Platón, además de un hito esencial dentro de la filosofía occidental, es un estupendo narrador de mitos, que no solo ocupan cierta extensión en su obra filosófica, sino que destacan en el conjunto de las páginas platónicas por su fuerza poética y plástica, su seducción intelectual. El mito impacta la imaginación y deja un rastro fascinante en la memoria.

Resulta sorprendente que Platón no renuncie –ni siquiera en La república, un diálogo de una alta elaboración filosófica– a los mitos como forma de expresar la verdad; de hecho, recoge quizá los más discutidos y enormes de toda la Historia.

Uno de ellos es el tema de este artículo: el mito de la caverna.

 

El mito de la caverna de Platón (significado e historia de esta alegoría)

Imaginemos una caverna bajo tierra, en la que los espectadores están sentados de espaldas a la entrada y de cara a la pared. Estos espectadores están cautivos, atados con cadenas, de manera que solo pueden mirar hacia la pared del fondo. De la caverna sale un camino en pendiente, áspero, hacia el exterior. Para los espectadores es como si no existiera la luz natural; de ahí la necesidad de un fuego bien dispuesto. Hay una tapia entre el fuego y los espectadores, y entre ella y el fuego desfilan hombres portando objetos. Estos objetos proyectan sombras en la pared de la cueva, y esas sombras son lo único que ven los espectadores. Además, la pared-pantalla tiene eco, y por eso para los cautivos parecen venir de ella las palabras que pronuncian los hombres que pasan detrás de la tapia. Un Platón de nuestro siglo hubiera supuesto un micrófono y un altavoz.