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El avance de la tecnología es imparable

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El Físico MIchio Kaku ha dado una conferencia en España, en la Fundación BBVA

Este físico prolífico en libros dedicados a la Física y, también a predecir y comentar lo que será el Futuero de la Humanidad, es un prestigioso divulgador que nos cuenta muchas cosas interesantes.

De su obra, lo que más me gustó fue su libro HIPERESPACIO.

Cinco asombrosos descubrimientos de la Física en 2017

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Los rayos cósmicos provienen de más allá de la galaxia

Los rayos cósmicos provienen de más allá de la galaxia – A. Chantelauze / S. Staffi / L. Bret / Pierre Auger Observatory

La primera observación de la fusión de dos estrellas neutrones, el origen de los rayos cósmicos y la creación de cristales de tiempo en el laboratorio, entre los hallazgos del año

 

 

Comparación de metodologías de microscopia de fluorescencia

 

 

 

La revista especializada Physics World ha escogido los diez grandes avances de la Física de este año. Destaca, por supuesto, el comienzo de una nueva era de la Astrofísica tras la primera detección con telescopios y ondas gravitacionales de la fusión de dos estrellas de neutrones. También cita la creación de cristales de tiempo en el laboratorio, el descubrimiento de que los rayos cósmicos llegan de más allá de la galaxia o el uso de muones para revelar un enorme vacío en la Gran Pirámide de Guiza. Aquí te mostramos algunos de esos hallazgos -la mayoría te los contamos en su día-, y puedes ver la lista completa en la web de la publicación.

La fusión de estrellas de neutrones

  1. No hay lista de hallazgos científicos del año en la que no aparezca este descubrimiento. Y no es para menos. Por primera vez, los científicos lograban observar con telescopios y escuchar con ondas gravitacionales el mismo fenómeno cósmico, la fusión de dos estrellas de neutrones que formó una brutal kilonova en una galaxia a 130 millones de años luz.

    Todo empezó el 17 de agosto de 2017, cuando los observatorios LIGO y Virgo detectaron una posible señal de ondas gravitacionales. Dos segundos después, el telescopio espacial Fermi de la NASA captó un estallido de rayos gamma, una potente emisión de energía que se sospecha se origina en la fusión de estrellas de neutrones. Astrónomos de todo el mundo se pusieron en alerta y el fenómeno se convirtió en el evento astrofísico más estudiado de la historia: 70 observatorios y 3.674 científicos de todo el mundo estuvieron pendientes del mismo.

    Esta observación inauguraba una nueva disciplina: la llamada Astrofísica de múltiples mensajeros, que se encarga de observar el Universo a través de telescopios y «escuchar» a través de ondas gravitacionales. Además, la observación aportó una serie de descubrimientos científicos, como el origen del oro y el de los estallidos de rayos gamma, además de volver a confirmar las predicciones de la Relatividad de Einstein, entre otras aportaciones.

Queremos jugar con lo que no entendemos

Autor por Emilio Silvera    ~    Archivo Clasificado en Noticias    ~    Comentarios Comments (1)

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Aplysia californica, un caracol marino donde se han hecho estas investigaciones

Un equipo de científicos han logrado que animales no entrenados se comportaran como si lo estuvieran al inyectarle una pequeña porción de material genético

Reportaje en ABC

 

 

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Un equipo de investigadores norteamericanos ha logrado, por primera vez, transferir la memoria de un ser viviente a otro. El trabajo arroja luz sobre una de las cuestiones más intrigantes de la biología: ¿Cómo se almacenan los recuerdos?

En un artículo publicado hace apenas unos días en la revista Neuro, un equipo dirigido por David Glanzman, de la Universidad de California, explica cómo ha conseguido llevar a cabo este intrigante experimento, para el que se utilizaron caracoles marinos de la especie Aplysia californica.

Lo primero que hicieron los investigadores fue «entrenar» a varios de estos moluscos para que exhibieran un reflejo defensivo cuando sus colas eran estimuladas por una suave corriente eléctrica. Un segundo grupo de caracoles, no entrenados, no mostraba ese reflejo.

Más tarde, y una vez firmemente establecido el reflejo defensivo, los caracoles «entrenados» fueron sacrificados para extirparles los ganglios abdominales. Acto seguido, los científicos extrajeron el ARN de las muestras y las inyectaron en los caracoles no entrenados y que, por tanto, no exhibían la misma reacción ante la corriente eléctrica.

El resultado fue que los caracoles que recibieron el nuevo ARN mostraron los mismos actos reflejos como respuesta a la estimulación eléctrica, y ello a pesar de no haber recibido ningún entrenamiento.

Tras la pista del engrama

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Estos resultados son importantes porque proporcionan pistas sobre la naturaleza de lo que se conoce como el «engrama», una palabra que funciona de forma parecida al término «materia oscura», ya que denota algo que se sabe que existe pero de lo que poco o nada se conoce.

Engrama, en efecto, es la palabra que los científicos utilizan para referirse a la estructura cerebral que almacena físicamente la memoria a largo plazo, una especie de «disco duro» capaz de almacenar datos (como los de las computadoras), pero que hasta la fecha nadie ha conseguido localizar de forma concluyente.

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La teoría más aceptada por los neurocientíficos es que la memoria a largo plazo está codificada en las sinapsis, las interfaces funcionales a través de las que las neuronas intercambian señales eléctricas o químicas.

El experimento de Glanzman y sus colegas, sin embargo, apunta a una posibilidad muy diferente. La memoria, en realidad, se almacena en el interior de los cuerpos celulares de las propias neuronas. Lo cual plantea la posibilidad de que el ARN tenga un papel importante en la formación de la memoria, una idea ya apuntada en otros estudios y que los nuevos experimentos con caracoles parecen respaldar.

En su artículo, Glanzman y su equipo afirman que sus resultados suscitan muchas nuevas preguntas sobre la forma en que la memoria se almacena y sobre la auténtica naturaleza del engrama. Pero dejan claro que la forma de almacenamiento no tiene que ver con las sinapsis, como se pensaba hasta ahora.

¿Cuánto tiempo nos tardaríamos en llegar a TRAPPIST

Autor por Emilio Silvera    ~    Archivo Clasificado en Noticias    ~    Comentarios Comments (0)

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Resultado de imagen de Trappist-1 y sus siete planetas

 

 

Desde que salió la noticia del descubrimiento de la NASA, en el que la estrella enana roja nos mostraba sus siete planetas orbitandola, y, tres de ellos, estaban situados en zona habitable, mucha tinta se ha gastado en explicaciones varias. Veamos ahora una que hace cálculos de cuánto podríamos tardar en llegar hasta aquel sistema planetario.

Aquí el reportaje:

Póster de TRAPPIST-1e

 

Ilustración artística de la superficie de TRAPPIST-1e, retratada en un póster turístico. Crédito: NASA/JPL-Caltech.

 

El descubrimiento de siete planetas de tamaño terrestre alrededor de una estrella cercana, TRAPPIST-1, es ciertamente una noticia emocionante. Pero ¿cuánto tiempo nos tardaríamos en visitar uno de estos mundos potencialmente similares a la Tierra?

TRAPPIST-1 se encuentra a 39 años-luz de la Tierra, o unos 369 billones de kilómetros. Nos tardaríamos unos 40 años viajando a la velocidad de la luz, pero ninguna nave espacial de las construidas hasta ahora puede alcanzar esa velocidad.

Aún así, la humanidad ha enviado algunas naves bastante rápidas al espacio. Con la tecnología actual, ¿cuánto nos tomaría llegar a TRAPPIST-1?

Dada la velocidad de una nave espacial, calcular la cantidad de tiempo que se tardaría en viajar hasta TRAPPIST-1 es simple. Dado que la velocidad es igual a la distancia dividida por el tiempo, el tiempo total de viaje es igual a la distancia hasta TRAPPIST-1 (39 años-luz) dividida por la velocidad de la nave.

New Horizons

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New Horizons, la nave más rápida lanzada hasta ahora, sobrevoló Plutón en 2015 y actualmente viaja alejándose del Sol a 14,31 km/s según la web de seguimiento de la NASA. A esta velocidad, tardaría unos 817.000 años en llegar a TRAPPIST-1.

Juno

Imagen: NASA / SwRI / MSSS / Gerald Eichstädt / Seán Doran

Imagen: NASA / SwRI / MSSS / Gerald Eichstädt / Seán Doran

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La sonda Juno fue enviada a Júpiter en 2011 y nos mandó imágenes maravillosas

La sonda Juno de la NASA voló más rápido que New Horizons durante su aproximación al gigante Júpiter en 2016. Asistida por la gravedad de Júpiter, Juno alcanzó una velocidad máxima de 265.000 km/h en relación a la Tierra, convirtiéndose en el objeto más rápido hecho por el hombre (aunque la velocidad inicial de New Horizons fue mayor que la velocidad de Juno después del lanzamiento).

Incluso si Juno viajara constantemente a esa velocidad, llegaría en 159.000 años a TRAPPIST-1.

Voyager 1

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Voyager 1, la sonda más lejana de la Tierra, dejó el Sistema Solar y entró al espacio interestelar en 2012. Según la NASA, se mueve a 38,200 mph (o unos 61.500 km/h). Si Voyager 1 se dirigiera a TRAPPIST-1, llegaría en 685.000 años.

Pero Voyager 1 nunca llegará a TRAPPIST-1. En cambio, la sonda se dirige a la estrella AC +79 3888 que se encuentra a 17,6 años-luz de la Tierra y pasará a 1,7 años-luz de la estrella en unos 40.000 años.

Transbordador espacial

El transbordador espacial Discovery despega al comienzo de la misión STS-120.

El transbordador espacial de la NASA viajó alrededor de la Tierra a una velocidad máxima de aproximadamente 28.160 km/h. Una nave que viajara a esta velocidad tardaría unos 1,5 millones de años en llegar a TRAPPIST-1.

Así que para una misión humana al sistema TRAPPIST-1, el transbordador espacial no sería una forma práctica de transporte.

Breakthrough Starshot

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Una nave ultra rápida que podría llegar a TRAPPIST-1 en un tiempo mucho menor es una misión interestelar ideada por Stephen Hawking y otros en la iniciativa Breakthrough Starshot.

Las diminutas sondas de Hawking impulsadas por láser podrían, en teoría, volar a un 20% de la velocidad de la luz o 216 millones de km/h. ¡4.000 veces más rápidas que la sonda New Horizons! Una nave así de rápida podría llegar hasta TRAPPIST-1 en menos de 200 años. Pero ese concepto aún no ha sido desarrollado.

Así, con la tecnología actual no hay manera de que alguien vivo en la actualidad pudiera visitar TRAPPIST-1. Por lo tanto, no hagan sus planes de vacaciones interestelares… todavía.

Fuente: Space.com

¿Vida en otros mundos?

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La inteligencia puede ser algo tan raro en la evolución como la trompa del elefante

La inteligencia puede ser algo tan raro en la evolución como la trompa del elefante – Adobe Stock

Por qué en otros planetas debería haber más inteligencias como la nuestra

El físico y escritor Paul Davies explica en un artículo cómo la Ciencia trata de averiguar si estamos o no solos en el Universo

 

 

Hasta hace poco, la cuestión de si estamos o no solos en el Universo no formaba parte de la discusión científica. En su lugar, filosofías y religiones se encargaban de buscar respuesta a esta pregunta, una de las más antiguas y profundas de cuantas se ha formulado la Humanidad.

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Sin embargo, la cosa ha cambiado. Y mucho. La Ciencia, en efecto, ha irrumpido con fuerza en un territorio que antes era solo metafísico, y ha demostrado que, armada con el método científico, tiene mucho que decir al respecto. Ahí están los más de 4.000 planetas descubiertos hasta ahora fuera del Sistema Solar, algunos de ellos con intrigantes similitudes con la Tierra; o el hallazgo de materia orgánica prácticamente por todas partes, incluso en los rincones más insospechados y hostiles del Universo; o la búsqueda sistemática e incansable de formas de vida en lugares como Marte, Europa, Encelado… o Plutón.

Sarasvati. Inter University Centre for Astronomy & Astrophysics

Un equipo de astrónomos de la India ha identificado un supercúmulo de galaxias, posiblemente el más lejano que se conoce, situado en la dirección de la constelación de Piscis. La investigación sugiere que Sarasvati es una de las mayores estructuras del universo.

La estadística, además, habla claro. En un Universo que tiene billones de galaxias y trillones de estrellas, muchas de ellas con planetas a su alrededor, resulta absurdo pensar que la vida sólo haya podido florecer en uno, el nuestro. Y aunque no tenemos aún ni idea de cómo (ni dónde) la vida se estrenó en primer lugar, muy pocos dudan en la actualidad de que “ahí arriba”, en alguna parte, existen planetas “gemelos” a la Tierra, con múltiples formas de vida y quizá, solo quizá, también con especies inteligentes.

En un brillante artículo recién publicado en la revista Cosmos, el físico y escritor británico Paul Davies, director del prestigioso instituto Beyond de la Universidad Estatal de Arizona, reflexiona sobre la cuestión y se pregunta, con la Ciencia en la mano, si realmente la inteligencia es una consecuencia inevitable de todo proceso evolutivo.

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“Durante 50 años -escribe Davies- una banda de astrónomos heróicos ha estado barriendo los cielos con sus radiotelescopios con la esperanza de tropezar con un mensaje emitido por una civilización extraterrestre“. El científico añade que esa empresa “se basa en el supuesto de que la inteligencia es un producto esperado de la evolución biológica. ¿Pero es así realmente?”

Para tratar de responder esa pregunta, Davies echa un vistazo al pasado de nuestro propio planeta, la única muestra de vida que conocemos, y se fija en cómo ha sido la historia de la evolución. “Algunas características, por ejemplo los ojos y las alas, han evolucionado de forma independiente muchas veces, probablemente porque aportan mucho valor a la supervivencia. Por lo tanto, podríamos esperar que la vida extraterrestre también posea estas características. Pero otras, sin embargo, como la trompa del elefante, parecen ser más bien aberraciones barrocas, resultado de raros accidentes evolutivos”.

Y llegamos así a la inteligencia humana. ¿Es esta característica similar a los ojos y las alas, compartidas por muchas especies, o se parece más a la trompa del elefante?

Tener el tiempo suficiente

 

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Los dinosaurios, escribe Davies, dominaron la Tierra durante 200 millones de años (diez veces más de lo que llevamos nosotros), pero nunca construyeron herramientas, levantaron ciudades o conquistaron la Luna. Lo cual lleva a pensar que la inteligencia humana es algo raro, y no un producto inevitable de la selección natural. “Y si es así -bromea el físico- eso son malas noticias para SETI“.

Para Davies, lo que aquí está en juego es el propio concepto que tenemos sobre lo que es la evolución. Algunos piensan que existe una dirección en los procesos evolutivos, una “flecha” que parte de los organismos más simples y avanza hasta llegar a los más complejos. En este sentido, el ser humano ocuparía la posición más alta en la escala evolutiva. Demos a la evolución el tiempo suficiente, dicen los partidarios de esta idea, y nos llevará hasta la inteligencia.

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Si nos guiamos por la lógica y la estadística, pensar en la vida situada sólo en la Tierra… ¡Sería una temeridad! El UNiverso es igual en topdas partes, en todas sus regiones rigen las mismas leyes, lo que pasa en un sitio también pasará en otro… La vida se adapta y surge en las precisas condiciones.

La mayoría de los científicos, sin embargo, no creen que la evolución se esté dirigiendo a ningún sitio en particular. “No hay una flecha del tiempo incorporada -dice Davies- no hay un impulso innato hacia la complejidad o la inteligencia“.

Hace apenas unos días, en una entrevista concedida a ABC, el paleoantropólogo Juan Luis Arsuaga también aseguraba que “mucha gente cree que la vida va progresando, desde las bacterias hasta nosotros, pero no es así. Yo soy de los que opinan que la única tendencia apreciable de la evolución es la diversificación. Partimos del espacio disponible y se aprovechan todas las oportunidades. La vida no tiene dirección, pero tiene mucha capacidad de adaptación, y va cambiando”.

Los primeros signos de vida en la Tierra fueron hallados en Australia

SimonKr d.o.o./iStock/Thinkstock

Más allá de las teorías sobre el origen de la vida, los signos de vida más antiguos sobre el planeta hasta ahora han sido hallados. Según un equipo de investigación dirigido por David Wacey, un complejo ecosistema de microbios encontrado en las rocas sedimentadas en la región australiana de Pilbara podría ser nada menos que la primera manifestación de vida en la Tierra.

Davies, en su artículo, se muestra en sintonía con esta opinión: “Es cierto que la vida en la Tierra comenzó con microbios simples, pero el surgimiento de una mayor complejidad fue simplemente el producto de una exploración serpenteante en el vasto espacio de posibilidades biológicas, y no una tendencia sistemática”.

“Todo lo cual – prosigue el científico- arroja serias dudas sobre si, incluso en un Universo repleto de vida, puede haber civilizaciones alienígenas avanzadas capaces de enviar mensajes de radio“.

Queda una esperanza

 

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Resultado de imagen de epigenética juega un papel importante en la evolución de los cerebros, entonces sería posible imaginar una especie de "cociente cerebral acelerado".

 

Toda la vida que conocemos en la Tierra está basada en el Carbono, es probable que si alguna vez la encontramos (o nos encuentran “ellos” a nosotros), sus formas de vida también estén relacionadas con este elementos que, según parece es la base mejor adaptada y maleable para ello.

 

Sin embargo, y a pesar de todo, nos queda aún una esperanza. Y es que la teoría de la evolución no está, ni mucho menos, completa. Y durante los últimos años algunos biólogos se han atrevido a desafiar el dogma darwinista dominante de que la evolución no sigue una dirección concreta.

De hecho, explica Davies, “se han identificado varios mecanismos según los cuales las características adquiridas durante la vida de un organismo parecen transmitirse a su descendencia, en un proceso conocido como herencia epigenética“.

Si eso fuera cierto, y resultara que la herencia epigenética juega un papel importante en la evolución de los cerebros, entonces sería posible imaginar una especie de “cociente cerebral acelerado”.

“El registro fósil -escribe Davies- apunta a una tendencia alcista en el cociente de encefalización, una medida del tamaño del cerebro en relación con la masa corporal, entre los homíninos de los últimos millones de años. Y asumiendo que algo así funcionara también en otros planetas, tal vez no estemos tan solos después de todo”.

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