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Vesalio, aquel gran hombre.

Autor por Emilio Silvera    ~    Archivo Clasificado en Rumores del Saber    ~    Comentarios Comments (0)

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De los Animales al Hombre

Andreas Vesalio (1514-1564), sin ser un genio universal, no dejo que nada le hiciera olvidar su principal interés. Nació junto a las murallas de la ciudad de Bruselas, desde donde se divisaba el monte en el que los criminales condenados eran torturados y ejecutados. De niño seguramente vio con frecuencia los cuerpos, que permanecían colgados hasta que las aves de presa dejaban los huesos limpios. Su padre era boticario del emperador Carlos V y la familia era bien conocida entre la profesión médica. A diferencia de Paracelso, Vesalio recibió la mejor educación médica que se podía obtener en su época. Se matriculó en la universidad de Lovaina en 1530, luego fue a la universidad de París, donde estudió con el profesor Silvio, renombrado defensor de Galeno. Cuando estalló la guerra entre Francia y el Sacro Imperio Romano, Vesalio, un extranjero enemigo, fue expulsado de París y hubo de regresar a Lovaina. Allí se licenció en medicina en el año 1537; luego se marchó a Papua, donde estaba la escuela de medicina de más prestigio en Europa. En Papua se sometió a dos días de exámenes y recibió el título de doctor en medicina magna cum laude. Debía de ser muy versado en el saber convencional, pues, a los veintitrés años, dos días después de pasar el examen, trabajaba ya en la cátedra de cirugía de aquella universidad.

Cuando Vesalio tomó posesión de su cargo de profesión, dio un significado nuevo a la cirugía y la anatomía. Ya no consideraba que su principal deber era interpretar los textos de Galeno. Al dirigir la “anatomía”(que en griego significa “cortar ” ) de rigor, él se apartaba de la tradición. A diferencia de los profesores que le habían precedido, Vesalio no permanecía sentado en su alta cátedra profesional mientras el barbero-cirujano extraía los órganos del cadáver con manos ensangrentadas. El propio Vesalio manipulaba el cuerpo y disecaba los órganos. Para ayudar a sus discípulos, preparó elementos didácticos auxiliares en la forma de cuatro gráficos anatómicos, lo suficientemente detallados como para mostrar a los alumnos el cuerpo humano cuando no se disponía de un cadáver. Cada parte estaba señalada con su nombre técnico. Un glosario anexo contenía una lista alfabética de todos los nombres de las partes del cuerpo en griego, latín, árabe y hebreo.

La utilización de gráficos fue una gran novedad. Durante la Edad Media apenas habían existido en Europa dibujos que sirvieran para los fines de la anatomía. En el siglo XVI, cuando se redescubrieron los textos de Galeno y fueron escrupulosamente editados, traducidos de nuevo e impresos, todavía no iban acompañados de ilustraciones. Algunos de los principales profesores de anatomía, entre los cuales estaba el respetado maestro de Vesalio, Silvio, se declararon en contra del uso de figuras y diagramas. ¡Los alumnos sólo debían leer el texto auténtico!

Las seis tablas anatómicas de Vesalio (Tabulae Anatomicae Sex, Venecia, 1538) constituyeron el primer esfuerzo por otorgar un contenido visual total a las enseñanzas de Galeno. Si en aquel tiempo no hubiera existido la imprenta, quizá Vesalio no hubiera sentido la tentación de publicar los gráficos que había preparado para sus discípulos. Pero cuando le plagiaron un gráfico y pensó que los demás podían correr la misma suerte, los publicó todos. Tres de ellos eran dibujos de esqueletos realizados por el discípulo holandés de Ticiano, Juan Esteban de Calcar, “desde los tres aspectos normales” conocidos por todos los estudiantes de arte de la Edad Media. Las otras tres “tablas” eran totalmente distintas en concepto: eran dibujos del propio Vesalio de las venas, las arterias y el sistema nervioso. Su novedad no residía tanto en aquello que representaban como en la forma en que lo hacían. Con estas “tablas ” anatómicas, Vesalio introdujo el método gráfico en anatomía. En la actualidad resulta sorprendente que hubiera que inventar algo tan evidente, pero si reflexionamos sobre ello no es tan sorprendente. Durante siglos, aunque los estudios de medicina de las mejores escuelas de Europa incluían algo de anatomía, las oportunidades de ver el interior de un cuerpo humano habían sido pocas y espaciadas.

No sólo los dogmas “humorales”, que eran el blanco especial de Paracelso, sino también la harto practicada astrología médica, pasaban por alto los detalles anatómicos. Los populares diagramas del ” hombre zodiacal ” simplemente mostraban la relación de cada parte del cuerpo con el correspondiente signo del zodíaco para indicar las temporadas mejores y las peores para determinadas curas. El término inglés influenza es una reliquia de esta relación. Cuando Vesalio estudió medicina, los doctores eruditos todavía usaban la palabra (tomada del italiano, que significa “influencia ” ) para describir los efectos médicos de una “influencia ” astral desafortunada. Al principio se refería a la declaración de una enfermedad epidémica y fue sinónimo de epidemia hasta que en el siglo XVIII comenzó a dársele el uso actual, es decir, para denominar un catarro o gripe y, en general, una afección respiratoria.

Después de las seis tablas anatómicas, a Vesalio todavía le quedaba mucho camino por recorrer, ya que en sus tablas, siguiendo a Galeno, una y otra vez saltaban en silencio de la anatomía animal a la humana. Por ejemplo, mostraban una rete mirabile, una “red maravillosa “, en la base del cerebro humano en la cual, según Galeno, el “espíritu vital ” del hombre se transformaba en ” espíritu animal “. Pero esta red, que se da en los animales ungulados. Sus dibujos de la forma del corazón, las ramificaciones del cayado de la aorta, la situación de los riñones y la forma del hígado, correspondían, como en el texto de Galeno, no a un hombre sino a un mono.

Sólo en raras ocasiones se examinaba el interior de un cuerpo Humano. Por ejemplo, el Emperador Federico II (1194-1250), famoso en toda Europa por sus variados talentos, quiso satisfacer su curiosidad respecto al proceso de la digestión humana. Un cronista informó que “dio una excelente comida a dos hombres, tras lo cual ordenó a uno que se echara a dormir y al otro que se fuera a cazar. La noche siguiente ordenó que se vaciaran sus estómagos en su presencia para ver cual había diferido mejor la comida, los cirujanos decidieron que el que se había ido a dormir era el que había hecho una mejor digestión. En 1.238, el emperador ordenó a la escuela de Medicina de Salerno que realizara una disección pública cada cinco años.

Durante las cruzadas se presentó una macabra oportunidad para estudiar el esqueleto humano: los cuerpos de los que morían eran descuartizados y hervidos para que sus huesos fueran enviados a su país de origen y ser enterrados debidamente. Esta costumbre estaba tan extendida que el Papa Bonifacio VIII prohibió su práctica en 1299 mediante una bula. Aunque muchos clérigos se oponían a la disección del cuerpo humano, parece que el papa nunca manifestó tal oposición.

Las disecciones, sin embargo, todavía parecían contrarias a la naturaleza y a la voluntad de Dios. También se llamaba “anatomizar” el provocar un parto mediante cesárea. En ocasiones, los Tribunales de Justicia ordenaban una autopsia para determinar si las heridas del fallecido habían sido la causa real de su muerte.

Cuando estaba en juego la salud de la comunidad, se toleraban e incluso se exigían las autopsias. Después de la peste negra de 1348, del Departamento de Salud Pública de Papua determinó que cuando una persona muriera por causas desconocidas, el cuerpo no podía ser enterrado sin el certificado de un médico que hubiera examinado el cadáver y hubiera determinado que no había indicios de la peste. Para descubrir los ganglios linfáticos inflamados, que constituían los síntomas de la enfermedad, era preciso practicar la disección del cuerpo, y los estudiantes de medicina de Papua aprendían de estos casos.

En ocasiones, las autopsias practicadas a personalidades cuya muerte hubiera despertado una inquietud generalizada añadían nuevos datos a la ciencia médica.

Dado que los cuerpos de criminales ejecutados constituían la principal fuente de las autopsias, los cadáveres femeninos eran particularmente escasos, lo cual añadía otro obstáculo más al estudio de los procesos de la procreación y la gestación.

Muy lentamente la anatomía dejó de significar la abertura ocasional de un cuerpo para responder a alguna pregunta concreta y se fue convirtiendo en el estudio sistemático del cuerpo. Un compendio de anatomía elaborado por Mondito de Luzzi de Bolonia, 1316, que incorporaba algunas indicaciones de las autoridades árabes a Galeno, dominó la enseñanza de la anatomía galénica durante doscientos años. El orden de exposición de Mondito todavía era consecuencia de las urgencias de la época y describía primero los órganos de la cavidad abdominal, que eran los más perecederos y por tanto se dedicaban en primer lugar, continuando luego con los huesos, la espina dorsal y las extremidades. Mondito repitió los errores de siempre, ocasionados por la copia de la anatomía animal, y no añadió ningún elemento visual nuevo.

Como hemos visto, numerosos obstáculos prácticos se oponían al escrutinio sistemático del interior del cuerpo humano. La inexistencia de refrigeración hacía necesario que las anatomías se realizaran a toda prisa por motivos obvios. Incluso en las mejores Universidades sólo se llevaban a cabo estas operaciones una o dos veces al año, y, durante cuatro días y sus mal iluminadas noches que duraban estas raras operaciones, la muchedumbre de estudiantes de medicina, con los ojos hinchados, apenas tenían tiempo de hacer preguntas, de reflexionar o de mirar dos veces. Vesalio lo explicó de esa manera y repudiaba el sistema mediante el cual uno diseccionaba el cuerpo mientras otro explicaba.

Durante siglos, los únicos cuerpos que eran diseccionados eran los pertenecientes a criminales, los cuales, en raras ocasiones estaban intactos. En Inglaterra con la horca, en Venecia y otros lugares era corriente la decapitación.

Los profesores ingeniosos aprovechaban cualquier oportunidad para hacerse con pedazos y partes de cuerpos humanos, con las consecuencias más desagradables imaginables. El eminente maestro de Vesalio, Jacobo Silvio, según cuenta uno de sus alumnos, tenía métodos propios.

“Le he visto llevarse en la manga, ya que ha vivido toda la vida sin criado, ora el muslo, ora el brazo de alguien que hubiera muerto ahorcado para disecarlo y anatomizarlo. Olían tan mal que algunos de sus oyentes hubieran vomitado si se hubieran atrevido; pero el pendenciero individuo de la cabeza picarda se hubiera irritado tan violentamente que hubiera amenazado con no regresar en una semana, y por eso todos guardaban silencio.”

Vesalio aprovechaba la oportunidad que se le presentaba, legal o ilegal, para recoger especimenes. Así lo relata el mismo en una de sus cartas en 1.536 que, no reproduzco aquí para no hacerlo más pesado, toda vez que el motivo del presente comentario está centrado, principalmente, en que todos los lectores se hagan una idea fidedigna de lo que pasaron los estudiosos de la ciencia del cuerpo humano por aquellos tiempos.

Vesalio había observado tantos ejemplos, mientras enseñaba a partir del texto de Galeno, de descripciones hechas por éste que no pertenecían al cuerpo humano, que muy pronto se dio cuenta de que la anatomía supuestamente “humana” de Galeno no era más que un compendio de afirmaciones sobre los animales en general.

“Consideré cuidadosamente -señaló Vesalio como una revelación, en 1539- la posibilidad de que la disección anatómica se utilizara para comprobar la especulación”. Entonces decidió elaborar un nuevo manual de anatomía basado por completo en sus propias observaciones del cuerpo humano. Para la anatomía Pública que realizó en Bolonia en 1540, Vesalio había armado dos esqueletos, uno de un mono y otro de un hombre, a fin de demostrar que el apéndice que según Galeno se extendía desde las vértebras hasta la cadera sólo aparecía en el mono.

Consideró esa discrepancia tan significativa que la ilustró de un modo especial en su Fábrica. En sus demostraciones anatómicas Vesalio insistía en que sus estudiantes vieran, tocaran y decidieran por sí mismos. A los alumnos que preguntaban si las arterias seguían realmente el movimiento del corazón, Vesalio respondía: “No quiero dar mi opinión, toquen ustedes con sus propias manos y confíen en ellas.

Los estudios de anatomía de Vesalio culminaron con el libro que le valió la fama a medida que se difundía por Europa. La Estructura del Cuerpo Humano (De humanis corporis fabrica), llamado comúnmente la Fabrica, un volumen de tamaño folio de 663 páginas muy bien impreso que, apareció en el año 1.543, el mismo año de Revolutionibus de Copérnico. Destinado a ser en anatomía lo que la obra de Copérnico fue para la Astronomía, hubiera justificado el trabajo de toda una vida, pero su autor lo terminó en algún momento entre su vigésimo sexto y su vigésimo octavo cumpleaños.

Hasta aquí, un resumen de la pequeña historia que he recogido de Vesalio, un personaje que, como todos comprenderéis, no ha sido valorado en la justa medida de lo que hizo, y, la Ciencia en general y la anatomía en particular, está en deuda con él y, desde aquí, le rendimos este humilde homenaje a un trabajo difícil, bien hecho y en condiciones deplorables.

emilio silvera

 


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