jueves, 03 de octubre del 2024 Fecha
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¡Aquellas Civilizaciones!

Autor por Emilio Silvera    ~    Archivo Clasificado en Rumores del Saber    ~    Comentarios Comments (0)

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Filósofos naturales, matemáticos…Grandes pensadores.

¡Aquellas Civilizaciones del pasado!  En verdad podemos decir que hemos conocido todas las raíces de la Ciencia desde Babilonia hasta los mayas.  La verdad es que, la Historia de la Ciencia con la que podemos contar es, una versión redescubierta.

El logro científico más importante en toda la Historia de Occidente se atribuye generalmente a Nicolás Copérnico, que en su lecho de muerte publicó De Revolutionibus orbium  caelestium. El historiador de la Ciencia Thomas Kuhn dio el nombre de “Revolución Copernicana” al conjunto de logros de este astrónomo nacido en Polonia. Representaba la ruptura definitiva con la Edad Media, un desplazamiento desde la religión hacia la ciencia, desde el dogma hacia el laicismo ilustrado. ¿Qué hizo Copérnico para convertirse en el científico más importante de todos los tiempos?

En la Escuela aprendimos que en el siglo XVI Copérnico transformó la concepción del Sistema solar, situando al Sol, en vez de la Tierra en el centro de dicho Sistema, rectificando así la obra del astrónomo griego del siglo II al que se conoce como Tolomeo. Al construir un sistema heliocéntrico, Copérnico levantó un muro de fuego entre Oriente y Occidente, entre la cultura de la magia y la superstición y la cultura científica.

Copérnico hizo más que trasladar el centro del Sistema solar de la Tierra al Sol. Esta traslación es en sí mismo importante, pero dentro de un punto de vista matemático resulta trivial. Otras culturas habían sugerido esta idea previamente. Doscientos años antes de Pitágoras, ciertos filósofos del norte del la India habían llegado a comprender que la gravitación hace que el Sistema solar se mantenga unido y que, por consiguiente, el Sol, por ser el objeto de mayor masa, tenía que estar en el centro de este Sistema. El astrónomo de la Gracia antigua Aristarco de Samos había presentado un sistema heliocéntrico en el siglo III a, de C. Los Mayas habían propuesto la idea de un sistema solar heliocéntrico hacia el año 1000 d. de C. La tarea de Copérnico fue más importante. Tuvo que reparar las resquebrajadas matemáticas del sistema de Tolomeo. Leer más

Un Rumor del saber para recordar

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El siglo XIX en Alemania

Es evidente el florecimiento de la vida intelectual alemana durante el siglo XIX, el cual, se podría calificar como fenómeno contemporáneo. Por aquel tiempo, surgieron figuras que cada uno en su campo del saber, marcaron una época: Sigmund Freíd, Max Planck, Riemann, Ernest Mach, Hermann Helmholtz, Marx, Weber, Nietzsche, Ibsen, Strinberg, Von Hofmannsthal, Rodolf Clausius, Wilhelm Rötgen, Eduard von Hartmann… todos ellos alemanes o de habla alemana. Con frecuencia se olvida y se pasa por alto que el periodo comprendido entre 1.843 y 1.933, que se solapa con el cambio de siglo, representó el punto culminante del genio alemán.

Como anotaba el historiador estadounidense Norman Cantor en 1.991: “Se suponía que el siglo XX iba a ser el siglo alemán”.  Sus palabras se hacen eco de las que pronunciara el filósofo francés Raymond Aron en una conversación que mantuvo con el historiador alemán Fritz Stern, mientras se encontraba en Berlin para una exhibición que conmemoraba el centenario del nacimiento de los Físicos Albert Einstein, Otto Hahn y Lise Meitner.  Todos ellos habían nacido entre 1.878 y 1.879 y esto llevó a Aron a señalar: “Podría haber sido el siglo de Alemania”.

Lo que Cantor y Aron querían decir era que, dejados a su suerte, los pensadores, artistas, escritores, filósofos y científicos alemanes, que entre 1.848 y 1.933 eran los mejores del mundo, habrían llevado su recién unificado país a unas alturas jamás soñadas, y que estaban haciéndolo cuando el desastre personificado en Adolf Hitler irrumpió en la vida nacional.

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Una curiosidad

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En 1.936, la casa de subastas Sotheby’s vendió en la ciudad londinense una colección de documentos de sir Isaac Newton, el gran físico y filósofo natural británico, que la Universidad de Cambridge había considerado “sin valor científico” unos cincuenta años antes, cuando la colección le había sido ofrecida.

Los documentos, la mayoría manuscritos y cuadernos de notas, fueron comprados luego por otro hombre de Cambridge, el distinguido economista John Maynard Keynes (después lord Keynes), quien, tras dedicar varios años a su estudio, pronunció una conferencia sobre ellos en el club de la Royal Society de Londres.

En 1.942, en medio de la segunda guerra mundial, Keynes presentó a sus oyentes una visión completamente nueva del “científico más renombrado y exaltado de la Historia”.

Keynes, después de estudiar con detenimiento los papeles y documentos de la caja adquirida en la subasta, descubrió a un ser nuevo y desconocido para el gran público, Newton, después de todo, no era un racionalista, alguien que nos enseñó a pensar de acuerdo con los dictados de la razón fría y carente de emoción.

Aquellos viejos documentos que Newton guardó en una caja en su despacho, allá por el año 1.696, dejaba al descubierto que Newton no fue el primer hombre de la Edad de la Razón, sino que fue el último de los magos, el último de los babilonios y de los sumerios, la última gran mente que contempló el mundo visible e intelectual con los mismos ojos que lo hicieron quienes empezaron a construir nuestra herencia cultural hace ya diez mil años.

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¡Las mil y una noches!

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No es ningún secreto que la obra más famosa de la denominada literatura árabe, Alf Laylah wa-Laylah (Las mil y una noches), era en realidad una antigua obra persa.  Hazar Afsana ( un millar de cuentos), que contenía distintos relatos, muchos de los cuales eran de origen Indio.  Con el paso del tiempo, se hicieron adiciones a esta obra, no sólo a partir de fuentes árabes, sino también griegas, hebreas, turcas y egipcias.  La obra que hemos leído (casi) todos, en realidad, es un compendio de historias y cuentos de distintas nacionalidades, aunque la ambientación que conocemos, es totalmente árabe.

Además de instituciones de carácter académico como la Casa de la Sabiduría, el  Islam desarrolló los hospitales tal como los conocemos hoy en nuestros días.  El primero y más elaborado, fue construido en el siglo VIII bajo al-Rashid (el Califa de Las Mil y una noches),  pero la idea se difundió con rapidez.  Los hospitales musulmanes de la Edad Media que existían en Bagdad, El Cairo o Damasco, por ejemplo, eran bastante complejos para la época.  Tenían salas separadas para hombres y mujeres, salas especiales dedicadas a las enfermedades internas, los desordenes oftálmicos, los padecimientos ortopédicos, las enfermedades mentales y contaban con casa de aislamiento para casos contagiosos.

El Islam, en este campo, también estaba muy avanzado, e incluso tenían clínicas y dispensarios ambulantes y hospitales militares para los ejércitos.  Allí, en aquel ambiente sanitario, surgió la idea de farmacia o apotema, donde los farmaceutas, tenían que aprobar un examen, antes de preparar y recetar medicamentos.

La obra de Ibn al-Baytar Al-Jami’fi al-Tibb (Colección de dietas y medicamentos simples) tenía más de un millar de entradas basadas en plantas que el autor había recopilado alrededor de la costa mediterránea.  La noción de sanidad pública también se debe a los árabes que, visitaban las prisiones para detectar y evitar enfermedades contagiosas.

Grandes médicos islámicos como Al-Razi, conocido en occidente por su nombre latino, Rhazes, nació en la ciudad persa de Rayy y en su juventud fue alquimista, después de lo cual se convirtió en erudito en distintas materias.  Escribió cerca de doscientos libros, y aunque la mitad de su obra está centrada en la medicina, también se ocupó de temas teológicos, matemáticos y astronómicos. ¡Todo un personaje! Fue el primer médico Jefe del gran hospital de Bagdad.  Se dice que para elegir el sitio de ubicación del hospital, primero colgó tiras de carne en distintos lugares de la ciudad, y, finalmente eligió aquel donde la carne era menos putrefacta.

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La Astronomía del Islam

Autor por Emilio Silvera    ~    Archivo Clasificado en Rumores del Saber    ~    Comentarios Comments (5)

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Poco después de la muerte del profeta Mahoma en el año 632, los musulmanes establecieron una especie de commanwealth o comunidad de naciones desde España h

asta Asia Central. Llevaron a todas las tierras conquistadas una astronomía popular árabe que era una mezcla de la hindú, persa y griega que se unificaba con la local de cada lugar de conquista, y, hasta el siglo X no adquirió las características distintivas propias. A partir de entonces y hasta el siglo XV los expertos musulmanes fueron inigualables en sus conocimientos de astronomía que, en sus fundamentos más profundos estaba presente el legado de la antigua Mesopotamia.

En sus formas más tardías los zijs llegaron a ser unos documentos formados por varios cientos de páginas de textos y tablas. Algunos aspectos de la astronomía matemática que se podía encontrar en un zij típico incluían: trigonometría; astronomía esférica; ecuaciones solares, lunares y planetarias; latitudes lunares y planetarias; posiciones planetarias; paralajes; visibilidad solar y planetaria; geografía matemática (lista de ciudades con sus coordenadas geográficas correspondientes) con lo que se determina la dirección de la Meca; uranometría (tablas de estrellas fijas con sus coordenadas), y, no en menor proporción, astrología matemática.

En uno de estos zij, el famoso astrónomo egipcio Ibn Yunus describe cuarenta conjunciones planetarias y treinta eclipses lunares. Aplicando lo que sabemos actualmente sobre las posiciones de los planetas, se llega a la conclusión de que los resultados de Yunus son absolutamente correctos.

Aunque la religión no fue la única fuerza impulsora que espoleó el crecimiento de la astronomía en el mundo islámico –el hecho de ser una sociedad tolerante, multirracial y de una gran erudición, con una lengua predominante, el árabe, también fomentó este crecimiento-, las cuestiones sacras desempeñaron asimismo un importante papel.

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