Jun
18
Nombres para la Historia
por Emilio Silvera ~ Clasificado en General ~ Comments (0)
Jun
18
¡Qué cosas!
por Emilio Silvera ~ Clasificado en General ~ Comments (0)
Por qué dijo Einstein que Dios no juega a los dados?
Cuando Einstein publicó la explicación al efecto fotoeléctrico poco podía imaginar lo que iba a pasar: que siendo uno de los padres de la teoría cuántica, acabaría repudiándola como a un hijo díscolo y balarrasa
En 1926 el embrollo en el mundo de la física teórica era mayúsculo. Louis de Broglie había demostrado que la materia podía comportarse como olas en un estanque a las que llamó ‘ondas de materia’. También había dos teorías cuánticas que parecían contrapuestas, creadas por dos físicos alemanes, brillantes y con una fuerte personalidad. Uno era Werner Heisenberg, para el que era una estupidez edificar toda una teoría basándose en unos electrones orbitando alrededor del núcleo pues nadie lo había visto. Lo único que realmente se veía eran los fotones emitidos por los electrones al cambiar de “órbita”, luego esto era lo único que había que tener en cuenta a la hora de desarrollar una teoría. Así creó la mecánica matricial. El otro era Erwin Schrödinger, que ofreció una formulación matemática para las ondas de materia de De Broglie: era la mecánica ondulatoria.
Por otro lado, Heisenberg había demostrado la existencia de una indeterminación fundamental: o bien conocemos la velocidad de una partícula o bien conocemos su posición, pero no es posible conocer ambas con total precisión. Lo mismo pasaba con otras dos cantidades, la energía y el tiempo. Ya solo quedaba ver cómo iba a responder a todo esto la comunidad de físicos teóricos.
El padre del modelo atómico moderno, Niels Bohr, ponía fuertes reparos a las relaciones de incertidumbre de Heisenberg mientras que Einstein no se tragaba su mecánica matricial y pensaba que la mecánica ondulatoria de Schrödinger iba a conseguir ofrecer una imagen física de los procesos atómicos. Y llegó Max Born, que demostró que la mecánica ondulatoria de Schrödinger servía para calcular una cantidad física fundamental: la probabilidad de encontrar un electrón en una región del espacio. Esto fue un mazazo por lo que había de implícito en ello, una visión totalmente probabilística del mundo. Un electrón no está en un determinado lugar sino que existe una cierta probabilidad de que esté allí; de hecho, es posible encontrarle en cualquier lugar del universo.
En septiembre de 1927, y tras un proceso intelectualmente doloroso, Bohr anunció en un congreso internacional en Como (Suiza) que la única forma de lidiar con las relaciones de incertidumbre de Heinsenberg sin caer en contradicciones era asumir el principio de complementariedad: dos propiedades complementarias no se pueden medir simultáneamente con total precisión. Lo mismo sucede con la dualidad onda-corpúsculo: cualquier objeto cuántico solo puede presentar uno de esos dos aspectos al mismo tiempo; esto es, o lo vemos como onda o como corpúsculo, pero jamás a la vez. Y esto, ¿a dónde nos conduce? A que mientras nadie los mida, los objetos cuánticos no tienen ningún atributo, ninguna propiedad intrínseca. Dicho más crudamente, una propiedad que no se ha medido no necesita existir. También podemos decirlo más o menos poéticamente: la Luna no existe hasta que alguien la mira. A esta visión se la conoce como la interpretación de Copenhague.
A muchos físicos -educados en el tranquilo mundo clásico- les resultaba inconcebible que un sistema no tuviera sus propiedades bien definidas. Y uno de ellos era Albert Einstein: “la mecánica cuántica es imponente, pero una voz interior me dice que no es lo real”. No es extraño que pensara así porque Bohr le estaba diciendo que la realidad, entendida como algo objetivo que se encuentra ahí fuera, no existe, es sólo una ilusión; no vemos las cosas en sí mismas, sino aspectos de lo que son.
El monumental lío en que se encontraba la física era tal que todo el mundo esperaba como agua de mayo la celebración del Quinto Congreso Solvay a celebrarse del 24 al 29 de octubre de 1927 en el Instituto de Fisiología de Bruselas. Hoy es considerado como el encuentro más importante de la física del siglo XX. Su título, ‘Electrones y fotones‘, Primera instantánea de la luz funcionando como onda y como partícula (muyinteresante.es)no reflejaba la verdadera intención de esa reunión: dirimir el camino al que llevaba la teoría cuántica. Pero sobre todo, y como apostillaría Bohr, se celebraba “para ver cuál era su reacción [Einstein] a los últimos avances realizados”.
Cuando le tocó hablar a Einstein lo primero que hizo fue pedir disculpas por no haber profundizado en la mecánica cuántica. “Sin embargo -continuó diciendo- quisiera hacer algunas consideraciones generales”. Y lanzó al ruedo uno de sus famosos gedanken-experiment o experimentos mentales. La intención de Einstein era demostrar que la naturaleza debía estar bien definida y que la cuántica hablase de probabilidades intrínsecas era una advertencia de que no estaba completa, que tenían que existir unas ‘variables ocultas’ que, una vez descubiertas, nos permitirían eliminar esa incertidumbre. Cuenta la leyenda que fue en este congreso donde Einstein dijo: “Dios no juega a los dados”. A lo que Bohr le respondió: “Deja de decirle a Dios lo que tiene que hacer”.
Este fue el primer asalto del debate Bohr-Einstein, uno de los más importantes de la historia de la ciencia. Una discusión que, en el fondo, no tenía por objetivo el contenido particular de una teoría, sino sobre lo que debería ser una teoría científica. “El debate no fue solo sobre la naturaleza del universo -ha dicho Andrew Whitaker, físico de la Universidad de Belfast- sino sobre el tipo de descripción del universo que deberíamos considerar como significativa”. En el primer asalto, Einstein apuntó que usando los dos más sacrosantos principios de la física, el de conservación de la energía y el del momento lineal, se podían obtener medidas con una precisión mayor que la permitida por las relaciones de incertidumbre. Sin embargo, Einstein erró el tiro y reconoció que sus experimentos mentales no tenían nada que ver con las relaciones de incertidumbre sino con otra característica del mundo en que vivimos, la separabilidad o localidad. Pero lo que más consternación le ocasionó no fue que Bohr desmontara su argumento, sino las consideraciones finales de la charla que, mano a mano, dieron Max Born y Heisenberg: “Consideramos que la mecánica cuántica es una teoría cerrada, cuyos supuestos físicos y matemáticos fundamentales no son susceptibles de modificación alguna”. Para ellos el caso estaba cerrado.
Segundo asalto
Pero Einstein no aflojaba. Seguía convencido de que existían variables ocultas que salvarían la física de la debacle. En el siguiente Congreso Solvay en 1930 decidió lanzar su segundo embate contra la teoría cuántica usando algo que él conocía muy bien, la relatividad especial. Imaginemos -dijo- una caja con un diminuto agujero que podemos abrir y cerrar a voluntad durante un pequeño intervalo de tiempo T. Dentro de la caja tenemos una cantidad definida de radiación y podemos suponer que durante ese intervalo T sale de la caja un único fotón. Ahora bien, un fotón tiene una energía que es el producto de la constante de Planck por su frecuencia, y por la relatividad sabemos que esa energía corresponde a una masa efectiva que podemos calcular a través de la ecuación E = mc2. Eso quiere decir que si pesamos la caja antes y después de que salga ese fotón determinaremos con total precisión su masa y, por ende, su energía, luego la incertidumbre en la energía es cero. Por otro lado, la incertidumbre en el tiempo viene dada por T, el espacio de tiempo que se mantiene abierto el agujero. Y cero multiplicado por T es cero, lo que contradice la relacione de Heisenberg. QED.
El impacto de este argumento en Bohr fue tremendo. Según contó posteriormente su discípulo y colaborador Léon Rosenfeld “fue un shock para él… Durante toda la tarde estuvo triste, yendo de un lado para otro y tratando de persuadirse de que no podía ser cierto, que si tenía razón sería el fin de la física”. Fue una tarde gloriosa para Einstein: caminaba lentamente, majestuoso, mientras Bohr trotaba a su lado totalmente alterado. Pero la mañana siguiente todo cambió. Tras una noche de insomnio, la luz del Sol le reveló la solución. Bohr, exultante, había encontrado el contra-argumento y sabía que iba a hacer mucho daño a su amigo, pues usaría la gran creación de Einstein, la relatividad general, contra él.
Por un lado, dijo Bohr, existe una indeterminación intrínseca en la medida de la masa que viene dada por la relación de incertidumbre entre la posición y la velocidad, y por tanto hay una incertidumbre en la medida de la energía. Y por otro, y este fue el golpe maestro de Bohr, la incertidumbre en el tiempo viene dada por la relatividad general, que asegura que un reloj cambia su ritmo cuando se mueve en la dirección de un campo gravitatorio. Eso hace que aparezca una incertidumbre en la medida de la posición de la aguja de la balanza, que deriva en una incertidumbre en el tiempo. Si se hacen bien las cuentas se tiene que el producto de ambas es, como mínimo, tan grande como la constante de Planck, justo lo que dice el principio de incertidumbre del tiempo-energía.
Einstein reconoció la derrota, pero no se iba a dar por rendido. En 1933, durante el Séptimo Congreso Solvay preguntó a León Rosenfeld: “¿Cómo puede el estado final de una partícula verse influido por una medida llevada a cabo en otra después de que haya cesado toda interacción física entre ellas?”. Una pregunta que dos años más tarde iba a desencadenar la tormenta (cuántica) perfecta. Pero esta es otra historia…
Reportaje en MUY INTERESANTE
Jun
18
¡La Conciencia! Ese misterio
por Emilio Silvera ~ Clasificado en General ~ Comments (1)
Nadie sabe lo que realmente es es. Sabemos que no es material, que ocupa la Mente… Pero,,, ¿Cómo funciona?
Jun
18
Desde la materia “inerte” hasta los pensamientos
por Emilio Silvera ~ Clasificado en General ~ Comments (0)
El mito del eterno retorno – La regeneración del Tiempo
Tomado literalmente, el tiempo cíclico hasta sugiere una especie de inmortalidad. Eudemo de Rodas, discípulo de Aristóteles, decía a sus propios discípulos: “Si creéis a los pitagóricos, todo retornará con el tiempo en el mismo orden numérico, y yo conversaré con vosotros con el bastón en la mano y vosotros os sentaréis como estáis sentados ahora, y lo mismo sucederá con toda otra cosa”. Por estas o por otras razones, el tiempo cíclico aún es popular hoy, y muchos cosmólogos defienden modelos del “universo oscilante” en los que se supone que la expansión del universo en algún momento se detendrá y será seguida por un colapso cósmico en los fuegos purificadores del siguiente Big Bang.
¿Cerebro y Mente? ¿Inteligencia y Sabiduría?
Aristóteles nació el primer año de la Olimpiada XCIX (384 antes de J. C.), en Estagira, colonia griega de la Tracia. Su padre, Nicómaco, era médico y amigo de Amintas, rey de Macedonia; y descendía de una familia cuyo origen remontaba hasta Esculapio. Se hace mención de esta circunstancia, porque no dejó de influir en la dirección de los estudios de este gran filósofo; por lo menos prueba, que su familia cultivaba desde muy antiguo y como por tradición las ciencias naturales y médicas; y se cree, que su padre dejó escritas algunas obras sobre historia natural y medicina.
“…la metafísica de Aristóteles: … es indicadora de todo lo que viene después (de la física), y que se encuentra más allá de lo percibido”.
En el tratado filosófico de Aristóteles, a los que los comentaristas llamaron Filosofía primera y también Teología, aparecen referencias a la Metafísica como la ciencia del Ser, y trata de indagar las primeras causas y principios de las cosas, la naturaleza íntima y el destino de los seres.
Una parte de la ciencia estudia la estructura y la evolución del Universo: La cosmología. Los ciclos que se suceden desde la explosión de una estrella masiva a Nebulosa que genera nuevas estrellas, nuevos mundos y… ¿Nuevas formas de Vida?
La cosmología observacional se ocupa de las propiedades físicas del Universo, como su composición física referida a la química, la velocidad de expansión y su densidad, además de la distribución de Galaxias y cúmulos de galaxias. La cosmología física intenta comprender estas propiedades aplicando las leyes conocidas de la física y de la astrofísica. La cosmología teórica construye modelos que dan una descripción matemática de las propiedades observadas del Universo basadas en esta comprensión física.
La cosmología también tiene aspectos filosóficos, o incluso teológicos, en el sentido de que trata de comprender por qué el Universo tiene las propiedades observadas. De hecho, después de unos miles de millones de años de evolución, el Universo se ha valido de las estrellas para elaborar los materiales que han posibilitado la aparición de la vida.
Una maraña de profundos pensamientos que nos trajeron una nueva cosmología
La cosmología teórica se basa en la teoría de la relatividad general, la teoría de Einstein de la gravitación. De todas las fuerzas de la naturaleza, la gravedad es la que tiene efectos más intensos a grandes escalas y domina el comportamiento del Universo en su conjunto. El espacio-tiempo, la materia contenida en el Universo con la fuerza gravitatoria que genera y, nuestras mentes que tienen conocimientos de que todo esto sucede.
De manera que, nuestro consciente (sentimos, pensamos, queremos obrar con conocimiento de lo que hacemos), es el elemento racional de nuestra personalidad humana que controla y reprime los impulsos del inconsciente, para desarrollar la capacidad de adaptación al mundo exterior. Al ser conscientes, entendemos y aplicamos nuestra razón natural para clasificar los conocimientos que adquirimos mediante la experiencia y el estudio que aplicamos a la realidad del mundo que nos rodea. Claro que, no todos podemos percibir la realidad de la misma manera, las posibilidades existentes de que el conocimiento de esa realidad responda exactamente a lo que ésta es en sí, no parece fácil.
Descartes, Leibniz, Locke, Berkeley, Hume (que influyó decisivamente en Kant), entre otros, construyeron una base que tomó fuerza en Kant, para quien el conocimiento arranca o nace de nuestras experiencias sensoriales, es decir, de los datos que nos suministra nuestros cinco sentidos, pero no todo en él procede de esos datos. Hay en nosotros dos fuentes o potencias distintas que nos capacitan para conocer, y son la sensibilidad (los sentidos) y el entendimiento (inteligencia). Esta no puede elaborar ninguna idea sin los sentidos, pero éstos son inútiles sin el entendimiento.
A todo esto, para mí, el conocimiento está inducido por el interés. La falta y ausencia de interés aleja el conocimiento. El interés puede ser de distinta índole: científico, social, artístico, filosófico, etc. (La gama es tan amplia que existen conocimientos de todas las posibles vertientes o direcciones, hasta tal punto es así que, nunca nadie lo podrá saber todo sobre todo). Cada uno de nosotros puede elegir sobre los conocimientos que prefiere adquirir y la elección está adecuada a la conformación individual de la sensibilidad e inteligencia de cada cual. Allí, en alguna parte, está el germen del interés-curiosidad de cada cual.
También ocurren casos en los que, una persona no tiene interés porque, ese “ingrediente” lo arrancaron de su Ser. No le dieron ninguna oportunidad para desarrollarse y, finalmente termina hastiado del mundo
También se da el caso de personas que prácticamente, por cuestiones genéticas o de otra índole, carecen de cualquier interés por el conocimiento del mundo que les rodea, sus atributos sensoriales y de inteligencia funcionan a tan bajo rendimiento que, sus comportamientos son cuasi-animales (en el sentido de la falta de racionalidad), son guiados por la costumbre y las necesidades primarias: comer, dormir…
El polo opuesto lo encontramos en múltiples ejemplos de la historia de la ciencia, donde personajes como Newton, Einstein, Riemann, Ramanujan y tantos otros (cada uno en su ámbito del conocimiento), dejaron la muestra al mundo de su genio superior.
Pero toda la realidad está encerrada en una enorme burbuja a la que llamamos Universo y que encierra todos los misterios y secretos que nosotros, seres racionales y conscientes, perseguimos. Todo el mundo sabe lo que es la conciencia; es lo que nos abandona cada noche cuando nos dormimos y reaparece a la mañana siguiente cuando nos despertamos. Esta engañosa simplicidad me recuerda lo que William James escribió a finales del siglo XIX sobre la atención:” Todo el mundo sabe lo que es la atención; es la toma de posesión por la mente, de una forma clara e intensa, de un hilo de pensamiento de entre varios simultáneamente posibles”. Más de cien años más tarde somos muchos los que creemos que seguimos sin tener una comprensión de fondo ni de la atención, ni de la conciencia que, desde luego, no creo que se marche cuando dormimos, ella no nos deja nunca.
La falta de comprensión ciertamente no se debe a una falta de atención en los círculos filosóficos o científicos. Desde que René Descartes se ocupara del problema, pocos han sido los temas que hayan preocupado a los filósofos tan persistentemente como el enigma de la conciencia.
Los filósofos, son quienes tratan de comprender la realidad misma, planteándose incluso la existencia del hombre. Las más grandes interrogantes del ser humano, son ellos quienes por medio de la razón, las contestan sin dejar supuestos. A todos, les interesa el porqué de la existencia de la naturaleza, la realidad y el pensamiento.
Para Descartes, como para James más de dos siglos después, ser consciente era sinónimo de “pensar”: el hilo de pensamiento de James no era otra cosa que una corriente de pensamiento. El cogito ergo sum, “pienso, luego existo”, que formuló Descartes como fundamento de su filosofía en Meditaciones de prima philosophía, era un reconocimiento explícito del papel central que representaba la conciencia con respecto a la ontología (qué es) y la epistemología (qué conocemos y cómo le conocemos).
Claro que tomado a pie juntillas, “soy consciente, luego existo”, nos conduce a la creencia de que nada existe más allá o fuera de la propia conciencia y, por mi parte, no estoy de acuerdo. Existen muchísimas cosas y hechos que no están al alcance de mi conciencia. Unas veces por imposibilidad física y otras por imposibilidad intelectual, lo cierto es que son muchas las cuestiones y las cosas que están ahí y, sin embargo, se escapan a mi limitada conciencia.
La Conciencia, a veces, la podríamos comparar con una compleja maraña de ideas entrecruzadas que, como cables enredados es difícil de saber como aclarar aquel laberinto de pensamientos que te puedan llevar al sitio más inesperado.
Todo el entramado existente alrededor de la conciencia es de una complejidad enorme, de hecho, conocemos mejor el funcionamiento del Universo que el de nuestros propios cerebros, una máquina compleja que algunos dicen que hizo el Universo para poder observarse así mismo.
¿Cómo surge la conciencia como resultado de procesos neuronales particulares y de las interacciones entre el cerebro, el cuerpo y el mundo? ¿Cómo pueden explicar estos procesos neuronales las propiedades esenciales de la experiencia consciente?
Cada uno de los estados conscientes es unitario e indivisible, pero al mismo tiempo cada persona puede elegir entre un número ingente de estados conscientes distintos.
Muchos han sido los que han querido explicar lo que es la conciencia. En 1.940, el gran neurofisiólogo charles Sherrington lo intento y puso un ejemplo de lo que él pensaba sobre el problema de la conciencia. Unos pocos años más tarde también lo intentaron otros y, antes, el mismo Bertrand Russell hizo lo propio, y, en todos los casos, con más o menos acierto, el resultado no fue satisfactorio, por una sencilla razón: nadie sabe a ciencia cierta lo que en verdad es la conciencia y cuales son sus verdaderos mecanismos; de hecho, Russell expresó su escepticismo sobre la capacidad de los filósofos para alcanzar una respuesta:
“Suponemos que un proceso físico da comienzo en un objeto visible, viaja hasta el ojo, donde se convierte en otro proceso físico en el nervio óptico y, finalmente, produce algún efecto en el cerebro al mismo tiempo que vemos el objeto donde se inició el proceso; pero este proceso de ver es algo “mental”, de naturaleza totalmente distinta a la de los procesos físicos que lo preceden y acompañan. Esta concepción es tan extraña que los metafísicos han inventado toda suerte de teorías con el fin de sustituirla con algo menos increíble”.
La Conciencia tiene ramificaciones sin fin, y, lo que podamos hacer en un momento dado… es impredecible
Está claro que en lo más profundo de ésta consciencia que no conocemos, se encuentran todas las respuestas planteadas o requeridas mediante preguntas que nadie ha contestado.
No creo que mirando en el fondo de la bolita encontremos las respuestas que todos buscamos. Más bien estarán dentro de nosotros mismos y, lo que tendremos que hacer es, comenzar la búsqueda de nuestro propio yo. Lo cierto es que, no nos conocemos ni a nosotros mismos.
Sí, el 97 por ciento de nuestro cuerpo está hecho de polvo de estrellas
Al comienzo mencionaba el cosmos y la gravedad junto con la consciencia y, en realidad, con más o menos acierto, de lo que estaba tratando era de hacer ver que todo ello, es la misma cosa. Universo-Galaxia-Mente. Nada es independiente en un sentido global, sino que son partes de un todo y están estrechamente relacionados. Todo, de alguna manera que no sabemos explicar, está relacionado. Nosotros, no lo olvidemos, somos parte del Universo.
Una Galaxia es simplemente una parte pequeña del Universo, nuestro planeta es, una mínima fracción infinitesimal de esa Galaxia, y, nosotros mismos, podríamos ser comparados (en relación a la inmensidad del cosmos) con una colonia de bacterias pensantes e inteligentes. Sin embargo, todo forma parte de lo mismo y, aunque pueda dar la sensación engañosa de una cierta autonomía, en realidad todo está interconectado y el funcionamiento de una cosa incide directamente en las otras (efecto mariposa).
Pocas dudas pueden caber a estas alturas del hecho de que poder estar hablando de estas cuestiones, es un milagro en sí mismo.
Por mucho que queramos ocultarlo…¡Esta es la realidad!
Después de millones y millones de años de evolución, se formaron las conciencias primarias que surgieron en los animales con ciertas estructuras cerebrales de alta complejidad que, podían ser capaces de construir una escena mental, pero con capacidad semántica o simbólica muy limitada y careciendo de un verdadero lenguaje.
La conciencia de orden superior (que floreció en los humanos y presupone la coexistencia de una conciencia primaria) viene acompañada de un sentido de la propia identidad y de la capacidad explícita de construir en los estados de vigilia escenas pasadas y futuras. Como mínimo, requiere una capacidad semántica y, en su forma más desarrollada, una capacidad lingüística.
Los procesos neuronales que subyacen en nuestro cerebro son en realidad desconocidos y, aunque son muchos los estudios y experimentos que se están realizando, su complejidad es tal que, de momento, los avances son muy limitados. Estamos tratando de conocer la “máquina” más compleja y perfecta que existe en el Universo.
Cien mil millones de neuronas, tantas como estrellas tiene nuestra Galaxia
Si eso es así, resultará que después de todo, no somos tan insignificantes como en un principio podría parecer, y solo se trata de tiempo. En su momento y evolucionadas, nuestras mentes tendrán un nivel de conciencia que estará más allá de las percepciones físicas tan limitadas. Para entonces, sí estaremos totalmente integrados y formando parte, como un todo, del Universo que ahora presentimos.
El carácter especial de la conciencia me hace adoptar una posición que me lleva a decidir que no es un objeto, sino un proceso y que, desde este punto de vista, puede considerarse un ente digno del estudio científico perfectamente legítimo.
Queremos llegar a comprenderla pero… ¡No será fácil determinar lo que la Conciencia es!
La conciencia plantea un problema especial que no se encuentra en otros dominios de la ciencia. En la Física y en la Química se suele explicar unas entidades determinadas en función de otras entidades y leyes. Podemos describir el agua con el lenguaje ordinario, pero podemos igualmente describir el agua, al menos en principio, en términos de átomos y de leyes de la mecánica cuántica. Lo que hacemos es conectar dos niveles de descripción de la misma entidad externa (uno común y otro científico de extraordinario poder explicativo y predictivo. Ambos niveles de descripción) el agua líquida, o una disposición particular de átomos que se comportan de acuerdo con las leyes de la mecánica cuántica (se refiere a una entidad que está fuera de nosotros y que supuestamente existe independientemente de la existencia de un observador consciente.)
Una maraña e conexiones sin fin
En el caso de la conciencia, sin embargo, nos encontramos con una simetría. Lo que intentamos no es simplemente comprender de qué manera se puede explicar las conductas o las operaciones cognitivas de otro ser humano en términos del funcionamiento de su cerebro, por difícil que esto parezca. No queremos simplemente conectar una descripción de algo externo a nosotros con una descripción científica más sofisticada. Lo que realmente queremos hacer es conectar una descripción de algo externo a nosotros (el cerebro), con algo de nuestro interior: una experiencia, nuestra propia experiencia individual, que nos acontece en tanto que observadores conscientes. Intentamos meternos en el interior o, en la atinada ocurrencia del filósofo Tomas Negel, saber qué se siente al ser un murciélago. Ya sabemos qué se siente al ser nosotros mismos, qué significa ser nosotros mismos, pero queremos explicar por qué somos conscientes, saber qué es ese “algo” que nos hace ser como somos, explicar, en fin, cómo se generan las cualidades subjetivas experienciales.
Somos conscientes de SER y a donde pertenecemos pero, no sabemos quiénes somos
En suma, deseamos explicar ese “Pienso, luego existo” que Descartes postuló como evidencia primera e indiscutible sobre la cual edificar toda la filosofía. Y, todo esto, amigos míos, es posible gracias a que, en el Universo que nos acoge está presente la Física, la Química y la Biología que surgieron de la evolución de las estrellas y de la radiación cósmica para que ahora, nosotros estemos aquí para comentar sobre un “todo” conformado por la materia y la mente.
emilio silvera