Libretas |
Pensando con pluma y libreta
Los seres humanos, durante toda la vida, están aprendiendo y desarrollando su
inteligencia. Sin embargo, generalmente, la mayor actividad intelectual se desarrolla desde niño hasta los 35/40 años, después
(salvo excepciones) remite por la falta de interés en continuar avanzando. Desde esa linea de los 40 años, el avance se hace más
pausado y selectivo.
El ser humano es curioso por naturaleza y su ansia de saber le empuja de manera
continua a preguntar ¿por qué? A muchas cuestiones como éstas:
¿Por qué la Luna está ahí colgada en los cielos y no se cae?
¿Qué son los rayos y como se producen los truenos?
¿Qué enciende la luz del Sol que nos alumbra durante el día?
¿De dónde venimos nosotros?
¿Cómo se formaron los diamantes, el oro y otros materiales?
¿Qué origen tiene el petróleo?
¿Qué son condiciones anaerobias?
¿Qué quiere decir luz isotrópica o anisotrópica?
Nunca ha dejado de hacer preguntas. La falta de conocimientos le llevaba a ser
desconfiado para defenderse. Tenía miedo a todo aquello que no comprendía. Así, la humanidad caminó por el planeta Tierra durante
milenios. Generación tras generación, en los distintos lugares del mundo, se constituyeron en civilizaciones de distintas
costumbres y lenguajes y crearon sus normas y formas de vivir en ciudades que, con el tiempo, fueron cada vez más sofisticadas.
El tiempo pasaba y hombres excepcionales, observadores de la naturaleza y deseosos de
saber el por qué de los acontecimientos, fueron desvelando secretos del acontecer del mundo y también de los cielos, ya que los
astros, desde los tiempos más remotos, llamó la atención de los seres que poblaron la Tierra.
No es cuestión aquí de volver a Sumeria, Egipto, Babilonia o Grecia; ya conocemos
todos que la cultura y el saber (también en la India y China) tiene sus orígenes en pueblos que nos precedieron hace ya más de
3.000 años y que pusieron las semillas de las matemáticas, el lenguaje, la astronomía o la física... también la arquitectura y la
música. A ellos debemos nuestro saber de hoy.
Como podríamos saber sino que nuestro Sol es una estrella mediana, amarilla de segunda
generación del tipo G2V, con una temperatura efectiva de 5.770 K, y que está formada en su mayor parte de hidrógeno (71% en masa),
con algo de helio (27%) y elementos más pesados (2%). Su edad se estima en 4.500 millones de años y se encuentra en la mitad
de su vida como estrella antes de que se agote su combustible nuclear y se convierta en una gigante roja que, finalmente,
explotará lanzando las capas exteriores al espacio estelar y, perdido su equilibrio entre fusión y gravedad, se contraerá bajo
su propio peso. Su enorme masa y la fuerza de gravedad que genera la aplastará hasta convertirla en una estrella enana blanca que
encontrará su equilibrio en la degeneración de los electrones y, de esta forma, lo que ahora es nuestro Sol con 1.392.530 Km de
diámetro y una temperatura en el núcleo de 15,6 millones de K, se reducirá a un objeto estelar de enorme densidad, frío y con un
diámetro aproximado al que ahora tiene la Tierra.
El Sol brilla por encontrarse en la secuencia principal, es decir, cada segundo
fusiona 4.654.000 toneladas de hidrógeno en 4.650.000 toneladas de helio, y las 4.000 toneladas que faltan son lanzadas al
espacio en forma de luz y calor. El planeta que nos acoge, la Tierra, recibe una parte de esa luz y de ese calor para hacer
posible la fotosíntesis de las plantas y la vida en general.
También sabemos que la entropía aumenta en cualquier sistema cerrado.
La entropía, que denotamos con el símbolo S y está referida a la medida de la
disponibilidad de energía de un sistema para producir trabajo, en un sistema cerrado. Un aumento de entropía está acompañado
por un descenso de la energía disponible. Cuando un sistema desarrolla un cambio reversible, la entropía (S) cambia en una
cantidad igual a la energía transferida al sistema en forma de calor que denotamos con el símbolo Q dividida por la tempertarua
termodinámica a la cual tiene lugar el proceso (T), es decir, ΔS = Q/T. Sin embargo,
todos los procesos reales son en un cierto grado cambios irreversibles y en cualquier sistema cerrado un cambio irreversible
siempre está acompañado de un aumento de entropía.
En un sentido amplio, la entropía puede ser interpretada como una medida del desorden;
cuanto mayor es la entropía, mayor desorden.
Así, nosotros mismos considerados individualmente como sistemas cerrados, estamos
afectados por la entropía que se produce y aumenta con el paso del tiempo; perdemos energía y ganamos desorden físico-biológico.
De estos y otros temas hablaremos aquí, repasando cuestiones de interés y diversas.
Lo mismo nos adentraremos en la singularidad de un agujero negro con su densidad y energía infinitas, donde el tiempo y el espacio
no existen o nos iremos a explorar las entrañas de los núcleos de los átomos, donde los quarks, sujetos por los gluones, forman
protones y neutrones que rodeados por los electrones construyen los átomos que forman toda la materia que conocemos.
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