Libretas |
La expansión del universo,
la expansión de la mente
Cosmos, constante gravitacional y consciencia
Una parte de la ciencia estudia la
estructura y la evolución del universo: la cosmología.
La cosmología observacional se ocupa de las propiedades físicas del
Universo, como su composición física referida a la química, la velocidad
de expansión y su densidad, además de la distribución de galaxias y
cúmulos de galaxias. La cosmología física intenta comprender estas
propiedades aplicando las leyes conocidas de la física y de la
astrofísica. La cosmología teórica construye modelos que dan una
descripción matemática de las propiedades observadas del universo
basadas en esta comprensión física.
La cosmología también tiene aspectos filosóficos, o incluso teológicos,
en el sentido de que trata de comprender por qué el universo tiene las
propiedades observadas.
La cosmología teórica se basa en la teoría de la relatividad general, la
teoría de Einstein de la gravitación. De todas las fuerzas de la
naturaleza, la gravedad es la que tiene efectos más intensos a grandes
escalas y domina el comportamiento del universo en su conjunto.
El espacio-tiempo, la materia contenida en el universo con la fuerza
gravitatoria que genera y nuestras mentes que tienen conocimientos de
que todo esto sucede.
De manera que, nuestro consciente (sentimos, pensamos, queremos obrar
con conocimiento de lo que hacemos), es el elemento racional de nuestra
personalidad humana que controla y reprime los impulsos del inconsciente
para desarrollar la capacidad de adaptación al mundo exterior.
Al ser conscientes, entendemos y aplicamos nuestra razón natural para
clasificar los conocimientos que adquirimos mediante la experiencia y el
estudio que aplicamos a la realidad del mundo que nos rodea.
Claro que no todos podemos percibir la realidad de la misma manera. Las
posibilidades existentes de que el conocimiento de esa realidad responda
exactamente a lo que ésta es en sí, no parece fácil.
Descartes, Leibniz, Locke, Berkeley, Hume (que influyó decisivamente en
Kant), entre otros, construyeron una base que tomó fuerza en Kant, para
quien el conocimiento arranca o nace de nuestras experiencias
sensoriales, es decir, de los datos que nos suministra nuestros cinco
sentidos. Pero no todo en él procede de esos datos. Hay en nosotros dos
fuentes o potencias distintas que nos capacitan para conocer, y son la
sensibilidad (los sentidos) y el entendimiento (inteligencia). Ésta no
puede elaborar ninguna idea sin los sentidos, pero éstos son inútiles
sin el entendimiento.
A todo esto, para mí, el conocimiento está inducido por el interés. La
falta y ausencia de interés aleja el conocimiento. El interés puede ser
de distinta índole: científico, social, artístico, filosófico, etc. La
gama es tan amplia que existen conocimientos de todas las posibles
vertientes o direcciones; hasta tal punto es así que nunca nadie lo
podrá saber todo sobre todo. Cada uno de nosotros puede elegir sobre los
conocimientos que prefiere adquirir y la elección está adecuada a la
conformación individual de la sensibilidad e inteligencia de cada cual.
También se da el caso de personas que prácticamente, por cuestiones
genéticas o de otra índole, carecen de cualquier interés por el
conocimiento del mundo que les rodea. Sus atributos sensoriales y de
inteligencia funcionan a tan bajo rendimiento que sus comportamientos
son casi-animales (en el sentido de la falta de racionalidad). Son
guiados por la costumbre y las necesidades primarias: comer, dormir…
El polo opuesto lo encontramos en múltiples ejemplos de la historia de
la ciencia, donde personajes como Newton, Einstein, Riemann, Ramanujan y
tantos otros (cada uno en su ámbito del conocimiento), dejaron la
muestra al mundo de su genio superior.
Pero toda la realidad está encerrada en una enorme burbuja a la que
llamamos Universo y que encierra todos los misterios y secretos que
nosotros, seres racionales y conscientes, perseguimos.
Todo el mundo sabe lo que es la consciencia; es lo que nos abandona cada
noche cuando nos dormimos y reaparece a la mañana siguiente cuando nos
despertamos. Esta engañosa simplicidad me recuerda lo que William James
escribió a finales del siglo XIX sobre la atención: “Todo el mundo sabe
lo que es la atención: es la toma de posesión por la mente, de una forma
clara e intensa, de un hilo de pensamiento de entre varios
simultáneamente posibles”. Más de cien años más tarde somos muchos los
que creemos que seguimos sin tener una comprensión de fondo ni de la
atención, ni de la consciencia que, desde luego, no creo que se marche
cuando dormimos; ella no nos deja nunca.
La falta de comprensión ciertamente no se debe a una falta de atención
en los círculos filosóficos o científicos. Desde que René Descartes se
ocupara del problema, pocos han sido los temas que hayan preocupado a
los filósofos tan persistentemente como el enigma de la consciencia.
Para Descartes, como para James más de dos siglos después, ser
consciente era sinónimo de “pensar”: el hilo de pensamiento de James no
era otra cosa que una corriente de pensamiento. El cogito ergo sum,
“pienso, luego existo”, que formuló Descartes como fundamento de su
filosofía en Meditaciones de prima philosophía, era un reconocimiento
explícito del papel central que representaba la consciencia con respecto
a la ontología (qué es) y la epistemología (qué conocemos y cómo lo
conocemos).
Claro que tomado a pie juntillas, “soy consciente, luego existo”, nos
conduce a la creencia de que nada existe más allá o fuera de la propia
consciencia y, por mi parte, no estoy de acuerdo. Existen muchísimas
cosas y hechos que no están al alcance de mi conciencia. Unas veces por
imposibilidad física y otras por imposibilidad intelectual, lo cierto es
que son muchas las cuestiones y las cosas que están ahí y, sin embargo,
se escapan a mi limitada consciencia.
Todo el entramado existente alrededor de la consciencia es de una
complejidad enorme. De hecho, conocemos mejor el funcionamiento del
universo que el de nuestros propios cerebros.
¿Cómo surge la consciencia como resultado de procesos neuronales
particulares y de las interacciones entre el cerebro, el cuerpo y el
mundo?
¿Cómo pueden explicar estos procesos neuronales las propiedades
esenciales de la experiencia consciente?
Cada uno de los estados conscientes es unitario e indivisible, pero al
mismo tiempo cada persona puede elegir entre un número ingente de
estados conscientes distintos.
[...]