Abr
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Estructuras fundamentales de la Naturaleza
por Emilio Silvera ~ Clasificado en Conocer la Naturaleza ~ Comments (1)
Una molécula de Agua y otra de Amoniaco
Hemos llegado a poder discernir la relación directa que vincula el tamaño, la energía de unión y la edad de las estructuras fundamentales de la Naturaleza. Una molécula es mayor y más fácil de desmembrar que un átomo; lo mismo podemos decir de un átomo respecto al núcleo atómico, y de un núcleo con respecto a los quarks que contiene.
La cosmología sugiere que esta relación resulta del curso de la historia cósmica, que los quarks se unieron primero, en la energía extrema del big bang original, y que a medida que el Universo se expandió, los protones y neutrones compuestos de quarks se unieron para formar núcleos de átomos, los cuales, cargados positivamente, atrajeron a los electrones cargados con electricidad negativa estableciéndose así como átomos completos, que al unirse formaron moléculas.
Los quarks: Son las estructuras que conforman toda la materia del universo, son las partículas más pequeñas de todas y se unen en tripletes para formar la familia de los hadrones bariónicos y un quark y un anti-quark se constituyen en mesones que es la otra rama de los hadrones. Estos con la ayuda de los leptones, forman los átomos y toda la materia que conocemos.
Todo esto lo hemos podido saber gracias a los experimentos en los grandes aceleradores de partículas que lanzan haces de protones a velocidades relativistas y chocan dos haces que viajan en sentido contrario, cuando eso ocurre se produce una explosión (imagen arriba) que “desmenuza” las partículas y se puede comprobar de qué están constituidas-
Los Quarks, según se cree, surgieron 10 0 12 segundos después de que “naciera” el Universo, justo cuando la fuerza débil y la fuerza electromagnetica se separaran. Allí también surgieron los anti-quarks. Nunca se han podido ver Quarks separados y siempre están constituyendo hadrones. Sus nombres son: arriba, abajo, encanto, extraño, cima y fondo.
Si es así, cuanto más íntimamente examinemos la Naturaleza, tanto más lejos hacia atrás vamos en el tiempo. Alguna vez he puesto el ejemplo de mirar algo que nos es familiar, el dorso de la mano, por ejemplo, e imaginemos que podemos observarlo con cualquier aumento deseado.
Con un aumento relativamente pequeño, podemos ver las células de la piel, cada una con un aspecto tan grande y complejo como una ciudad, y con sus límites delineados por la pared celular. Si elevamos el aumento, veremos dentro de la célula una maraña de ribosomas serpenteando y mitocondrias ondulantes, lisosomas esféricos y centríolos, cuyos alrededores están llenos de complejos órganos dedicados a las funciones respiratorias, sanitarias y de producción de energía que mantienen a la célula.
Huellas del pasado
Ya ahí tenemos pruebas de historia. Aunque esta célula particular solo tiene unos pocos años de antigüedad, su arquitectura se remonta a más de mil millones de años, a la época en que aparecieron en la Tierra las células eucariota o eucarióticas como la que hemos examinado.
Para determinar dónde obtuvo la célula el esquema que le indicó como formarse, pasemos al núcleo y contemplemos los delgados contornos de las macromoléculas de ADN segregadas dentro de sus genes. Cada una contiene una rica información genética acumulada en el curso de unos cuatro mil millones de años de evolución.
Almacenado en un alfabeto de nucleótidos de cuatro “letras”- hecho de moléculas de azúcar y fosfatos, y llenos de signos de puntuación, reiteraciones para precaver contra el error, y cosas superfluas acumuladas en los callejones sin salida de la historia evolutiva-, su mensaje dice exactamente cómo hacer un ser humano, desde la piel y los huesos hasta las células cerebrales.
Si elevamos más el aumento veremos que la molécula de ADN está compuesta de muchos átomos, con sus capas electrónicas externas entrelazadas y festoneadas en una milagrosa variedad de formas, desde relojes de arena hasta espirales ascendentes como largos muelles y elipses grandes como escudos y fibras delgadas como puros. Algunos de esos electrones son recién llegados, recientemente arrancados átomos vecinos; otros se incorporaron junto a sus núcleos atómicos hace más de cinco mil millones de años, en la nebulosa de la cual se formó la Tierra.
Si elevamos el aumento cien mil veces, el núcleo de un átomo de carbono se hinchará hasta llenar el campo de visión. Tales núcleos átomos se formaron dentro de una estrella que estalló mucho antes de que naciera el Sol. Si podemos aumentar aún más, veremos los tríos de quarks que constituyen protones y neutrones.
Los quarks han estado unidos desde que el Universo sólo tenía unos pocos segundos de edad y ahora están en nosotros y en todos los objetos del universo, chicos o grandes, todo lo material está hecho de Quarks y Leptones desde una bacteria hasta una galaxia. Por supuesto, también nuestro cerebro y las neuronas que crean pensamientos.
Al llegar a escalas cada vez menores, también hemos entrado en ámbitos de energías de unión cada vez mayores. Un átomo puede ser desposeído de su electrón aplicando sólo unos miles de electrón-voltios de energía. Sin embargo, para dispersar los nucleones que forman el núcleo atómico se requieren varios millones de electrón-voltios, y para liberar los quarks que constituyen cada nucleón se necesitaría cientos de veces más energía aún.
Introduciendo el eje de la historia, esta relación da testimonio del pasado de las partículas: las estructuras más pequeñas, más fundamentales están ligadas por niveles de energía mayores porque las estructuras mismas fueron forjadas en el calor del big bang.
Estos ingenios tecnológicos que hemos sabido construir nos llevan hacia atrás en el Tiempo para que podamos ver como se conformó todo en el lejano pasado y podamos comprender el Presente.
Esto implica que los aceleradores de partículas, como los telescopios, funcionen como máquinas del tiempo. Un telescopio penetra en el pasado en virtud del tiempo que tarda la luz en desplazarse entre las estrellas; un acelerador recrea, aunque sea fugazmente, las condiciones que prevalecían en el Universo primitivo.
Hemos llegado a dominar técnicas asombrosas que nos facilitan ver aquello que, prohibido para nuestro físico, sólo lo podemos alcanzar mediante sofisticados aparatos que bien nos introduce en el universo microscópico de los átomos, o, por el contrario nos llevan al Universo profundo y nos enseña galaxias situadas a cientos y miles de millones de años-luz de la Tierra.
Cuando vemos esos objetos cosmológicos lejanos, cuando estudiamos una galaxia situada a 100.000 mil años-luz de nosotros, sabemos que nuestros telescopios la pueden captar gracias a que la luz de esa galaxia, viajando a 300.000 Km/s llegó a nosotros después de ese tiempo, y, muchas veces, no es extraño que el objeto que estamos viendo ya no exista o si existe, que su conformación sea diferente habiéndose transformado en diferentes transiciones de fase que la evolución en el tiempo ha producido.
En el ámbito de lo muy pequeño, vemos lo que está ahí en ese momento pero, como se explica más arriba, en realidad, también nos lleva al pasado, a los inicios de cómo todo aquello se formó y con qué componentes que, en definitiva, son los mismos de los que están formadas las galaxias, las estrellas y los planetas, una montaña y un árbol y, cualquiera de nosotros que, algo más evolucionado que todo lo demás, podemos contarlo aquí.
Estas y otras muchas maravillas son las que nos permitirán, en un futuro relativamente cercano, que podamos hacer realidad muchos sueños largamente dormidos en nuestras mentes.
emilio silvera
el 23 de enero del 2017 a las 12:19
Hemos sabido llegar bastante lejos en el conocimiento de los extremos: Por una parte, la mecánica cuántica que nos habla de lo infinitesimal, de lo tan pequeño que no se deja ver pero, que está ahí. Por otra parte, hemos conseguido dominar todos aquellos objetos que cosmológicos ellos, nos e4scondfían muchos secretos que, poco a poco, hemos sabido desvelar. Lllegarojn Planck y Einstein y nos dijeron cómo eran las cosaqs tanto en un extremo como en el otro. Ahora, sólo nosta agrupar los dos extremos de lo pequeño y de lo grande, cosa que está por conseguir con la Gravedad Cuántica q2ue se resisten a convivir juntas, la cuántica de Planck y la Gravedad de Einstein.
Tanto es así que, cuando tratamos de unirlas, aunque el planteamiento sea razonable, aquello explota, salta el galimatias y nadie entiende nada: Gravedad y Cuántica no quieren estare juntas y, de hecho, en el Modelo Estándar de la Física no fugira la Gravedad que campa sólo por sus respectos.
Sí, nos queda algunos pasos más que dar y, posiblemente, la Teoría de Cuerdas nos de la respuesta que ansiosos esperamos.