Jul
31
¡Qué historias! ¡Qué personajes! ¡Qué tiempos!
por Emilio Silvera ~ Clasificado en Rumores del Saber ~ Comments (0)
Es una hermosa y terrible historia esta de la navegación. Bella y espantosa como el mar mismo. Porque frente a las notables proezas de los marinos de todos los tiempos, a sus descubrimientos, a sus maravillosas leyendas y tradiciones, al colorido de los piratas, corsarios y bucaneros, se oponen la sórdida condición de los marineros antes del advenimiento del vapor, los galeotes encadenados a los remos, las estremecedoras historias de los barcos devorados por el mar, los cientos de batallas despiadadas que se libraron en sus aguas y, en último análisis, el universo desconocido y ominoso que vive subyacente en las entrañas del océano.
La tempestad
“Escrito en 1611 y estrenado el mismo año, este drama en cinco actos en verso y prosa de William Shakespeare se publicó en el in-folio de 1623, donde precede a todas las demás piezas. La fuente de esta obra debe buscarse en la commedia dell’arte italiana; algunas intrigas análogas a la suya han sido descritas por diversos estudiosos. Shakespeare combinó con estos elementos italianos detalles del naufragio en las Bermudas de sir George Somers (25 de julio de 1609). Otros eruditos consideran como fuente probable de la tragedia la novela castellana La gran conquista de Ultramar.”
La gran conquista de Ultramar
Los navegantes, tal como narraba Shakespeare, gustaban de exagerar sus experiencias y hablaban de hombres cuyas cabezas nacían abajo de los hombros, o que no tenían cabeza, o de aquellos que, como los patagones, sólo tenían un pie muy grande, o los de Labrador, que tenían cola. Todo esto originó un “renacimiento de la superstición”. Aquellos viajeros crearon en sus mentes escenarios fantásticos, que los situaban más allá del tiempo y del espacio, en mundos ignotos donde nuevos órdenes de razas monstruosas de animales fantásticos existían. Dado que es casi tan difícil inventarse un animal nuevo como descubrirlo, a las criaturas míticas y folklóricas conocidas se les añadieron otros rasgos imaginarios.
Así, la era del descubrimiento trajo consigo un renacimiento de la fábula. Las serpientes marinas de ciento cincuenta metros de largo se multiplicaron como nunca, y, era raro el marinero que habiendo viajado a lejanos horizontes de nuevas tierras, no contaba, a su regreso, fantásticas historias de animales que sobrepasaban la fantasía de la imaginación más creadora: Sirenas y Tritones, Unicornios y hasta bellas mujeres de larga cabellera que andaban suavemente por encima del agua de maravillosos lagos de cascadas de increíble belleza.
La imaginación desmesurada de los marines aventureros
Las leyendas dudosas eran ahora confirmadas por jesuitas misioneros, por adinerados plantadores de azúcar y por sobrios capitanes de barcos. A las quimeras de la fantasía medieval se añadían ahora criaturas reales cuyas noticias llegaban con cada viaje procedente de las Américas, de China y de otros lejanos horizontes. Los que no leían latín podían disfrutar de las numerosas ilustraciones que acompañaban a los textos que abundaban para deleite de los más soñadores.
Imágenes como esas de arriba, eran las que adornaban aquellas pioneras publicaciones en las que se contaban las historias de marineros-aventureros que, viniendo de lugares lejanos, siempre traían consigo narrativas de leyendas que dejaban boquiabiertos a los lectores u oyentes de las mismas.
Todo aquello inspiró el surgir de una nueva generación de enciclopedistas de la Naturaleza. El más destacado de todos ellos, Konrad Gesner (1516-1565), tenía habilidad para combinar lo nuevo con lo antiguo. Gesner, que conocía extraordinariamente bien varias lenguas, se debatía entre lo que había leído y lo que veía.
Gesnerus y sus criaturas
A los 20 años escribió un diccionario Griego-Latin. Durante los treinta años que siguieron produjo treinta violúmes sobre todos los temas imaginables. Su monumental Biblioteca Universal en cuatro volúmes (1545-1555) pretendía ser un catálogo de todos los escritos producidos en griego, latín y hebreo a lo largo de la historia.
Gesner clasificó mil ochocientos autores y los títulos de sus obras manuscritas e impresas, acompañadas de un resumen de su contenido. De este modo ganó el título de “padre de la bibliografía”. La bibliografía sería para las Bibliotecas lo que la cartografía para los exploradores de la tierra y de los mares.
En la Biblioteca de los Fugger, Gesner encontró un manuscrito griego enciclopédico del siglo II que le inspiró para convertirse en un Plinio moderno. Por fin, su Historia Animalium, que seguía la disposición de Aristóteles, recogíam todo lo que se conocía, especulaba, imaginaba o contaba de cada uno de los animales conocidos. Como Plinio, Gesner produjo una miscelánea, pero añadió los datos que se habían acumulado en el milenio y medio transcurrido desde entonces. Sin bien era algo más crítico que Plinio, él tampoco desmintió las leyendas increíbles, y mostró una serpiente marina de noventa metros de largo. Pero describió la caza de ballenas e incorporó la primera ilustración de una ballena que estaba siendo despellejada para obtener la grasa.
Unicornios montados por bellas y misteriosas amazonas y otras fantásticas criaturas llenaban las mentes con la única libertad que se nos ha dado ¡El Pensamiento! ¿Quién no ha pensado alguna vez en fantásticos mundos poblados por criaturas de inimaginable belleza, o, también, de fealdad indescriptible.
La duradera influencia de la obra de Gesner emanaba de su sentido del folklore y de su capacidad para presentar la fantasía y la realidad con la misma convincente veracidad. Cuando alguien escribe con pasión y plasma en el papel lo que siente, de alguna manera, es más fácil que pueda llegar al lector que, presiente, el mensaje que el autor le quiere hacer llegar.
Al cabo de un siglo, el lector inglés ya tenía acceso a la popular enciclopedia de Gesner gracias a la traducción de Edward Topsell, que éste tituló Historias de las bestias de cuatro patas, de las serpientes y de los insectos, 1658. Allí podemos saber con respecto a la gorgona que…
La gorgona, flanqueada por leonas y mostrando su cinturón de serpientes, tal como aparece en el pedimento del templo del siglo VII a. C. expuesto en el Museo arqueológico de Corfú. Todos estos mitos y leyendas han llegado a nuestro tiempo de las maneras más diversas cuando, aquellos personajes del pasado querían escenificar todas aquellas “historias” y las plasmaban en dibujos y relieves o quedaban escritas hasta en las piedras.
gorgona
“En la mitología griega, una gorgona (en griego antiguo γοργώ gorgō o γοργών gorgōn, terrible’) era un despiadado monstruo femenino a la vez que una deidad protectora procedente de los conceptos religiosos más antiguos. Su poder era tan grande que cualquiera que intentase mirarla quedaba petrificado, por lo que su imagen se ubicaba en todo tipo de lugares, desde templos a cráteras de vino, para propiciar su protección. La gorgona llevaba un cinturón de serpientes, entrelazadas como una hebilla y confrontadas entre sí”.
Górgonas y Medusas
…se planteó la cuestión de si el veneno que había emitido procedía de su aliento o de los ojos. Es más probable que, como el basilisco, matara con la mirada y también lo hiciera con el aliento de su boca, lo cual no es comparable con ninguna otra bestia del mundo… Al considerar esa bestia, se demostró de modo evidente la divina sabiduria y providencia del Creador, que había vuelto los ojos de esta criatura hacia la tierra, como si así enterrara su veneno y evitara que dañara al hombre, y los había ensombrecido con un cabello fuerte, largo y áspero, para que los rayos envenenados no pudieran dirigirse hacia arriba, hasta que la bestia se viera azuzada por el miedo o la ira…
Tras recurrir al indiscutible testimonio del salmo nonagésimo segundo, Gesner declara que los Unicornios son sagrados porque “reverencian a las vírgenes y a las jóvenes doncellas” y muchas veces al verlas se vuelven mansos y se acercan a dormir a su lado… ocasión que los cazadores indios y etíopes aprovechan para apoderarse de la bestia. Toman a un hombre joven, fuerte y hermoso, lo visten de mujer y lo adornan con diversas flores y especias olorosas”.
de la obra de Gesner
Pese a la fantasía de su texto, el millar de grabados de Gesner contribuyó a que la biología tomara un rumbo distinto. Al igual que los padres alemanes de la botánica, Gesner colaboró con los artistas y presentó los dibujos más realistas hechos hasta el momento de todos los tipos de criaturas, desde el “vulgar ratoncillo” al sátiro, la esfinge, el gato, el topo y el elefante. Durero fue el autor de su ilustración del rinoceronte, “la segunda maravilla de la naturaleza…como el elefante era la primera”. Estos incunables de la ilustración biológica empezaron a liberar a los lectores de los herbarios y los bestiarios.
La obra de Gesner, reimpresa, traducida y resumida, dominó la zoología post-aristotélica hasta los innovadores estudios modernos de Ray y Linneo, que no estaban ilustrados. Sus notas inéditas fueron la base, el el siglo siguiente, del primer tratado completo que se escribió sobre los insectos. Para su Opera Botánica recogió cerca de un millar de dibujos, algunos realizados por él mismo, pero no llegó a terminar su gran trabajo sobre las plantas, que habían sido su primer amor.
Enemigo implacable de Roma
Gesner nunca se liberó completamente de su obsesión filológica. En su libro de 158 páginas Mitrídates, u observaciones sobre las diferencias existentes entre las lenguas que han estado o están en uso en las diversas naciones del mundo entero (1555), intentó hacer con las lenguas lo que ya estaba haciendo con los animales y las plantas. Tomando como base su traducción del padrenuestro, Gesner describió y comparó “la totalidad” de las ciento treinta lenguas del mundo. Por vez primera, incluyó un vocabulario del lenguaje de los gitanos.
Nadie nunca se hubiera atrevido a querer visitar las misteriosas cumbres de las montañas
Al revelar públicamente su intención de explorar las altas montañas, que hasta entonces habían inspirado pasmo y terror, Gesner halló un modo típicamente suizo de descubrir la naturaleza. La Europa renacentista había presenciado un breve y prematuro surgir de la fascinación por la aventura de las montañas. Petrarca (1304-1374) había sido el precursor, con su ascensión al monte Ventoux, cerca de Avignon, en 1336. En la cumbre leyó en un ejemplar de las confesiones de san Agustín que se sacó del bolsillo una advertencia dirigida a los hombres que “van a admirar las altas montañas y la inmensidad del océano y el curso de los astros… y se olvidan de sí mismos”. Leonardo Da Vinci exploró el monte Bo en 1511 con ojos de artista y naturalista. El reformista y humanista suizo Joachim Vadian (1484-1551), amigo de Lutero y defensor de Zwinglio, llegó a la cumbre de Gnepfstein, cerca de Lucerna, en 1555, escribió su pequeña obra clásica.
“Si deseáis ampliar vuestro campo de visión, dirigid la mirada a vuestro alrededor y contemplad todas las cosas que hay a lo largo y a lo ancho. No faltan atalayas y riscos, desde donde os parecerá que tenéis la cabeza en la nubes. Si, por otra parte, preferís reducir la visión, podéis mirar los prados y los verdes bosques, o adentraros en ellos; y si la queréis reducir todavía más, podéis observar los oscuros valles, las sombrías rocas y las oscuras cavernas… En verdad, en ningún otro lugar se encuentran tal variedad en tan reducido espacio con en las montañas, en las cuales… en un solo día se puede contemplar y sentir las cuatro estaciones del año, verano, otoño, primavera e invierno. Además, desde los picos más altos de las montañas, la cúpula entera de nuestro cielo se tenderá audazmente abierta ante nuestra mirada, y podréeis presenciar la salida y la puesta de las constelaciones sin ningún estorbo, y comprobareis que el Sol se pone mucho después y sale mucho antes.”
El Mont Blanc
Pero resultaba tan difícil vencer los temores primitivos que tendrían que transcurrir dos siglos entre las excursiones de Gesner y los verdaderos comienzos del montañismo moderno. El Mont Blanc (4.810 m), el pico más alto de Europa aparte del Cáucaso, no fue escalado hasta 1786 por un montañero que se proponía cobrar la recompensa que había ofrecido un geólogo suizo, Horace-Bénedict de Saussure (1740-1779), veinticinco años antes.
En tanto los naturalistas dispusieran las plantas y los animales por orden alfabético, el estudio de la naturaleza estaba condenado a seguir siendo teórico…Pero, ¡esa es otra historia que no toca hoy!
Lo cierto es que, leyendo estas historias del pasado nos podemos situar en aquel tiempo y llegar a comprender cómo la gente tenían aquellos pensamientos, el desconocimiento del mundo y de las cosas y los seres que lo pueblan hacen que la imaginación desbocada vague por caminos que, en la mayoría de los casos, están aconsejados por la ignorancia. Pero, el tiempo pasa y las sociedades y sus gentes evolucionan, los descubrimientos no cesan y la ciencia avanza. Ahora, todo aquello ¡nos queda tan lejano!
Emilio Silvera V-
Historias como estas son contadas por Daniel J. Boorstin en sus libros titulados Los Descubridores…La Naturaleza. Los podeis encontrar en la Biblioteca de Divulgación Científica (1986 Editorial Crítica, S.A.) ISBN (Obra completa): 84-873-0174-5. Cuatro Caminos s/n. Sant Vicentç dels Hirts (Barcelona).
Jul
25
Rumores del saber del mundo
por Emilio Silvera ~ Clasificado en Rumores del Saber ~ Comments (0)
La “profesionalización” e “institución” de la ciencia, entendiendo por tal que la práctica de la investigación científica se convirtiese en una profesión cada vez más abierta a personas sin medios económicos propios, que se ganaban la vida a través de la ciencia y que llegasen a atraer la atención de gobiernos e industrias, tuvo su explosión a lo largo de 1.800, y muy especialmente gracias al desarrollo de dos disciplinas, la química orgánica y el electromagnetismo. Estas disciplinas, junto a las matemáticas, la biología y las ciencias naturales (sin las cuales sería una necedad pretender que se entiende la naturaleza, pero con menos repercusiones socio-económicas), experimentaron un gran desarrollo entonces, tanto en nuevas ideas como en el número de científicos importantes: Faraday, Maxwell, Lyell, Darwin y Pasteur, son un ejemplo. Sin olvidar a otros como Mendel, Helmholtz, Koch, Virchow, Lister o Kelvin, o la matemática de Cauchy, de Gauss, Galois, Fourier, Lobachevski, Riemann, Klein, Cantor, Russell, Hilbert o Poincaré. Pero vamos a pararnos un momento en Faraday y Maxwell.
Para la electricidad, magnetismo y óptica, fenómenos conocidos desde la antigüedad, no hubo mejor época que el siglo XIX. El núcleo principal de los avances que se produjeron en esa rama de la física (de los que tanto se benefició la sociedad -comunicaciones telegráficas, iluminación, tranvías y metros, etc.-) se encuentra en que, frente a lo que se suponía con anterioridad, se descubrió que la electricidad y el magnetismo no eran fenómenos separados.
El punto de partida para llegar a este resultado crucial fue el descubrimiento realizado en 1.820 por el danés Hans Christian Oersted (1777 – 1851) de que la electricidad produce efectos magnéticos: observó que una corriente eléctrica desvía una aguja imanada. La noticia del hallazgo del profesor danés se difundió rápidamente, y en París André-Marie Ampère (1775 – 1836) demostró experimentalmente que dos hilos paralelos por los que circulan corrientes eléctricas de igual sentido, se atraen, repeliéndose en el caso de que los sentidos sean opuestos.
André Marie Ampère (1775-1836)
Logros académicos
- Matemático y físico francés
- Autodidacta, nunca fue a la escuela
- En 1801 se convierte en profesor de Física y Química en la École centrale de Ain
- En 1804 es nombrado profesor particular de análisis en la École polytechnique
- En 1808 consigue la plaza de profesor en matemáticas en la École polytechnique y es nombrado Inspector General de la Universidad, alcanzando una gran popularidad
- Es elegido, en 1814, miembro de la Academia de Ciencias en París
Aportaciones
- Sus estudios sobre la electricidad y el magnetismo contribuyó al desarrollo del electromagnetismo.
- Su trabajo se publicó en la obra “Colección de Observaciones sobre electrodinámica”
- Inventó el galvanómetro, el telégrafo eléctrico y el electroimán
- Dio a conocer los conceptos tensión y corriente eléctrica
- En 1831 formula la Ley de Ampère, relacionando un campo magnético estático con una corriente eléctrica
- La unidad de intensidad de corriente eléctrica, el amperio, lleva su nombre en su honor
Bibliografía en la Biblioteca de la Universidad Autónoma de Madrid
Poco después, Ampère avanzaba la expresión matemática que representaba aquellas fuerzas. Su propósito era dar una teoría de la electricidad sin más que introducir esa fuerza (para él “a distancia”).
Pero el mundo de la electricidad y el magnetismo resultó ser demasiado complejo como para que se pudiera simplificar en un gráfico sencillo, como se encargó de demostrar uno de los grandes nombres de la historia de la ciencia: Michael Faraday (1791 – 1867), un aprendiz de encuadernador que ascendió de ayudante de Humphry Davy (1778 – 1829) en la Royal Intitution londinense.
En 1.821, poco después de saber de los trabajos de Oersted, Faraday, que también dejó su impronta en la química, demostró que un hilo por el que pasaba una corriente eléctrica podía girar de manera continua alrededor de un imán, con lo que vio que era posible obtener efectos mecánicos (movimiento) de una corriente que interacciona con un imán. Sin pretenderlo, había sentado el principio del motor eléctrico, cuyo primer prototipo sería construido en 1.831 por el físico estadounidense Joseph Henry (1797 – 1878).
Faraday (1791-1867)
Logros académicos
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Recibió escasa formación académica, y a los 13 años comenzó a trabajar de aprendiz con un encuadernador de Londres
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Prácticamente no sabía matemáticas, desconocía el cálculo diferencial pero en contrapartida tenía una habilidad sorprendente para trazar gráficos y diseñar experimentos
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En 1858 se le proporcionó una de las Casas de Gracia y Favor, de la reina Victoria
Aportaciones
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1821: construyó dos aparatos para producir lo que él llamó rotación electromagnética (motor eléctrico)
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1831: descubrió la inducción electromagnética y otros experimentos que aún hoy día son la base de la moderna tecnología electromagnética (leyes de Faraday)
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1845: descubrió el efecto Faraday (desviación del plano de polarización de la luz como resultado de un campo magnético, al atravesar un material transparente). Se trataba del primer caso conocido de interacción entre el magnetismo y la luz
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Demostró que la carga eléctrica se acumula en la superficie exterior del conductor eléctrico cargado, con independencia de lo que pudiera haber en su interior (usado en la jaula de Faraday)
Curiosidades
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La unidad de capacidad eléctrica se denomina faraday/faradios
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Albert Einstein tenía un retrato suyo en su estudio junto a los de Newton y Maxwell JC
Bibliografía en la Biblioteca de la Universidad Autónoma de Madrid
Lo que le interesaba a Faraday no eran necesariamente las aplicaciones prácticas, sino principalmente los principios que gobiernan el comportamiento de la naturaleza, y en particular las relaciones mutuas entre fuerzas, de entrada, diferentes. En este sentido, dio otro paso importante al descubrir, en 1.831, la inducción electromagnética, un fenómeno que liga en general los movimientos mecánicos y el magnetismo con la producción de corriente eléctrica.
Este fenómeno, que llevaría a la dinamo, representaba el efecto recíproco al descubierto por Oersted; ahora el magnetismo producía electricidad , lo que reforzó la idea de que un lugar de hablar de electricidad y magnetismo como entes separados, sería más preciso referirse al electromagnetismo.
La intuición natural y la habilidad experimental de Faraday hicieron avanzar enormemente el estudio de todos los fenómenos electromagnéticos. De él es, precisamente, el concepto de campo que tanto juego ha dado a la física.
Sin embargo, para desarrollar una teoría consistente del electromagnetismo se necesitaba un científico distinto: Faraday era hábil experimentador con enorme intuición, pero no sabía expresar matemáticamente lo que descubría, y se limitaba a contarlo. No hubo que esperar mucho, ni salir de Gran Bretaña para que un científico adecuado, un escocés de nombre James Clerk Maxwell (1831 – 1879), hiciera acto de presencia.
“Las cuatro ecuaciones de Maxwell describen todos los fenómenos electromagnéticos; aquí se muestra la inducción magnética por medio de una corriente eléctrica.”
“Las ecuaciones en forma de integrales en el vacío son de la forma:
ley de Gauss para electricidad
ley de Gauss para magnetismo
ley de inducción de Faraday
ley de Ampere
donde es el campo eléctrico, es el campo magnético, es la corriente de carga que, en parte, genera el campo magnético, Q es la carga estática que genera el campo eléctrico, es la constante dieléctrica del vacío y μ0 es la permeabilidad magnética del vacío.
V es un volumen cualquiera dentro del cual está la carga Q, es la superficie cerrada que rodea el volumen V, S es una superficie no cerrada y es la curva cerrada que delimita la superficie S.”
Maxwell desarrolló las matemáticas para expresar una teoría del magnetismo-electricidad (o al revés) que sentó las bases físicas de aquel fenómeno y contestaba a todas las preguntas de los dos aspectos de aquella misma cosa, el electromagnetismo. En sus ecuaciones vectoriales estaban todos los experimentos de Faraday, que le escribió una carta pidiéndole que le explicara, con palabras sencillas, aquellos números y letras que no podía entender.
Pero además, Maxwell también contribuyó a la física estadística y fue el primer director del Laboratorio Cavendish, unido de manera indisoluble a la física de los siglos XIX y XX (y también al de biología molecular) con sede en Cambridge.
Su conjunto de ecuaciones de, o en, derivadas parciales rigen el comportamiento de un medio (el campo electromagnético) que él supuso “transportaba” las fuerzas eléctricas y magnéticas; ecuaciones que hoy se denominan “de Maxwell”. Con su teoría de campo electromagnético, o electrodinámica, Maxwell logró, además, unir electricidad, magnetismo y óptica. Las dos primeras, como manifestaciones de un mismo substrato físico, electromagnético, que se comporta como una onda, y la luz, que es ella misma, una onda electromagnética, lo que, en su tiempo, resultó sorprendente.
Más de ciento treinta años después, todavía se podía o se puede apreciar la excitación que sintió Maxwell cuando escribió en el artículo Sobre las líneas físicas de la fuerza, 1861 – 62, en el que presentó esta idea: “Difícilmente podemos evitar la inferencia de que la luz consiste de ondulaciones transversales del mismo medio que es la causa de los fenómenos eléctricos y magnéticos.”
Todo aquello fue posible gracias a las bases sentadas por otros y a los trabajos de Faraday como experimentador infatigable, que publicaba sus resultados en artículos y los divulgaba en conferencias en la sede de la Royal Institution londinense. Todos estos artículos y conferencias fueron finalmente publicados en el libro que llamaron Philosophical transactions de la Royal Society, y Experimental researches in chemistry and physics (Richard Taylor y William Francis, Londres, 1859; dos grandes científicos unidos por la historia de la ciencia que nos abrieron puertas cerradas que nos dejaron entrar al futuro).
No quiero seguir por este camino de personajes y sus obras ya que están enmarcados y recogidos en mi anterior libreta (primera parte de personajes), así que desviaré mis pensamientos hacia otras diversas cuestiones de mi interés, y espero que también del vuestro.
Antes dejaba la reseña de algún refrán o pensamiento sobre la amistad, y en realidad también podemos ver la cara amable de esta forma de sentimiento-aprecio-amor que llamamos amistad.
Siempre hay mucho más de lo que se ve
Nosotros, los seres humanos, nunca vemos a nuestros semejantes como objetos o cuerpos neutros, sino que los miramos como personas con una riqueza interior que refleja su estado de ánimo o forma de ser, y de cada uno de ellos nos llegan vibraciones que, sin poderlo evitar, nos transmiten atracción o rechazo (nos caen bien o nos caen mal).
Son muchos y diversos los signos sensoriales que, en silencio, nos llegan de los demás y son recogidos por nuestros sensores en una enorme gama de mensajes sensitivos que llamamos indistintamente simpatía, pasión, antipatía, odio, etc.
Está claro que cuando el sentimiento percibido es positivo, la satisfacción se produce por el mero hecho de estar junto a la persona que nos lo transmite, que con su sola presencia, nos está ofreciendo un regalo, y si apuramos mucho, a veces lo podríamos llamar incluso “alimento del alma”. Estar junto a quien nos agrada es siempre muy reconfortante, y según el grado de afinidad, amistad o amor, el sentimiento alcanzará un nivel de distinto valor.
“Donde tú vayas, iré yo. Donde tú habites, habitaré yo. Tu pueblo será mi pueblo, y tu Dios será mi Dios. Donde tu mueras, moriré yo también, y allí seré enterrada, y que Dios me castigue si algo que no sea muerte me separa de ti.”
Libro de Rut (Biblia)
C. S. Lewis, en su ensayo de Los cuatro amores, explica cómo el afecto ignora barreras de edad, sexo, inteligencia y barreras sociales.
Lleva toda la razón; cada uno de los afectos ubicados en su justo nivel: el banquero todopoderoso irremisiblemente atado al cariño que le une con su niñera ya anciana; el jefe de gobierno que no puede evitar visitar (en la menor oportunidad) a su compañero de infancia, el zapatero de su pueblo; el rico hacendado, unido a su humilde secretario, 30 años a su lado, con el que comparte sus íntimos problemas; el hombre de 40 años que se ve inevitablemente enamorado de su secretaria de 20 años.
Son fuerzas irresistibles que invaden el interior de los seres humanos de toda edad o condición y les lleva a unir sus sentimientos a otras personas que, en ocasiones, parecen no tener ninguna afinidad con su situación social o cultural, pero así ocurre.
Nacemos para amar y ser amados; ¿qué sería de nosotros si no? Todo lo malo que hacen los hombres está basado siempre en la falta de sentimiento. Cuando el amor o el afecto están presentes, nada malo podrá suceder. Por el contrario, el amor nos lleva, sin dudarlo, a sufrir y darlo todo por la persona amada. Ésa es la grandeza del amor verdadero, lo podemos dar todo sin pedir nada. Sin embargo, el mecanismo humano, en esos casos, hace que la persona que recibe tanto amor tenga también la necesidad de darlo.
El afecto es la primera forma, el primer escalón para amar, y la amistad es la segunda, un escalón más arriba. Tenemos muchos ejemplos de autores clásicos que nos hablan de la amistad: Homero, Platón, Aristóteles, Cicerón, Séneca o San Agustín.
La primera literatura occidental, desde que Homero saca a pasear a Ulises por Troya y el Egeo, ya elogia esa relación que se presta entre los seres humanos y que da a sus vidas un colorido especial. La Ilíada y La Odisea, esas maravillas escritas hace casi tres milenios, son un canto a la amistad. Al leer en ellas podemos ver cómo la muerte de Patroclo es profundamente sentida por Aquiles, que gime y exclama:
“¡Oh, Patroclo! Ya que yo he de bajar después que tú a la tumba, no quiero enterrarte sin haberte traído las armas y la cabeza de Héctor…”
Sigue su bárbara perorata que, en aquellos tiempos y lugares, sólo reflejaban su sentimiento.
Dice Eurípides que cuando Dios da bienes, no hay necesidad de amigos. Pero nadie querría poseer todas las riquezas y estar solo, pues el hombre, como todos sabemos, es eminentemente un animal social, y su naturaleza le exige convivir con los otros seres de su misma condición para compartir con ellos sus logros, sus esperanzas, sus sentimientos y sus penas y alegrías. Así somos los humanos.
El cualquier tratamiento de la amistad aparecen varios rasgos comunes en todos los casos: relación entrañable y libre, recíproca y exigente, desinteresada y benéfica, nacida de una inclinación natural por atracción y simpatía de las partes implicadas y que se alimenta y acreciente del convivir compartiendo. Así, en los malos momentos, nos refugiamos en los amigos que nos ofrecen consuelo y, con ellos, nos gusta compartir también las alegrías. Sí, es una verdadera suerte contar con amigos en los que, de verdad, podamos confiar.
No soy masoquista, sin embargo, siento profundamente que, en verdad, sufrir por algo que vale la pena, es una alegría.
¿Quién no está dispuesto a sacrificarse por el bien del ser amado?
Pero… ¿Cómo he terminado así el trabajo?
Emilio Silvera V.
Abr
12
¡El pasado! ¿Qué haríamos sin él?
por Emilio Silvera ~ Clasificado en Rumores del Saber ~ Comments (1)
Estatua de Aryabhata
En el año 499 d.C. el matemático hindú Aryabhata calculó pi como 3,1416 y la duración del año solar como 365,358 días. Por la misma época, concibió la idea de que la Tierra era una esfera que giraba sobre su propio eje y se desplazaba del Sol. Pensaba, además, que la sombra de la Tierra sobre la Luna era lo que causaba los eclipses. Dado que Copérnico no “descubriría” algunas de estas cosas hasta casi mil años después, resulta difícil no preguntarse si el revuelo provocado por la llamada “revolución copernicana” estaba realmente justificado.
En la Edad Media el pensamiento indio estaba muy por delante del europeo en varias áreas. En esta época, los monasterios budistas de la India tenían tantos recursos que actuaban como bancos e invertían sus excedentes financieros en empresas comerciales. Detalles como éste aclaran por qué los historiadores se refieren a la reunificación del norte de la India bajo los Guptas (c.320-550) como una era dorada.
Templo Budista
Esta dinastía, en conjunción con el reinado de Harsha Vardhana (606-647), abarca el período que hoy se considera la era clásica de la India. Además de los progresos realizados en matemáticas, esta época fue testigo del surgimiento de la literatura en sánscrito, de la aparición de formas de hinduismo nuevas y duraderas, entre ellas el vedanta, y del desarrollo de una espléndida arquitectura religiosa.
Más que la mayoría de los lenguajes, el sánscrito encarna una idea: es el lenguaje especial para gente que deben tener una clasificación también especial. Es una lengua de más de tres mil años de antigüedad. En un principio, fue la lengua del Punjab, pero luego se difundió al este.
Se puede discutir si los autores del Rig Veda fueron los arios procedentes de fuera de la India o indígenas de la región, pero lo que no se puede poner en duda es que poseían un idioma de gran riqueza y precisión, y una tradición poética cultivada.
El sánscrito es una de las aportaciones más grandes de la cultura que nos vamos a poder encontrar que se ha formado de alguna manera en un territorio indio europeo como lo es la india, ya que es considerado como la lengua más antigua de toda esta zona, pues según algunos historiadores y analistas de toda esta situación el mismo fue conformado o desarrollado hace más de 4000 años, algo para tener en cuenta por parte de todos nosotros, ya que según muchas personas gracias a esta gran cantidad de aportes que se fueron formando con él sanscrito se fue formando todo lo que conocemos en la actualidad en cada una de las diferentes lenguas y textos que se desarrollaron en lo que es actualmente.
La importancia de los gramáticos para la historia del sanscrito no tiene comparación en ninguna otra lengua del mundo. La preeminencia que alcanzó esta actividad se deriva de la necesidad de preservar intactos los textos sagrados de los Vedas: según la tradición, cada palabra del ritual tenía que pronunciarse de forma exacta. Así que da demostrado en algún momento del siglo IV a.C. cuando Panini compone su Gramática.
Nada sabemos sobre la vida de Panini, aparte de que nació en Satura, en el extremo noroeste de la India. Su Astadhyayi consta de cuatro mil aforismos que describen, con abundante detalle, la forma de sanscrito que utilizaban los brahmanes de la época. Su obra tuvo tanto éxito, que la forma del idioma que describió quedó establecida para siempre, después de lo cual vendría a ser conocida como samskrta (“perfecta”).
A partir de los trabajos de Panini, el lenguaje en la India evolucionó de manera considerable y sus efectos se podría decir, fueron altamente positivos. El lenguaje estaba dividido en dos: sanscrito para el estudio y ritual, preservado para la casta de los brahmanes, y, el práctico, para la vida cotidiana.
Hay que decir que, tal distinción ya existía en la época de Buda y Mahavira y desde la época de Panini sólo la lengua vernácula evolucionó de forma normal. La brecha entre el sánscrito y el práctico se amplió con el paso de los siglos y, sin embargo, ello no tuvo consecuencias negativas para el primero que en la época de los Guptas era el lenguaje utilizado por la Administración.
Las lenguas modernas de la India: Bengalí, gujarati, y, maratí, solo empezaron a utilizarse 1.000 años después de C.
Después del siglo II a.C. empiezan a aparecer textos seculares: poesías, dramas y obras de naturaleza científica, técnica o filosófica. En este momento, todo hombre de letras debía saber de memoria el astadhyayi. Aprenderlo requería un largo proceso, pero demostraba la educación.
Kālidāsa fue un poeta y dramaturgo indio hinduista, que floreció aproximadamente en el siglo VI de nuestra era. Su poema más conocido es el llamado “Mensajero de las Nubes”. Los poemas de Kalidás sugieren que era un brahmám (sacerdote), aunque se cuentan historias que lo contradicen.
Entre los años 500 y 1.200 d. C., la literatura sánscrita vive su edad de oro, protagonista indiscutible de la cual es Kalidasa, el más famoso de los autores del período den la literatura kavya (secular), la literatura agama (religiosa) y los trabajos de los estudiosos (sastra).
Como ocurre con Panini, tampoco se sabe mucho sobre los orígenes de Kalidasa. Su nombre significa “esclavo de la diosa Kali”, lo que sugiere que pudo nacer al sur de la India, en lo que después se convirtió en Bengala, donde Kali, la esposa de Shiva, contaba con muchos seguidores.
Hay ciertas características de las obras de Kalidasa que hace pensar en que podía ser un brahmán de Ujjain o Mandasor, ya que muchos detalles delatan un profundo conocimiento del fértil valle del Narmada, en la región de Malwa. Como en el caso de Sófocles, sólo se conservan siete de los clásicos sánscritos de Kalidasa, poeta lírico y autor de epopeyas y obras de teatro.
Su trabajo más conocido, como dije antes, es el poema Meghaduta (Mensajero de las nubes), sin embargo, la obra más evocadora de Kalidasa es el drama Shakuntala.
“El dato más relevante para ubicar cronológicamente a Kalidás o Kalidasa es que se le menciona como uno de los nava-ratna(‘nueve joyas’) de la corte del rey «Vikramaditia». Entre esos nueve sabios se cuenta el astrónomo Varaja Mijira, quien vivió entre el 505 y el 587 d. C. Un candidato a ser este tal rey Vikramaditia es Chandragupta II Vikramaditia, emperador del Imperio gupta, pero éste reinó en Uyyain entre el 375 y 415 d. C., o sea, un siglo antes del nacimiento de Varaja Mijira.
Un terminus ante quem (‘límite antes del cual’) habría vivido Kalidasa es dado por la primera vez que se lo menciona existente en la India, en el Prashasti del año 634 en el templo de Aihole (en el distrito de Bagalkot, del estado de Karnataka), que tiene una referencia acerca del talento de Kalidasa. Un terminus post quem(‘límite después del cual’) se puede deducir de su obra Malavika-Ágni-Mitra, en la que el protagonista, el rey Ágni-Mitra de la dinastía sunga, asumió el trono de Magadha en el 152 a. C.
Algunos autores discreparon sobre su datación, tal es el caso de Francis Wilford, que situó a Kalidasa en una época incorrecta” (Fuente Wikipedia)
La superioridad y brillantez de la literatura india de este período quedan confirmadas por el hecho de que sus ideas y prácticas se difundieron por todo el sureste asiático. Es posible encontrar Budas de estilo gupta de Malaya, Java y Borneo. Se cree que las inscripciones en sánscrito, que aparecen en Indochina desde el siglo III y IV, constituyen un indicio de los comienzos de la alfabetización en esta región y “casi todos los estilos de escrituras preislámicos del sureste asiático son derivados del gupta Grahmi”.
Bajo la dinastía de los guptas el templo hindú se desarrolló hasta convertirse en la forma arquitectónica clásica de la India. Es difícil exagerar la importancia del templo hindú. El mundo tienen una gran deuda con el arte de la India, algo especialmente cierto en el caso de China, Corea, el Tibet. Camboya y Japón.
Es evidente que la iconografía de los templos indios se origina en un conjunto de supuestos diferentes de los des arte cristiano, pero constituye un sistema no menos cerrado e interconectado. En general, las imágenes hindúes son bastante más arcaicas que las cristianas y en mucho casos más antiguas que el arte griego. Los mitos de los grandes dioses (Vishnú y Shiva) representados en los grabados se repiten cada palpa, esto es, cada cuatro mil trescientos veinte millones de años.
Habitualmente, los dioses están acompañados de vehículos o se los asocia a ellos: Vishnú a una serpiente o culebra cósmica (símbolo de las aguas primigenias de la creación), Brama a un ganso, Indra a un elefante, Shiva a un tono, y cada uno tiene un significado espiritual, como Airavata, el ancestro celestial de todos los elefantes que lleva a Indra, el rey de los dioses, así que está enclavado como perteneciente a la tierra de los reyes.
La cultura hindú es fascinante y leer en profundidad su historia nos puede dar el conocimiento de gran parte del comportamiento de la Humanidad. Como otros tantos lugares y culturas, fue invadida por el Islam que nunca consiguió erradicar las costumbres y cultura de los nativos.
Los templos hindúes de la India constituyen una de esas espléndidas obras que nunca se han abierto camino en la mente de Occidente para ser consideradas equivalentes intelectuales y artísticos de, digamos, al arquitectura clásica Griega. ¡Un gran error!
Como dije antes, otra innovación hundú fue la invención o creación de los numerales indios. Ello fue obra en primera instancia del famoso matemático indio Aryabhata, que igualmente mencione antes en alguna parte de este trabajo en el apartado referido a la India.
En el año 499, Aryabhata escribió un pequeño volumen, Aryabhatuya, de 123 versos métricos, que se ocupaban de astronomía y (una tercera parte) de ganitapada o matemáticas. En la segunda mitad de esta obra, en la que habla del tiempo y la trigonometría esférica, Aryabhata utiliza una frase, en la que se refiere a los números empleados en el cálculo, “cada lugar es diez veces el lugar precedente”. El valor posicional había sido un componente esencial de la numeración babilónica, pero los babilonios no empleaban un sistema decimal.
La numeración había empezado en India con simples trazos verticales dispuestos en grupos, un sistema repetitivo que se mantuvo aunque después se crearon nuevos símbolos para el cuatro, diez, veinte y el cien. Esta escritura kharosti dio paso a los denominados caracteres brahmi, un sistema similar al jonio griego:
Desde este punto se necesitaban dos pasos adicionales para llegar al sistema que empleamos ahora. El primero era comprender que un sistema posicional sólo requiere nueve cifras (y que, por tanto, podemos deshacernos de todos los demás, de la I en adelante en el gráfico o figura anterior). No hay certeza sobre cuando se dio este paso por primera vez, pero el consenso entre los historiadores de las matemáticas es que se produjo en la India, y que quizá se desarrolló a lo largo de la frontera entre la India y Persia, donde el recuerdo del sistema posicional puede haber incitado a su uso en al alternativa brahmi, o en la frontera con China, donde existía un sistema de varas.
Esto también puede haber sugerido la reducción de los numerales a nueve. La referencia más antigua a los nueve numerales indios la encontramos en los escritos de un obispo sirio llamado Severo Sebokt que, molesto con los griegos (cerrados a otros saberes en países distintos a Grecia), trató de recordarles que, también en otros lugares, y otras culturas, tenían conocimientos dignos de atención y, apelaba a los indios y los descubrimientos que éstos habían realizado en astronomía y, en particular, “su valioso método de calcular, que supera cualquier descripción. Sus cálculos de realizaban mediante nueve signos (nueve no diez) La primera aparición indudable del cero en la India es una inscripción del año 876, más de dos siglos después de la primera mención del uso de los otros nueve numerales.
Algunos supieron “ver” que el concepto de “nada” de “vacío” era algo inexistente y, a la vez, muy poderoso. Lo que entendemos por nada… No existe, siempre hay aunque sólo sean pensamientos. La Nada es esa palabra que hemos encontrado para significar la falta de algo, la ausencia… ¡de tantas cosas!
Aquí aparece el primer cero escrito por el hombre, pero hay que tener en cuenta que su nombre (ﺻﻔﺮ, sifr, ‘cero’, ‘vacío’) actúa como constante recordatorio de su pequeñez o de la nada.
Todavía no sabemos con certeza dónde surgió por primera vez el cero, y el concepto de nada, de vacío, a la que, además de los hindúes también llegaron los mayas de manera independiente. Algunos sitúan la aparición del cero en China. No obstante, nadie discute la influencia india, y todo aparece indicar que fueron ellos los primeros que emplearon a la vez los tres nuevos elementos en que se funda nuestro actual Sistema numérico:
- una base decimal,
- una notación posicionad y cifras para diez, y
- sólo diez, numerales. Y esto ya establecido en 876.
En algún momento se dio por hecho que el cero provenía originalmente de la letra griega omicrón, la inicial de la palabra ouden, que significa “vacío”. Sin embargo, está más allá en el pasado.
Emilio Silvera
Abr
1
Estamos rodeados de misterios
por Emilio Silvera ~ Clasificado en Rumores del Saber ~ Comments (0)
Considerada como una pseudo-ciencia, la alquimia se practicó aproximadamente desde el siglo IV a. C. hasta el surgimiento de la química y las ciencias naturales, a comienzos del XVII. Es cierto que, su época de esplendor se sitúa en la Europa medieval. Sin embargo, la verdadera historia de la Alquimia, nos dice que deberíamos irnos mucho más atrás en el tiempo.
A veces nos pasan cosas que no sabemos explicar. El poeta místico islámico Al-Attar, nos decía:
“En cada átomo hay un sol aparente y en cada gota un poderoso mar.
Si cortas un átomo y penetras en su interior, podrás descubrir en su corazón un sol.”
La Tabla Esmeraldina
Es verdad, sin mentira, cierto y muy verdadero. Lo que está abajo es como lo que está arriba, y lo que está arriba es como lo que está abajo, para hacer los milagros de una sola cosa. Todas las cosas vinieron y vienen del Uno, y por mediación del Uno, así todas las cosas han nacido de esta cosa única por la adaptación. El Sol es el padre; la Luna, la madre; el viento la ha llevado en su vientre, la Tierra es su nodriza. El Padre de toda la Perfección de todo el mundo está aquí. Su potencia está entera si se convierte en tierra.
Os cuento:
Aquel era un viaje de los muchos que, por aquellos tiempos, realizaba a Madrid por cuestiones laborales. Fue un día del crudo invierno del año 1.978, hacía frío y pronto se desencadenó una furiosa tormenta nevada que, en aquella calle del Madrid antiguo, me obligó a buscar algún refugio. Miré el espacio que mi vista podía abarcar y, algo más adelante, en la acera de enfrente, vislumbré una vieja librería en la que me pude cobijar atravesando su estrecha puerta y lúgubre entrada.
La luz, dentro del establecimiento era escasa y, los estantes de libros muy viejos, llenaban todas las superficies del lugar. El librero, hombre muy delgado con traje algo raído por los años y una vieja bufanda de lana enrollada al cuello, relacionaba en una libreta una pila de libros que tenía encima del mostrador.
El hombre me miró, y, sin decir palabra, con un gesto de la cabeza, me indicó que podía pasar a echar una mirada. Por la ventana acristalada y sin visillos que daba a la calle, observé que el temporal arreciaba
No teniendo otra cosa que hacer y, con la única intención de hacer tiempo para dejar pasar la tormenta, me puse a curiosear por los estantes a los que, una buena limpieza, los habría podido liberar de la espesa capa de polvo que por todas partes había.
La lectura de antiguos manuscritos, de lo que decían aquellos filósofos naturales (casi todos ellos anteponían las virtudes medicinales de la piedra a sus propiedades transmutativas). Tanto es así que, Basilio Valentin, en las Doce claves de la filosofía que alguna vez hemos podido ojear, recomienda a sus lectores la “utilización” de la Piedra Filosofal para “proteger su salud”. En otro pasaje, el autor hace la siguiente observación: “Así, pues, mediante este tratado he querido hacerte ver la piedra de los antiguos, proveniente del cielo, para salud y consuelo de los hombres en este valle de lágrimas, como el tesoro terrestre más preciado y, para mí, también el más legítimo.”
En una de aquellas interminables hileras, el lomo de un viejo libro, llamó poderosamente mi atención: “Las doce claves de la Filosofía”, lo saqué de su lugar de reposo y, la polvareda me produjo un ataque de tos. El libro, tenía una portada de aspecto medieval adornada con símbolos para mí desconocidos.
Importancia del Cinabrio en el pensamiento alquímico: Según los alquimistas de la edad media, una sustancia puede transformarse en otra simplemente añadiendo y sustrayendo elementos en las propiedades adecuadas. Se creía que el Mercurio era el elemento el que confería las propiedades metálicas a los elementos y creían que todos los metales estaban formados por diferentes combinaciones de mercurio y azufre, que era el que convertía a las sustancias en combustibles y corroía los metales. A partir de esto dedujeron que agregando y combinando mercurio y azufre en cantidades adecuadas con un metal base como el plomo, éste transmutaría en oro o plata. En la tabla periódica figura con las letras Hg ya que los romanos lo llamaban hidragyrum, que significa plata líquida.
El cinabrio (se decía) es una de las piedras más buena para todo tipo de dolores, se aplica el mineral por la zona afectada y se deja actuar allí por espacio de una hora según el caso. Se ha utilizado desde la antigüedad para conseguir el equilibrio de los pensamientos, canalizarlos, ordenarlos y armonizarlos con el cuerpo físico. alquímicamente se creía que el Cinabrio era el símbolo de la Luz Eterna…
Como hago siempre, levanté la dura y acartonada tapa de aquel misterioso libro y, curioso, comencé a leer el prólogo tratando de atisbar, sobre la esencia del contenido. Aquella presentación estaba escrita por un tal Eugène Canseliet y, lo que allí exponía, me pareció muy complejo para mis escasos conocimientos sobre el tema que trataba, ya que, la erudición que vertía en aquellas líneas escritas superaban, con mucho, mis posibilidades de un lego como yo en temas de Alquimia que era, el tema central que allí se trataba.
El autor, era el Hermano Basilio Valentín de la Orden de San Benito que, nada más que empezar te decía: “En el contenido de lo que en la mano tienes, ¡oh dilecto amigo apasionado del misterio!, te he proporcionado la esperanza de aprender, mediante el estudio –así como a otros en cuyo interior arde el mismo fuego-, las propiedades de la Naturaleza y, con mayor profundidad, en atención al investigador, las artes, la piedra angular y la roca, tal como me fueron conferidas por lo altísimo.
Me propongo explicarte como confeccionaron su Piedra nuestros antiguos Maestros, la piedra que se les entregara desde alturas sumas, a fin de utilizarla para su salud y la comodidad de esta vida terrenal.”
Aquello aumentó mi curiosidad y traté de seguir leyendo algo más. Sin embargo, el texto que seguía era tan oscuro que (tengo que confesarlo), no entendí absolutamente nada, ni una palabra de aquel galimatías mezclado con dibujos y claves tan misteriosos para mí como el Universo mismo.
El uróboros ha sido un símbolo importante en el simbolismo religioso y mitológico, usado frecuentemente en ilustraciones de alquimia. También se le asocia con el gnosticismo y el Hermetismo, aunque fue bien conocido en Antiguo Egipto y Grecia (pero no únicamente). Al contrario, muchos pueblos parecen haberlo conocido y representado, entre ellos, el nórdico; en la mitología vikinga, la serpiente Jormungand llegó a crecer tanto que pudo rodear el mundo y apresarse su propia cola con los dientes.Igualmente, en México, algunas representaciones de Quetzalcóatl o Kukulkán, lo muestran mordiéndose la cola.En la mitología aborigen de autralia, está la Serpiente del Arcoiris.
El símbolo del eterno retorno
Seguí ojeando las imágenes y pude contemplar diversos personajes ataviados con suntuosidad, algunos animales más o menos fabulosos y ciertos utensilios que parecían (esa fue mi primera impresión) tener una relación directa con la Alquimia, tales como crisoles o retortas. Las elucubraciones de Monsieur Canseliet, tenían, sin duda, por objeto delinear todo aquel simbolismo abstracto, pero se me antojaron destinadas, sobre todo, a lectores ya iniciados. Por ejemplo, su comentario acerca de la primera figura comenzaba así:
Los “siete metales” alquímicos (oro, plata, hierro, mercurio, cobre, plomo y estaño),
“El Rey y la Reina de la Obra, es decir, el oro y la plata filosóficos, están representados, de forma espagírica, por el lobo y el gran botón de retorno sobre la copela. Esa copela y el crisol entre llamas señalan claramente la vía seca, en la que desempeña un papel preponderante el fuego secreto.”
Confieso que tales aclaraciones sirvieron sólo para acrecentar mi perplejidad en lugar de disiparla, no obstante, las extravagancias de Basilio Valentin, empezaron a ejercer lentamente sobre mí una cierta y misteriosa fascinación. Impulsado por el deseo de enredarme cada vez más en aquel mundo oculto, volví a mirar por la ventana y pude comprobar que, la ventisca había pasado y según veía por la acristalada ventana, por la calle, los viandantes, pasaban raudos y tapados tratando de escapar del intenso frío.
Con el libro en la mano, me dirigí hacia el extraño librero y le pregunté el precio. Él, cogió en sus manos el libro y le dio varias vueltas bajo su experta mirada y, sin decir palabra, cogió el lápiz con el que relacionaba aquellos libros y, en un papel escribió la cantidad de 45 pesetas.
Siguiendo su juego y también en silencio, saqué de mi bolsillo aquella cantidad y la dejé encima del mostrador. El libro era mío y, me prometía, para después de la cena, unas horas de descubrimientos y desconocidos misterios que, mi curiosidad, deseaban desvelar.
Salí de aquel lúgubre lugar y, le hice señas a un taxi que por el lugar pasaba en aquel momento. Ya instalado en el Hotel, me dirigí a mi habitación y dejando el libro en la mesilla de noche, al lado de la cama, bajé al comedor.
De regreso al hotel, me eché en la cama y comencé la lectura del primer capítulo en el que me pude enterar de que a los alquimistas se les conocía como “filósofos herméticos”. Lleno de impaciencia leí aquellas primeras páginas y, después de todo, aunque no era una obra para principiantes, el autor había sabido expresarse con la suficiente claridad y, por tanto, la primera impresión recibida era infundada, cualquier lector medio, sin problemas, podía entender lo que allí se explicaba.
El viento y la lluvia golpeaban sobre la ventana de la habitación y, a través de las cortinas, se vislumbraba una tarde oscura y nada acogedora. Lo mejor sería no salir y dejar las gestiones para la mañana siguiente. Así que, me dispuse a devorar todo el contenido de aquel misterioso libro que, por casualidad, había llegado a mis manos.
Tabla de Símbolos de Alquimia
Por otra parte, aumentaban el peso del oro, a expensas de su calidad, rebajándolo mediante una amalgama de otros metales. Todas estas prácticas serían descriptas también por los primitivos alquimistas. En los papiros hallados también se explica el proceso de dorado mediante el empleo de una amalgama de mercurio y oro. Así mismo, se hace referencia a diversas fórmulas de barnices o materias colorantes destinados a teñir metales superficialmente.
Pormenorizar aquí sobre hechos y personajes quen han tenido que ver con la Alquimia, sería una tarea compleja y, ni tenemos el tiempo ni el espacio para ello. Hasta Newton estuvo relacionado con esta misteriosa actividad de la Alquimia que, de alguna manera y sin ningún lugar a dudas, es la precursora de la Química, la verdadera ciencia.
Allí, en el interior de la obra, se formulaba una pregunta: ¿Cuál había sido el origen de la Alquimia? Estaba claro que, según pude deducir de la lectura que, la pregunta no se podía contestar y, las posibles fuentes del conocimiento Alquímico, podían haber manado de China, Egipto, Grecia, Oriente Medio, cualquiera de esos lugares se podían atribuir, con el mismo derecho, la paternidad de la Alquimia.
Dicen que estaba escrita en esmeralda o cristal o roca verde. Así se la imaginó en el siglo XVII el físico, alquimista y filósofo hermético alemán Heinrich Khunrath.
Así pues, el texto quedaba ceñido a la tradición y se remontaba al arte hermético hasta el propio Hermes –quien se dice que fue un rey prefaraónico-. A él se le atribuyen varios tratados alquímicos, entre otros, la famosa Tabla esmeraldina, que es, sin duda, el resumen más conciso, si no el más claro, de la Gran Obra. Según la leyenda, los soldados de Alejandro Magno encontraron dicho texto en lo más profundo de la gran pirámide de Gizeh, que sería el sepulcro de Hermes. Al parecer, este mismo empleó un diamante puntiagudo para grabar sobre una placa de esmeralda –de aquí su nombre- las escasas líneas que componen la Tabla.
No pocos opinan que, origen de la alquimia occidental puede situarse en el Antiguo Egipto. La metalurgia y el misticismo estaban inexorablemente unidas en el mundo antiguo. La alquimia, la medicina e incluso la magia eran aspectos de la religión en el Antiguo Egipto y, por tanto, del dominio de la clase sacerdotal. Según la tradición egipcia, el faraón Keops fue el más antiguo alquimista y el autor del primer tratado de alquimia.
No queriendo hacer demasiado largo este pequeño trabajo, quiero terminar reproduciéndola por entero, pues su lectura nos permitirá apreciar mejor la dificultad de los textos alquímicos (he elegido la traducción del adepto contemporáneo Fulcanelli-, por estimarla mucho más clara y precisa que casi todas las demás:
– “Es verídico, sin mentira, cierto y muy verosímil:
– Lo que está abajo es como lo que está arriba, y lo que está arriba es como lo que está abajo; mediante esas cosas se realizan los milagros de una sola cosa, y como todas las cosas son y provienen de UNO por mediación de UNO, resultan que todas las cosas nacen, por adaptación, de esa cosa única.
– El Sol es el padre, la Luna, la madre. El viento lo ha llevado en su vientre. La Tierra es su nodriza y su receptáculo. El padre de todo, el Telemos del mundo universal, está aquí. Su fuerza o su potencia se conservará íntegra si se convierte en tierra. Tú separarás la tierra del fuego, lo sutil, de lo denso, suavemente, con máxima laboriosidad. Él se eleva de la tierra y desciende del cielo, recibe su fuerza de las cosas superiores y de las cosas inferiores. Tú obstendrás por este medio la gloria del mundo, y todas las tinieblas huirán de ti.
– Es la fuerza, fuerza entre las fuerzas, pues ella se sobrepondrá a toda cosa sutil y penetrará en toda cosa sólida. Así se ha creado el mundo. De ahí surgirán admirables adaptaciones, cuyo medio creativo se presenta aquí.
– Por eso se me ha llamado Hermes Trimegisto, y por eso poseo las tres partes de la filosofía universal.
– Todo cuanto he dicho de la Obra solar está completo”
Sí la Alquimia interesó a los egipcios desde la más remota antigüedad, es curioso que haya ocurrido lo mismo en el otro extremo de la Tierra, en el Celeste Imperio. En efecto, los textos chinos más antiguos –el Tsai-y-Chí y el Tao- dejan ya constancia de las especulaciones sobre esa materia y sobre las posibilidades de transmutaciones metálicas. Ahora bien, allá por la época el Tao no se conocía en China el empleo de los ácidos fuertes para disolver los metales, y, por consiguiente, es asombroso que se emprendieran ya entonces operaciones transmutatorias sobre unas bases bastante similares a las utilizadas por los hermetistas de la Edad Media.
Claro que, volviendo a la pregunta del principio, y, según lo que sobre el tema he podido leer, el origen de la Alquimia habría que buscarlo entre los egipcios, griegos, árabes y también en Bizancio. Hacia principios del siglo IV de la Era Cristiana, Zósimo el Pana napolitano fundó en Alejandria la principal Escuela del arte hermético.
El libro, el misterioso libro, como podéis comprender, dio para mucho más de lo exiguo aquí expuesto pero, dejaré para otra oportunidad, relatar otros aspectos interesantes que en él están descritos y que, de seguro, os interesará, aunque sólo sea, por dar satisfacción a vuestra curiosidad sobre el misterioso tema:
¡La Alquimia! Precursora de la Ciencia Química que tan valiosa es hoy para el avance de la Humanidad en el conocimiento de la Naturaleza y la materia que en ella, está presente.
Emilio Silvera
PD.
Otro día os hablaré de un personaje singular. Amonio Sacca.
“Amonio Saccas enseñó que la doctrina secreta de la religión de la sabiduría estaba enteramente contenida en los libros de Thoth (Hermes), de los que tanto Pitágoras como Platón derivaron gran parte de sus conocimientos y filosofías; y que las enseñanzas de dichos libros son idénticas a las de los sabios del remoto Oriente.”
Feb
1
¿Las Mil y Una Noches?… Bueno, es mucho más que eso.
por Emilio Silvera ~ Clasificado en Rumores del Saber ~ Comments (1)
La NASA realizó la primera imagen animada digital de un Agujero negro
Los astrónomos han desvelado la primera imagen de Sagitario A*, un agujero negro supermasivo situado en el centro de la galaxia.
No es ningún secreto que la obra más famosa de la denominada literatura árabe, Alf Laylah wa-Laylah (Las mil y una noches), era en realidad una antigua obra persa. Hazar Afsana ( un millar de cuentos), que contenía distintos relatos, muchos de los cuales eran de origen Indio. Con el paso del tiempo, se hicieron adiciones a esta obra, no sólo a partir de fuentes árabes, sino también griegas, hebreas, turcas y egipcias. La obra que hemos leído (casi) todos, en realidad, es un compendio de historias y cuentos de distintas nacionalidades, aunque la ambientación que conocemos, es totalmente árabe.
El califa de “Las Mil y una noches”, un personaje real
Además de instituciones de carácter académico como la Casa de la Sabiduría, el Islam desarrolló los hospitales tal como los conocemos hoy en nuestros días. El primero y más elaborado, fue construido en el siglo VIII bajo al-Rashid (el Califa de Las Mil y una noches), pero la idea se difundió con rapidez. Los hospitales musulmanes de la Edad Media que existían en Bagdad, El Cairo o Damasco, por ejemplo, eran bastante complejos para la época. Tenían salas separadas para hombres y mujeres, salas especiales dedicadas a las enfermedades internas, los desordenes oftálmicos, los padecimientos ortopédicos, las enfermedades mentales y contaban con casa de aislamiento para casos contagiosos.
No es extraño que los califas musulmanes se interesaran en fundar bibliotecas públicas que albergaban tanto libros árabes como libros traducidos de otras lenguas al árabe, ya que el Islam, como hemos observado, llama a la búsqueda del conocimiento y anima a los musulmanes a aprender, y a iluminar el intelecto con la lectura y la escritura, así como a hacerlo receptivo con los asuntos de la vida diaria.
La Casa de la Sabiduría
Las bibliotecas científicas islámicas tuvieron una enorme influencia en el desarrollo y evolución de la civilización humana hasta que aparecieron con su imagen actual, sin embargo la biblioteca más conocida y famosa de este tipo sin duda fue la Biblioteca “Dar Al Hikmah” (La Casa de la Sabiduría), en Bagdad, que desempeñó el papel más trascendente para el conocimiento en la tierra, sin caer en la más mínima exageración. La Casa de la Sabiduría constituye uno de los tesoros científicos producidos por el pensamiento musulmán en la antigüedad, que también dio lugar a otras muchas bibliotecas científicas en diferentes lugares del Estado islámico, y cuya importante función ha olvidado la gente, a pesar de que ejercieron en aquella época un papel similar al de una universidad científica internacional. Allí acudía todo tipo de alumnos, sin importar su género ni su religión, desde Oriente hasta Occidente, con el fin de estudiar las diferentes disciplinas científicas, en numerosos idiomas. Su luz estuvo iluminando y guiando a la humanidad durante cerca de cinco siglos, hasta que los tártaros la destruyeron.
El Islam, en este campo, también estaba muy avanzado, e incluso tenían clínicas y dispensarios ambulantes y hospitales militares para los ejércitos. Allí, en aquel ambiente sanitario, surgió la idea de farmacia o apotema, donde los farmaceutas, tenían que aprobar un examen, antes de preparar y recetar medicamentos.
Los conocimientos árabes llegaron hasta Europa a través de España al ser Conquistada por el Islam
La obra de Ibn al-Baytar Al-Jami’fi al-Tibb (Colección de dietas y medicamentos simples) tenía más de un millar de entradas basadas en plantas que el autor había recopilado alrededor de la costa mediterránea. La noción de sanidad pública también se debe a los árabes que, visitaban las prisiones para detectar y evitar enfermedades contagiosas.
Grandes médicos islámicos como Al-Razi, conocido en occidente por su nombre latino, Rhazes, nació en la ciudad persa de Rayy y en su juventud fue alquimista, después de lo cual se convirtió en erudito en distintas materias. Escribió cerca de doscientos libros, y aunque la mitad de su obra está centrada en la medicina, también se ocupó de temas teológicos, matemáticos y astronómicos. ¡Todo un personaje! Fue el primer médico Jefe del gran hospital de Bagdad. Se dice que para elegir el sitio de ubicación del hospital, primero colgó tiras de carne en distintos lugares de la ciudad, y, finalmente eligió aquel donde la carne era menos putrefacta.
La gran obra de al-Razi fue el AL-Hawi (El libro exhaustivo), una enciclopedia de veintitrés volúmenes de conocimientos médicos griegos, árabes, preislámicos, indios e incluso chinos
El otro gran médico musulmán fue Ibn Sina, a quien conocemos mejor por su nombre latinizado, Avicena. Al igual que al–Razi, Avicena escribió doscientos libros, destacando la obra más famosa AL-Qanun (El canon) muy documentado e importante tratado.
Alejandría, en el año 641, había caído en manos de los musulmanes que, durante muchos años había sido la ciudad capital-mundial de los estudios matemáticos, médicos y filósofos, y allí los musulmanes encontraron una ingente cantidad de libros y manuscritos griegos sobre estos temas. Posteriormente, entre el profesorado de la Casa de la Sabiduría encontramos a un astrónomo y matemático cuyo nombre, como el de Euclides, se convertiría en palabra de uso cotidiano en todo el mundo culto: Muhammad ibn-Musa aL-khwarizmi.
La fama de al-khwarizmi descansa en dos libros, uno muchísimo más original que el otro. El volumen menos original se basa en el Sindhind, que es el nombre árabe del Brahmaghuta Siddhanta, el tratado de Brahmagupta que había llegado hasta la corte de al-Mansur y en el que se describen varios problemas aritméticos así comos los numerales indios. El trabajo de AL-khwarizmi se conoce hoy en una única copia, una traducción latina de un original árabe actualmente perdido.
El título latino de esta obra es de numero indorum (sobre el arte de contar indio), este trabajo es el responsable de la falsa impresión de que nuestro sistema numérico es de origen árabe.
al-khwarizmi no afirmó ser original en aquel sentido, sin embargo, la nueva notación terminaría siendo conocida como la de al-khwarizmi o, de forma corrupta, algorismo, lo que al final daría lugar a la palabra “algoritmo”, que define una forma particular de calculo.
Pero al-khwarizmi también es conocido como el “padre del álgebra” y, ciertamente, su Hisab aL-jabr wa’L mugabalah contiene más de ochocientos ejemplos y, se cree que tiene su origen en complejas leyes islámicas relativas a la herencia:
¡La forma en que evolucionaron los números!
En el al-jabr, aL-khwarizmi introduce la idea de representar una cantidad desconocida por un símbolo, como la x, y dedica seis capítulos a resolver los seis tipos de ecuaciones que conforman las tres clases de cantidades: raíces, cuadrados y números.
El al-jabr de al-khwarizmi ha sido considerado tradicionalmente como la primera obra de Algebra. Sin embargo, un manuscrito hallado en Turquía a finales del pasado siglo XX pone en duda tal mérito. Se titula Necesidades lógicas en las ecuaciones mixtas, el texto se ocupa más o menos de los mismos temas y resuelve algunas de las ecuaciones exactamente de la misma manera. Por tanto, parece que un manuscrito se basó en otro, aunque nadie sabe cuál fue el primero.
En las ciencias químicas, la personalidad árabe más destacada fue Jabir ibn-Hayyan, conocido en Occidente como Geber, y quien vivió en aL-kufah en la segunda mitad del siglo VIII.
Como todos en la época, él también estaba obsesionado con la alquimia y, en particular, por la posibilidad de convertir los metales en oro (algo que Jabir pensaba podía conseguir mediante una misteriosa sustancia aún no descubierta, a la que llamó, el aliksir, de donde proviene la palabra “elixir”). Los alquimistas también creían que su disciplina era la “ciencia del equilibrio” y que era posible producir metales preciosos mediante la observación (y mejoramiento) de los métodos de la naturaleza mediante la experimentación y, es legitimo considerar a Jabir uno de los fundadores de la química.
Paralelamente a esto, aL-Razi ofreció una clasificación sistemática de los productos de la naturaleza. Dividió las sustancias minerales en espíritus (mercurio, sal amoníaco), sustancias (oro, cobre, hierro), piedras (hematites, óxido de hierro, vidrio, malaquita), vitriolos (alumbre), Góraxes y sales. A estas sustancias “naturales” añadió las “artificiales”: el cardenillo, el cinabrio, la soda cáustica, las aleaciones. aL-Razi también creía en lo que podríamos denominar investigación de laboratorio y desempeñó un importante papel en la separación de la química propiamente dicha de la alquimia.
¡Son tantas las cosas que podemos recordar de tiempos pasados!
Si podeis, os recomiendo la lectura del libro “Ideas” de Peter Watson, en él podréis encontrar relatos que, como el que arriba habeis leído, os llevará al pasado y os contará maravillas, muchas veces olvidadas y que, en realidad, forjaron la senda para que nosotros pudiéramos llegar hasta aquí.
emilio silvera