorías en la primera mitad del siglo 19, que consideraban las peculiares condiciones prebióticas (J. D. L. Bernal, J.B.S. Haldane, A.I. Oparin), y también se realizaron experimentos de laboratorio en condiciones que duplicaban los entornos prebióticos supuestos (S.L. Miller).
Recientemente, los estudios geotérmicos sobre la presencia de vida en la joven Tierra han dado evidencia de que había microorganismos hace 3.200 millones de años (Rasmussen, 2000) o incluso antes 3.470 millones de años atrás, en base al resultado de la enzimología de redución de sulfato microbial (Shen et al, 2001). Todo esto ha llevado el comienzo de la presencia de vida organizada, capaz de realizar funciones bioquímicas complejas, a un período inmediatamente posterior al bombardeo pesado de meteoritos a la Tierra (Gogarten-Boeckel et al., 1995; Drake, 2000). ¿Cuánto tiempo fue necesario, en efecto, para la aparición de vida organizada en células con metabolismo activo luego de la acreción de nuestro planeta?
Al parecer fue suficiente un corto período, de unos pocos centenares de millones de años, para dar el salto entre el mundo de lo inorgánico y el mundo biológico (Nisbet, 2000). La posibilidad de que el origen de la vida pueda estar fuera de la Tierra, a donde fue importada, se ha tomado en consideración desde que lo propuso Svante Arrhenius (panspermia) al comienzo del siglo 19, con el refuerzo reciente de Fred Hoyle. Se ha considerado recientemente la posibilidad de que la vida se haya originado en la profundidad del espacio. En apoyo a esta hipótesis se ha reportado que un material sólido, producido por irradiación de químicos básicos en el vacío y a baja temperatura, al ser sumergido en agua creó espontáneamente estructuras membranosas similares a burbujas de jabón que tenían una capa interna y una externa. (Dworkin et al., 2001).
Los resultados del presente trabajo muestran que existen microorganismos reales dentro de cristales y rocas de composiciones químicas diferentes, además de en meteoritos, en una forma que presenta propiedades muy peculiares e inesperadas, que podría haber sido el vector ideal para propagarlos a través del universo.
Estos hallazgos surgieron de un estudio de microorganismos en muestras colectadas por medio de perforaciones superficiales en el fondo del mar, que luego fue extendido a diferentes tipos de rocas. Se encontró que las eurobacterias, en algunos casos archaea y en un caso un eucariota unicelular, no sólo aparecen en células calcificadas, muertas o parcialmente degradadas, como se ha establecido en una multitud de artículos de geomicrobiología (Banfield y Nealson, 1997), sino que están, además, en una forma que puede ser reactivada suspendiendo un fragmento apropiado del espécimen sólido en un medio nutriente.
En las observaciones iniciales se inspeccionaron alrededor de cincuenta muestras de diferentes dominios geológicos y eras y de diferentes composiciones químicas, y diez de ellos fueron analizados, incluyendo algunos meteoritos, proporcionados amablemente por el Real Museo Mineralógico de la University of Naples Federico II.
Figura 1.1 – Dominios (Pique para ampliar y ver explicación) |
Figura 1.2 – Especímenes (Pique para ampliar y ver explicación) |
MATERIALES Y MÉTODOS
El origen de los cristales, rocas, piezas de mineral y meteoritos utilizados se reporta en la explicación de la figura 1.1
Se obtuvieron pequeñas muestras de los especímenes mayores removiendo la capa externa y cortando luego en dos mitades la parte interior con un equipo estándar de corte de rocas. La nueva superficie expuesta se embebió en etanol y luego se puso en la llama de un mechero Bunsen durante dos minutos. En la superficie tratada se perforaron agujeros de 5 mm de profundidad con un taladro con puntas estériles. Se realizó un agujero mayor y luego uno menor, dentro de él. Del fondo del segundo agujero se obtuvo una muestra de roca raspando con una aguja esterilizada de jeringa, que se había puesto al rojo previamente en la llama del mechero Bunsen. Después del corte de la roca en mitades, todas las operaciones se realizaron dentro de una campana estéril de flujo laminar. Los operadores utilizaron guantes de látex. El material plástico utilizado se esterilizó. El resto del material y elementos utilizados se esterilizaron en autoclave durante 40 minutos a 121° C. Antes de la utilización como medio de cultivo, la solución esterilizada fue incubada durante una semana para comprobar posibles contaminaciones. Todos los experimentos se realizaron con los controles apropiados de contaminación, que dieron negativo durante el período de cultivo de las muestras analizadas.
Los fragmentos finamente pulverizados de las rocas en análisis se colocaron directamente en una placa de microscopio, suspendidos en un medio de cultivo estéril LB, se cubrieron con una microcubierta de vidrio y se observaron de inmediato con aumentos de 400x a 1000x. Las muestras pulverizadas también se colectaron en frascos de Petri y se agregó medio de cultivo estéril. Se inició el cultivo líquido agitando suavemente en una base oscilante a temperatura ambiente. Después del tiempo apropiado de cultivo, que duró entre dos días a una semana dependiendo de la muestra, el cultivo fue disuelto seriadamente y disperso en agar sólido en placas estériles LB de agar para aislar los clones individuales.
Ver detalles técnicos (inglés)
RESULTADOS Y DISCUSIÓN
En la Figura 1 se reporta la caracterización geológica de las rocas, cristales y menas de mineral que se han examinado por el método de raspar el interior de la muestra, obteniendo un material finamente fragmentado que se colocó en una placa de miscroscopio, suspendido en un medio nutriente, cubierto y observado con aumentos de 400x – 1000x. Se muestra como ejemplo de especímenes alienígenas los que surgieron del meteorito condrítico (MetA.) La muestra del Cámbrico bajo GB-16 es el ejemplo de especímenes de más de 500 millones de años.
Para buscar microorganismos viables se han estudiado muestras que cubren desde épocas recientes hasta fines del Arcaico y dos meteoritos. En todos los casos se observó la aparición de formas nadadoras, con diferencia en el tiempo transcurrido hasta la primer observación de movimiento y la variedad de formas presentadas en la muestra. En varios casos el movimiento apareció al inicio de la observación, lo que indica que la transición a una forma activa fue prácticamente inmediata a la suspensión de la roca fragmentada en el medio nutriente. El gran número de formas activadas de inmediato, junto con la variedad de tamaños y formas, indica que no son una parte menor de las muestras, y reduce la posibilidad de que, a este nivel del análisis, puedan derivar de contaminación externa. [Un hallazgo interesante es la asociación frecuente de los “microorganismos” con fragmentos de la roca de muestra que realmente se movieron en el campo del microscopio durante la observación. Existe un vídeo de algunas observaciones realizadas a 1000x que muestra la actividad que se presenta en las rocas fragmentadas que se han sumergido en el medio de cultivo.]
La suspensión de muestras fragmentadas en agua produjo también efectos similares pero el período de movimiento activo sólo duró unos minutos. En otros casos, la observación de los movimientos iniciales requirió un largo período de incubación. El término más largo fue típico de una muestra de dolomita en la que los movimientos activos se observaron una hora después de la suspensión de la muestra pulverizada en el medio de cultivo.
(El artículo sigue con más datos científicos, demasiado científicos ya, así que detuve aquí la traducción. Si alguien desea verlo, me lo pide y se lo envío por e-mail)
Algunos récords de la vida extrema:
- Más calor: (114° C) Pyrolobus fumarii (Isla Vulcano, Italia).
- Más frío: (-18° C) Cryptoendoliths (Antártida y permafrost de Siberia).
- Radiación más alta: (5 MRad, o 5000 veces la radiación letal para los humanos) Deinococcus radiodurans.
- Mayor profundidad: 3,2 km bajo el suelo.
- Mayor acidez: pH 0,0 (La mayoría de la vida está a un factor al menos 100.000 veces menos ácido).
- Mayor alcalinidad: pH 12,8 (La mayoría de la vida está a un factor al menos 1.000 veces menos alcalino).
- Mayor duración en el espacio: 6 años, Bacillus subtilis (en un satélite de la NASA).
- Mayor presión: 1.200 veces la atmosférica.
- Mayor salinidad: 30 % sal, ó 9 veces la salinidad de la sangre humana. Haloarcula.
- Menor tamaño: < 0,1 micras ó 500 veces menor que el grosor de un cabello humano (picoplancton).
Más datos:
- Microbios primitivos ofrecen indicios sobre origen de vida
- ¡Caliente! ¡Caliente! ¡Caliente! Pero, ¿cómo?
- Vida en el hielo
- Vida bajo el hielo antártico
- Los orígenes salados de la Tierra
- El cauce fluvial del río Tinto y su interés en Astrobiología
- Proyecto Marte en Río Tinto
- Un geólogo español predice que si hay vida en Marte estará en las cuevas
- Fabricando sulfuro con agua marciana
- Viviendo en el oro del tonto
- Scientific Information System for the world deepest borehole, Kola SDB-3
- Artículos diversos
May
13
¿Ser Inmortal? ¡Qué barbaridad!
por Emilio Silvera ~ Clasificado en El Universo y la Vida ~ Comments (0)
Todas las cosas tienen su medida, y, la Vida de las personas también. Sobrepasar lo que es natural está fuera de toda lógica. En el caso de la duración de nuestras vidas, lo normal es que vivimos un tiempo prudencial (lo de prudencial puede ser variable para unos y otros según su genética), y, lo deseable es que cada cual cumpla los años que le permitan vivir con la Mente clara y pudiendo valerse por sí mismo. En caso contrario… ¡Para qué seguir aquí? ¿Molestando a los seres queridos? Yo no quiero estar en esa situación.
Estas figuras que ahí podéis contemplar, antes eran unas estrellas que al morir dejan estos remanentes o figuras según sus masas. El proceso es, en estrellas como el Sol, pasan a Gigantes rojas, y después a enana blanca dejando una Nebulosa planetaria. Si tiene más de 5 masas solares serán estrellas de neutrones y, las más ,masivas, agujeros negros.
Así podría ser el Sol cuando pasen 5.000 millones de años. Una Gigante Roja que abrazará la Tierra
Nada lo puede parar, el Tiempo pasa de forma inexorable en dirección al futuro y, su transcurrir, todo lo cambia, nada permanece, ni los objetos inanimados ni tampoco los seres vivos. Hay algo que llamamos Entropía que hace imposible que las cosas se conserven de la misma manera con el paso del Tiempo, ya que, todo, a nivel individual es un sistema cerrado y, en ese caso, la entropía no deja de crecer.
El paso del Tiempo lo cambia todo. Con el paso de los Eones, hasta la misma muerte tendrá que morir
Así, el Tiempo sigue su camino mientras que todo cambia con su transcurrir. Las generaciones de seres se suceden y unos se irán para que otros continúen la andadura para cumplir el destino al que finalmente, a nivel global, estemos destinados. El destino será siempre desconocido (menos mal) y, a cada cual le llegará su final cuando le toque o el Azar le tenga reservado.
El Tiempo no persona, transcurre inexorable y nosotros soportamos cambios, la Entropía no persona
De ninguna manera me gustaría llegar a esas edad en la que, antes que tú, todos tus seres queridos han fallecido, el mundo para tí ya no es el mismo, tu mujer y tus hijos e incluso tus nietos se han ido… ¿Para que quieres continuar aquí, que sentido tendría?
Cuando algunos hablan e que dentro de de 500 años podremos vivir más de dos siglos, me pregunto: ¿En qué condiciones? La inmortalidad no es algo que contemple la Naturaleza, no es natural y, la lógica nos lleva a pensar que, una vez cumplido nuestro ciclo debemos dar paso a los que vienen detrás, los que conocerán nuestro futuro que será su presente.
¿Inmortalidad? ¡No gracias! Duración indefinida de algo en la memoria de los hombres. eternidad, perpetuidad, perennidad, indestructibilidad. ¿Quién quiere eso? Seguir viviendo cuando todos tus seres queridos se han ido. Venimos a este mundo con un Tiempo natural, cada cual lo aprovecha de una manera, o, la mayoría de las veces como bien puede. Cuando el Cuerpo Físico deja de responder… Mejor dar por terminado el viaje.
Otra cosa diferente sería el hecho de que, nosotros los seres mortales, con el paso del tiempo y los nuevos conocimientos adquiridos pudiéramos mutar hacia otras formas, una especie de seres ascendidos que, fundido con el universo formáramos con él un todo.
El Infinito, la Inmortalidad, el Vacío, la Nada… ¡No existen! Nada vive o dura para siempre y todo está sometido a un Principio y un Final. El vacío tampoco se ha podido encontrar…. ¡Siempre hay!
Estamos en un Universo dinámico, aquí nada permanece y todo cambia, el tiempo hace que las cosas se transformen en otras diferentes a las que fueron y, de manera continuada, surgen “cosas” nuevas, nuevos mundos y nuevas formas de vida. Eso es lo natural y, todo lo demás… ¡ilusiones!
emilio silvera
May
11
Estrellas cercanas que podrían facilitar la presencia de vida
por Emilio Silvera ~ Clasificado en El Universo y la Vida ~ Comments (3)
Hay una veintena de estrellas que se encuentran dentro de un radio de acción marcado por los doce años-luz de distancia al Sol. ¿Cuál de ella se nos presenta como la más probable para que, algunos de sus planetas pudieran albergar alguna clase de vida, incluso Vida Inteligente? La estrella más cercana a nosotros es Alfa Centauri que, en realidad es un sistema estelar situado a unos 4.37 años-luz de nosotros (unos 42 billones de kilómetros). En realidad, se trata de un sistema de tres estrellas.
Alfa Centauri contiene al menos un planeta del tamaño terrestre con algo más de la masa de la Tierra que está orbitando a Alfa Centauri B. Sin embargo, su cercanía a la estrella, unos 6 millones de kilómetros lo hace tener una temperatura de más de 1.ooo ºC lo que parece ser muy caliente para albergar alguna clase de vida.
Alfa Centauri, seguramente por su cercanía a nosotros, ha ejercido siempre una sugestiva atracción para nosotros cuando miramos el cielo nocturno. Resulta ser, en su conjunto, la tercera estrella más brillante de todas, y junto con Hadar (Beta Centauri), las dos en la imagen de arriba, es una muy importante y útil referencia para la localización de la Cruz del Sur. Además, y como se trata de una estrella triple, Alpha Centauri A, la componente principal, se constituye en una buena candidata para la búsqueda de planetas del mismo tipo que la Tierra.
Las tres estrellas se formaron a partir de la misma nebulosa de materia interestelar. El trio de estrellas se van orbitando las unas a las otras a un ritmo como de vals, unidas por los lazos invisibles de la fuerza gravitatoria que generan y con la que se influyen mutuamente. Lo cierto es que las estrellas triples gozan de pocas probabilidades para albergar la vida, porque no pueden mantener a sus planetas en una órbita estable y segura, la inestabilidad que producen las tres estrellas en esos posibles planetas, parece que sería insoportable para formas de vida inteligente. Claro que, las distancias a las que se encuentran unas estrellas de otras es grande y… ¿Quién sabe? Nunca podemos afirmar nada sin haberlo confirmado.
La fría supertierra alrededor de la estrella de Barnard
La siguiente estrella más allá de Alfa Centauri es la estrella de Barnard, situada a 6 años-luz aproximadamente de nuestro Sol, o, lo que es lo mismo, a unos sesenta mil billones de kilómetros de distancia. Esta estrella parece contar con una familia de planetas. Sin embargo, es una estrella muy vieja, casi tanto como el propio universo, y, por tanto, es deficitaria en la mayoría de los elementos químicos esenciales para la vida. Es poco prometedora para buscar vida en sus alrededores.
Las 10 estrellas más cercanas al Sol se encuentran en un rango de distancia entre los 4 y 10 años luz. Para tener una idea, la Vía Láctea mide unos 100.000 años luz, lo cual convierte a estas estrellas en verdaderas vecinas:
Numero de estrellas en un radio de 250 años luz = 260 000
- Alfa Centauri (que, en realidad, es un sistema de tres estrellas): a 4,2 años luz.
- Estrella de Barnard: a 5,9 años luz.
- Wolf 359: a 7,7 años luz.
- Lalande 21185: a 8,2 años luz
- Sirio (un sistema binario de estrellas): a 8,6 años luz
- Luyten 726-8 (otro sistema binario): a 8,7 años luz.
- Ross 154: a 9,7 años luz
- Ross 248: a 10,3 años luz
- Epsilon Eridani: a 10,5 años luz.
- Lacaille 9352: a 10,7 años luz
Más allá de Barnard existe un cierto numero de estrellas, todas ellas poco prometedoras para la existencia de vida y de inteligencia porque, o son demasiado pequeñas y frías para emitir la clase de luz que la vida tal como la conocemos requiere, o demasiado jóvenes como para que haya aparecido la vida inteligente en los planetas que las circundan. No encontraremos otra estrella que pueda albergar la vida y seres inteligentes hasta que no viajemos a una distancia próxima a los once años-luz del Sol.
Epsilon Eridani
Este sistema tiene nueve planetas, tres de los cuales son hogar de humanos. El más notable es el de New California, terraformado por la Cisco Corporation en 2958. Este gran conglomerado hizo una fortuna con una patente de un método de terraformación y ahora están interesados en muchos campos. Es un bonito mundo con asombrosas vistas en todos lados; plantas, árboles exóticos, ríos y montañas se han puesto cuidadosamente para ser aestéticos. En realidad es tan consistentemente pintoresco que algunas personas han sido afectadas psicológicamente. Cuando estás acostumbrado a mundos con retales de belleza dispersadas entre las junglas urbanas, todo parece demasiado en New California donde no hay más que envoltorio de vidicubos en el verde jardín.
Épsilon Eridani está situada a unos 10,5 años-luz del Sol, es una de las estrellas más cercanas al Sistema Solar y la tercera más próxima visible a simple vista. Está en la secuencia principal, de tipo espectral K2, muy parecida a nuestro Sol y con una masa algo menor que éste, de unas 0,83 masas solares. Es joven, sólo tiene unos 600 millones de años de edad mientras que el Sol tiene 4.600 millones de años.
Épsilon emite menos luz visible y luz ultravioleta que nuestra estrella, pero probablemente sea suficiente para permitir allí el comienzo de la vida que, si tenemos en cuenta el corto tiempo que ha pasado, no llegaría a poder ser inteligente. Claro que, los cálculos realizados sobre la vida de las entrellas en general y sobre esta en particular… ¡No son fiables! Y, siendo así (que los), tampoco podemos estar seguro de lo que en sus alrededores pueda estar presente. Se le descubrió un planeta orbitando a su alrededor, Épsilon Eridani b, que se descubrió en el año 2000. La masa del planeta está en 1,2 ± 0,33 de la de Júpiter y está a una distancia de 3,3 Unidades Astronómicas. Se cree que existen algunos planetas de reciente formación que orbitan esta estrella.
y posible planeta habitable
“Tau Ceti es una estrella en la constelación Cetus similar al sol en masa y tipo espectral. A poco menos de doce años luz de distancia del sistema solar, es una estrella relativamente cercana. Es un astro de bajo contenido metálico, de lo que se deduce su baja probabilidad de albergar planetas del tipo terrestre en su sistema. Las observaciones astronómicas han detectado más de diez veces la cantidad de objetos y polvo estelar rodeando la estrella en relación al sistema solar. La estrella aparenta ser estable, con pequeñas variaciones estelares.”
Más allá de Épsilon Eridani hay nueve estrellas que se encuentran todavía dentro de un margen de distancia del Sol que no sobrepasan los 12 años-luz. Sin embargo, todas ellas, menos una, son demasiado jóvenes, demasiado viejas, demasiado pequeñas o demasiado grandes para poder albergar la vida y la inteligencia. La excepción se llama Tau Ceti.
Tau Ceti está situada exactamente a doce años-luz de nosotros y satisface todas las exigencias básicas para que en ella (en algún planeta de su entorno) haya podido evolucionar la vida inteligente: Se trata de una estrella solitaria como el Sol -al contrario que Alfa Centauri- no tendría dificultad alguna en conservar sus planetas que no serían distorsionados por la gravedad generada por estrellas cercanas. La edad de Tau Ceti es la misma que la de nuestro Sol y también tiene su mismo tamaño y existen señales de que posee una buena familia de planetas. No parece descabellado pensar que, de entre todas las estrellas próximas a nosotros, sea Tau Ceti la única con alguna probabilidad de albergar la vida inteligente.
La noticia que publicaron los medios decía: ¡Descubren un nuevo planeta extrasolar que se encuentra en una zona habitable! El planeta orbita en torno a la estrella Tau Ceti, a doce años luz del Sol. Hay cinco cuerpos cuya masa oscila entre dos y seis veces la de la Tierra.
¿Quién sabe lo que en algunos de esos planetas que orbitan la estrella Tau Ceti pudiera estar pasando? Y, desde luego, dadas las características de su sistema planetario y la cercanía que parece existir entre alguno de los mundos allí presentes, si algún ser vivo inteligente pudiera contemplar el paisaje al amanecer, no sería extraño que pudiera ser testigo de una escena como la que arriba contemplamos. ¿Es tan bello el Universo! Cualquier escena que podamos imaginar en nuestras mentes… ¡Ahí estará! en alguna parte.
Es cierto que la vida, podría estar cerca de nosotros y que, por una u otra circunstancia que no conocemos, aún no hayamos podido dar con ella. Sin embargo, lo cierto es que podría estar mucho más cerca de lo que podemos pensar y, desde luego, es evidente que el Sol y su familia de planetas y pequeños mundos (que llamamos lunas), son también lugares a tener en cuenta para encontrarla aunque, posiblemente, no sea inteligente.
Con certeza, ni sabemos cuentos cientos de miles de millones de estrellas puede haber en nuestra propia Galaxia, la Vía Láctea. Sabemos más o menos la proporción de estrellas que pueden albergar sistemas planetarios y, sólo en nuestro entorno galáctico podrían ser cuarenta mil millones de estrellas las que pudieran estar habilitadas para poder albergar la vida en sus planetas.
Estas cifras asombrosas nos llevan a plantear muchas preguntas, tales como: ¿Estarán todas esas estrellas prometedoras dándo luz y calor a planetas que tengan presente formas de vida, unas inteligentes y otras no? ¿O sólo lo están algunas? ¿O ninguna a excepción del Sol y su familia. Algunos astrónomos dicen que la ciencia ya conoce la respuesta a esas preguntas. Razonan que la Tierra es una clase de planeta ordinario, que contiene materiales también ordinarios que pueden encontrarse por todas las regiones del Universo, ya que, la formación de estrellas y planetas siempre tienen su origen en los mismos materiales y los mismos mecanismos y, en todas las regiones del Universo, por muy alejadas que estén, actúan las mismas fuerzas, las mismas constantes, los mismos ritmos y las mismas energías.
Gliese 581 ¿Otra promesa vida?
Planetas como la Tierra y muy parecidos los hay en nuestra propia Galaxia a miles de millones y, si la vida hizo su aparición en esta paradisíaca variedad de planeta, estos astrónomos se preguntan, ¿por qué no habría pasado lo mismo en otros planetas similares al nuestro? ¿Tiene acaso nuestro planeta algo especial para que sólo en él esté presente la vida? La Naturaleza, amigos míos, no hace esa clase de elecciones y su discurrir está regido por leyes inamovibles que, en cualquier circunstancia y lugar, siempre emplea los caminos más “simples” y lógicos para que las cosas resulten como nosotros las podemos contemplar a nuestro alrededor. Y, siendo así (que lo es), nada aconseja a nuestro sentido común creer que estamos sólos en tan vasto Universo.
El célebre astrónomo, con una sonrisa oía la pregunta del joven periodista:
– ¿Verdad señor que sería un milagro encontrar vida en otros planetas?
– El milagro joven, ¡sería que no la encontráramos!
Emilio Silvera V.
May
9
¿Cómo pudo surgir la Vida? ¡Es todo tan complejo!
por Emilio Silvera ~ Clasificado en El Universo y la Vida ~ Comments (0)
Podemos leer en las piedras… ¡Cuentan tantas historias!
Con sus tres mil quinientos millones de años de edad, las rocas sedimentarias dispersas por algunas regiones del mundo, por ejemplo, en Australia Occidental (Grupo Warrawoona), nos regalan uno de los primeros atisbos e vida y el en la infancia de la biosfera. Esas rocas contienen estromatolitos y estructuras microscópicas que han sido interpretados como bacterias fósiles, aunque ese extremo aún siga en pleno debate. No obstante, las signaturas químicas proporcionan evidencias sólidas de la antigüedad de la vida, aunque el tipo de biología responsable de ellas siga siendo incierto. En las investigaciones geológicas de la vida primigenia de la Tierra seguimos mirando a través de un cristal oscuro.
Muchas veces pasamos junto a sistemas rocosos sin pensar que, en ellos, están presentes un sin fin de del pasado que nos hablan de la vida y, son los geólogos los que, pacientemente se internan por lugares perdidos del mundo en busca de esa huella que nos hable del surgir de la vida.
El vestigio geológico, como dijo James Hutton, no presenta “ni vestigios de un principio ni perspectiva de un futuro”. Las perspectivas de un futuro siguen siendo remotas, pero durante las últimas décadas los paleontólogos han desenterrado lo que verdaderamente se podría considerar como los vestigios del principio de la vida.
Insectos fosilizados de millones de años de edad
“En el Grupo Warrawoona (3400-3500 millones de años) se encontraron estructuras sedimentarias que se identificaron como producidas por la actividad de organismos por William Schopf. Debido a esta identificación, se consideraron esos restos como la huella de vida más antigua de la que se tiene constancia. Son poco comunes (solo se han encontrado, además de en Warrawoona, en el Supergrupo Pongola , de 2700-2500 millones de años, y en el Grupo de Bulawayan de Rodesia, de 2800 millones de años), por lo que no se puede estar seguro de que los organismos que los formaran fueran fotosintéticos y tampoco se pueden sacar conclusiones claras acerca de los ambientes en que se formaron. Ciertas bacterias no fotosintéticas forman estructuras similares a estromatolitos en fuentes termales del Parque nacional Yellowstone, por lo que existe la posibilidad de que bacterias similares formaran las estructuras estromatolíticas arcaicas.
Estos restos de Warrawoona incluyen microfósiles filamentosos y cocoides muy parecidos a cianobacterias, lo que ha inducido a pensar en la existencia de organismos fotosintéticos aeróbicos. Actualmente, estos restos están cuestionados tanto por su origen biológico como por su edad.”
Fósiles de cascarones (a la izquierda) y de manto bacteriano (a la derecha) en los sedimentos de Pilbara, Grupo Warrawoona, 3.446 Ga-© Frances Westall.
Estas estructuras han sido atribuidas a bacterias fosilizadas. La cantidad de carbono restante unida a estos microfósiles es generalmente muy débil ( 0,01-0,5% con puntas excepcionales hasta el 1%) lo que hace particularmente difícil el análisis del carbono orgánico. No obstante, se han podido determinar los isótopos de carbono y presentan un enriquecimiento variable pero así y todo significativo en carbono 12, lo que habitualmente se traduce en un origen biológico. En general, las moléculas biológicas producidas por fotosíntesis se caracterizan por un enriquecimiento en 12C en relación con los carbonatos minerales. Así, la relación 12C/13C pasa de 88,99 en los carbonatos minerales de referencia a valores comprendidos entre 90,8 y 91,7 en las moléculas orgánicas biológicas.
Aunque no son plantas, las cianobacterias son uno de los principales seres vivos capaces de realizar la fotosíntesis, y están sujetos al mismo intercambio de gases. En ellos los gases fluyen a través de la membrana y la pared celular por transporte pasivo.
Arguyendo un parecido entre las cianobacterias modernas y los microfósiles de Pilbara, William Schopf, de la Los Angeles, ha descrito estos últimos como fósiles de cianobacterias. Estas bacterias ancestrales, pues, ya habrían practicado la fotosíntesis oxigenada. Interpretación muy importante ya que situaría la fotosíntesis oxigenada muy atrás en los tiempos geológicos, mientras que los indicios bioquímicos más antiguos de la fotosíntesis oxigenada encontrados en esquistos carbonados, también en Australia, sólo se remontan a 2.700 millones de años. Según el inglés Martin Brasier, de la Universidad de Oxford, las estructuras contendrían efectivamente carbono orgánico enriquecido en isótopo 12, pero la materia orgánica sería de origen puramente químico y no biológico. Podría proceder de la reacción del hidrógeno con el monóxido de carbono (reacción llamada de Fischer-Tropsch), dos gases presentes en los fluidos de las fuentes hidrotermales. La acumulación de materia orgánica en microestructuras sería debida a la cristalización del cuarzo en la vena hidrotermal, y el importante enriquecimiento en carbono 12 sería el resultado de procesos puramente químicos. La explicación de Brasier, no obstante, no es totalmente convincente porque no es probable que la reacción de Fischer-Tropsch produjera moléculas tan complejas como los kerógenos (materia orgánica compleja, insoluble en los disolventes habituales) depositados en las venas hidrotermales.
Sedimento de Isua, Groenlandia, de una antigüedad de 3.800 millones de donde se han encontrado Bacterias fósiles de una antigüedad aproximada de 3.500 millones de años.
Muchas veces hemos podido hablar de la datación del Carbono y, el sistema de datación radiométrica más conocido es el proporcionado por el 14C, o Carbono 14, un isotopo raro de Carbono que se produce en natural por acción de los rayos cósmicos y antro-pogénicamente por bombas nucleares. Se desintegra en Nitrogeno (14N) con una vida media de 5.730 años. Como el Carbono 14 es tan poco común (menos de uno de mil átomos de Carbono) y su vida media es tan corta, la datación con radio carbono queda limitada a los últimos cien mil años, aproximadamente.
Las trazas de vida primitiva han sido borradas por la geología, el fluir de las aguas, los UV y por la propia evolución de la vida, los cambios…del Oxígeno, de la atmósfera, etc.
En los materiales más antiguos simplemente no queda suficiente 14C que pueda medirse con precisión. Por consiguiente, el 14C proporciona una herramienta de datación valiosa para egiptólogos o para paleontólogos interesados en Mamuts lanudos, pero no sirve para desentrañar la historia profunda de la Tierra que sus secretos muy bien guardados en lo más profundo de los tiempos.
Conforme estudiamos los restos fósiles vamos sabiendo más de tiempos pretéritos. Cada descubrimiento nos retrotrae un poco más en el pasado y nos dice, por ejemplo, que el primer ojo o el primer ser fotosintético se remontan aún más en el tiempo de lo que pensábamos.
Frances Westall, del CNRS francés, y sus colaboradores han analizado unos tapetes microbianos fósiles encontrados en el cinturón Barberton Greenstone sudafricano y llegado a la conclusión de que la fotosíntesis ya existía al menos hace 3300 millones de años.
Estas capas de microbios crecían en una Tierra en la que no había oxígeno libre, una Tierra muy distinta a la que conocemos ahora. Probablemente su hábitat era la línea costera a muy baja profundidad bajo la superficie. Un sitio en el que había agua y la luz del Sol llegaba sin dificultad. Esa tonalidad, probablemente verde-azulada, sería la que cambiaría el planeta gracias a la luz y la evolución.
¡La Vida! Que estuvo presente en el pasado… ¡De tantas maneras!
Los microorganismos fósiles más antiguos fueron encontrados en los sedimentos de Barberton, en África del Sur, y de Pilbara, en Australia. Estos sedimentos, de una antigüedad de entre 3.200 y 3.500 millones de años, son ligeramente más jóvenes que las rocas de Groenlandia. Los sedimentos se han conservado bien y muestran la existencia de abundante vida en las aguas litorales de poca profundidad, y quizá incluso cerca de la superficie del agua (algunos biofilms tienen una estructura laminada que parece indicar una vida bacteriana que ya utilizaba energía ). Los microfósiles identificados comprenden estructuras filamentosas con una longitud de entre diez y algunos cientos de micras, bastoncillos de algunas micras de largo y estructuras esféricas y ovoides de aproximadamente 1 micra de diámetro.
Aquí hallaron la evidencia de la vida más antigua del planeta
Los trabajos realizados en Orleans, en el Centro de biofísica molecular del CNRS, por Frances Westall podrían aportar una explicación intermedia. Se han observado al electrónico morfologías de microfósiles tales como biofilms, polímeros, cascarones, filamentos, bastoncillos, en las muestras de sílice tomadas en Pilbara en zonas limítrofes con las venas hidrotermales de Schopf, pero nunca en el interior mismo de las venas. Estas morfologías contienen carbono identificado por microanálisis con el microscopio electrónico. Parece, en efecto, que las bacterias ancestrales vivían, y posteriormente fueron fosilizadas, en rocas sedimentarias cercanas a venas hidrotermales. Las venas hidrotermales pueden muy bien haber arrastrado la materia orgánica de las bacterias muertas y/o fosilizadas (por lo tanto, enriquecidas en carbono 12), materia orgánica que habría sido depositada nuevamente más arriba en las venas hidrotermales, para formar las famosas estructuras carbonadas complejas descritas por Schopf. Las estructuras de Schopf, pues, sólo serían restos de materia orgánica bacteriana y no bacterias fosilizadas. Esta explicación, por lo tanto, es intermedia entre el todo bacteriano de Schopf y el todo químico de Brasier. No obstante, afirma la presencia de vida bacteriana hace unos 3.500 millones de años.
Sedimento de Isua, Groenlandia, de una antigüedad de 3.800 millones de años.
Bacterias fósiles de una antigüedad de aproximadamente 3.500 millones de años
Las rocas más antiguas susceptibles de presentar trazas de vida son sedimentos de una antigüedad aproximada de 3.750 millones de años descubiertos en el sudoeste de Groenlandia.
Estos sedimentos demuestran la presencia permanente de agua líquida, de gas carbónico en la atmósfera y contienen kerógenos, moléculas orgánicas complejas. La relación isotópica del carbono está comprendida entre 90,2 y 92,4 en lo referente a la materia orgánica de los sedimentos de Groenlandia. Estos valores sugieren, pero no demuestran de manera cierta, la existencia de actividad fotosintética, y por lo tanto de vida primitiva, hace 3.800 millones de años. En efecto, materia orgánica muy antigua (a veces reducida a cristales de grafito) ha sufrido importantes modificaciones en el curso de la diagénesis.
Muchos son los lugares en los que podemos encontrar moléculas orgánicas complejas
El producto final de degradación, los kerógenos, se compone de macromoléculas complejas estables resistentes, que pueden incluso ser transformadas en grafito puro durante el metamorfismo. Todos estos tratamientos pudieron muy bien generar los enriquecimientos en 12C observados. También hay que desconfiar mucho de la contaminación eventual de estas rocas por microorganismos más recientes, contaminación que, evidentemente, falseará los análisis. A causa de las múltiples transformaciones sufridas por estas rocas, hay muy pocas probabilidades de encontrar en ellas vestigios de microfósiles. En efecto, en los sedimentos de Groenlandia no se ha descubierto ninguna estructura parecida a bacterias fósiles.
También aquí hay que rendirse a la evidencia: la esperanza de encontrar pequeños autómatas químicos fosilizados hace 4.000 millones de años, o incluso moléculas orgánicas constitutivas de tales autómatas, es prácticamente nula. De hecho, tres factores han contribuido a borrar sus indicios sobre la Tierra: la historia geológica accidentada de la Tierra (y en particular la tectónica de placas), la erosión debida a la presencia permanente de agua líquida y la propia vida, que produce enormes cantidades de oxígeno, un veneno para las moléculas orgánicas reducidas. Por lo tanto, podemos temer que las primeras páginas del libro de la historia de la vida queden para siempre en blanco.
Mapa de Australia con la región de Pilbara coloreada en rojo.
En el Cinturón de Pilgangoora el Grupo Coonterunah de 3.517 millones de años y las granulitas de Carlindi (3.484-3.468 millones de años son la razón fundamental del Grupo Warrawoona bajo un desajuste de erosión, aportando así pruebas de la antigua corteza continental . La Cúpula del Polo Norte (NPD) se encuentra a 10 kilómetros del Grupo Warrawoona.
Son celulas que se agrupan en colonias formando rocas sedimentarias. Estas rocas se encuentran en mares calidos y son el resultado de la unión de seres uni-celulares, cianobacterias. Las rocas se forman muy lentamente, capa sobre capa y una capa se muere se deposita el carbonato de calcio de sus paredes sobre la capa anterior.
En el Grupo Warrawoona (3.400-3.500 millones de años) se encontraron estructuras sedimentarias que se identificaron como producidas por la actividad de organismos por William Schopf. Debido a identificación, se consideraron esos restos como la huella de vida más antigua de la que se tiene constancia. Son poco comunes (sólo se han encontrado, además de en Warrawoona, en el Supergrupo Pongola , de 2.700-2.500 millones de años, y en el Grupo de Bulawayan de Rhodesia, de 2.800 millones de años), por lo que no se puede estar seguro de que los organismos que los formaran fueran fotosintéticos y tampoco se pueden sacar conclusiones claras acerca de los ambientes en que se formaron. Ciertas bacterias no fotosintéticas forman estructuras similares a estromatolitos en fuentes termales de Yellowstone, por lo que existe la posibilidad de que bacterias similares formaran las estructuras estromatolíticas arcaicas.
Estos restos de Warrawoona incluyen microfósiles filamentosos y cocoides muy parecidos a cianobacterias, lo que ha inducido a pensar en la existencia de organismos fotosintéticos aeróbicos. Actualmente, estos restos están cuestionados tanto por su origen biológico por su edad.
Puede parecer sorprendente que las bacterias puedan dejar fósiles. Sin embargo, un grupo particular de bacterias, las cianobacterias o “algas azul-verdosas”, han dejado un fósil que se extiende en el Precámbrico – las cianobacterias más viejas, como fósiles conocidos tienen casi 3.500 millones años, son los fósiles más antiguos actualmente conocidos. El grupo muestra lo que probablemente es el conservacionismo más extremo de morfología de cualquier organismo. Aparte de las cianobacterias, las bacterias fósiles identificables no son muy frecuentes. Sin embargo, bajo ciertas condiciones del medio químico, pueden reemplazarse células bacterianas con minerales, muchas veces pirita o siderita (carbonato férrico), formando réplicas de las células que una vez estuvieron vivas.
Ellas fueron las únicas testigos de aquel pasado
Decíamos, en la datación de objetos más antiguos situados en las profundidades de la historia de la Tierra, el 14C no sirve, y, nos tenemos que valer de otros materiales cuya vida media sea más larga. ello, necesitamos un reloj mucho más imponente: un radioisótopo cuya vida media se mida en muchos millones de años o incluso, en miles de millones de años. El Potasio 40 (40k) se identificó inicialmente como un candidato prometedor para la geocronología. Este isótopo inestable se desintegra formando o bien Calcio 40 (40 Ca), que desafortunadamente no distinguirse de los iones de Calcio ya presentes en el mineral, o bien Argón (40 Ar), que no puede distinguirse. La Vida Media del 40K es de 1250 millones de años. Además, el Potasio es abundante y está ampliamente distribuido en los minerales que forman las rocas.
Mineral de Circón
Sin embargo, lo que realmente necesitamos para datar las rocas muy antiguas es un sistema que funcione como las “cajas negras” de los avianes: un isótopo que no se pierda fácilmente en un mineral que no se altere fácilmente. Los circones, unos minerales que contienen uranio y se encuentran en los granitos y otras rocas igneas, son las cajas negras de la geología precámbrica. De hecho, el uranio enlazado a los cristales de circón en el de su formación nos proporcionan dos cronómetros fiables: el 238U se desintegra en Plomo 206 (206Pb) con una vida media de unos cuatro mil quinientos millones de años (la edad de la Tierra), mientras el osotopo 235U, abundante ( un 7 por mil), se desintegra en 207Pb con una vida media de algo más de setecientos millones de años. peculiaridad nos permite verificar por dos métodos las edades medidas en las rocas más antiguas de la Tierra y, podemos saber la edad de los fósiles hallados en ellas.
En la actualidad, nuestro conocimiento de la vida en ambientes arcaicos es a un tiempo drustrante y emocionante: frustrante porque tenemos muy pocas certezas, emocionante porque sabemos algo, por poco que esto sea. Además, es estimulante, pues el compañero de la ignorancia es la oportunidad. Así que nos quedan preguntas importantes que realizar sobre las rocas de Warrawoona y las de otros lugares que nos muestran fósiles que, no siempre sabemos descifrar. Si las rocas más antiguas que hemos podido identificar nos indican la presencia de organimos complejos, ¿Qué clase de células vivían en tiempos aún más lejanos? Y, en última instancia, ¿cómo pudieron surgir? ¿Cuál es el origen de la vida?
¿Quién puede contestar esa pregunta?
La vida fue el resultado de los mismos procesos químicos y físicos que formaron los océanos y la corteza continental de nuestro planeta. Nosotros (creo), junto con la inmensa diversidad de clases de vida que en la Tierra han sido, estábamos presentes en las que el Universo tenía impresas en la evolución de Gaia. Sin embargo, la vida es muy distinta a todo lo demás porque puede experimentar evolución darwiniana. La selección natural ha desempeñado un papel fundamental en la evolución de plantas y animales durante los primeros tiempos de la historia de nuestro planeta, pero también dirigió la evolución química que hizo posible la propia vida, y, esa evolución bioquímica de la materia para hacer posible la vida, se gestó, primero en las estrellas, más tarde en las explosiones supernovas que hicieron posible la transmutación de materiales sencillos en más complejos y, finalmente, en las Nebulosas donde se formaron nuevas estrellas y planetas que, cargados con estos materiales prebióticos, sólo tuvieron que esperar que, en algún planeta como la Tierra, situado en la Zona habitable de su estrella (el Sol) dejara que el Tiempo, con su transcurrir, hiciera el trabajo.
Muchos son los planetas situados en la zona habitable de “sus estrellas”
A grandes rasgos entendemos como pueden haber evolucionado las moléculas biológicas a partir de precursores simples presentes en la Tierra joven. Sin embargo, sigue siendo un misterio cómo las proteínas, los ácidos nucleicos y las membranas llegaron a interaccionar de forma tan compleja hasta llegar a “fabricar” una “máquina” tan maravillosa como nuestro cerebro de cuyas funciones, simplemente conocemos una muy superficial.
Si pensamos en cómo se pudo conformar el cerebro humano, una estructura de tal complejidad que, posiblemente, nada en el Universo se le pueda igualar, toda vez que, llegar a transiciones de fase que pasan por sucesos que parten la materia inerte y llegan hasta los pensamientos y los sentimientos…, no existe nada que se le pueda igualar.
¿Conoceremos algún día la verdadera Historia? Esperemos que, al menos, en su mayor parte sí.
emilio silvera