Jun
9
“Herbarios” y “Bestiarios”
por Emilio Silvera ~ Clasificado en Rumores del saber del mundo ~ Comments (0)
Nunca dejará de asombrarme los hallazgos que podemos efectuar si buceamos en el fondo de nuestra biblioteca. Allí, en la más profundo, detrás de otra hilera de libros que los están tapando, se encuentran obras olvidadas que, de vez en cuando, nos gusta repasar y, aunque ya nos son conocidas por haberlas leído en su momento, no por ello dejan de causarnos “nueva sorpresa” sus contenidos.
Una de ellas, la encontré ayer por la tarde mientras buscaba una obra “perdida” de Gerard ´t Hofft (cualquiera sabe dónde la puse la última vez que la leí), su título: Los Descubridores de la Naturaleza. En la portada, grabado con letras doradas nos dice: “Para descubrir la Naturaleza, la Ciencia no avanzó dando cuenta de la experiencia cotidiana, sino aferrándose a la paradoja, aventurándose en lo desconocido…
Al abrir la tapa y después de una breve presentación, me doy de bruces con una cita de Thomas Henry Huxley (1871) que nos dice:
La investigación de la naturaleza es un campo de pastoreo infinito,
de donde todos pueden nutrirse,
y cuanto más comen,
más abundante crece la hierba, su sabor es más dulce,
y es más alimenticia.
En los lugares más remotos e impensables, si observamos con atención, nos podemos llevar sorpresas inesperadas que nos llevaran directamente al asombro. En esa imagen de arriba, donde todo parece estar muerto, hay mucho, muchísimo más de lo que el ojo puede ver.
La segunda cita del libro es de Victor Hugo, en Los miserables (1862), que nos dice:
Allí donde termina el telescopio,
comienza el microscopio.
¿Cuál de los dos proporciona una visión más amplia?
Sin un microscopio nunca podríamos ver el “universo” de lo muy pequeño. Arriba, alucinante lo que hace un microscopio electrónico de barrido, aquí vemos microfibras y microesferas de fibra textil
El telescopio también nos lleva lejos, al “universo” de lo muy grande
Seguimos ojeando el libro encontrado y, simplemente con leer el título de sus capítulos, hacemos un viaje fascinante, toda vez que, sin leer sus contenidos, por el simple enunciado del comienzo, nuestra imaginación, se desboca y construye un “mundo” a partir de esas primeras palabras. Veamos los que son:
- En “Las brumas de las paradojas”
- La evidencia del ojo desnudo
- Una visión angustiosa y sorprendente
- Atrapado en un fuego cruzado
- Nuevos mundos interiores
- Galileo en China
- Dentro de Nosotros mismos
- Un Profeta demente señala el Camino
- La Tiranía de Galeno
- De los animales al hombre
- Corrientes interiores invisibles…
Y, así, continúan capítulo tras capítulo que, simplemente con el título, ya te prometen que podrás sumergirte en fantásticos mundos que, en ocasiones, ni podías pensar que pudieran existir. De entre todos ellos, esta vez me quedé con este que aquí os dejo (parcialmente), y que comienza diciendo:
Aprender a mirar
Durante mil quinientos años, la Europa culta que deseaba saber cosas sobre la naturaleza recurría a los “bestiarios”, autoridades textuales cuya tiranía era equiparable a la de Galeno en medicina, y cuyas delicias poéticas tentaban a los lectores y los apartaban del mundo real de las plantas y los animales. En la actualidad, al leer esas guías, comprendemos por qué los europeos medievales tardaron tanto en aprender a mirar. Las páginas de los herbarios y bestiarios ilustrados nunca han sido superadas, tanto por su encantadora fantasía como por las recopilaciones de remedios caseros.
Estas fuentes de la botánica medieval, los herbarios, eran el legado de Dioscórides, cirujano griego que había viajado por todo el Mediterráneo con los ejércitos del emperador Nerón. Su De materia médica (c. 77) presentaba la botánica como un tipo de farmacología. Los médicos intentaron con toda seriedad y durante largo tiempo hacer coincidir la descripción de las plantas que Dioscórides había visto en las orillas del tibio Mediterráneo con las que ellos mismos encontraban en Alemania, Suiza o Escocia.
Dioscórides
Al igual que Galeno, Dioscórides había estudiado la Naturaleza, pero los discípulos de Dioscórides estudiaron a Dioscórides. Él esperó en vano que sus lectores “no sólo prestaran atención a la fuerza de las palabras sino también al trabajo y la experiencia que he aplicado al asunto”. Los escritores anteriores mediante una clasificación alfabética, habían separado “tanto los tipos como los funcionamiento de las cosas que están íntimamente relacionadas, de modo que son así más difíciles de recordar”. En cambio, el estudio dónde crecían las plantas, cuándo y cómo debían recogerse, e incluso los tipos de recipientes en que debían almacenarse. Al igual que otros autores clásicos, tuvo pocos discípulos y muchos exégetas. Éstos atesoraban sus palabras pero olvidaron su ejemplo. Dioscórides, a medida que dejaba de ser un maestro, se transformaba en un texto.
Sin embargo, para las mentes prácticas de la época medieval Dioscórides era deliciosamente atractivo, ya que no perturbaba a sus lectores con teorías ni taxonomías. El herbario de Dioscórides estaba escrito en griego e incluía más de seiscientas plantas agrupadas bajo encabezamientos prácticos. ¿Cuáles debían buscarse para obtener aceites, ungüentos, grasas o perfumes? ¿Cuáles curaban el dolor de cabeza o quitaban las manchas de la piel? ¿Qué frutas, verduras o raíces eran comestibles? ¿Cuáles eran las especias locales? ¿Qué plantas eran venenosas y cuáles eran sus antídotos? ¿Qué medicinas podían hacerse a base de plantas?
La obra originaria de Dioscórides nos ha llegado con dificultad; particularmente notable es el códice denominado Costantinopolitanus, creado en el 512 d.C., obra manuscrita con preciosas ilustraciones conservadas en la Nationalbibliothek de Viena.
Los numerosísimos manuscritos de «Dioscórides» que nos han quedado dan testimonio de su popularidad durante la Edad Media. Cuanto más leemos los textos menos nos sorprende su popularidad, la supervivencia de su nomenclatura. Por ejemplo, ésta es la primera entrada del apartado de «plantas aromáticas», en la traducción de John Goodyer (1665):
El iris se llama así por su parecido con el arco iris del cielo… Sus raíces son nudosas, fuertes, de sabor dulce, y después de cortarlas deben dejarse secar a la sombra, y así (atadas con un hilo de lino) guardarse. Pero el mejor es el de Iliria y Macedonia… El segundo de Libia… Todos tienen la facultad de calentar y aliviar, atenúan la tos y los humores mucosos difíciles de evacuar. Actúan contra los humores espesos y la bilis; si se beben en hidromiel en la cantidad de siete dragmas también causan el sueño, provocan las lágrimas y curan los tormentos del estómago. Pero bebidos con vinagre ayudan a los que han sido mordidos por bestias venenosas, a los que han sido mordidos por bestias venenosas, a los que están tiesos de frío y a los que no retienen la comida.
A este herbario, como reporta Plinio en el siglo I d.C., le siguieron otros muchos, desgraciadamente perdidos en los avatares del tiempo, de autores menos conocidos como Crateo y Diocle, que pasaron el tiempo enriqueciéndose con ensayos de ilustraciones a color.
La baya del enebro es «buena para el estómago y en infusión es buena para las enfermedades del tórax, la tos, las inflamaciones, los retortijones y los venenos de los animales. También es diurética y por consiguiente buena tanto para las convulsiones como para las hernias y para las que tienen estrangulamiento de útero». El rábano común «también provoca ventosidades y calienta, es bueno para la boca pero no para el estómago tomado después de comer, pues ayuda a la digestión, pero si se toma antes interrumpe la comida; por tanto es bueno para los que desean vomitar tomarlo antes de comer». La raíz de la mandrágora puede prepararse par servir de anestesia «para aquellos que van a ser cortados o cauterizados»… Pues no perciben el dolor porque les embarga un sueño de muerte… Pero si se usa mucho puede hacer perder el habla a los hombres».
Mil años de manuscritos de «Diocórides» nos demuestran nos demuestran lo que significaba estar a merced de los copistas. Con los copistas. Con los siglos, las ilustraciones se apartan cada vez más de la realidad. Las copias de las incluyen hojas imaginarias para hacer lo dibujos simétricos y raíces aumentadas de tamaño para llenar el espacio sobrante. Los caprichos de los copistas se convirtieron luego en convenciones.
Le Livre des simples médecines, (El Libro de los medicamentos simples), de la Biblioteca Nacional de Rusia, en San Petersburgo, es un códice singular, no solo por la gran belleza de sus ilustraciones, sino porque corresponde a la culminación de los saberes medievales europeos acerca de las sustancias de los tres reinos de la naturaleza que sirven para curar o aliviar las enfermedades.
Tiene un texto de 220 páginas dividido en cinco partes: hierbas y flores, árboles y sus gomas y resinas, metales y minerales, productos animales y otras materias.
A finales de la Edad Media, príncipes y poderosos aprendían las reglas de salud e higiene de la medicina racional en el Tacuinum Sanitatis, un tratado sobre el bienestar y la salud muy difundido durante los siglos XIV y XV.
El tratado fue escrito en árabe por Ububchasym de Baldach, también conocido como Ibn Butlân, médico cristiano nacido en Bagdad y muerto en 1068. Propone seis elementos necesarios para el mantenimiento cotidiano de la salud: la comida y la bebida, el aire y el ambiente, el movimiento y el reposo, el sueño y la vigilia, las secreciones y excreciones de los humores, los movimientos o afectos del ánimo (la alegría, la ira, la vergüenza…). Según Ibn Butlân, las enfermedades surgen de la alteración en el equilibrio de alguno de estos elementos, por lo que aconseja la vida en armonía con la naturaleza para conservar o recuperar la salud.
Los escribas fantasiosos tomaban ideas tanto de los nombres como de las propiedades de las plantas, convirtiendo de este modo la botánica en una rama de la filología. De las flores del narciso salían pequeñas figuras humanas, que recordaban al desafortunado que miraba y amaba su imagen reflejada en todas partes. El «el árbol» de la vida llevaba enroscada una serpiente de cabeza femenina, el grosello silvestre llevaba unas conchas que se abrían y expulsaban ocas berniclas típicas del norte de Escocia. Cuando apareció la imprenta en Europa, la información botánica más útil se encontraba todavía en los antiguos herbarios, ampliados y «mejorados» por generaciones de escribas. Los impresores, que habían hecho grandes inversiones en las planchas de madera o de cobre, no se mostraban muy dispuestos a desecharlas simplemente porque las ilustraciones no se correspondiesen con las palabras del texto. Incluso los eruditos que podían haber sentido la tentación de mirar las plantas con sus propios ojos encontraban más cómodo comparar los manuscritos y glosar los textos.
Los herbarios se convirtieron pronto en artículos indispensables. El Liber de propietatiibus rerum (c. 1470), obra de un monje inglés que vivió en el siglo XII, fue reeditado veinticinco veces antes del fin del siglo XV. Las lenguas vernáculas permitieron la llegada de datos nuevos de toda Europa. Pero los herbarios tenían unos límites evidentes. A cada planta se le hacía siempre la misma pregunta: ¿Cómo puedes divertirme, alimentarme, salvarme o curarme?
A fines del siglo XVI, el catedrático de botánica de la universidad de Bolonia todavía era descrito como el «lector de Dioscórides». Dado que cada generación había hacho sus pequeñas aportaciones, que no se distinguían del original casi nunca, los botánicos y farmacólogos eran meros comentaristas. El herbario era un catálogo de medicinas «simples», cada una de las cuales tenía un componente único que por lo general procedía de una sola planta.
El médico italiano Pier Andrea Mattioli (1501-1577) hizo la primera traducción de Dioscórides a una lengua vernácula europea.
Sus comentarios en italiano se convirtieron en un acontecimiento editorial al vender treinta mil ejemplares (Venecia, 1544). Luego, traduciendo a Dioscórides al latín y añadiendo sinónimos de los nombres de las plantas en varias lenguas, contribuyó a popularizar la obra por toda Europa. Más de cincuenta ediciones en alemán, francés, checo, y otras lenguas europeas hicieron del Dioscórides revisado de Mattioli el rey de la botánica en todo el continente.
Los herbarios significaron para la botánica lo mismo que los bestiarios para la para la zoología. También estos derivaban de un original antiguo único, embellecido a lo largo de los siglos. Durante la Edad Media sólo la Biblia era más popular que estos libros. En nuestra época el bestseller impreso atraviesa rápidamente el espacio pero raras veces viaja mucho en el tiempo. En la época de los manuscritos, el poder de un único autor clásico era imperecedero. El imperio de los cultos estaba gobernado por una oligarquía de unos pocos «autores camaleón». Los nombres clásicos se volvían útiles para las generaciones posteriores después de incontables revisiones, y el autor original se convertía en un espectro. La mano del escriba derrocaba al autor.
El primero de los bestiarios recibió su nombre de un griego, Fisiólogo («naturalista»), del cual sabemos muy poco. Su obra, probablemente escrita antes de mediados del siglo II, parece haber estado dividida en cuarenta y ocho capítulos, cada uno de ellos relacionado con un texto de la Biblia. Unos pocos datos, embellecidos con abundante teología, moral, folklore, mitología, rumores y fábulas, constituyeron la zoología durante varias generaciones. En el siglo v existían ya traducciones, aparte del latín, al armenio, árabe y etíope. Posteriormente, se encontró entre los primeros libros traducidos a las lenguas vernáculas europeas, incluido el antiguo alto-alemán, el anglosajón, el inglés antiguo, el inglés medio, el francés antiguo, el provenzal y el islandés.
La versión griega incluía unos cuarenta animales en un delicioso revoltillo. Como es natural, el león, rey de las bestias, era el primero, y sobre él se cuentan tres hechos destacados: usa la cola para borrar sus huellas, de modo que los cazadores no puedan seguirlo; duerme con los ojos abiertos, y el cachorro recién nacido permanece muerto durante tres días hasta que el león padre le da el aliento de la vida. De igual manera, el cuerpo de Cristo estuvo muerto y, como el león recién nacido, permaneció despierto esperando la resurrección al tercer día.
Los animales restantes- lagarto, cuervo nocturno, fénix, abubilla y treinta y pico más-llevan una gran carga moral. Ninguno es más vivaz que el «león hormiguero», nacido de la anti- natural unión de un león y una hormiga, que está condenado a morir de hambre porque la naturaleza de la hormiga no le permite comer carne, y la naturaleza del león hace que se abstenga de comer plantas. Y al igual que esta bestia, nadie que pretenda servir a Dios y al diablo podrá sobrevivir.
En aquellos tiempos, auténticos artistas, a mano y de manera artesanal, editaban libros en miniatura que eran únicos y en ellos, reproducían las recetas de Dioscórides que eran muy populares y todos acudían a ellas para sanar esta o aquella enfermedad.
El capítulo es tan largo que lo he tenido que dejar aquí por falta de tiempo para transcribirlo entero.
Que os guste recordar aquel pasado que, como tantos otros, nos trajeron aquí.
emilio silvera
May
30
¿La Realidad? ¿Dónde estará?
por Emilio Silvera ~ Clasificado en Rumores del saber del mundo ~ Comments (0)
No una sino mil veces podemos haber podido hablar del “milagro griego”. La hipótesis es la siguiente: La Ciencia nació en la antigua Grecia alrededor del año 600 a. C. y floreció durante unos pocos cientos de años, aproximadamente 146 a. C., cuando los griegos cedieron su primacía a los romanos y la ciencia se frenó en seco, permaneció en letargo hasta que resucitó en Europa durante el Renacimiento alrededor de 1500. Y, no pocos creen a pie juntillas que eso fue así y que, las personas que habitaron la India, Egipto, Mesopotamia, el África Subsahariana, China, el Continente americano y algún otro lugar con anterioridad al año 600 a. C. no dirigieron el desarrollo de la Ciencia. Cuando descubrieron el fuego, se quedaron esperando tranquilamente a que Tales de Mileto, Pitágoras, Demócrito y Aristóteles inventaran la Ciencia en el Egeo.
Claro que, tal pensamiento es una auténtica barbaridad, pensar eso es un sin sentido. ¿Cómo durante más de mil quinientos años, el final del período griego hasta la época de Copérnico, no se produjo avance alguna en la Ciencia? Esto quiere decir que ninguna persona, en ninguna parte, demostró la capacidad o el interés necesario para proseguir insistiendo en las obras de Arquímedes, Euclides o Apolonio.
Lo cierto es que da mucha pena comprobar como el paso del tiempo hace desaparecer aquellas culturas
Las primeras observaciones sobre fenómenos eléctricos se realizaron ya en la antigua Grecia, cuando el filósofo Tales de Mileto (640-546 a.C.) comprobó que, al frotar barras de ambar contra pieles curtidas, se producía en ellas características de atracción que antes no poseían. Es el mismo experimento que se puede hacer frotando una barra de plástico con un paño; acercándola luego a pequeños pedazos de papel, los atrae hacia sí, como es característico en los cuerpos electrizados.
Sin embargo, fue el filósofo griego Theophrastus (374-287 a.C.) el primero, que en un tratado escrito tres siglos después, estableció que otras sustancias tienen mismo poder, dejando así constancia del primer estudio científico sobre la electricidad. Comprobando que no todos los materiales pueden adquirir tal propiedad o adquirirla en igual medida. Se atraen, por ejemplo, una barra de vidrio y otra de ebonita. Se repelen, sin embargo, dos barras de vidrio o dos de ebonita.
Gradas y restos del edificio de la escena del teatro de Mileto. Mileto (en cario: Anactoria; en hitita: Milawata o Millawanda; en griego antiguo Μίλητος Mílêtos; en turco: Milet) fue una antigua ciudad griega de la costa occidental de Anatolia (en la actual provincia de Aydın de Turquía), cerca de la desembocadura del río Meandro en la antigua Caria. El emplazamiento estuvo habitado desde la Edad del Bronce.
Aquellos ”científicos” se reunieron en Mileto. Tales, Anaximandro y Anaxímenes hicieron observaciones astronómicas con el gnomon, diseñaron cartas naúticas, plantearon hipótesis más o menos relacionadas con los hechos observados referidas a la estructura de la Tierra, la naturaleza de los planetas y las estrellas, las leyes seguidas por los astros en sus movimientos. En Mileto, la ciencia, entendida interpretación racional de las observaciones, aparece que dio los primeros pasos
Claro que, las cosas nunca suelen ser tan sencillas. La hipótesis según la cual la ciencia surgió por generación espontánea en suelo griego y desaparecido después hasta el Renacimiento parece ridícula cuando se expresa de sucinta, sin más explicaciones. Es una idea que se formuló por primera vez en Alemania hace unos 150 años y que, poco a poco, ha ido calando, sutilmente en nuestras consciencias a través de la educación que, la única concesión que se hace a las culturas no europeas es la que se refiere al Islam. Esta teoría dice que los árabes conservaron viva la cultura griega, incluida la ciencia, durante toda la Edad Media. Ejercieron de escribas, traductores y guardianes, sin pensar, aparentemente, en crear su propia ciencia.
Al Sur de la puerta de Almodóvar de Córdoba, se levanta la estatua de Averroes. Jurista, médico, filósofo. El gran Averroes fue la máxima autoridad judicial de la época,(siglo XII). Fue acusado por los fundamentalistas de poner la razón humana por encima de la ley divina. La mirada del viejo filósofo se pierde las callejas mientras escucha el murmullo del agua del estanque junto al que reposa.
Nada de eso es cierto. De hecho, los eruditos islámicos admiraron y preservaron las matemáticas y la ciencia griega y actuaron como el hilo conductor de la ciencia de muchas culturas no occidentales, además de construir un edifcio propio impresionante en el campo de las ciencias. Lo cierto es que, la ciencia occidental es lo que es porque se construyó acertadamente sobre las mejores ideas de los distintos pueblos, los mejores e incluso, los mejores aparatos procedentes de otras culturas. Por ejmplo, los babilonios desarrollaron el teorema de Pitágoras (la suma de los cuadrados de los dos lados perpendiculares de un triángulo rectángulo es igual al cuadrado de la hipotenusa) al menos mil quinientos años antes de que Pitágoras naciera.
En el año 200 d. C., el matemático chino Liu Hui calculó para el π un valor (3,1416) que se mantuvo como la estimación más precisa de dicho número durante unos mil años. Nuestras cifras del 0 al 9, se inventaron en la antigua India, siendo las cifras de Gwalior del año 500 d. C. casi indistinguibles de las cifras occidentales modernas. Álgebra es una palabra árabe que significa “obligación”, como cuando se obliga a que la incógnita x tome un valor numérico.
Arabia es una región de Oriente Medio del desierto comprendido entre el mar Rojo y el océano Índico. el punto de vista histórico, esta región era conocida también como la cuna de una de las principales religiones del mundo, el Islam. Nacida en el siglo VII, esta religión había establecido importantes cambios en la configuración de mandato, los derechos económicos y principios culturales del mundo árabe. Sin embargo, pocos saben de su cultura y de la importante contribución que hicieron a la Ciencia (Astronomía, Medicina, Matemáticas…)
China, Babilonia y también el Islam. El Califa árabe al-Mamun hizo construir la ciudad de la Sabiduría y un Observatorio para que los astrónomos pudieron abservar las variantes de los parámetros astronómicos (obtenidos de los griegos) y las estrellas del cielo. Aportaron así la mayor contribución y uno de los valores más exactos de de la precesión de los equinoccios, la inclinación de la eclíptica y otros de este tipo. En el año 829 sus cuadrantes y sextantes eran mayores que los que construyó Tycho Brahe en Europa más de siete siglos después.
Como antes decía, en el siglo IX, el gran mecenas de la ciencia el califa abasí al-Mamun, reunió a varios astrónomos en Bagdad crear la casa de la Sabiduría (Bait al-Hikmah). Allí los astrónomos llevaron a cabo observaciones del Sol y de la Luna, con el fin de determina la latitud y la longitud locales para fijar la gibla. Recopilaron algunos de los mejores resultados de un zij titulado “Lo Comprobado” (al-Mumtahan).
Al-Biruni desarrolló técnicas para medir la Tierra y las distancias sobre ella utilizando la triangulación. Descubrió que el radio de la Tierra era 6.339,6 Kilómetros, un valor que no se obtuvo en Occidente hasta el siglo XVI. Uno de sus zijs contiene una tabla que da las coordenadas de seiscientos lugares, casi todos conocidos por él directamente.
Estatua de Aryabhata en los terrenos de la IUCAA, Pune, India.
En el año 499, Aryabhata escribió un pequeño volumen, Aryabhatuya, de 123 versos métricos, que se ocupaban de astronomía y (una tercera parte) de ganitapada o matemáticas. En la segunda mitad de esta obra, en la que habla del tiempo y la trigonometría esférica, Aryabhata utiliza una frase, en la que se refiere a los números empleados en el cálculo, “ lugar es diez veces el lugar precedente”. El valor posicional había sido un componente esencial de la numeración babilónica, pero los babilonios no empleaban un sistema decimal.
La fuerza de gravedad mantiene unidas las estrellas, estas a las galaxias, las galaxias sí, y, los mundos a las estrellas que orbitan, mientras nosotros, nos sentidos atraidos por la gravedad que genera el mundo que habitamos que mantiene nuestros pies unidos a la superficie impidiendo que flotemos sin control. (Tengo la suerte de que, Ken Crawford (Rancho Del Sol Obs.), me envíe imágenes la de arriba).
Veinticinco siglos antes de Isaac Newton, el Rog-Veda hindú afirmaba que la gravitación hace que el universo se mantenga unido, aunque hipótesis era mucho menos rigurosa que la de Newton, en esencia, quería decir lo mismo que él dijo.
La Tierra primitiva
Los arios de lengua sánscrita suscribieron la idea de que la Tierra era redonda en una época en que los griegos creían que era plana. Los hindúes del siglo V d. C. calcularon de algún modo la edad de la Tierra, le señalaron la edad de 4.300 millones de años; los científicos ingleses del siglo XIX estaban convencidos de que la Tierra tenía 100 millones de años. Algunos expertos chinos del siglo IV d. C. -como los árabes del s. XIII y los papúes de Nueva Guinea posteriormente- adoptaron la rutina de utilizar fósiles estudiar la historia del planeta, sin embargo, en el siglo XVII algunos miembros de la Universidad de Oxford seguían enseñando que los fósiles eran “pistas falsas sembradas por el diablo” para engañar a los hombres.
¡Que cosas!
Con todo esto, os quiero decir amigos míos que, cuando oímos hablar de la primacía europea con respecto a las Ciencias…, debemos dejar el comentario en cuarentena y, dedicar un tiempo a profundizar más en cómo fueron las cosas en la realidad. No siempre las cosas son parecen, o, como nos las quieren presentar.
Mucho antes de que llegaran los científicos modernos, en tiempos del pasado muy lejano, otras culturas de filósofos naturales ya hablaban del átomo y del vacío. Ellos supieron intuir que había una materia cósmica y que todo lo grande estaba hecho de pequeñas cosas. Los pensadores de aquellos lugares eran anacoretas encerrados en un misticismo que los unía a la Naturaleza y a ese otro mundo de los pensamientos que están situados más allá de lo material. Ellos ya se preguntaban por…:
¡Tantas cosas!
Claro que, si no fuera tan largo de contar, os diría que, en realidad, el Higgs se descubrió hace ya muchos siglos en la antigua India, con el nombre de maya, que sugiere la idea de un velo de ilusión para dar peso a los objetos del mundo material. Pocos conocen que, los hindúes fueron los que más se acercaron a las ideas modernas sobre el átomo, la física cuántica y otras teorías actuales. Ellos desarrollaron muy temprano sólidas teorías atomistas sobre la materia. Posiblemente, el pensamiento atomista griega recibió las influencias del pensamiento de los hindúes a través de las civilizaciones persas. El Rig-Veda, que data de alguna situada entre el 2000 y el 1500 a. C., es el primer texto hindú en el que se exponen unas ideas que pueden considerarse leyes naturales universales. La ley cósmica está realcionada con la luz cósmica.
El Rig-Veda, que data de alguna fecha situada el año 2000 y 1500 a. C., es el primer texto hundú en el cual se exponen unas ideas que pueden considerarse …
Anteriores a los primeros Upanishads tenemos en la India la creación de los Vedas, visiones poéticas y espirituales en las que la imaginación humana ve la Naturaleza y la expresa en creación poética, y después va avanzando unidades más intensamente reales que espirituales llegar al Brahmán único de los Upanishads.
la época de Buda (500 a, C.), los Upanishad, escritos un período de varios siglos, mencionaban el concepto de svabhava, definido “la naturaleza inherente de los distintos materiales”; es decir, su eficacia causal única, , tal como la combustión en el caso del fuego, o el hecho de fluir abajo en el caso dela agua. El pensador Jainí Bunaratna nos dijo: “Todo lo que existe ha llegado a existir por acción de la svabhava. Así… la tierra se transforma en una vasija y no en paño… A partir de los hilos se produce el paño y no la vasija”.
También aquellos pensadores, manejaron el concepto de yadrccha, o azar tiempos muy remotos. Implicaba la falta de orden y la aleatoriedad de la causalidad. Ambos conceptos se sumaron a la afirmación del griego Demócrito medio siglo más tarde: “Todo lo que hay en el universo es fruto del azar y la necesidad”. El ejemplo que que dio Demócrito -similar al de los hilos del paño- fue que, toda la materia que existe, está formada por a-tomos o átomos.
Bueno, no lo puedo evitar, mi imaginación se desboca y corre rápida por los diversos pensamientos que por la mente pasan, de uno se traslada a otros y, al final, todo resulta un conglomerado de ideas que, en realidad, quieren explicar, dentro de esa diversidad, la misma cosa.
emilio silvera
May
20
¡La Curiosidad! La madre del saber
por Emilio Silvera ~ Clasificado en Rumores del saber del mundo ~ Comments (1)
Buscando Historias del Pasado
¡Qué bonito sería si las piedras pudieran hablar! ¿Qué nos contarían éstas?
Todos los asiduos a este lugar, sabéis de mi curiosidad insaciable por las cosas, por lo que pasó, por las Civilizaciones antiguas, por los misterios que la materia encierra, y, en fin, por el Universo y las historias de las criaturas que lo pueblan y que, en la antigüedad, estuvieran aquí.
Existen lugares en los que, se han conservado más vivos y realistas los recuerdos del pasado y, en la India, donde al contrario que en la China, no cruzan el cielo los Dragones, serpientes o Aves monstruosas, nos dicen que fueron máquinas, las que, para el asombro de todos, cruzaban el cielo.
James Churchward, el desconcertante estudioso inglés cuyas investigaciones no son nada desdeñables, siempre y cuando no se aproximan a las especulaciones teosofistas, nos habla de un manuscrito que contiene la descripción de una nave aérea de hace 20.000 años.
“La energía” –detalla en una obra redactada varios lustros antes de que se hablara de astronaves y satélites artificiales- se obtiene de la atmósfera de manera simple y poco costosa. En la obra daba una amplia explicación del motor y sus compartimentos y cámaras y de las increíbles propiedades que la nave tenía que, incluso, podía quedar estática en el aire, o, salir disparada como un rayo hacia lo más alto del cielo hasta desaparecer de la vista.
¿Fantasías? Escuchemos un relato de la Academia Internacional de Investigaciones sánscritas de Mysore: “Los manuscritos cuya traducción del sánscrito presentamos, describen varios tipos de “vimana” (naves que se mueven por sí mismas), capaces de viajar por su propio impulso por tierra, agua y aire, y, asimismo, de planeta a planeta. Parece que los vehículos aéreos podían detenerse en el cielo hasta quedar inmóviles, y que estaban dotados de instrumentos capaces de señalar, incluso a distancia, la presencia de aparatos enemigos.
(El relato fue publicado en la India por el especialista Maharshi Bharadaja con el título Aeronáutica del pasado prehistórico.)
Numerosísimos testimonios nos vienen a confirman ampliamente lo anterior. Por ejemplo tenemos una amplia muestra en el Samaranganasutradhara que narra la historia de vuelos fantásticos realizados por el mundo, y hacia el Sol y las estrellas. Un documento de época precristiana nos suministra una detallada descripción del carro celeste de Rama. La narración nos dice: “…el carro se movía por sí solo y era grande y estaba bien pintado; tenía dos pisos, muchas habitaciones y ventanas…”, cuyas hazañas, canta Valmiki el Herodoto indio: “El carro celeste, que posee una fuerza admirable, alada de velocidad, dorado en su forma y en su esplendor… El carro celeste ascendió por encima de la colina y del valle boscoso…alado como el rayo, dardo de Indra, fatal como el relámpago del cielo, envuelto en humo y destellos flameantes, rápida proa circular” (del Ramayana, que narra la epopeya de Rama).
Centenares y centenares de historias semejantes nos podemos encontrar a lo largo de las tradiciones hindúes: “ahí va la divina Maya volando en un carro de oro circular, que mide 12.000 codos de circunferencia, capaz de alcanzar las estrellas”, y, hete aquí el “caballo metálico del cielo” del rey Satrugit y el “carruaje del aire” del rey Pururavas. También el siglo IV de nuestra era encontramos a un héroe aeronauta, el monje budista Gunarvarman, quien se va desde Ceylán a Java en un aparato similar a los antiguos, sacado quién sabe de dónde.
Según se deduce de estos antiquísimos manuscritos en sánscrito, aquellos hindúes prehistóricos (o lo que realmente pudieran ser), no utilizaban aquellos ingenios voladores para excursiones de placer, sino que, según nos cuentan los relatos, las acciones bélicas eran también cotidianas que describen terribles batallas.
Un bajorrelieve en Angkor Wat (Camboya) representa a Rávana Rávana peleando en la batalla de Lanka, el clímax del Ramaiana.
Rávana, el rey de los demonios de Ceylán, enemigo mortal de Rama, “voló sobre los adversarios (según nos narra un manuscrito del año 500 a, de C.) haciendo caer ingenios que causaron grandes destrucciones. Finalmente, fue capturado y muerto, y su máquina celeste cayó en manos del capitán hindú Ram Chandra, quién, sirviéndose de ella, voló a la capital, Adjhudia…”
Y esto no son más que bagatelas. “El Bhisma Parva –recuerda Drake- menciona armas como la “verga de Brahma” y el “Rayo de Indra”, cuyos efectos se parecen a los producidos por la energía nuclear. El Drona Parva nos habla del “señor Mahadeva” y de sus terribles lanzas volantes (¿misiles?) capaces de destruir ciudades enteras fortificadas…, y describe las fantásticas armas de Agni, que aniquilaron ejércitos completos y devastaron la Tierra como bombas de Hidrógeno.”
¿Es posible que no se hayan conservado trazas de estos alucinantes conflictos? Los restos existen, y numerosísimos –responden los investigadores-. Basta que nos tomemos la molestia de ir en su busca. No es una empresa fácil, desde luego, puesto que, desde hace milenios la jungla se ha espesado sobre las ruinas, pero si consiguiéramos localizar todas las “ciudades muertas” de la gran península, constelaríamos el mapa de la India de tantos puntos como los que, en un Atlas, nos indican los centros de población actuales.
De vez en cuando aparecen descripciones a este respecto que nos dejan perplejos. El explorador De Camp, por ejemplo, refirió haber visto, en la zona que se extiende entre el Ganges y los montes Rajmahal, ruinas carbonizadas por algo que no podía ser un simple incendio, por violento que éste fuera. Algunas piedras gigantescas aparecían fundidas y desenterradas en varios puntos, “como bloques de estaño afectados por la salpicadura de una colada de acero”.
Más al Sur, el oficial británico J. Campbell se topó, en los años veinte, con ruinas similares, y quedó sorprendido por un extrañísimo detalle: en el pavimento semivitrificado de lo que debió de ser un patio interior, parecían haber sido impresas, por una fuerza desconocida, formas de cuerpos humanos.
Otros viajeros refieren haber descubierto en el corazón de los bosques indios ruinas de edificios nunca vistos, con paredes “semejantes a gruesas losas de cristal” asimismo perforadas, resquebrajadas y corroídas por agentes desconocidos. Y habiendo penetrado en una de estas construcciones, parecida a una cúpula baja, el explorador y cazador H. J. Hamilton se encontró con la mayor sorpresa de su vida.ç
“En una parte –recuerda-, el suelo cedió bajo mis pies con un extraño crujido. Me puse a seguro y, luego, ensanché con la culata del fusil el boquete que se había abierto, y me introduje en él. Me encontré en una estancia larga y estrecha que recibía luz por una grieta de la bóveda. Al fondo, vi una especie de mesa y un asiento del mismo “cristal” de que estaban hechas las paredes.
En el asiento, se enroscaba una forma extraña, e contornos vagamente humanos. Observándola de cerca, me pareció, al principio, que se trataba de una estatua deteriorada por la acción del tiempo, pero, luego, descubrí algo que me llenó de horror: bajo el “vidrio” que revestía aquella estatua, ¡se podían distinguir claramente los detalles del esqueleto!”.
Claro que… ¡Nos cuentan tantas historias!
Muros, muebles y seres humanos vitrificados… ¿Qué tremendos secretos se esconden entre las líneas del Mahabrata y del Drona Parva?
Bueno, lo cierto, amigos míos, es que, todas estas historias y vestigios del pasado, desatan nuestra imaginación y nos llevan a especular con lo que podría haber sido, y, lo que de cierto está presente en todas esas Historias que cuentan y que, por cada persona que las cuenta, aumenta en detalles fantásticos que la alejan de una realidad que nadie ha llegado ni llegará nunca a conocer.
emilio silvera
May
17
El saber del mundo
por Emilio Silvera ~ Clasificado en Rumores del saber del mundo ~ Comments (1)
No intentes ver la verdad sin conocer la mentira.
No sabrás lo que es la luz sin conocer las tinieblas.
Si no sabes de donde vienes no sabrás nunca quien eres.
Lo sé por experiencia, la dificultad, agudiza el ingenio… ¡La crisis también!
Mi padre me dijo una vez que, el respeto por la verdad es casi el fundamento de la moral.
Nada puede surgir de la “nada”, si surgió…, ¡es porque había!
A la edad de quince años, había aprendido a oír el silencio. En cualquier sitio, aunque no lo parezca, podemos “oir” lo que la Naturaleza nos dice. No es poco lo que nos perdemos por no saber observar lo que nos rodea. ¡Hay que prestar atenciòn!
La vida no es gratis, se nos da para pagarla. ¡De tantas maneras! Todos tenenos que llevar nuestra “carreta” para llegar al destino propuesto. Cualquier cosa que podamos alcanzar requiere de un precio, un esfuerzo y, si estamos dispuesto a pagarlo… ¡la tendremos!
Más vale un… por si acaso, que un… yo creí.
¡Qué vida ésta!
En el Universo puede haber miles de millones de planetas. Si están habitados ¡Cuánto dolor y amargura! Y, si no lo están… ¡Que desperdicio de mundos!
En verdad, los seres humanos… ¡Son muy complejos! Y, hasta tal punto es así que, ni nosotros mismos llegaremos nunca a conocernos.
Siempre me ha llamado la atención el hecho de que, a lo largo de la historia, en cualquier parte del mundo, sin importar su condición u origen, de vez en cuando, surgieron personajes que, con sus hechos, dejaron señalado un camino que muchos siguieron y, de esa manera, ha ido caminando la Humanidad a lo largo de la Historia, influida por esas mentes que, en uno u otro ámbito del saber humano, abrieron los caminos a seguir. Muchos serían los ejemplos que podríamos poner aquí pero, hoy, dejaré una simple reseña de uno de ellos.
Pitágoras de Samos. 569 a.C. (Samos).475 a.C. (Tarento).
Pitágoras era hijo de un comerciante griego, por lo que viajó mucho de niño, acompañando a su padre. No se conocen muchos detalles de su infancia, pero es seguro que recibió buena educación. En Mileto, Tales y Anaximandro lo introdujeron en el mundo de las Matemáticas y le recomendaron ir a Egipto para profundizar en su estudio, lo que hizo en el 535 a.C. Estudió en el templo de Dióspolis.
Allí fue hecho prisionero hacia el 525 a.C. y llevado a Babilonia, de donde regresaría a Samos hacia el 520 a.C. Al regreso, fundó una escuela que llamó El Semicírculo. Al cabo de dos años se trasladó a Cretona, en el sur de Italia, donde fundó una escuela filosófica y religiosa que tuvo muchos seguidores.
Las enseñanzas principales decían que la realidad era matemática y que el estudio puede llevar a la purificación espiritual y la unión con la divino.
Creían que todo lo que existe son números y todas las relaciones podían reducirse a relaciones numéricas. Además, atribuían a cada número una propia personalidad (masculina o femenina, perfecta o incompleta, bella o fea).
Por ejemplo, el 10 era el número perfecto, pues contenía en sí mismo los cuatro primeros enteros (1 + 2 + 3 + 4 = 10).
Escuela de Pitágoras, imagen perteneciente al libro “The story of greek people”, Eva March Tappan, Houghton Mifflin, 1909.
La escuela exigía a sus miembros estricta lealtad y secretismo por lo que los conocimientos en Matemáticas producidos por ellos eran siempre atribuidos a Pitágoras, y no podemos saber qué descubrió él personalmente y qué se le atribuyó. Sin ir más lejos, el conocido teorema de Pitágoras (del que antes di un ejemplo) no lo descubrió él, sino que ya era conocido por los babilonios mil años antes, aunque puede que él fuese el primero en demostrarlo.
El objeto de estudio de esta escuela no eran las Matemáticas tal como las pensamos hoy, sino desde una perspectiva más filosófica. Se preocupaban de los principios en que se basan las Matemáticas, el significado de los conceptos número o círculo, así como qué ha de entenderse por demostración (de un teorema por ejemplo).
Son varios los teoremas debidos a Pitágoras o, más genéricamente, a los pitagóricos: el que afirma que la suma de los ángulos de un triángulo es igual a dos ángulos rectos, o el teorema de Pitágoras, esto es, que un triángulo rectángulo, el cuadrado de la hipotenusa es igual a la suma de los cuadrados de los catetos.
También descubrieron los números irracionales –que no se pueden expresar como el cociente de dos enteros- y los cinco sólidos regulares: el tetraedro, el hexaedro o cubo, el octaedro, el dodecaedro y el icosaedro.
Aunque Pitágoras es uno de los matemáticos griegos más conocidos, a mí, no se porqué, me gusta más Euclides. Claro que a cada acontecimiento o a cada personaje, hay que valorarlo dentro del contexto de su obra en su época, en su “tiempo”.
El lenguaje, las matemáticas, la escritura,… son las cosas que nos hicieron distintos, partiendo siempre de la base de que teníamos los sentidos y la mente que requerían aquellos logros que nos separaron de los demás animales.
La lengua o el lenguaje, cuyos comienzos se limitan a sonidos guturales y sin sentido de aquellos primeros homínidos que, caminando ya erguidos, vivían más o menos en comunidad y, ello, les llevó, a inventarse un sistema arbitrario de signos que los miembros de una comunidad establecían por convención, con el fin de comunicarse, así fueron los principios del lenguaje que, en cada caso, en cada lugar, está relacionado con la psicología y antropología específica de los distintos pueblos, lo que llevó a que el lenguaje, tomado en su conjunto, sea multiforme y heteróclito, y conectado con lo físico-fisiológico-psíquico y dentro de un dominio individual y a la vez social.
El lenguaje hablado se quiso expresar mediante escritura, y, el comienzo, fueron dibujos, signos, jeroglíficos, etc., hasta alcanzar un alto nivel mediante las reglas inventadas para la escritura.
La importancia del lenguaje y la escritura para la humanidad no está bien valorada, pocos piensan en lo importante que fue el hecho ocurrido hace ya muchos miles de años, cuando aquel ser primitivo, pintó un animal en la pared de su cueva, allí, en aquel lugar, se dio el primer paso.
Mediante un conjunto de sonidos articulados podemos manifestar lo que pensamos y comunicarnos con los demás y, cada pueblo, tiene su propio lenguaje. Este hecho, el de distintas lenguas para cada región del mundo, expresa en realidad nuestro retraso en la evolución del lenguaje y en la de otros aspectos más generales que, algún día lejos aún en el futuro, nos llevarán a la unificación de todos y de todo en este planeta que pasará a ser una sola entidad ante el resto de civilizaciones que vendrán desde otros mundos pero, para que eso llegue…falta mucho.
(Sólo como aclaración tengo que dejar el apunte de que, los clásicos griegos bebieron de la fuente del saber egipcio, persa, hindú y otros.)
emilio silvera
May
3
¡El Universo! ¡Civilizaciones! ¡Los pensamientos!
por Emilio Silvera ~ Clasificado en Rumores del saber del mundo ~ Comments (1)
Bonito remanente de Supernova con sus filamentos de plasma emitiendo radiación
Cuando decimos Universo, nos estamos refiriendo a ¡tantas cosas”. En realidad, la palabra contiene en sí misma, todo lo que existe, incluyendo el Espacio, el Tiempo y la materia en todas sus formas, bien sea “inerte” o “viva” orgánica o inorgánica y, conforme a lo que sabemos, ahí está también recogida la energía en todas las formas que pueda adoptar… Creo que, incluso los pensamientos.
Cada día aquí, comentamos sobre algún aspecto de la Física o de la Astronomía (también de la vida y de los que los seres humanos hicimos a nuestro paso por este mundo), que nos puedan llevar a comprender, algo mejor, todo lo que podemos ver que ocurre a nuestro alrededor y, en nuestro entorno espacial que, con los adelantos que hemos podido conseguir, abarca ya, inmensas regiones del Universo. Sin embargo, no debemos olvidar lo que pasó.
También las galaxias evolucionan y sienten sobre ellas el paso inexorable del Tiempo
Las estrellas que forman las galaxias, los mundos que orbitan a las estrellas, las Nebulosas que son los semilleros de estrellas nuevas, los demás objetos que en el Universo son…, todos han necesitado tiempo para conformarse en lo que son y, con el paso del tiempo, todos se convirtieron en otros objetos distintos de lo que fueron. Nada permanece, todo se transforma y, de alguna manera, todo nace, vive y muere con el inexorable transcurrir del Tiempo.
Dicen que nació al mismo tiempo que el Big Bang, es decir, con el Universo
¡EL TIEMPO! Que tiene, en nuestro Universo, la edad de 13.770.000 de años
Sí, es el tiempo el factor que juega a nuestro favor y, en nuestra contra, depende de la perspectiva con que lo miremos:
A nuestro favor para conseguir nuestros logros más difíciles, para hacer posible nuestros sueños, para aprender y llegar a saber y llegar a poder responder preguntas de las que antes no teníamos ni la menor noción, para preguntar sobre alguna cosa hay que saber que ésta existe, o, puede existir. Nunca llegaremos a poder contestarlas todas y, siempre, nos quedarán preguntas que plantear y también por contestar.
En nuestra contra por el simple hecho de que, desde el primer segundo de nuestro nacimiento, comenzamos a recorrer el camino hacia nuestro final y, desde luego, nunca tendremos tiempo para hacer todas las cosas que deseamos, aprender todo lo que nos gustaría, ir a todos aquellos lugares que tantas veces pensamos y, en ocasiones, nos damos cuenta de que pudimos hacer más de lo que hicimos, o, simplemente, decir al ser querido lo que sentimos.
Algún día tendremos que saber lo que es la Luz, cuando descubramos ese misterio, estoy seguro de que muchas de las cosas que ahora no entendemos, se presentaran ante nosotros con toda claridad, comprenderemos muchos de los secretos de la Naturaleza y, también, sabremos mucho más sobre nosotros mismos. En las galaxias espirales se crean estrellas de manera continuada en las grandes Nebulosas que son el residuo de la muerte de las estrellas masivas. Nosotros mismos, como otros seres que habitan el planeta Tierra, nos replicamos para que la especie perdure. Todo eso, tanto en un plano de lo muy grande como en el más pequeño de nuestro ámbito, es, sin duda, Entropía negativa que regenera, en parte, lo que la entropía positiva hace continuamente.
Aquí mismo en nuestro planeta, un equipo de científicos hallan, en el subsuelo, “otros mundos” llenos de vida.
No hay razón de peso para negar que la vida puede estar presente en otros mundos situados a la adecuada distancias de sus estrellas.
Si pudiéramos visitar esos otros mundos lejanos, veríamos con asombro que, también en ellos, prolifera la vida y existen los paisajes hermosos. El Universo es igual en todas partes y en todas las regiones, por lejos que puedan estar, ocurren las mismas cosas. Todo está gobernado por las leyes de la Naturaleza, por las mismas fuerzas y las mismas constantes y, la materia es energía allí donde quiera que esté, las estrellas situadas a miles de millones de años-luz de nosotros, como el Sol, fusiona Hidróngeno en Helio durante miles de millones de años. Los procesos naturales se repiten una y otra vez en las mismas condiciones y, siendo así (que lo es), ¿cuántos mundos llenos de vida existirán en nuestra propia Galaxia y, en todo el Universo=
Así existe esa ventaja creada por el Universo para que el Tiempo no pueda eliminarlo todo sin más. Tanto las galaxias como nosotros mismos, creamos Entropía negativa mediante la replicación de la especie, hacemos surgir al mundo otros seres humanos y los educamos desde pequeños para que sigan nuestros pasos y continúen con el trabajo que comenzó hace milenios. Y, podríamos preguntar: ¿Qué está pasando en otros mundos, en otras galaxias?
Mirando por ahí, he tratado de buscar algunas cuestiones que resuman (aunque sea de manera muy escueta) algo de lo que el mundo es, de lo que hicimos y dejaron atrás aquellas civilizaciones y aquellos pensadores del pasado, y, encontré un lugar (Olcicilizacións´s Blog)desde el que os traigo lo que sigue:
Los olmecas, transmitieron sus conocimientos a los toltecas, considerados por los estudiosos como una rama de los chichimecas, y éstos más tarde a los mayas.
Civilizaciones perdidas que construyeron mundos de fantástica belleza
Seres superiores que nos dejaron sus ideas y un mundo que posibilitó la diversidad de pensamientos
Detrás de cada imagen se esconden historias que nos gustaría conocer. Cuentan pasajes de hechos del pasado, o del presente y, algunas veces, también quieren significar lo que será el futuro. Desde siempre, además de por medio de la escritura, hemos querido representar los hechos, personajes y obras por medio de grandiosos templos, en pinturas más o menos sofisticadas y, sobre todo, en historias contadas por dramaturgos y poetas, y, sobre todo, por los historiadores que dejaron un reflejo de su tiempo en cada momento de nuestra Historia.
¿Quien no conoce “las historias” que se esconden detrás de éstas pinturas?
Cada Civilización quiso dejar su huella y contar su historia a… su manera
Según el Génesis: “Tenía entonces toda la tierra una sola lengua y unas mismas palabras.” En la actualidad hay unas seis mil quinientas lenguas en nuestro mundo. De ellas, solamente veinticinco pueden considerarse importantes por su extensión y por su producción escrita. La pregunta que ha preocupado siempre a pensadores y lingüistas es inmediata: ¿De dónde surgió tal diversidad? ¿Cuál fue el origen de todas las lenguas? Ya hemos hablado aquí extensamente de los orígenes de la lengua y de la escritura y, son historias apasionantes que nos llegan del pasado.
Siempre hemos tenido imaginación y, los mitos antiguos proliferan en todas aquellas civilizaciones. Entre los antiguos mitos budistas figura el de un misterioso paraíso perdido, conocido como Chang Shambhala, que se considera la fuente de la sabiduría eterna y donde vivirían seres inmortales en armonía perfecta con la naturaleza y el universo. En la India, oculto entre los Himalayas, se le llama Kalapa, mientras que la tradición china lo ubica en los montes Kunlun. Según las leyendas budistas, Kalāpa (‘atado, manojo’) es la mítica ciudad capital del reino de Shambhala (quizá algún lugar de Tíbet o de Cachemira). Allí el rey
Kulika reina sentado en un trono de leones. Se dice que Kalapa es una hermosa ciudad, con jardines de sándalo que contienen un gran mándala tridimensional de kala chakrá realizado por el rey Suchandra. Este rey vino desde el norte de Cachemira, y desarrolló la práctica del kalachakrá, que aprendió del propio Buda (siglo VI a. C.) en Dhania Kataka. La cordillera montañosa Kunlun es una de las más largas cadenas montañosas de Asia, extendiéndose a lo largo de más de 3.000 km. Corre a lo largo del borde occidental de China, hacia el Sur, al lado de la cordillera del Pamir, curvándose luego hacia el este para formar la frontera del Tíbet. Se extiende al sur de lo que se denomina actualmente la cuenca de Tarim, el famoso Takla Makan o desierto de las “casas enterradas en la arena“, y el desierto de Gobi. La cordillera tiene cerca de 200 picos de altura superior a los 6.000 metros. Los tres picos más altos son el Kongur Tagh (7.719 m), el Dingbei (7.625 m) y el famoso Mutzagata (7.546 m). Estos picos se encuentran en la cordillera Arkatag dentro del complejo de cordilleras. Hacia el sur, una rama de las montañas Kunlun da lugar a la zona de captación de las cuencas de los dos ríos más largos de China, el Yangtsé y el río Amarillo. La cordillera se formó en el lado norte de la placa India durante su colisión a finales del Triásico, con la placa Euroasiática, dando lugar al cierre del océano Paleo-Thetys. Las montañas son muy conocidas en la mitología china, y se considera que encierran el paraíso taoísta. El primero en visitar este paraíso fue, según la leyenda, el rey Mu (1001-947 a. C.) de la dinastía Zhou. Supuestamente descubrió el Palacio de Jade de Huangdi, el mítico Emperador Amarillo, y encontró a Xiwangmu, la Reina Madre del Oeste, que también tiene su mítico refugio en estas montañas.
Se cuentan algunas historias que… Hermes Trismegisto es el nombre griego de un personaje mítico que se asoció a un sincretismo del dios egipcio Dyehuty (Toth en griego) y el dios heleno Hermes, o bien al Abraham bíblico. Hermes Trismegisto significa en griego ‘Hermes, tres veces grande’. En latín es: Mercurius ter Maximus. Hermes Trismegisto es mencionado primordialmente en la literatura ocultista como el sabio egipcio, paralelo al dios Toth egipcio, que creó la alquimia y desarrolló un sistema de creencias metafísicas que hoy es conocida como hermética.
Para algunos pensadores medievales, Hermes Trismegisto fue un profeta pagano que anunció el advenimiento del cristianismo. Se le han atribuido estudios de alquimia como la Tabla de esmeralda —que fue traducida del latín al inglés por Isaac Newton— y de filosofía, como el Corpus hermeticum. No obstante, debido a la carencia de evidencias contundentes sobre su existencia, el personaje histórico se ha ido construyendo ficticiamente desde la Edad Media hasta la actualidad, sobre todo a partir del resurgimiento del esoterismo. Fueron los griegos quienes bautizaron como Hermes Trismegisto al dios Toth egipcio, el responsable del conocimiento; aquel que, según la tradición, explicó a los habitantes del Nilo que su país era una suerte de eco de las maravillas que contemplaban en su negra bóveda celeste. De hecho, una de las teorías más populares para explicar la orientación de las pirámides es que éstas imitaban, como las catedrales harían más tarde, la situación de ciertas estrellas del firmamento nocturno. Pero no la de unas estrellas cualesquiera, sino aquellas llamadas por sus milenarios textos religiosos El Duat. Bajo ese nombre se conoció en Egipto a los tres astros que integran el cinturón de Orión -nosotros las llamamos «las tres Marías»-. Los egipcios creían que eran la puerta simbólica por la que el faraón accedía a los reinos del más allá. Las pirámides, por tanto, fueron «modelos» en piedra de esa entrada; lugares de iniciación en los que el gobernante de Egipto se preparaba para el viaje más importante de su existencia: el de su muerte.
Y, hablando de la muerta, los humanos siempre hemos tenido mucha imaginación para ese trance final de nuestras vidas y, se han dicho muchas cosas y se han contado muchas versiones.
¿Qué es la muerte? Quizá la analogía más común sea la comparación entre muerte y sueño. Morir, nos decimos, es como dormirse.
Esta figura del lenguaje es muy común en el pensamiento y lenguaje de cada día, así como en la literatura de muchas culturas y épocas. Incluso era corriente en la Grecia clásica. En la Ilíada, por ejemplo, Homero llama al sueño «hermano de la muerte», y Platón, en su diálogo la Apología, pone las siguientes palabras en boca de Sócrates, su maestro, que acaba de ser sentenciado a muerte por un jurado ateniense: “Si la muerte es sólo dormirse sin sueños, debe ser un maravilloso premio. Imagino que si a alguien se le dijese que escogiera la noche en que durmió tan profundamente que ni siquiera soñó y la comparase con el resto de noches y días de su vida y que dijese entonces, tras la debida consideración, cuántos días y noches más felices había tenido, creo que… [cualquiera] se daría cuenta de que esas noches y días son fáciles de contar en comparación con el resto. Si la muerte es así, la considero ventajosa, pues todo el tiempo, si la miramos de esa forma, puede tomarse como una sola noche”.
En 1964, una revista de estudios orientales había publicado un artículo que trataba de una relación entre la Gran Pirámide y el Cinturón de Orión. Un egiptólogo llamado Alexander Badawy había pedido a la astrónoma norteamericana Virginia Trimble, que le ayudase a verificar su teoría de que el «pozo de ventilación» meridional de la Cámara del Rey señalaba directamente a Orión cuando se construyó la Gran Pirámide, hacia el 2550 a. de C. Virginia Trimble, basada en sus cálculo, pudo decir a Badawy que, en
efecto, el pozo de ventilación señalaba directamente al Cinturón de Orión hacia el 2550 a. de C. Una persona lo bastante delgada como para acostarse en el pozo de ventilación hubiera visto cómo el cinturón de Orión pasaba directamente por encima de ella todas las noches. Por supuesto, pasarían otras estrellas, cientos de ellas… pero ninguna de semejante magnitud. Si las pirámides de Gizeh representaban las tres estrellas del Cinturón de Orión -Zeta, Epsilón y Delta-, ¿no era posible que otras pirámides representasen a otras estrellas de Orión? De hecho, Robert Bauval se dio cuenta de que la pirámide de Nebka, en Abu Ruwash, correspondía a la estrella situada en el pie izquierdo del Cazador; y la pirámide de Zawyat al-Aryan a la estrella que estaba en su hombro derecho. Desde luego, si otras dos pirámides hubieran completado la forma de «reloj de arena», la prueba hubiese sido concluyente, pero, por desgracia, estas dos pirámides o bien nunca se habían construido o hacía ya mucho tiempo que habían desaparecido bajo la arena.
Con la originalidad de su cultura, el Antiguo Egipto ha generado una gran fascinación. Los poderes de los hierofantes o magos, las profecías, la ciencia de los sacerdotes y la aspiración a la vida eterna, junto con la conservación de las momias, las increíbles construcciones sagradas y la extraordinaria validez actual de algunos papiros milenarios, nos han maravillado a lo largo de la historia.
Jean-Franςois Champollion
Pero ¿qué es lo que le sucede al viajero cuando llega a Egipto? Sin dudas, un gran encandilamiento. El gusto por la aventura incrementa la imaginación de quien sabe abstraerse frente a lo majestuoso y lo secreto, conceptos estrechamente ligados a la cultura faraónica. En el período de la conquista árabe, las leyendas comenzaron a expandir teorías en un intento por correr el velo de misterio y significación inexplicable. Las descomunales pirámides, de proporciones matemáticas rigurosas, habrían sido concebidas con el fin de preservar esa sabiduría de los antiguos, manteniendo oculto el saber milenario. ¿Qué secretos esconden estos monumentos que dominan simbólicamente el Valle del Nilo desde hace 4500 años? Mucho más de lo imaginado. Pese al desconocimiento sobre el tema, los eruditos trataron de plasmar en manuales las formas de acceso al interior de las pirámides, regidos muchas veces por una marcada ambición de llegar a los lugares que creían repletos de riquezas y tesoros incalculables. Tal como dijo Napoleón: «¡Soldados! Desde lo alto de estas pirámides, cuarenta siglos os contemplan».
Los Tuareg, la legendaria reina attlante Tin Hionan, Tassili y la antigua civilización Uigur
Las leyendas parten de hechos reales sucedidos mucho tiempo atrás, mientras que los mitos hablan de realidades simbólicas. Es decir transmiten verdades con el lenguaje de los sueños. La historia de la Atlántida contiene leyenda y también es mítica. España es considerada dentro de la leyenda Atlante como parte directa del imperio desaparecido, con la antigua Tartessos, o bien como colonia comandada por atlantes de nombre íberos, que acabaron dando nombre a la península. Y el único país de Europa, junto con Portugal, que conservan parte del continente desaparecido: islas Canarias y Azores. En África, en 1926, el conde Byron Kûhn de Protok descubrió en sus excavaciones arqueológicas en el Sahara, lo que los tuareg llamaban la tumba de la última reina de los Atlantes Tin Hinan. En el Museo del El Bardo, en Argel, se exhibe un esqueleto de dos metros de altura. Se dice que fue una princesa huida de la Atlántida. Juan José Benítez, en algunas de cuyas obras me he basado para escribir este artículo, explica lo siguiente: “… en mi primera visita a Argel me apresuré a recorrer el museo del El Bardo, en su búsqueda. Allí estaba, casi olvidada en un rincón. La examiné con detenimiento y admiración recordando las leyendas que circulan sobre ella. Los informes de los forenses tenían razón. Aquella mujer pudo alcanzar los dos metros de altura. Era Tin-Hinan, princesa de los tuaregs y de la etnia bereber. La única mujer conocida que gobernó al levantisco pueblo del desierto. ¿O no se trataba de una mujer?”
Salomón es un personaje descrito en la Biblia como el tercer y último rey del Israel unificado (incluyendo el reino de Judá). Es célebre por su sabiduría, riqueza y poder, pues La Biblia’ ‘lo considera el hombre más sabio que existió en la Tierra. Logró reinar cuarenta años y su reinado quedaría situado entre los años 970 a.C. y el 930 a.C. aproximadamente. Construyó el Templo de Jerusalén, y se le atribuye la autoría del Libro de Eclesiastés, libro de los Proverbios y Cantar de los Cantares, todos estos libros recogidos en la Biblia. Es el protagonista de muchas leyendas posteriores, como que fue uno de los maestros de la Cábala.
En el Tanaj (libro hebreo, a una versión del cual los cristianos llaman Antiguo Testamento) también se le llama Jedidías. En la Biblia se dice del rey Salomón que heredó un considerable imperio conquistado por su padre el rey David, que se extendía desde el Valle Torrencial, en la frontera con Egipto, hasta el río Éufrates, en Mesopotamia. Tenía una gran riqueza y sabiduría y administró su reino a través de un sistema de 12 distritos. Poseyó un gran harén, el cual incluía a «la hija del faraón». Honró a otros dioses en su vejez y consagró su reinado a grandes proyectos de construcción. La Biblia dice del rey Salomón que era «el más sabio de los hombres», que podía pronunciar un discurso sobre la biodiversidad de todas las plantas, «desde los cedros del Líbano hasta el hisopo que crece en los muros, y animales, y pájaros, y cosas que se arrastran, y peces». Entre los distintos autores que han tratado sobre Salomón y el Arca de la Alianza, se distingue Erich von Daniken, que lo relata, con su estilo atrevido, en su obra “Profeta del Pasado”, en la que me he basado para escribir este artículo.
Algunos lo explican en términos de las inundaciones anuales de la llanura Tigris-Eufrates. Conjeturan que una de tales inundaciones pudo ser especialmente severa. Campos y ciudades, hombres y animales fueron barridos por la crecida de las aguas, y los pueblos primitivos, viendo el acontecimiento como un castigo de los dioses, propagaron la leyenda del Diluvio. Sir Leonard Woolley (Londres, 1880 – 1960) fue un arqueólogo británico, conocido por sus excavaciones en la antigua ciudad sumeria de Ur (en el actual Irak) y por haber encontrado evidencia geológica del diluvio de Gilgamesh.
La historia del Diluvio es conocida por muchas culturas
Se le considera el primer arqueólogo moderno, y fue nombrado caballero en 1935 por sus contribuciones a la disciplina. Graduado de la Universidad de Oxford, tras trabajar tres años en el Museo Ashmolean de la misma ciudad, viajó al actual Sudán para participar en 1907 y 1911 en la expedición arqueológica británica en el yacimiento egipcio de Wadi Halfa. En 1912 dirigió junto a T.E. Lawrence (conocido como Lawrence de Arabia) las excavaciones de la ciudad hitita de Karkemish, en la Siria septentrional, donde permaneció dos años y cuyos hallazgos publicó entre 1921 y 1953. Posteriormente pasó a Egipto para dirigir la excavación de Tell el-Amarna, la ciudad sagrada del faraón Akhenatón.
Lo cierto amigos, es que nunca nos faltó la energía necesaria para poder llevar a cabo andaduras que, miradas en la perspectiva que el tiempo nos da, nos parecen increíbles, como increíbles nos parecen aquellos pensamientos surgidos de mentes de la antigüedad, cuando aún no se tenían verdaderos conocimintos de ninguna de las formas científicas que ahora podemos cultivar. Sin embargo, las ideas fluían, la imaginación caminaba veloz y, las mentes intuitivas de muchos pensadores, pusieron los cimientos que hicieron un buen edificio en el que ahora, más o menos confortablemente podemos seguir viviendo para seguir la búsqueda por ellos emprendida de esa verdad que la Naturaleza esconde.
Mirar al pasado y recordar…¡es bueno!
emilio silvera