domingo, 22 de diciembre del 2024 Fecha
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Caprichos de la Naturaleza

Autor por Emilio Silvera    ~    Archivo Clasificado en Estrellas    ~    Comentarios Comments (0)

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File:Orion Arm.JPG

El concepto de vecindad es relativo e indefinido. Su valor puede variar según sean las distintas medidas de celeridad de los medios habituales de comunicación y según sea la extensión dentro de la cual sirva de medida de relación.

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Con el empleo de la expresión “vecina” va siempre implícita o sugerida la idea de que existe una región que no es vecina. La vecina persistente de la Tierra es la Luna; los cometas son sólo visitantes ocasionales. Podemos considerar vecinas del Sol a las estrellas situadas a una distancia comprendida entre los cincuenta y cien años-luz, dejando excluidos a los miles de millones de estrellas de la Vía Láctea. Los planetas y los cometas no son vecinos del Sol, sino miembros de su familia, y los bólidos serían una especie de parásitos cósmicos.

Pero mi intención al comenzar este comentario, era el de exponer aquí alguno de los muchos caprichos cósmicos que en el Universo podemos contemplar y, en este caso concreto, me he decidido por contaros lo siguiente:

R LEPORI

Aquí tenemos a R Leporis, una estrella de Carbono a la que se puso el nombre de la “Estrella Carmesí”, o, la “Gota de Sangre”. R Leporis (R Lep / HD 31996 / HR 1607) es una estrella variable de la constelaciónde Lepus, cerca del límite con Eridanus. Visualmente es una estrella de un color rojo vívido, cuyo brillo varía entre magnitud aparente +5,5 y +11,7. Descubierta por John Russell Hind en 1845, es también conocida como Estrella carmesí de Hind. A una distancia aproximada de 1100 años luz, R Leporis pertenece a la rara clase de estrellas de carbono, siendo su tipo espectral C6. En estas estrellas, los compuestos de carbono no permiten pasar la luz azul, por lo que tienen un color rojo intenso. En R Leporis la relación carbonooxígeno estimada es 1,2, más del doble que la existente en el Sol. Tiene un radio entre 480 y 535 veces más grande que el radio solar, equivalente a 2,2 – 2,5 UA. Si estuviese en el centro del Sistema Solar, su superficie se extendería más allá de la órbita de Marte. Su temperatura superficial, extremadamente baja para una estrella, está comprendida entre 2050 y 2290 K. Brilla con una luminosidad entre 5200 y 7000 veces superior a la del Sol, siendo la mayor parte de la energía radiada como radiación infrarroja.

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Como nos dice más arriba Wilipedia, cerca de la famosa estrella Rigel (Beta Orionis), la débil constelación de Lupus (la Liebre) es escenario cada catorce meses de un prodigio de la evolución estelar: R Leporis, la estrella carmesí, cobra vida y regala a los astrónomos toda su belleza al encender en la oscuridad del cielo el resplandor de color rojo más acentuado que puede observarse a través de un telescopio. La encontró el astrónomo inglés John Russell Hind en el año 1845 y dijo de ella, estupefacto, que era como una “gota de sangre”. Desde aquel día, el espectáculo celeste se repite periódicamente cada año y dos meses, cuando R Leporis abandona la oscuridad y resplandece como un candil en un área del firmamento casi vacía de estrellas que contrasta con el fulgor de los soles azules que forman la constelación de Orión.

R Leporis es una estrella de Carbono y constituye uno de esos caprichos cósmicos a los que antes me refería y que han permitido al hombre percibir la magia de los cielos y buscar en ellos la belleza de sus orígenes. La ausencia de colores intensos de las que adolece el firmamento se rompe aquí para deleite del observador nocturno, que asistía a un acontecimiento de la Naturaleza extensivo a miles de millones de estrellas y que en el siglo XVII asombró al científico alemán Johannes Hevelius.

A diferencia del Sol y de las estrellas de su clase, que permanecen estables, el brillo de una gran parte de la población estelar es variable, y en algunos casos su ciclo hace oscilar espectacularmente su intensidad lumínica ante nuestros ojos. En R Leporis, más que sus cambios de brillo, la faceta más hermosa es su tonalidad roja, una de las más intensas que puede observarse en todo el cielo, pero otras variables tienen un ciclo que las hace apagarse y encenderse como si fueran faros en la Vía Láctea. Ese es el caso de Mira, a la que Hevelius llamó “la estrella maravillosa” después de que apareciera en el cielo como por arte de magia.

Mira es el nombre propio que Hevelius le puso a esta estrella, cuya denominación original en el catálogo de Johann Bayer, basado en el alfabeto griego, era Omicrón Ceti, es decir, la estrella omicrón de la constelación de Cetus, la Ballena. Su variabilidad fue descubierta en 1596 por David Fabricius, pero Hevelius se sintió tan atraído por ella que le dedicó un libro, que tituló Historia de la estrella maravillosa. Realmente lo es; el brillo de Mira disminuye hasta la magnitud 11, invisible a ojo desnudo y sólo observable con telescopio como un débil punto de luz, pero al cabo de un tiempo su gigantesca máquina nuclear la hincha vertiginosamente y se convierte en una estrella de segunda magnitud, alcanzando un brillo notable, similar al de la estrella polar. Por eso, cuando está en la parte inferior del ciclo, Mira no puede verse sin ayuda óptica, pero después surge entre las demás estrellas de su constelación, como si se hubiera encendido de repente.

http://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/e/e8/Mira_1997.jpg

Imagen de Mira obtenida con el Telescopio Espacial Hubble

Mira pertenece a la clase espectral M, la misma que Antares y Betelgeuse. Las tres son estrellas muy frías en comparación con el Sol, ya que su temperatura es del orden de los 3000 grados. Sin embargo, Mira, Betelgeuse y Antares son decenas de miles de veces más luminosas que el Sol, puesto que figuran entre las estrellas más grandes conocidas, alcanzando diámetros de unos ochocientos millones de kilómetros, equivalentes a la distancia a la que se halla Júpiter del Sol. Estas tres gigantes, sin embargo, comparten sus atributos relativos a la clase espectral con las estrellas representativas del polo opuesto: las enanas rojas, como la estrella de Barnard y Próxima Centauri. Todas se muestran ante nosotros con el bello color rojizo, pero la gigante Betelgeuse es una estrella inestable a la que los astrónomos consideran una de las mejores candidatas de la Vía Láctea para estallar en cualquier momento en forma de supernova; puede ocurrir mañana o dentro de mil años, pero Betelgeuse está destinada a un final cataclísmico que se observará alguna vez. En cambio Barnard y Próxima, dos diminutos soles rojos, viven en la eternidad, al ser tan frías y pequeñas podrían permanecer en sus condiciones actuales en torno a doscientos mil millones de años, de acuerdo con la teoría aceptada de la evolución estelar para este tipo de bajo consumo de material nuclear.

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Mucho antes de que Russell descubriera la estrella carmesí y Johannes Hevelius quedara fascinado por Mira, la estrella maravillosa, los astrónomos árabes se fijaron en una estrella de la constelación de Perseo que cambiaba de brillo cada tres días, con una pauta muy regular y acentuada. Los árabes escribieron una de las escasas páginas destacadas de la astronomía medieval, paliando de alguna manera la importante decadencia que sufrió esta ciencia en ese período en Europa y el Mediterráneo en el periodo comprendido entre Ptolomeo y Copérnico, que duró un milenio y medio.

Bueno, hablar aquí de las estrellas que conocemos bien y de sus historias resulta entretenido y nos enseña un poco de la Historia estelar en objetos individuales y determinados que, por una u otra razón tienen destacadas razones para que los astrónomos se fijaran en ellos. Alguno de estos días, tendremos que hablar de Eta Carinae, otra variable irregular hipergigante, que llegó a ser la segunda estrella más brillante del cielo. Es una variable azul luminosa con magnitud absoluta de -10, y es clasificada oficialmente como una estrella S Doradus. Se encuentra dentro de un cúmulo de estrellas masivas y una masa estimada en 100 masas solares, es probablemente la estrella más masiva de la Galaxia. El único espectro visible es el de la Nebulosa del Homúnculo que la rodea. Eta Carinae es una intensa fuente infrarroja y su importante pérdida se masa (alrededor de 0,1 masas solares por año) tiene asociadas energías próximas a las de algunas supernovas y, teniéndola a unos 8000 años-luz, lo mejor será estar vigilante, ya que, aunque son distancias inmensas…Nunca se sabe lo que un monstruo de ese calibre nos podría enviar.

emilio silvera

GAIA, un Ente Vivo que nos permite habitar

Autor por Emilio Silvera    ~    Archivo Clasificado en La Vida en la Tierra    ~    Comentarios Comments (0)

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Por qué las placas tectónicas y sus movimientos son indispensables para la vida

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Si nuestro planeta fuera una roca fría e inamovible, la vida probablemente no existiría

 

 

Es posible que la superficie terrestre se haya visto como en esta ilustración una vez
           Es posible que la superficie terrestre se haya visto como en esta ilustración una vez.

 

Incluso si le sacás a todos sus habitantes, la Tierra aún seguiría “viva”. Su núcleo líquido se mueve, generando un campo magnético que envuelve al planeta. Los volcanes en erupción vomitan gases y pavimentan nuevas tierras con lava fresca.

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La superficie terrestre es un rompecabezas de placas del tamaño de continentes que se empujan, se rozan y chocan entre sí, generando poderosos procesos que forman montañas y transforman paisajes.

Y el metabolismo geológico del planeta -especialmente el dinamismo de sus placas tectónicas- es también responsable de hacerlo habitable. Si el planeta fuese una roca espacial fría, muerta e inerte, probablemente la vida como la conocemos no podría existir.

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Otros mundos en el Sistema Solar tienen superficies antiguas con marcas de cráteres de millones o incluso miles de millones de años. Sin embargo, sobre la Tierra, las placas tectónicas se desplazan y se deslizan, renovando constantemente su superficie. En las dorsales oceánicas el magma se eleva, formando una nueva corteza al separar dos placas.

La Tierra es un mosaico de placas tectónicas

                                                       La Tierra es un mosaico de placas tectónicas

Cuando dos placas se presionan entre sí, una sección de una puede quedar bajo la otra. Ese proceso puede cavar trincheras oceánicas profundas o inducir erupciones volcánicas. Y a veces, como en los Himalayas, las placas continentales chocan entre sí y, al no tener otro destino, construyen montañas.

Proceso vital

Todo eso es esencial para que haya vida sobre la Tierra. Esos procesos llevan carbono dentro y fuera del interior del planeta, regulando la cantidad de dióxido de carbono en la atmósfera, un gas con efecto invernadero. Cuando hay demasiado, la atmósfera atrapa mucho calor.

“La temperatura de la superficie aumenta y la Tierra finalmente se convierte en un planeta como Venus“, dice Jun Korenafa, geofísico de la Universidad de Yale, EE.UU. Y si hay demasiado poco, todo el calor se escaparía dejando al planeta inhóspito y frío.

El ciclo de carbono, por lo tanto, actúa como un termostato global, regulándose a sí mismo cuando es necesario (aunque no toma en cuenta el exceso de dióxido de carbono que está causando el cambio climático por la actividad humana).

Europa, la luna de Júpiter, es un fuerte contendor al título de espacio extraterrestre en el que puede haber vida

Europa, la luna de Júpiter, es un fuerte contendor al título de espacio extraterrestre en el que puede haber vida.

Un clima más cálido también genera más lluvia, que ayuda a extraer más dióxido de carbono fuera de la atmósfera. El gas se disuelve en gotas que caen sobre la roca expuesta y las consecuentes reacciones químicas liberan el carbono y minerales como el calcio.

El agua entonces fluye a través de ríos y riachuelos, hasta alcanzar finalmente el océano donde el carbono forma rocas carbonatadas y objetos orgánicos como conchas marinas. El carbonato se sedimenta en el fondo marino sobre una placa tectónica que queda bajo subducción, llevando el carbono al interior de la Tierra.

Entonces, los volcanes escupen el carbono de vuelta a la atmósfera en forma de dióxido de carbono. Después de cientos de millones años, el ciclo finalmente se termina.

Actividad tectónica

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Y no solo la subducción devuelve el carbono al manto terrestre: la actividad tectónica también lleva rocas frescas a la superficie que, expuestas, son cruciales para las reacciones químicas que liberan minerales.

Las montañas, formadas de placas tectónicas, canalizan el aire hacia arriba, donde se enfría, se condensa y forma gotas de lluvia que ayudan a extraer el carbono de la atmósfera.

Si no tuviera placas tectónicas la Tierra sería un lugar caliente e inhóspito, como Venus

            Si no tuviera placas tectónicas la Tierra sería un lugar caliente e inhóspito, como Venus.

Luego están los volcanes. “La placas tectónicas ayudan a mantener el vulcanismo activo por mucho tiempo”, dice Brad Foley, un geofísico de la Universidad de Penn State, EE.UU.

Si el vulcanismo no devolviera el dióxido de carbón a la atmósfera, el planeta podría quedar muy frío“. Y mantener un clima cálido es clave para un planeta habitable.

Placas y diversidad

Hay estudios que sugieren, por ejemplo, que la erosión y los procesos de meteorización eliminan de la roca elementos como el cobre, el zinc y el fósforo, llevándolos hasta el mar.

Son nutrientes importantes para organismos como el plancton y podrían haber sido responsables de estallidos de diversidad como la explosión cámbrica ocurrida hace 540 millones de años.

Hay pruebas que también sugieren que períodos de poca erosión -con menos nutrientes disponibles en el océano- coincidieron con eventos de extinción masiva. Al desplazar continentes, las placas tectónicas también podrían haber creado diversos hábitats que impulsaron la evolución de la vida.

Resultado de imagen de respiraderos hidrotermalesResultado de imagen de respiraderos hidrotermalesResultado de imagen de respiraderos hidrotermales

Y son también responsables de los respiradores hidrotermales sobre el lecho marino. Cerca del borde de una placa, el agua del mar puede filtrarse en las grietas, donde el magma las calienta a cientos de grados, expulsando el agua caliente de vuelta al océano.

Esos respiradores albergan diversos ecosistemas y algunos científicos sugieren que unas fuentes similares dieron origen a las primeras formas de vida sobre la Tierra.

Los movimientos constantes de las placas pueden incluso desempeñar un rol en el campo magnético terrestre, que podría haber actuado como un escudo, impidiendo que el viento solar arrancara la atmósfera.

¿Placas y vida extraterrestre?

Los astrónomos calculan que hay hasta cien mil millones de planetas en la galaxia. Y muchos del tamaño de la Tierra están dentro de la llamada zona habitable de su estrella, la región donde no hace demasiado calor, ni demasiado frío para que potencialmente exista agua líquida sobre la superficie.

Las placas tectónicas también hacen otras contribuciones

                                        Las placas tectónicas también hacen otras contribuciones.

Estar en la zona habitable y tener agua líquida son los factores más importantes para determinar si puede existir vida sobre un planeta. Pero después de eso, otras características, como las placas tectónicas, entran en juego, dice Norm Sleep, geofísico de la Universidad de Stanford, EE.UU.

Sleep dice que si un planeta las tiene, “la habitabilidad aumentaría enormemente”. Todo eso es, obviamente, especulativo,ya que la Tierra es el único ejemplo conocido de mundo habitable y con placas tectónicas. Algunos investigadores dicen que incluso puede que no hayan sido necesarias para que hubiese vida en la Tierra.

En 2016, Craig O’Neill, un científico planetario de la Universidad Macquarie en Sídney, Australia, desarrolló modelos informáticos que sugieren que no había placas tectónicas en el pasado distante del planeta, ni siquiera cuando la vida se originó hace 4.100 millones de años.

Sin embargo, otros investigadores señalan que esa conclusión es prematura. “Hay que tomar cualquier predicción sobre los inicios de la Tierra con pinzas”, señala Foley.

Geología y biología

Las ventosas hidrotermales son el hogar de diversos ecosistemas

                        Las ventosas hidrotermales son el hogar de diversos ecosistemas.

Sleep apunta que “esos ciclos geológicos están haciendo más habitable a la Tierra”, pero agrega que la biología también es importante. “La vida ha tenido 4.000 millones de años para evolucionar rasgos que se adaptan a sí mismos a la vida sobre un planeta con placas tectónicas”, dice.

Pero incluso si fuesen necesarias para la vida, los astrónomos probablemente no podrían determinar si un planeta las tiene. Los que están fuera del Sistema Solar son muy distantes y es virtualmente imposible medirlas sobre otros planetas.

Miles de exoplanetas han sido descubiertos hasta ahora

                         Miles de exoplanetas han sido descubiertos hasta ahora.

“Apenas las detectamos sobre nuestro planeta y estamos parados sobre ellas”, resalta Lindy Elkins-Tanton, científica planetaria de la Universidad del Estado de Arizona, EE.UU.

Las placas tectónicas constituyen uno de muchos factores que pueden influenciar la habitabilidad y puede que los científicos no logren determinar la fórmula para la vida hasta que descubran, efectivamente, seres extraterrestres. Pero, mientras tanto, la Tierra seguirá siendo el único mundo verdaderamente vivo.

emilio silvera