Jun
19
¿Soñar? ¡Siempre hemos soñado!
por Emilio Silvera ~ Clasificado en Extraño sueño ~ Comments (6)
¿Quién no ha soñado alguna vez con extrañas escenas que recordadas al despertar no tenían ninguna explicación plausible? Nuestras mentes recorren caminos que no siempre sabemos comprender y nos lleva, a veces, a escenarios de fantástico contenido que, muy lejos de lo cotidiano, nos hacen visitar lugares fantásticos de irreconocible naturaleza por la presencia de imágenes en lugares imposibles situadas en mundos que no pueden ser este nuestro.
En alguna de las escenas que nos traen los sueños, podemos ser testigos de conmovedores visiones de una serena grandeza que, situadas en “latitudes de tiempo” desconocidas para nuestra percepción habitual, nos transporta a lugares y senderos desconocidos, de los que nunca oímos hablar y de los que nunca nadie nos habló. Son lugares creados por nuestra mente que recorre extraños senderos para llegar a esos lugares que, conscientes, jamás podremos visitar.
Llegué no se de qué lugar ni tampoco por qué medios y me encontré ante un escenario imposible en el que dos colores eran lo predominante, por un lado todo se veía azul claro transparente y, en el otro extremo el rojo fuerte era lo que predominaba. En el azul corría una bella joven vestida de blanco y que miraba hacia atrás como si alguién la persiguiera, y, en el rojo, otra bella muchacha totalmente vestida de ese color, también corría velozmente sin saber hacia dónde se podría dirigir. Extrañas edificiaciones se veían al fondo y, hacia la más cercana me dirigí entrando por una gran puerta.
En el interior de enormes dimensiones crecían raíces por el suelo y las paredes en aquel recinto que parecía una catedral en penumbras y que era alumbrado por una luz mortecina que salía del techo en el fondo. Lo más sorprendente era que, en el centro del fantástico lugar, me encontré con la bella joven vestida de rojo que con la cabeza inclinada y perdida la mirada hacia el suelo, cogía el vestido a ambos lados de su cuerpo con sus blancas manos.
Ella levantó la mirada hacia mí y me indicó que la siguiera, me llevó hacia una salida que no había visto y pasando por lo que parecía un gran árbol en el que aparecían extrañas figuras y ocultas ventanas tapadas por ramas y cortezas, se trasladó a otro lugar también muy extraño en el que, la otra joven, la vestida de blanco, aparecía como flotando en el aire. Mientras tanto, la joven de rojo, se echó en el suelo, sobre unas grandes piedras dejando que todo su cuerpo desmadejado diera la sensación de estar dormida.
Todo resultaba muy extraño y fantástico a la vez, aquel sitio que también parecía un gran árbol de extraña configuración, en la parte de abajo exhibía un gran hueco al fondo por el que se podía ver una neblina rosada que desprendía una luz tenue e imperceptible que bañaba el cuerpo de la joven de rojo, y, arriba, de otro hueco parecido, surgía una luz más fuerte que bañaba el cuerpo de la joven de blanco y hacía destacar las rugosas paredes de la que surgían ramas amenazadoras.
La joven de rojo se despertó de su letargo y se trasladó hasta un cercano lugar del que no me había percatado, sentó sobre una especie de tronco y se puso a dialogar con una extraña criatura en un lenguaje que no podía entender pero, ambos, parecían tranquilos y dialogaban, ella haciendo gestos con el brazo (el otro lo mantenía oculto, como apoyándose para no caer) y, aquella “fiera”, a pesar de su amenazador aspecto, parecía atender muy atenta las indicaciones que la joven le estaba transmitiendo.
De pronto, se levantó y salió corriendo de aquel fantástico lugar en el que, otras figuras de aspecto también fantástico, parecían surgir de la nada, como brotes del extraño árbol-catedral por el que todo el tiempo, con escenarios distintos, se habían producido las distintas escenas y pasajes de inexplicable contenido que, todo el tiempo, me habían tenido como hechizado.
Todo aquello desapareció de mi vista y, ante mí, estaba la otra joven, la vestida de blanco que cantaba, con un micrófono en la mano, una bella canción con dulce voz y al compás de una melodia que me transportó, de nuevo, a otro mundo tan fantástico como el anterior. No sabía dónde podía estar ni como llegué a éste lugar pero, lo cierto era que en ningún momento sentí inquietud y ahora, me sentía relajado y a gusto oyendo cantar a la joven de blanco…
De pronto, el escenario cambió por completo y allí estaba también la joven de rojo y otra muchacha que antes no había aparecido. El escenario había cambiado y estaban entre conglomerados de rocas sumidas en la bruma. Las tres adoptaban posturas de significación dispar,una parecía dispuesta a echar a correr, la otra se mantenía en actitud sumisa, mientras que la nueva, la tercera, cerraba los ojos como si quisiera recordar alguna cosa.
De nuevo todo cambió, ya sólo estaba allí la joven de blanco que corriendo por un desfiladero había llegado hasta el borde de un acantilado y abajo había una especie de río con un islote en el centro y, en la cúspide del mismo, emergía lo que parecía un castillo. al otro lado, las montañas se perdían en la lejanía acariaciadas por la niebla.
Finalmente, la verdad se apareció ante mí en la persona de Sarah Brightman, a la que había estado oyendo cantar la tarde anterior mientras escribía en una de mis libretas. La música de Sarah y Amelia Brightman me gusta y me relaja pero nunca antes, había soñado con pasajes y escenarios que, a veces, vienen en sus canciones.
No siempre sabemos de donde vienen los sueños pero, casi siempre, suelen estar relacionados con alguna cuestión real, alguna vivencia, algún hevcho e incluso alguna preocupación. Verdaderamente nuestras mentes recorren caminos que no siempre podemos entender. A veces pienso si los sueños no serán una vía de escape, una especie de evasión de las cosas que no nos gustan de este mundo.
emilio silvera