jueves, 03 de octubre del 2024 Fecha
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Rumores del saber del mundo

Autor por Emilio Silvera    ~    Archivo Clasificado en Rumores del Saber    ~    Comentarios Comments (0)

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Los sofistas eran expertos en defender puntos de vista distintos y ello hizo con el tiempo, que prevaleciera el método de que na buena preparación nos puede llevar a la razón mediante la confrontación de ideas dispares.

El más famoso de los sofistas griegos fue Protágoras, nacido en Abdera, Tracia, hacia el año 490 a. de c., y, fallecido después de 421 o 411 a. de c. su escepticismo le hizo famoso.  Él fue el que dijo: “el hombre es la medida de todas las cosas”.

Así fue como nació la Filosofía, pero los tres grandes filósofos griegos por excelencia fueron Sócrates, Platón y Aristóteles.  Platón es el ejemplo de todas las ventajas y debilidades de la aproximación al mundo desde el “pensamiento puro”.  Defendió la inmortalidad del Alma.  Con gran ingenio, Platón consideró también la matematización de la Naturaleza.  El cosmos, sostuvo, que a partir del caos fue creado y su orden es todo el Universo.

Unió la idea de Empédocles sobre las cuatro semillas de todo lo que existe-tierra, agua, fuego y aire- y las unió a la influencia de Pitágoras para considerar que todo era reducible a triángulos, la entidad básica del mundo.  Atomización geométrica que explicaba tanto la estabilidad como el cambio.

Está claro que toda esta gente “pensaba”.  Sócrates creía que su misión en el mundo era hacer pensar a la gente, así que, continuamente les planteaba acertijos y juegos mentales (lo mismo le gustaba hacer a Einstein 2500 años después).

De Aristóteles hemos hablado muy ampliamente en otros trabajos y no es cosa de repetirse.

Aquí nos limitamos a dejar algunos datos sobre el origen de la cultura y el conocimiento científico y filosófico

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Un rumor del saber del mundo

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En la Edad Media el pensamiento indio estaba muy por delante del europeo en varias áreas.  En esta época, los monasterios budistas de la India tenían tantos recursos que actuaban como bancos e invertían sus excedentes financieros en empresas comerciales.  Detalles como éste aclaran por qué los historiadores se refieren a la reunificación del norte de la India bajo los Guptas (c.320-550) como una era dorada.

Esta dinastía, en conjunción con el reinado de Harsha Vardhana (606-647), abarca el período que hoy se considera la era clásica de la India.  Además de los progresos realizados en matemáticas, esta época fue testigo del surgimiento de la literatura en sánscrito, de la aparición de formas de hinduismo nuevas y duraderas, entre ellas el Vedanta, y del desarrollo de una espléndida arquitectura religiosa.

Más que la mayoría de los lenguajes, el sánscrito encarna una idea: es el lenguaje especial para gente que deben tener una clasificación también especial.  Es una lengua de más de tres mil años de antigüedad. En un principio, fue la lengua del Punjab, pero luego se difundió al este.

Se puede discutir si los autores del Rig Veda fueron los arios procedentes de fuera de la India o indígenas de la región, pero lo que no se puede poner en duda es que poseían un idioma de gran riqueza y precisión, y una tradición poética cultivada.

La importancia de los gramáticos para la historia del sánscrito no tiene comparación en ninguna otra lengua del mundo.  La preeminencia que alcanzó esta actividad se deriva de la necesidad   de preservar intactos los textos sagrados de los Vedas: según la tradición, cada palabra del ritual tenía que pronunciarse de forma exacta.  Así que da demostrado en algún momento del siglo IV a.C. cuando Panini compone su Gramática.

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¡Los Mayas! Aquella Civilización del pasado.

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Sobre los mayas

Aislada de las culturas del viejo mundo, la civilización maya, ubicada en lo que es actualmente el sur de México y Guatemala, surgió alrededor de la época del nacimiento de Cristo, floreció y, luego, desapareció abrupta y misteriosamente. Aparte de las pirámides y las estelas de piedra talladas con unos elaborados glifos, su historia se conserva en unos pocos códices, entre los que figura el libro de la creación escrito en lengua maya-quiché, el Popol Vuh. Sin embargo, la cosmología maya tiene muchos aspectos parecidos a las cosmologías de otras culturas: a la cosmología hindú  se parece en lo relativo a los ciclos alternos de destrucción y creación,  y en los enormes intervalos de tiempo en que se sitúan estos ciclos; a la cosmología de la antigua Mesopotamia, en el seguimiento meticuloso de los cuerpos celestes, que son manifestaciones de los dioses; a la cosmología moderna, en la cuidadosa experimentación y revisión de los dioses, y en la igualmente implacable condena de las teorías anticuadas.

Antes de la aparición de los seres humanos, el universo maya se desarrolla de una manera muy homogénea y continua. Como muchas otras cosmologías, comienza con un mar original. El Popol Vuh empieza diciendo: “Ahora todavía se ondula, ahora todavía se oyen sus murmullos…todavía susurra…y está vació bajo el cielo”. El traductor Dennis Tedlock se refiere s esta escena diciendo que es una especie de “ruido blanco”; el sonido que precede al sonido. Sólo están presentes los dioses del mar y de la tierra, llamados colectivamente Corazón del Lago y Corazón del Mar: el Hacedor, el Modelador, el Portador, el Procreador y la Serpiente Emplumada Soberana. A éstos se unen el Corazón del Cielo y los primeros dioses celestes, llamados Huracán, Rayo Recién Nacido y Rayo Repentino. Después de negociar, los dioses de las aguas y del cielo acordaron crear la tierra y la vida en una sucesión que se parece a la “sopa original” de la biología del siglo XX: una tierra cubierta por el océano y sometida a un violento relampagueo, que contribuye a producir los primeros aminoácidos. Así se producen las divisiones cósmicas, siendo la primera de ellas la separación preexistente de los dioses de las aguas y de los cielos, y la segunda la separación activa de la tierra y las aguas, y del cielo y la tierra. Acto seguido se lleva a cabo la siembra del Sol, la Luna y las estrellas. Los antiguos mayas concebían esta actividad como “la siembra” o el “amanecer”, porque la asociaban a la plantación de semillas, que empujan desde el subsuelo para crecer, y a la salida de los cuerpos celestes, con respecto a los cuales creían que recorrían el inframundo antes de salir por el este.

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Un rumor del pasado

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El último de los grandes matemáticos helénicos de Alejandría fue Claudio Ptolomeo, activo de 127 d.C.a 151 d.C. Su gran obra denominada inicialmente como Sintaxis matemática, compuesta por trece libros o capítulos, terminó conociéndose como Megiste, “la más grande”.  Posteriormente, en el mundo musulmán, surgió la costumbre de llamar a este libro por su equivalente árabe:

Almagesto

Así es conocido desde entonces.  Es fundamentalmente una obra de trigonometría, la rama de las matemáticas referente a los triángulos que estudia las relaciones entre sus ángulos y las longitudes de sus lados y cómo todo ello está relacionada con los círculos que los abarcan.  A su vez, estos están relacionados con las órbitas de los cuerpos celestes y los ángulos de los planetas respecto de quien los observa desde la Tierra.  Los libros siete y ocho de Almagesto ofrecen un catálogo de más de un millar de estrellas, dispuestas en cuarenta y ocho constelaciones.

Hacia mediados del siglo III a. C. Aristarco de Samos había propuesto que la Tierra giraba alrededor del Sol.  La mayoría de los astrónomos, Ptolomeo incluido, rechazaban tal idea.

Quiero significar aquí que Alejandría fue por mucho tiempo el centro de las matemáticas griegas:  Menelao, Hezón, Diofanto, Pappo y Proclo de Alejandría contribuyeron todos a ampliar y desarrollar las ideas de Euclides, Arquímedes, Apolunio y Ptolomeo.  No debemos olvidar que la gran era de la ciencia y la matemática griegas se prolongó desde el siglo VI a.C. hasta los comienzos del siglo VI d.C., más de un milenio de gran productividad.  Ninguna otra civilización ha aportado tanto durante un periodo de tiempo tan largo.

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¡La ciencia! ¿Qué haríamos sin ella?

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¡LA CIENCIA! ¿Qué haríamos sin ella?

Está claro que, a la hora de adjudicar el logro de la Ciencia a un determinado lugar, cada uno tira para su propio territorio, y, en más de una ocasión he tenido que leer escritos y también oír comentarios que así lo demuestran

“La Ciencia occidental es nuestro logro más admirable. ¿Acaso alguna otra cultura, pasada o presente, ha levantado un edificio científico equivalente al que construyeron Galileo, Newton, Leibniz, Lavoisier, Dalton, Faraday, Planck, Rutherford, Einstein, Heisenberg, Pauli, Watson y Crick?? ¿Hay algo en el pasado de las culturas no occidentales que se pueda comparar con lo que son hoy en día la biología molecular, la física de partículas, la química, la geología o las distintas tecnologías? No hay mucho que discutir sobre esto. Sin embargo, la única cuestión es preguntarse de dónde partió toda esa ciencia, y dónde están sus auténticos orígenes. ¿Quién contribuyó inicialmente a su desarrollo?

Hay consenso a la hora de afirmar que el origen de esta ciencia es casi totalmente occidental. Al decir occidental se quiere significar que hablan de la Grecia antigua y helenística, y Europa desde el Renacimiento hasta la actualidad. Tradicionalmente se considera que Grecia es europea, contraponiendo esta idea a la de pertenencia a una cultura mediterránea que incluiría a sus vecinos africanos.”

Sin meternos en muchas profundidades y enunciándolo de forma abreviada, según ese punto de vista, la hipótesis podría ser la siguiente: La Ciencia nació en la antigua Grecia alrededor del año 600 a. de C. y floreció durante unos pocos cientos de años, aproximadamente hasta 146 a. de C., cuando los griegos cedieron su predominio a los romanos. En esta época, el avance de la ciencia se frenó en seco y en lo sucesivo permaneció en letargo hasta que resucitó en Europa durante el renacimiento, alrededor del año 1500. Esto es lo que se conoce como el “milagro griego”. Esta hipótesis supone que las personas que habitaron en la India, Egipto, Mesopotamia, el África subsahariana, China, el Continente americano y algún otro lugar con anterioridad al año 600 a. de C. no dirigieron el desarrollo de la Ciencia. Cuando descubrieron el fuego, se quedaron esperando tranquilamente a que Tales de Mileto, Pitágoras, Demócrito y Aristóteles inventaran la Ciencia en el Egeo.

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